domingo, 31 de agosto de 2014

REGIMIENTO DE ARRIBEÑOS


El regimiento fue creado en 1806, luego de la primera Invasión Inglesa al Río de la Plata. En su mayoría, estaba compuesto por hombres oriundos de las provincias de Córdoba, Catamarca, La Rioja, Tucumán y residentes en Buenos Aires. Inicialmente, fue designado como Batallón de Voluntarios Urbanos o más conocido por el nombre de Batallón de Arribeños, por ser sus integrantes originarios de las provincias de “arriba”, es decir, ubicadas en el norte.
Su primer jefe fue el Coronel Francisco Medina, hasta 1807, cuando asumió la jefatura del Batallón el Coronel Juan Pío de Gana, de la provincia de Mendoza. Luego de su muerte durante los combates por la defensa de Buenos Aires, en ocasión de la segunda Invasión Inglesa, fue suplantado en primer momento por el Sarg. Mayor Idelfonso Paso, para ser luego reemplazado por el Teniente Coronel Francisco Ortiz de Ocampo.
El Batallón estaba conformado por nueve compañías (una de granaderos) de sesenta hombres cada una. Dos de estas compañías intervinieron en el combate de San Pedro, el 7 de junio de 1807, cerca de la Colonia del Sacramento, durante la segunda Invasión Inglesa. En los combates acaecidos en Buenos Aires durante la mencionada invasión, el batallón cumplió un destacado papel integrando la división izquierda. La actuación de los Arribeños es relatada por las crónicas de la época, puntualmente, por el combate librado contra el Regimiento 88, en el que logró la rendición del mismo.
Esta acción también es conocida como el Combate de la Merced, por haber desalojado al regimiento británico del convento mercedario, en donde la fuerza invasora buscó hacerse fuerte para luego recibir el hostigamiento por parte de los Arribeños, por las actuales calles Cuyo, San Martín y Perón de esta capital. En esta ocasión, el Coronel Pío de Gana recibió heridas que le produjeron la muerte y fue reemplazado en el cargo.
Luego de la asonada de Álzaga, la reorganización de los Cuerpos Urbanos, dictada por el Virrey Cisneros, dispuso que con los cuerpos existentes se formen cinco batallones. Así, dentro de este reordenamiento se otorgó al Batallón de Arribeños el Nro 3 en el orden numerado de los nuevos cuerpos.
Participó una compañía de las acciones de sofocamiento de las revueltas de Chuquisaca y la Paz, por orden del Virrey Cisneros, pero no entraron en combate y la compañía fue movilizada junto a la de otros batallones.
Luego de la Revolución de Mayo, ante la creación del Ejército patriota, el antiguo Batallón de Arribeños fue incorporado en calidad de Regimiento de Infantería Nro 3 a la par de los Regimientos de Infantería 1, 2 y 4, teniendo como primeros jefes al Coronel Domingo French y al Teniente Coronel Juan Bautista Bustos.
A fines de 1810, parte en la expedición auxiliadora al Alto Perú al mando del Coronel Francisco Balcarce. Participa de los sucesos de Córdoba que terminan con el fusilamiento de Liniers. En el Alto Perú, cruza la quebrada de Humahuaca y acampa en la localidad de Yavi; se adelanta en el asalto sobre las posiciones realistas en Cotagaita y Suipacha. En la Banda Oriental, participa del sitio a la ciudad de Montevideo, bajo las órdenes de los Coroneles Antonio Berrutti, Antonio Ramírez y José Aparicio. De manera destacada, el regimiento toma parte en este hecho hasta la rendición del último baluarte español en el Río de la Plata.
Actuó a posterior en las cuchillas uruguayas, en las campañas de Artigas, para luego volver al primer frente de batalla, es decir, al Alto Perú, sosteniendo las huestes de Rondeau y participando del drama Sipe Sipe. Tiene por guarniciones a Humahuaca, Jujuy y Tucumán y luego concurre a Buenos Aires, llamado por las luchas intestinas entre los hombres del litoral y el gobierno directorial.
Fuente: Jorge González Crespo / Imagenes: Héctor Arenales Solís

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sábado, 30 de agosto de 2014

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL ROMÁN ANTONIO DEHEZA

El día 30 de agosto de 1872 fallece en Valparaíso, Chile, el General Román Antonio Deheza. Se lo denominó general de tres repúblicas. En todas las acciones de guerra en que le tocó actuar, asombró por su valor y temeridad. Inició su carrera militar en 1810, conduciendo comunicaciones de la Junta de Buenos Aires al General Antonio González Balcarce, y combatió en las batallas de Cotagaita, Suipacha y Huaqui. Actuó a las órdenes del General Juan Gregorio de Las Heras destinado a reforzar el ejército chileno, que se defendía de los contingentes realistas enviados por el virrey del Abascal. Combatió en las batallas de Cucha Cucha y Membrillar.
Pasó a las fuerzas del general O'Higgins, a cuyas órdenes luchó en la derrota de Rancagua con el grado de capitán. Combatió en las batallas de Chacabuco, Curapaligüe, Gavilán, en el asalto a Talcahuano y en la gran victoria de Maipú.
Estuvo en el sitio de la Fortaleza del Callao y participó en la defensa de la ciudad de Lima. De vuelta en el Plata, sirvió a las órdenes del General José M. Paz, quién le otorgó los despachos de Coronel Mayor. Emigró a Bolivia durante la dictadura de Rosas, regresando para incorporarse nuevamente a las órdenes de Paz en el ejército que este organizó contra Rosas en la Provincia de Corrientes.
Nació en la Ciudad de Córdoba en 1791. Cursó sus estudios en el Real Colegio de Monserrat, dedicándose luego al comercio. Se enroló en el Ejército del Norte en 1810, como voluntario, y combatió en las batallas de Cotagaita, Suipacha y Huaqui.
En 1813 fue enviado a Chile, como oficial de la división cordobesa (Batallón de Auxiliares Argentinos) a órdenes del después General Juan Gregorio de Las Heras, destinada a reforzar el ejército chileno, que se defendía de los contingentes realistas enviados por el Virrey del Abascal. Combatió en las batallas de Cucha Cucha y Membrillar. Pasó a las fuerzas del General Bernardo O’ Higgins, a cuyas órdenes luchó en la derrota de Rancagua con el grado de Capitán.
Regresó a Mendoza, donde se incorporó al Ejército de los Andes que estaba organizando el gobernador, General José de San Martín. En 1817 cruzó la Cordillera de los Andes y combatió en las batallas de Chacabuco, Curapalige, Gavilán, en el asalto a Talcahuano y en la gran victoria de Maipú. Permaneció después en la guarnición de Valparaiso, con el grado de Teniente Coronel.
Formó parte de la campaña del Perú, como jefe del Batallón 11 de Infantería - fundado por el General Las Heras - y peleó en la Batalla de Cerro de Pasco, en que tuvo una actuación relevante. Participó en la llamada “Campaña a puertos intermedios”, luchando en las derrotas de Torata y Moquegua.
Retirado el General San Martín, luchó a órdenes de Simón Bolivar en Junín, y a órdenes del General Antonio Sucre en la definitiva victoria de Ayacucho. Por esta victoria fue ascendido al grado de Coronel.
Una vez de regreso en Buenos Aires, se unió al ejercito participando activamente en la Guerra del Brasil, luchando en las victorias de Bacacay, Yerbal e Ituzaingó. En esta última batalla fue el Jefe del Estado Mayor, ya que el General Mansilla, que ocupaba ese cargo, dirigió tropas en la batalla.
Regresó a órdenes del General Juan Galo de Lavalle a Buenos Aires y participó en la revolución de diciembre de 1828.
Cuando el General José Maria Paz invadió Córdoba, se unió a éste como su Jefe de Estado Mayor. Fue el primer jefe que ocupó su ciudad natal, y luego luchó en las batallas de San Roque y La Tablada. Después de esa victoria, fusiló a 30 oficiales del General vencido, Facundo Quiroga.
También luchó en la Batalla de Oncativo y, tras esa victoria, Paz quedó en libertad de imponer el unitarismo a todo el interior. Primero se impuso en Cuyo, La Rioja y Catamarca, aliándose con las de Tucumán y Salta.
Por considerarlo inofensivo, Paz había dejado de lado a Juan Felipe Ibarra, caudillo de Santiago del Estero en paz. Pero en mayo de 1830, esa provincia fue invadida por el tucumano Javier López. Tras una serie de escaramuzas, López e Ibarra llegaron a una transacción, por la cual fue electo Gobernador Manuel Alcorta.
Disconforme con el resultado, en septiembre de 1830, el general Paz envió al coronel Deheza a tomar el mando militar y civil de la provincia, para evitar que Ibarra la recuperase con el apoyo de Estanislao Lopez. Deheza se hizo nombrar gobernador y enseguida comenzó a tener problemas con los caudillejos federales, que lo iban aislando y cercando en la capital de la provincia.
Su gobierno en Santiago fue una sucesión de desastres; Ibarra y el salteño Pablo Latorre lo atacaban por todos lados. Vencían o eran vencidos en pequeñas batallas, pero siempre volvían. Deheza dejó de gobernador delegado a un coronel de apellido Gama y salió a perseguirlos, pero debió regresar con las manos vacías. No obstante, Paz lo ascendió a general. En nombre de la provincia que gobernaba, firmó los tratados que establecían la Liga del Interior.
Cuando Paz cayó prisionero de Estanislao López, había otros dos generales en el ejército unitario. El General Lamadrid estaba más cerca de la capital y tomó el mando del mismo, ordenando la retirada a Tucumán. Deheza se negó a obedecer a Lamadrid - habían sido ascendidos el mismo día, por lo tanto su grado militar era el mismo - y, dejando a Santiago bajo la protección de Javier López, se retiró con su escolta a Tucumán. Ni siquiera pasó a saludar a Lamadrid: siguió de largo a Bolivia.
Poco después, Ibarra entraba sin resistencia a Santiago y Quiroga derrotaba - volvía a derrotar - a Lamadrid en la Ciudadela. Así desaparecía la Liga del Norte y los federales pasaban a controlar toda la Argentina.
Deheza se trasladó a Paraguay, donde el dictador Francia lo nombró su Jefe de Estado Mayor. A la muerte de Francia, en 1840, pasó a Chile. Allí se enroló en el ejército, en el que alcanzó el grado de Capitán General.
El 30 de agosto de 1872, muere en Valparaíso, Chile.

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viernes, 29 de agosto de 2014

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE CANDIDO LÓPEZ

Cándido López nació en Buenos Aires el 29 de Agosto de 1840. Desarrolló una temprana carrera como pintor y fotógrafo retratista Estudió pintura con Cayetano Descalzi y Baltasar Verazzi.. Hacia 1860, en sociedad con Juan Soulá, recorrió la provincia de Buenos Aires realizando daguerrotipos.En 1865, al estallar la guerra con el Paraguay, se incorpora como voluntario en el Batallón de Guardias Nacionales “San Nicolás”, recibiendo el grado de teniente 2º.

El 22 de Setiembre de 1866 forma parte de la 3º Columna de Asalto a Curupaytí; en el avance un casco de granada le despedaza la muñeca derecha. La convalecencia fue larga, pero educa su mano izquierda para seguir pintando. Durante la guerra había realizado numerosos croquis de batallas y campamentos.Tiempo después utilizó este material para desarrollar su serie sobre la Guerra del Paraguay y pintados con la mano izquierda. Falleció en Buenos Aires el 31 de Diciembre de 1902.

"Regresé, y cuando estaba próximo a la zanja vi las cabezas de las columnas de la División Arredondo que ya iban a trasponer la zanja en cuestión. Me senté al pie de un tronco que había inmediato a ella y con un pañuelo empecé a vendarme la herida. Cuando las tropas de la 2da. División habían terminado su pasaje, vino hasta mí mi asistente, que se había enterado de mi herida. En ese momento yo siempre sentado, estaba mirando en dirección a la trinchera. El sacó un gran pañuelo a cuadros blancos y colorados y con él hacía sombra a mi herida. De pronto una granada estalló a nuestro lado y uno de sus cascos hirió mortalmente a mi estimado González, cuyo pañuelo cayó sobre mi herida. Este doloroso suceso me hizo pensar que debía buscar una posición menos expuesta a las balas del enemigo, y me introduje en la zanja, habiéndome en esta situación puesto el brazo en cabestrillo, sirviéndome para ello del pañuelo que me dejó mi asistente. Desde allí estuve observando largo rato la batalla, esto me sirvió para recuperar las fuerzas, pero mi herida era sumamente dolorosa. No sé qué tiempo estuve en esta posición, cuando de repente oí el toque de atención y retirada. Volví la vista de donde partía, y vi al general Mitre, siempre con su viejo trompa de órdenes en una actitud tal que me infundió las fuerzas que necesitaba así, por mis propios medios, poder trasladarme a mi campamento en Curuzú, a donde llegué ya tarde, encontrándome con el Dr. Lucilo del Castillo, quien con toda solicitud puso hilas y vendas."(El Tribuno, San Nicolás, 29.Vlll.1940.)
Fuente: Julio Argentino Roca – Iconografía Militar, Museo Roca, Instituto de Investigaciones Históricas, Buenos Aires (2006).

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jueves, 28 de agosto de 2014

ANIVERSARIO DEL ATENTADO EN TUCUMÁN CONTRA GENDARMERÍA

En cumplimiento del Decreto “S” 261 del 5 de febrero de 1975 dictado por la Presidenta de la Nación, Doña Estela Martínez de Perón, la Gendarmería Nacional destacó a la provincia de Tucumán parte de sus efectivos.
El 28 de agosto de 1975, 114 gendarmes provenientes de la “Agrupación San Juan” se embarcaron en el avión Hércules C-130, TC-62 en el Aeropuerto “Benjamín Matienzo” de Tucumán, para regresa a su destino, luego de cumplir con la misión impuesta. A las 13-05 horas el avión carreteaba para levantar vuelo cuando al promediar la pista una enorme explosión prácticamente lo levantó del suelo, para luego caer destrozado e incendiarse inmediatamente. Por fortuna logró posarse en tierra y la pericia del piloto impidió que cayera sobre el Barrio Obrero que se encontraba prácticamente al final de la pista. El enorme Hércules quedó diseminado en 300metros pero su fuselaje se convirtió en una caldera donde quedaron atrapados los gendarmes.
Sin que muchos lo supieran, la mitad de la pista estaba atravesada de lado a lado por un canal de desagüe de un metro de alto y setenta centímetros de ancho. Allí terroristas de la organización Montoneros colocaron 160 kg de explosivo de alto poder que hicieron estallar por control remoto al paso del avión. La magnitud de la explosión se materializó también en el cráter de 12 ms. de diámetro y 2 ms. de profundidad que dejó en el cemento de la pista.
Los gendarmes comenzaron a salir en medio de las aberturas en llamas, pero algunos quedaron atrapados ya que el fuego impedía su rescate y aproximarse a menos de 10 o 15 metros era imposible. Los compañeros que habían logrado salir, los vecinos, los bomberos y los tripulantes de la aeronave, heroicamente lograron socorrer a gran parte de los efectivos. El máximo ejemplo lo brindó el gendarme Raúl Cuello quien entrando varias veces al fuselaje en llamas rescató a camaradas ofrendando en ello, su propia vida.
El trágico saldo del atentado fue de 6 gendarmes muertos y 60 heridos 9 de ellos, de gravedad. Demostraron que eran criollos valientes, herederos de Güemes, que ofrecieron todo en cumplimiento del deber y del sagrado juramento hecho a la Bandera azul y blanca, de defenderla hasta perder la vida. ¡Argentinos! No los olvidemos y rindámosles nuestro homenaje.

Juan Antonio Luna
Marcelo Godoy
Evaristo Gómez
Pedro Yáñez
Juan Riveros
Raúl Cuello
¡PRESENTE! 

“Lo demandó el honor y obedecieron,
lo requirió el deber y lo acataron;
con su sangre la empresa rubricaron
con su esfuerzo la Patria engrandecieron.

Fueron grandes y fuertes, porque fueron
fieles al juramento que empeñaron.
Por eso como valientes lucharon,
y como héroes murieron.

No quisieron servir a otra Bandera,
no quisieron andar otro camino,
no supieron vivir de otra manera.”


Fuente: Sr. Fausto González. Informador Público 2013.



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miércoles, 27 de agosto de 2014

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL CORONEL ANGEL ECHAVARRÍA

Nació en Buenos Aires, el 2 de agosto de 1840, siendo sus padres, José Santos Echavarría y Petrona Dodero. Ingresó en clase de cabo distinguido en el Batallón “Guardias de la Ley”, el 18 de diciembre de 1861, de cuyo cuerpo era jefe el coronel Desiderio Sosa, en la provincia de Corrientes; el cual sirvió de plantel para la formación del 7º de Línea, continuando Echavarría en aquel batallón hasta el 3 de abril de 1864. Había ascendido a porta-estandarte, el 12 de agosto de 1862 y a subteniente de compañía, el 1º de julio de 1863.
El 3 de abril de 1864 se embarcaron para Rojas, provincia de Buenos Aires; habiendo llegado al Rosario de Santa Fe, permanecieron allí más de 15 días, llegando a su destino el día 23 del mismo mes y año. Desde el 1º de enero del año anterior Echavarría servía en el cuerpo que había tomado la denominación del 7º de Infantería, el que fue disuelto en Rojas, refundiéndose 2 compañías en el 3º de Caballería; marchando otras dos a Melincué, sirviendo de plantel para la creación del 12º de Infantería. El 7º de Infantería fue mandado hasta entonces por el teniente coronel Carlos Lezica.
Con motivo de la disolución, el 1º de abril de 1864 pasó a la P. M. D y el 7 de octubre del mismo año fue propuesto para la compañía de cazadores del Batallón 1º de Línea (actual Regimiento de Infantería 1 “Patricios”), que mandaba el teniente coronel Manuel Roseti; pese a que fue concedido el día 10 y hecho efectivo el 9 de noviembre, en que marchó de Buenos Aires a incorporarse a aquel cuerpo, que se hallaba en el “9 de Julio”. De febrero a abril de 1865 permanecieron en el fortín “Hombres sin Miedo”. El 18 de noviembre del año anterior ascendió a teniente 2º.
El 20 de abril de 1865, con motivo del estallido de la guerra del Paraguay, marchó el 1º de Infantería a Buenos Aires, donde después de una permanencia de cinco días, siguió viaje para formar parte del Cuerpo de Ejército del general Paunero. Se halló en la toma de la ciudad de Corrientes, el 25 de mayo de aquel año, por lo que recibió la medalla de plata acordada por el Gobierno. Asistió a la batalla de Yatay y a la toma de Uruguayana, por lo que fue acreedor a las condecoraciones concedidas por los gobiernos oriental y brasileño, respectivamente.
El 24 de setiembre de 1865 pasó al Estado Mayor del 1er Cuerpo de Ejército y en diciembre del mismo año pasó en comisión al Batallón “Catamarca”, cuerpo con el cual se halló en el Paso de la Patria, el 16 de abril de 1866; en la toma de Itapirú, al día siguiente en el combate del Estero Bellaco, el 2 de mayo; en el pasaje de ese mismo estero, el día 20; en la batalla de Tuyutí, el 24 del mismo mes y año, a las órdenes del coronel Maximiliano Matoso; mereciendo por este último hecho de armas el cordón de plata concedido por Ley del 5 de octubre de 1872.
El 7 de octubre de 1866 llegó a Buenos Aires gravemente enfermo, de un fuerte reumatismo, mandado por los cirujanos del hospital que funcionaba en Corrientes. Había ascendido a teniente 1º el 7 de enero de 1866, y capitán el 12 de setiembre del mismo.
Permaneció en cura hasta que el 14 de julio de 1867 solicitó pasar a una P. M. por las circunstancias de haber perdido a sus padres con diferencia de 24 horas, víctimas del cólera, razón por la cual por cuestiones de orden personal, tenía que quedarse en esta Capital; el 5 de agosto del mismo año pasó a la P. M. D., en virtud de la Superior Resolución del 31 de julio de 1867.
El 12 de enero de 1868 pasó al Ministerio de la Guerra, donde permaneció hasta el mismo día del año 1871, en que fue nombrado Jefe del Polvorín de Flores (ubicado en los terrenos que actualmente ocupa el Parque Chacabuco, en la ciudad de Buenos Aires), cargo que ejerció por espacio de largos años. Promovido a sargento mayor graduado el 19 de febrero de 1870, recibió la efectividad de este empleo, el 1º de marzo de 1873 y el 19 de setiembre de 1878, el grado de teniente coronel.
Desempeñando la jefatura del Polvorín de Flores por orden de su superior, tomó parte en las operaciones del 20 de junio de 1880, a las órdenes del general José Octavio Olascoaga, y en la batalla del día siguiente, en Puente Alsina y los Corrales, al mando del general Joaquín Viejobueno. Por su comportamiento en aquellas jornadas ascendió a teniente coronel efectivo, el 9 de julio de igual año.
Participó, igualmente, en las jornadas del 26, 27, 28 y 29 de julio de 1890; por cuya actuación fue promovido a coronel con fecha 27 de aquel mes y año.
El 2 de diciembre de 1890 dejó la jefatura del Polvorín de Flores y pasó a la “Lista de Oficiales Superiores”. En enero de 1894 fue nombrado Jefe del Polvorín de Maldonado, cargo que desempeñó hasta junio del año siguiente en que volvió a revistar en “Lista de Oficiales Superiores”. En febrero de 1899 fue nombrado Juez de Instrucción adscripto al Estado Mayor General. Desempeñando este puesto, el 10 de agosto de 1900 se ordenó el reconocimiento médico del causante, declarándolo la Comisión Médica, el 1º de setiembre, inútil para el servicio por estar afectado de “arterio-esclerosis”. El 4 de este último mes fue declarado en situación de retiro con 47 años, 1 mes y 2 días de servicios.
El coronel Angel Echavarría falleció en esta ciudad, el 26 de agosto de 1916, a las 6 de la mañana, de “miocarditis”. Estaba casado con Rosario Zumeta, natural de Corrientes, hija de Justo Zumeta y Dionisia Cano; matrimonio realizado en aquella ciudad el 10 de febrero de 1862.
Aparte de las condecoraciones mencionadas, recibió la medalla de oro por la conclusión de la guerra del Paraguay.
Su esposa falleció en Buenos Aires, el 15 de diciembre de 1923 a la edad de 83 años.

Fuentes: Yaben, jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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martes, 26 de agosto de 2014

ANIVERSARIO DE LA EXPEDICIÓN TERRESTRE INVERNAL ANTÁRTICA

Se cumple una de las hazañas más memorables efectuada por personal del Ejército Argentino en el Continente Blanco, la “Expedición Terrestre Invernal Antártica”, uniendo las Bases Antárticas de Ejército “Esperanza” y “San Martín”, después de haber recorrido 1.800 km en vehículos a oruga y 1.500 km con trineos de perros, alcanzando alturas de 1.842 m sobre el nivel del mar, soportando vientos de 220 km/h y temperaturas de -43ºC. Parte del desplazamiento de la patrulla se hizo entre abruptos paredones de roca, helados glaciares y sobre la superficie helada del mar cuyo espesor no sobrepasaba los 20 cm. Los hombres del Ejército que participaron fueron: Teniente Primero Gustavo Adolfo Giro Tapper (Jefe), Teniente Primero Oscar Roberto Sosa, Sargento Ayudante Mecanico Radial Silvano Corvalan, Sargento Ayudante Primero Héctor Pablo Elgueta, Sargento Primero Mecanico Motorista Jorge Raúl Rodriguez, Sargento Mecanico Motorista Gerónimo Mauricio Andrada y Cabo Primero  Ramón Oscar Alfonzo.
Fuente: Ejercito

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lunes, 25 de agosto de 2014

ANIVERSARIO DE LA CREACION DEL BATALLÓN DE INGENIEROS DE MONTAÑA 8

Esta unidad fue creada el 25 de agosto de 1981, con la denominación de Batallón de Ingenieros de Combate 161, dependiendo del IVto Cuerpo de Ejército.
Formando parte de una de las Guarniciones mas antiguas del Ejército, estos Cuarteles datan del año 1935, como asiento de IVto Destacamento de Montaña.
En el año 1985, pasa a denominarse Batallón de Ingenieros 161, completándose su dotación con personal y material, tras la disolución de la Compañía de Ingenieros de Montaña 8.
Posteriormente, en Mayo de 1992, se le asigna el nombre histórico de Barreteros de Cuyo, en honor a los 120 Mendocinos y Sanjuaninos que a fuerza de brazo, barreta, pico y pala, hicieron posible que el Ejército de los Andes, cruzara por las escarpadas sendas cordilleranas para liberar a Chile y Perú.
En enero de 1993, pasa a denominarse Batallón de Ingenieros de Montaña 8, Barreteros de Cuyo, con dependencia orgánica de la VIIIva Brigada de Montaña.

MisiónEl Batallón de Ingenieros de Montaña 8 apoyará a los elementos dependientes de la Brigada de Montaña VIII, mediante la ejecución de las funciones de Mobilización, Contramobilización, Protección de Personal, Medios y Complementaria, a partir de la materialización de actividades especificas del arma enmarcadas en el AGPM, en donde se destacan:

-La Construcción de Puentes Tácticos y de Circunstancias para el franqueo de todo tipo de obstáculos o cursos de agua.
-Instalación de Obstáculos de toda naturaleza y propósito.
-Mantenimiento de Caminos y Sendas de variadas formas y magnitudes.
-Demoliciones de distintas índoles y naturalezas.

El Batallón de Ingenieros de Montaña 8 cumple además con misiones subsidiarias, como prestar apoyo en forma permanente y continua a la población civil, durante la ocurrencia de desastres naturales y producidos por la mano del hombre se constituye en su centro de gravedad.


Marcha de la Unidad
“La Patria Nos llama”

Montañeses la Patria nos llama
Porque se halla en peligro inminente
El Soldado Argentino, que la ama,
A la guerra va siempre sonriente.

Nuestra Patria, que es tan envidiada,
Palmo a palmo será defendida,
No debemos, no, verla humillada,
Si, por ella, daremos la vida.

Cual las huestes del Gral San Martín
Con valor sin igual,
Emprenderemos nuestra marcha,
Al galope y al confín
De la Tierra Argentina vallamos.

Con intrépido joven valor
Del robusto esquiador y soldado
Se rechaza el mas fuerte invasor
Agregando mas gloria al pasado.


Fuente: www. ingenieros.ejercito.mil.ar

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domingo, 24 de agosto de 2014

ANIVERSARIO DEL EXODO JUJUEÑO

La derrota de Huaqui echó por tierra las esperanzas norteñas de un fácil triunfo por el norte. Los hombres salvados del desastre son recibidos por Pueyrredón en Jujuy y bajan lentamente hasta Salta. En Yatasto los encuentra Belgrano, el nuevo jefe, quien recibe los 800 hombres, reliquia del Ejército del Norte, sin armas, desmoralizados, incapaces al parecer de luchar, otra vez, contra los hombres de Goyeneche.
“La deserción es escandalosa –escribe al gobierno- y lo peor es que no bastan los remedios para convencerla, pues ni la muerte misma la evita: esto me hace afirmar más y más en mi concepto de que no se conoce en parte alguna el interés de la patria, y que sólo se ha de sostener por fuerza interior y exteriormente”.
La tarea que debe realizar es agotadora: reorganizar los cuadros, disciplinar los soldados, abastecer el ejército, dar ánimos a la población, crear, solo, en un puesto donde la improvisación puede ser fatal para todos, un ejército armónico, disciplinado, apto para luchar contra los aguerridos regimientos que comandan los españoles. Se vuelve, entonces, ordenancista al extremo. Su rigor, su inflexibilidad, su intolerancia para cualquier falta del servicio, le enajenan la popularidad entre la mayoría, pero salvan a todos y con ello a la Patria.
El general convoca a todos los ciudadanos entre 16 y 35 años y forma un cuerpo de caballería -los “Patriotas Decididos”-, que pone a las órdenes de Díaz Vélez. Dentro de las rígidas normas que establece en su ejército, se forman hombres que ilustrarán las armas argentinas: Manuel Dorrego, José María Paz, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Cornelio Zelaya, Lorenzo Lugones. Son jóvenes entusiastas en cuyas almas arde la llama inextinguible de un patriotismo exaltado.
Goyeneche permanece, mientras tanto, detenido en el Norte por la insurrección cochabambina. Hasta Jujuy se dirige, entonces, Belgrano y en la vieja ciudad celebra, en 1812, el 25 de mayo. Por segunda vez presenta al pueblo y a los soldados la bandera de su creación, que es bendecida al término del tedéum por el deán de la Iglesia Matriz don Juan Ignacio de Gorriti.
Nuevamente el gobierno lo reprende por su actitud; Belgrano dolorido, responde en una nota: “La bandera la he recogido y la desharé…”. Otras preocupaciones se suman: el estado sanitario de las tropas es deficiente, el paludismo hace estragos, los efectivos del ejército no aumentan en la cantidad que las circunstancias requieren, y Goyeneche, libre ya su retaguardia, se dispone a entrar en territorio argentino por la puerta grande de Humahuaca.
En agosto de 1812 se produce la invasión del ejército español, compuesto de 3.000 hombres, a las órdenes del general Pío Tristán, primo de Goyeneche y como él, natural de Arequipa. El 23 de agosto de 1812, dispuesta ya la retirada, lanza Belgrano su famosa proclama a los pueblos del norte: “Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os he hablado con verdad… Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres . . . “.
Quienes no cumplan la orden serán fusilados, y sus haciendas y muebles quemados. Las clases populares se pliegan al éxodo sin necesidad de compulsión. No ocurre lo mismo con la clase principal. Algunos consiguen esconderse en espera de Tristán; otros deciden obedecer a Belgrano e irse con los bienes que pueden salvar, para lo cual Belgrano les facilita carretas.
Finalmente todo Jujuy responde heroicamente al llamado patriótico. Y como en los viejos éxodos de la historia, todo un pueblo marcha con sus soldados – hijos de su seno – guiados por quien, sabedor de que esa es su hora de gloria, va sereno, hacia el campo de las Carreras, donde el drama ha de resolverse luego de treinta días de incertidumbre y duelo. La gente debía llevarse todo lo que podía ser transportado en carretas, mulas y en caballos. Y así lo hizo. Los pobladores siguieron a Belgrano cargando muebles, enseres y arreando el ganado en tropel.
Los voluntarios de Díaz Vélez, que habían ido a Humahuaca a vigilar la entrada de Tristán y volvieron con la noticia de la inminente invasión, ellos serán los encargados de cuidar la retaguardia.
El repliegue debe hacerse precipitadamente por la proximidad del enemigo. En cinco jornadas se cubren 250 kilómetros (Recuérdese que para la misma época Napoleón aconsejaba que sus ejércitos no marchen más de diez kilómetros por día). Suponiendo que, al encontrar Jujuy abandonado, Tristán se dirigirá a Salta, Belgrano ordena hacer alto recién en las márgenes del río Pasaje, adonde llega en la madrugada del 29 de agosto.
Cuando el ejército español llegó a las inmediaciones, encontró campo raso. Las llamas habían devorado las cosechas y en las calles de la ciudad ardían aquellos objetos que no pudieron ser transportados. Todo era desolación y desierto. El éxodo llegó hasta Tucumán, donde Belgrano decidió hacer pie firme.
El 3 de septiembre el ejército patriota se halla sobre el río de Las Piedras, cuando los Decididos son atacados por la vanguardia realista, produciéndose una escaramuza. El cuerpo patriota se reúne con el grueso y Belgrano, que espera una oportunidad favorable, despliega al ejército en la margen del río haciendo abrir el fuego de la artillería para despejar el frente. Los patriotas persiguen a los españoles, tomando quince o veinte prisioneros y matando otros tantos. Una partida de paisanos al mando del capitán Esteban Figueroa logra apresar al jefe enemigo, coronel Huici, al portaestandarte Negreiros y a un capellán. Son las cuatro de la tarde y la victoriosa partida inicia una marcha forzada con sus prisioneros, huyendo del resto de los adversarios. A las doce de la noche están ya en Tucumán, donde se encuentra el grueso del ejército.
Fuentes: Asociación Gaucha Jujeña – San Salvador de Jujuy /  Pandra, Alejandro – Agenda de Reflexión / Salta – Portal informativo / Turone, Gabriel O. – El Exodo Jujeño – Buenos Aires (2007).

sábado, 23 de agosto de 2014

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE TENIENTE CORONEL ARGENTINO DEL VALLE LARRABURE

El 23 de agosto de 1975, el grupo autodenominado ERP (Ejercito Revolucionario del Pueblo), abandono del cadáver del Teniente Coronel Larrabure, en un baldío, fue asesinado cobardemente luego de un año secuestrado en una "cárcel del pueblo" cavada debajo de una casa de la organización, un verdadero agujero. Había sido ahorcado con un cable, luego de ser torturado con golpes y corriente eléctrica, perdiendo cuarenta kilos de peso en ese año. Nuestro Homenaje a este Soldado de la Patria.
El Hecho.
En una misma noche, la del 11 de agosto de 1974, el Ejército Revolucionario del Pueblo asaltaba dos organismos militares. Uno de ellos era el Regimiento de Infantería Aerotransportado nº 17, de Catamarca, donde la actuación de la guardia y de la policía provincial impidieron el copamiento, con el resultado de dos terroristas muertos y uno herido. A su vez, dos policías también quedaron con impacto de bala.
En el otro hecho, perpetrado contra la Fábrica Militar de Villa María, el resultado fue muy distinto. Allí, cinco kilómetros afuera del radio urbano, la acción de setenta guerrilleros fuertemente armados logró vulnerar las defensas del perímetro castrense, gracias a la complicidad de un soldado conscripto, apellidado Pettigiani.
El ataque se inició aproximadamente a las 10 de la noche del sábado, cuando por el tiempo invernal la mayoría de la población vecina ya estaba recluída en sus hogares. A esa hora, quince subversivos coparon el motel “Pasatiempo”, ubicado a unas nueve cuadras de la planta militar. Varias parejas guerrilleras, llegadas con anterioridad, ya habían ocupado habitaciones del establecimiento, que en pocos minutos se convirtieron en cuartel general del operativo. Entre los treinta ocupantes armados, una decena vistió con prontitud uniformes militares, mientras que con otro grupo, alejado del lugar, se mantenían conversaciones radiales.
La llegada casual del automóvil de una pareja, que al ver la oscuridad del edificio supuso que estaba cerrado y optó por regresar hacia Villa María, desbarató en parte los preparativos. Asustados, algunos de los guerrilleros que actuaban en el exterior como “campanas” comenzaron a disparar sin resultado contra el automóvil, gracias a lo cual se puso en movimiento un operativo policial en la zona.
Varios grupos de guerrilleros se lanzaron en consecuencia al ataque contra la Fábrica Militar, mientras frente al motel era muerto por los terroristas el cabo Marcelino Cuello. La policía provincial tuvo, igualmente, cuatro heridos.
La acción del soldado Pettigiani, que junto con otros dos había formado una célula en la Fábrica, permitió que la guardia de los portones de entrada fuera reducida por la acción traicionera desde el recinto. A la vez, en el perímetro castrense, donde se alojaban los oficiales superiores con sus familias –entre ellos Argentino del Valle Larrabure, su esposa, los dos hijos del matrimonio y el pequeño incorporado meses atrás al grupo-, se estaba desarrollando una reunión de amigos.
En el instante de abrirse el portón de acceso, y pese a que continuaba el enfrentamiento en el motel, los guerrilleros que penetraron sumaban más de sesenta.
Divididos en grupos que conocían perfectamente la distribución de los hombres a esa hora, así como la ubicación de los materiales, los guerrilleros intentaron secuestrar al Teniente Coronel Osvaldo Jorge Guardone, que se hallaba en su casa. El militar, que segundos antes había percibido movimientos extraños, organizó rápidamente su defensa, entregándole un arma a cada integrante de su familia que sabía manejarla, así cayó muerto uno de los asaltantes que había irrumpido en su vivienda; los restantes componentes del grupo se dieron a la fuga.
A todo el personal que estaba en la reunión, entre los que se contaban el Mayor Argentino del Valle Larrabure y el Capitán Roberto A. García, se le ordenó que se tiraran al piso, el Mayor Larrabure rápidamente se identificó como la persona de más alta jerarquía militar de la fiesta y pidió tranquilidad y que no se les hiciera daño a ninguna de las personas allí congregadas. Los dos militares fueron tomados de rehenes. Cuando fueron llevados hacia un automóvil, el Capitán García intentó fugarse; fue acribillado por la espalda y mal herido, junto al Mayor Larrabure, fueron subidos al vehículo con el que se dieron a la fuga. A la mañana siguiente el Capitán García, gravemente herido, dándolo por muerto, fue abandonado. Larrabure, en cambio, golpeado brutalmente, comenzaba su largo peregrinar hacia su calvario.

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viernes, 22 de agosto de 2014

EL DÍA EN EL QUE MURIÓ EL GENERAL SAN MARTÍN



Un relato que recopila, a base de documentos históricos, cómo fue aquel 17 de agosto de 1850.

Dice la leyenda que el reloj se detuvo marcando las tres. A esa misma hora, el General José de San Martín daba su último respiro, el 17 de agosto de 1850. Aquel día había comenzado como cualquier otro para el anciano de 72 años -una edad considerablemente avanzada para aquella época-, quien se encontraba afligido por muchas enfermedades y dolores que plantaban en su mente la inevitable sospecha de la muerte venidera. Sufría de una importante ceguera, padecía asma e incluso ataques agudos de gota, que entorpecían la articulación de la muñeca derecha.

Aquella mañana se despertó temprano. Había amanecido nublado en Boulogne sur Mer, la ciudad francesa en la cual se había asentado. En el piso superior de una casa, San Martín había alquilado una habitación y en un cuarto contiguo, viví su hija Mercedes junto a su marido Mariano Balcarce. Luego del desayuno, le pidió a su hija que le leyera los diarios, como todos los días, ya que él no podía hacerlo por sí mismo. Al mediodía almorzó y luego comenzó a tener fuertes dolores de estómago, acompañados de un intenso frío que le inmovilizó las extremidades. Lo llevaron a la cama del cuarto de su hija y llamaron a su médico.

Los dolores se apaciguaron lo suficiente para que el General pudiera dirigirse a Mercedes para informarle con serenidad y lucidez que al fin le había llegado a su cuerpo el cansancio necesario de la muerte. Repentinamente, el General hizo un movimiento convulsivo, indicando a su yerno, con palabras entrecortadas, que alejara a Mercedes de la habitación para no convertirse en testigo de su agonía. Y así, el conquistador de los Andes expiró por última vez.

La muerte en palabras
Félix Frías fue un pensador argentino, político y prestigioso orador y autor de numerosos libros. Era también un gran amigo del General San Martín. Estando en París en aquella época, había resuelto visitarlo en la casa de Boulogne sur Mer pero lamentablemente, arribó para encontrarse con una triste noticia, un día más tarde de la muerte del Libertador. Esto escribió al respecto: “En la mañana del 18 tuve la dolorosa satisfacción de contemplar los restos inanimados de este hombre, cuya vida está escrita en páginas tan brillantes de la historia americana. Su rostro conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba al lado del lecho de muerte. Dos hermanas de caridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadáver”.

El propietario de la casa en la que vivió San Martín durante poco más de un año y medio se llamaba Adolph Gérard. Habitaba la planta baja de aquella propiedad -ubicada en la calle Grande Rue 105- que hoy es propiedad de la República Argentina. Abogado, periodista y director de la biblioteca de esa ciudad marítima del noroeste de Francia, el hombre había cultivado una amistad con San Martín y prestó su ayuda a Mercedes y su marido con los trámites del sepelio.

Aquel 17 de agosto, Gérard no era ajeno lo que ocurría en el piso alto de su residencia. Cuando escuchó el llanto de Mercedes, sabía lo que había ocurrido. Cuando se dirigió a comprobar que efectivamente había muerto su inquilino, se percató de que las goteras sonoras del reloj de la pared se habían detenido en las tres.

En un diario local, Gérard escribió una necrológica del General en la que lo describía: “El señor de San Martín era un bello anciano, de una alta estatura que ni la edad, ni las fatigas, ni los dolores físicos habían podido curvar. Sus rasgos eran expresivos y simpáticos; su mirada penetrante y viva; sus modales llenos de afabilidad; su instrucción, una de las más extendidas; sabía y hablaba con igual facilidad el francés, el inglés y el italiano, y había leído todo lo que se puede leer. Su conversación fácilmente jovial era una de las más atractivas que se podían escuchar. Su benevolencia no tenía límites. Tenía por el obrero una verdadera simpatía; pero lo quería laborioso y sobrio; y jamás hombre alguno hizo menos concesiones que él a esa popularidad despreciable que se vuelve aduladora de los vicios de los pueblos. ¡A todos decía la verdad!”.

El testamento
José de San Martín fechó su testamento en París, el 23 de enero de 1844, dejando como única heredera a su hija Mercedes de San Martín, casada con Mariano Balcarce, que ejercía como embajador argentino en París.

Entre las cláusulas del documento, se establecía que Mercedes otorgue a su tía María Elena -hermana del General- una pensión hasta su fallecimiento; que a la muerte de María Elena le otorgue una pensión a la hija de ésta, Petronila; que su sable corvo favorito, el de las batallas de Chacabuco y Maipú, fuera entregado al gobernador porteño Juan Manuel de Rosas. Además, prohibió la realización de funerales y de acompañamientos hasta el cementerio. Sin embargo, sí manifestó un humilde deseo: que su “corazón fuese sepultado en Buenos Aires”.

El 30 de agosto de 1850, trece días después de que San Martín falleciera, Mariano Balcarce comunicó la triste noticia al gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. Los restos del General fueron depositados en la bóveda de la Catedral boloñesa, con la intención de que algún día fueran repatriados, según el deseo de nuestro prócer.

En 1861 sus restos fueron trasladados a la bóveda de la familia González Balcarce, ubicada en el cementerio de Brunoy, en Francia. Hubo varios intentos de cumplir con el punto de su testamento que manifestaba el deseo de ser enterrado en su país, pero su hija se opuso en reiteradas ocasiones, ya que siendo esposa del embajador en Francia e instalada en ese país, prefería que permanecieran cerca de su residencia.

Finalmente, en 1875 muere Mercedes San Martín y se reactivaron las gestiones para repatriar los restos del General. Durante la presidencia de Nicolás Avellaneda se creó la “Comisión encargada de la repatriación de los restos del Libertador”. El deseo del Libertador finalmente se produjo el 28 de mayo de 1880, cuando sus restos fueron conducidos a Buenos Aires.

Junto a Domingo Faustino Sarmiento, Avellaneda recibió los restos de San Martín y fueron depositados en un mausoleo, en la Capilla Nuestra Señora de la Paz, en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Dos Granaderos, soldados leales del regimiento de su creación, custodian su tumba hasta el día de hoy. Y su espíritu, es custodia de todos los argentinos.

Fuente: Textos de Bartolomé Mitre / Instituto Sanmartiniano / Relatos de Félix Frías / “El Libertador Cabalga” / Agustín Pérez Pardella / Diario Soldados Digital.

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