lunes, 22 de junio de 2009

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL RUDECINDO ALVARADO


Nacido en Salta el 1 de marzo de 1792. Hijo de un comerciante español, Don Francisco de Alvarado y Doña Luisa Pastora Toledo y Pimentel de Alba, se educó en su ciudad natal. Estudió derecho en la Universidad de Córdoba, debió abandonar demasiado pronto por la muerte de su padre que lo puso al frente del hogar debiendo convertirse en comerciante en defensa de la integridad familiar pero a la muerte de su padre se dedicó al comercio. Con ese motivo viajaba continuamente a Buenos Aires procurando afianzar el comercio heredado, razón por la que se encontró allí en la semana de mayo de 1810.
Estaba en Buenos Aires cuando se produjo la Revolución de Mayo. Se unió al Ejército del Norte, pero no hizo la primera campaña al Alto Perú.
En 1812 participó en la batalla de Tucumán y, al año siguiente, en la de Salta, en ambas ocasiones a las órdenes del general Manuel Belgrano. Formó parte de la escolta de Juan Martín de Pueyrredón. Con José Rondeau se batió en Sipe Sipe. En agosto de 1816, junto a San Martín atravesó los Andes.En 1818 se distinguió en Chacabuco; mandando el ala izquierda del Ejército que aseguró la independencia chilena, obligó al famoso regimiento de Burgos a rendirse por vez primera en Maipú. Su sereno coraje ante el desastre de Cancha Rayada salvó a gran parte del ejército. Creó la campaña al sur de Chile, para luego retornar a Mendoza para descansar sus tropas y obtener nuevos reclutas. Intrépidamente recruzó los Andes hacia Chile. Organizo un ejército para la futura empresa de San Martín en el Perú, en prevención de que sus tropas se contagiaran de los motines de Cuyo.En 1820 pasó a ser comandante del famoso regimiento de granaderos a caballo. En el Perú operó junto a Tomás Guido representando a San Martín en las reuniones previas a las negociaciones de Punchauca.
Fue jefe del Estado Mayor de San Martín cuando Lima fue ocupada. Permaneció al frente del ejército unido tras la renuncia y partida de San Martín del Perú.En octubre de 1822 emprendió la previamente planeada expedición de los puertos intermedios peruanos, con desastrosos resultados; sin embargo, tanto el gobierno peruano como Bolívar, lo excusaron. Nombrado gobernador del Callao, hubo de hacer frente a una rebelión de la guarnición, que lo retuvo prisionero hasta después de la batalla de Ayacucho (1824).
Fue remitido a los españoles, se fugó, junto con otros prisioneros patriotas, al conocer las noticias sobre la victoria de Sucre en Ayacucho, para levantar a los bolivianos contra los realistas que quedaban. A su retorno a Lima, ya ganada la independencia, Alvarado recibió de Bolívar los más altos honores, incluyendo el grado de gran mariscal del Perú. Vuelto a la Argentina, Alvarado obtuvo distinciones y cargos, pero pronto comenzó su oposición a Rosas y a los caudillos locales.
En 1831 Quiroga lo obligó a exiliarse mientras era gobernador de Salta. En 1848 regresó, a su provincia natal con permiso especial de Rosas. Después de Caseros reanudó su vida pública. En 1854 fue nombrado ministro de la Guerra en el gobierno de Justo José de Urquiza (1853-1860), conforme a la nueva Constitución de 1853.
Renunció para reasumir la gobernación de su provincia. Hasta sus últimos días. Murió en Salta el 22 de junio de 1872.

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