Nació en Tucumán en el año 1797, siendo sus padres, el Dr. Juan Bautista Paz, personaje tucumano que prestó grandes servicios a su provincia, en la que llegó a ejercer el cargo de gobernador delegado, en dos oportunidades; y Plácida Mariño Castro. Fue hermano del doctor y coronel Marcos Paz.
Gregorio Paz se incorporó al servicio de las armas en las milicias regladas de Tucumán, en calidad de cadete, el 1º de enero de 1814, siendo ascendido a subteniente o alférez del Batallón Nº 1, el 1º de mayo del mismo año. Prestó servicios en el Ejército del Norte, asistiendo a la tercer campaña del Alto Perú, bajo el superior comando del general Rondeau, batiéndose en el Puesto de Márquez, el 17 de abril de 1815; en Venta y Media, el 20 de octubre de igual año, y finalmente, en la desgraciada acción de Sipe-Sipe, el 29 de noviembre. El 6 de agosto de 1817 era reconocido como alférez del Regimiento “Dragones de la Nación”, nombre que tomó en tal fecha el antiguo cuerpo llamado “Dragones del Perú”. Siguió sirviendo en el Ejército del Norte y el 6 de noviembre de 1819 fue ascendido a teniente del 4º Escuadrón del mismo regimiento, habiendo participado en el curso de este último año en la campaña contra los anarquistas de Santa Fe.
Perteneció al Ejército del Norte hasta fines de 1819, pasando después a formar parte de las fuerzas de la “República Federal del Tucumán”, donde recibió sucesivos ascensos, dándosele en 1822 el mando de un Regimiento de la Guardia Nacional. El 3 de noviembre de 1823, el gobernador de Tucumán le confirió al teniente coronel del ejército, Gregorio Paz, el empleo de comandante militar del partido de Amaichá (o Ansaichá), Eucalilla y Colalao, pertenecientes a las milicias regladas de aquella Provincia. Poco después fue ascendido a coronel graduado.
Cuando el general Gregorio Aráoz de Lamadrid, primo de Gregorio Paz, se posesionó del gobierno de Tucumán, nombró al Dr. Juan Bautista Paz (su tío), Ministro General, y al hijo de éste le dio puestos en el ejército de la Provincia. Cuando Facundo Quiroga invadió a Tucumán, Lamadrid le salió al encuentro y el teniente coronel graduado de coronel Paz, formó parte de las fuerzas tucumanas, que a las órdenes de su primo se batieron contra el Tigre de los Llanos en los campos del Tala, el 27 de octubre de 1826. Paz mandó la reserva compuesta por 80 hombres de milicias, siendo herido en una mano, y recibiendo otra herida más de bala. El 7 de noviembre de 1826 fue ascendido a coronel del cuerpo de “Dragones del Orden”, cargo en el que cesó el 1º de febrero siguiente, por decreto del día 5. Lamadrid le encargó la organización de un escuadrón de 170 hombres, que se formó para organizar el Regimiento 15 de Caballería, que debía marchar a la guerra del Brasil. Mandando este Escuadrón, Paz asistió a la acción del Rincón, el 6 de julio de 1827, en la que fue derrotado Lamadrid por Quiroga, por segunda vez, y depuesto del gobierno de Tucumán. Paz cesó en el mando del Regimiento de Dragones el 27 de setiembre de 1827.
El coronel Gregorio Paz formaba parte de la División del general Javier López, en la campaña de 1829, en Córdoba, contra Quiroga, asistiendo en tal carácter a la sangrienta batalla de La Tablada.
Poco después el coronel Paz fue destinado a los pueblos del Norte de Catamarca, como comandante general de armas, donde organizó una División de Guardias Nacionales de 1.400 hombres y recibió la orden del general en jefe de marchar a los pueblos de Cuyo, en protección del general Rudecindo Alvarado; llegando hasta los Llanos de La Rioja, de donde Paz se puso en retirada, por disposición del mismo General en Jefe, a consecuencia de haber fracasado en su empresa el mencionado general Alvarado y sus tropas.
Poco después, convencido Paz de que la organización nacional se alejaba más y más y que la guerra principiaba a tomar un carácter feroz y estéril, solicitó y obtuvo su licencia del servicio activo.
En 1835, el gobernador de Tucumán, general Alejandro Heredia, dio al coronel Paz mando de tropas y a las órdenes del mismo asistió el 23 de enero de 1836, al encuentro que tuvo lugar a orillas del río Famaillá, contra los invasores encabezados por el general Francisco Javier López, que fue derrotado y tomado prisionero, siendo ejecutado dos días después.
Poco antes de que tuviera lugar este suceso, Paz recibió orden de Heredia de ponerse a la cabeza de una división y ocupar los pueblos del Norte de Catamarca, como lo verificó; mientras que el propio Gobernador, al frente de 400 hombres de línea y 100 auxiliares santiagueños, marchó sobre la Capital, que ocupó después de derrotar en el Chiflón, el 13 de setiembre de 1835, al general Felipe Figueroa, que le hizo barrer el camino al mando de 1.500 hombres de las dos armas. Los fines de esta expedición eran aprehender a José Antonio Reinafé y teniente coronel Moyano, que habían fugado de Córdoba, refugiándose en Catamarca, donde fueron capturados por Heredia en el momento en que trataban de huir a Bolivia.
A fines de 1836, el gobernador de Tucumán envió a Paz, al mando de otra división, a ocupar la provincia de Salta, bajo las órdenes del general Felipe Heredia, “lo que se efectuó sin quemar un solo cartucho”, según expresa el propio Paz en una exposición de sus servicios, fechada en el Rosario en 1855. Fue entonces nombrado comandante general de armas de Salta; y en abril de 1837, los gobiernos de las provincias de Tucumán, Catamarca, Salta y Jujuy, lo mandaron en comisión cerca del general Juan Manuel de Rosas, para acordar la formación del ejército de aquellos pueblos, que debía operar sobre la República de Bolivia de acuerdo con el ejército chileno que desembarcó en el Perú. Hallándose Paz en Buenos Aires, en el desempeño de la comisión de referencia, la Legislatura de Salta le confirió la jerarquía de coronel mayor.
Se organizó el Ejército Confederado bajo el superior mando del general Alejandro Heredia, teniendo por jefe de Estado Mayor a su hermano Felipe. El general Paz, al mando de una división de caballería, pasó a ocupar la quebrada de Humahuaca, como jefe de vanguardia. El 13 de setiembre de 1837 asistió al encuentro de Santa Bárbara, ataque boliviano llevado a cabo en combinación con la sublevación de un cuerpo en la ciudad de Salta por intrigas de los enemigos; jornada en la cual las tropas de Felipe Heredia y Gregorio Paz acreditaron una bizarra conducta.
Después de algunos meses, el general en jefe, Alejandro Heredia, ordenó que el ejército se retirase y lo posesionó de Orán; punto desde el cual despachó al general Paz con una división de 1.000 jinetes y 100 infantes, la que salió de Orán el 27 de mayo de 1838, en dirección a Tarija, y marchando por el Chaco llegó el día 31 a Carapari, y de acuerdo con las instrucciones que tenía, envió un parlamentario al comandante militar Ildefonso Cuéllar, cuyas ideas argentinas eran conocidas, para que se entregasen o pactasen. La respuesta fue huir hasta Zapatera, entrando Paz en Carapari, y desde el primer punto, Cuéllar contestó al jefe argentino que consultaría a los jefes y oficiales la propuesta que le había sido formulada. Hecha la consulta, los coroneles Aguirre y Ruiz se opusieron.
El 2 de junio el general Paz se disponía a tomar Zapatera, desde Carapari. Dividió las fuerzas en dos columnas para obligar a los bolivianos a presentar dos frentes y vencerlos más fácilmente. “Dispuso –dice Miguel Angel Vergara-, que el comandante Mateo Ríos y el teniente coronel Manuel Ubierna con dos compañías de infantería y un escuadrón de 50 hombres del Regimiento Nº 11 (salteño) caminaran sobre Zapatera por Itao. Del otro lado, el mismo Paz, por el camino del Saladillo, arribaría al punto indicado. Así se realizó, y después de un viaje de 12 leguas, el mismo día, las fuerzas del comandante Marcos Paz, atacaron una avanzada enemiga. Pero mientras se organizaba el ataque formal, he aquí que el comandante Cuéllar con su escuadrón se presenta ante las fuerzas de Paz, con sus armas, dando gritos y diciendo: “¡Viva la República Argentina! ¡Muera el tirano Santa Cruz!” Al mismo tiempo el resto de las fuerzas enemigas huyó rápidamente. De inmediato marchó con sus soldados de caballería en persecución el comandante jujeño teniente coronel Manuel de la Bárcena, quien corrió en pos del enemigo cuatro leguas, sin poderle dar alcance, En esta jornada apenas se oyeron unos pocos tiros en las filas del comandante enemigo Aguirre.
Paz se detuvo en Zapatera, donde todos sus habitantes deseaban formar parte de la Confederación Argentina y expresaban espontáneamente su alegría porque en aquel momento se hallaban bajo la protección de sus armas. “Las tropas de Paz –dice Vergara-, con los éxitos alcanzados, gozaban de una moral excelente y todos abrigaban la ilusión de que algún día podrían llamarse, ante sus contemporáneos y la historia, los libertadores de Tarija”.
El general Heredia por carta del 9 de junio indicó a Paz que no se dejara ilusionar por la aparente adhesión de aquellas gentes y le recalcaba esta recomendación: “no aventure Ud. acción alguna desventajosa”.
Paz avanzó y el 10 de junio ya estaba en el Valle de San Luis, muy cerca de Tarija. El 12 las fuerzas argentinas mandadas por el comandante Manuel Virto atacaron Iruya y fueron rechazadas. Entre tanto, Paz, viéndose tan cerca de Tarija, reunió a sus oficiales en Junta de Guerra y en ella se aconsejó la marcha sobre aquella ciudad; el 17 de junio, a las 8 de la mañana salió del Valle de San Luis, llegando el 18 a Narváez. El día anterior, el comandante Mateo Ríos, al mando de un escuadrón, había ido a tomar posesión de la Cuesta Vieja; enviando Paz el 18, dos compañías en su protección. Al mismo tiempo se supo que el general Braum quería sorprender a los argentinos y tomar la Cuesta Vieja. En las operaciones tendientes a alcanzar tales objetivos chocaron las avanzadas adversarias, encuentros que resultaron con ventajas para los argentinos.
Al atardecer del 19 de junio, estaba toda la fuerza de Paz sobre la codiciada cuesta y pudieron ver a los jefes bolivianos Braum y O’Connor con 300 jinetes, en el bajo, como a una legua de distancia. Braum preparaba una trampa a los argentinos. El 20, al aclarar se volvieron a ver las fuerzas enemigas en el mismo lugar; Paz desprendió parte de sus fuerzas a cargo del teniente coronel Manuel de la Bárcena, que persiguió a los bolivianos 8 leguas sin darles alcance. El mismo día, Braum y O’Connor marcharon con más de 1.000 infantes por distintos caminos, por Papachacra, eludiendo, evidentemente la lucha.
Entonces Paz se acercó hasta 3 leguas de Tarija el mismo día 20, mientras Bárcena perseguía la partida enemiga. Estuvieron allí varias horas y después de haber comido, pasaron al Valle de Concepción, donde Paz esperó a su adversario, no obstante contar éste con 1.500 soldados, mientras aquél sólo sumaba 750 jinetes e infantes; pero Braum eludió el combate. El día 21 permaneció Paz todo el día en aquel punto y supo recién el fracaso argentino en Iruya, lo que influyó poderosamente en aquel Jefe para tomar la resolución de retirarse; y el mismo 21, a la puesta del sol inició el repliegue por el camino del Bermejo. Los enemigos lo siguieron inmediatamente, pero con toda cautela. Los puneños aprovecharon las marchas nocturnas para desertar algunos, y otros para quedarse y pasarse a las filas enemigas. “Súpolo Paz –dice Vergara-, y no pudiendo remediar este mal, decidió marchar de día y acampar de noche”. El 23 de junio llegó al pie de la cuesta de Cuyambuyo, sitio donde se aparta un camino que conduce a los Valles de Iruya y Santa Victoria, de la provincia de Salta. Por aquel camino marcharon muchos desertores argentinos.
“A la madrugada del día 24 – prosigue Vergara-, los argentinos distinguieron una columna de más de mil quinientos infantes, y más de cuatrocientos jinetes que se dirigía a la cuesta. El general Paz al comprender la situación, tomó la resolución de eludir el combate por estas razones: porque era en una mitad inferior al enemigo y porque Braum con toda habilidad no presentaba batalla donde pudiera obrar libremente la caballería enemiga y se apresuraba tanto que ya no dejaba el tiempo suficiente para tomar buenas posiciones.
“A pesar de opinar en contra de la lucha, Paz cedió al pedido de la tropa y se decidió a aceptar la batalla. Esta es la batalla que los historiadores bolivianos llaman de Montenegro, y a la cual se refiere el mariscal Santa Cruz cuando en su Manifiesto dice: “… espléndida victoria… obtenida… por el denodado general Braum.
“El campo de la lucha –continúa Vergara- tenía una extensión de unas cuatro leguas más o menos en la cuesta de Cuyambuyo. Los argentinos bajaron un gran trecho y se inició el combate. Casi inmediatamente la infantería de la Puna volvió sus armas contra sus mismos compañeros y se pasó a las filas enemigas.
“Perdida así, miserablemente, por la traición, casi toda la infantería, la batalla fue ganada por los bolivianos. Con todo, tuvieron que luchar cinco horas contra un heroico grupo de 50 infantes de la ciudad de Jujuy al mando del capitán Bernardo Lagos, los rifleros que se apearon de sus caballos al mando del coronel Salvador María González y las fuerzas del coronel Marcos Paz. Mientras se luchaba al pie de la cuesta, los enemigos iniciaron el ascenso por los flancos de la misma, y a poco, estuvieron arriba, dominando completamente la situación. Los argentinos subieron también dificultosamente; pero no pudieron evitar ser copados 80 rifleros con su jefe, y unos 20 coraceros los cuales arremetieron por todos lados y cayeron casi en su totalidad en manos del enemigo. Cosa semejante le había ocurrido al comandante Ríos con su vanguardia.
“Al llegar al lomo de la cuesta –prosigue Vergara- los argentinos, por el camino estrecho, huían perseguidos de cerca por los bolivianos, en el declive, donde era imposible volver la cara para defenderse”.
El general Paz perdió allí todas las esperanzas de conquistar Tarija y se dirigió rápidamente al cuartel general de Zenta, donde se hallaba Heredia. El propio Paz, en la mencionada exposición de sus servicios, dice: “De allí fue preciso retirarme por el desierto del Bermejo, porque me encontré rodeado por el ejército boliviano a las órdenes del general Braum, por haber pasado en Iruya una fuerte División, que marchó desde Orán para cubrir el flanco izquierdo de mi División, efectuando mi retirada en medio de dificultades, privaciones y peligros, hasta conseguir incorporarme a mi Jefe, salvando la División que se me había confiado”.
Cuando fue asesinado el general Alejandro Heredia, el 12 de noviembre de 1838, el propio Paz tuvo la suerte de escapar a las acechanzas de sus comprovincianos: el gobernador Piedrabuena decretó su destierro a Santiago del Estero, pero Paz siguió viaje a Buenos Aires, a donde llegó en diciembre de 1838. Juan Manuel de Rosas le extendió despachos de coronel mayor de caballería y lo incorporó en listas de Plana Mayor Activa del 2 de abril de 1839 con antigüedad del 11 de marzo del mismo, “por pertenecer al ejército contra Santa Cruz”, situación que conservó todo el resto del gobierno rosista.
Al organizar Rosas la defensa de Buenos Aires en agosto de 1840, amenazada por Lavalle, el general Paz fue encargado de la 3ª División o Sección Sud de la misma. Después de Caseros permaneció en esta Capital hasta la revolución del 11 de setiembre, y luego pidió su pasaporte a Tucumán, que le fue concedido. En estas circunstancias se produjo el levantamiento del coronel Hilario Lagos. Paz se detuvo y se incorporó a las fuerzas del último y fue uno de los firmantes de la nota del 19 de diciembre invitando al general Flores a tomar el mando de las tropas sitiadoras; y del Acta del 24 del mismo mes desconociendo la autoridad del gobierno porteño. Paz fue designado Jefe de Estado Mayor del ejército sitiador.
El general Paz fue destacado para comandar una fuerte división que estaba a las órdenes del coronel Jerónimo Costa, y a su frente derrotó las fuerzas que se organizaban en el Sur de la provincia de Buenos Aires para ayudar a los sitiados, en los campos de San Gregorio, paso sobre el río Salado, el 22 de enero de 1853, estando acaudilladas las tropas enemigas por los coroneles Pedro Rosas y Belgrano y Faustino Velasco, los que fueron completamente derrotados, cayendo prisioneros ambos, siendo decapitado el último. El coronel Agustín Acosta pereció ahogado en el río Salado.
Después de este hecho de armas, el general Paz, continuó desempeñando sus funciones de Jefe de Estado Mayor del ejército sitiador hasta el 13 de julio del mismo año, en que se levantó el sitio por disolución de aquél; retirándose Paz a la Guardia de Luján, donde el coronel Lagos le ordenó entregase las fuerzas que mandaba, al general José María Flores. Cumplida esta operación, pidió pasaporte para el Estado Oriental, a cuyo punto marchó y de allí al Rosario.
El 22 de noviembre de 1854, el presidente Urquiza lo nombró comandante de armas de esta ciudad, encomendándole su defensa, lo que aceptó el general Paz, pues el Rosario se hallaba amenazado en aquellos momentos por el ejército que acababa de derrotar a los invasores en los campos del Tala, el 8 del mismo mes, el que estaba a las órdenes de los generales Mitre y Hornos. El 31 de diciembre del mismo año cesó en la comandancia de armas por los tratados ajustados entre el Gobierno de la Confederación y el de Buenos Aires.
El 5 de setiembre de 1855 le encomendó Urquiza la comisión de pasar una inspección prolija y detallada a las fuerzas que guarnecían la plaza del Rosario y las fronteras Sur de las provincias de Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza, dando cuenta de su resultado al Gobierno y presentando a su consideración un nuevo plan de fronteras desde Santa Fe hasta la falda de los Andes. El 15 de Febrero de 1856 fue nombrado para desempeñar la misma comisión en la frontera Norte de la provincia de Santa Fe.
Por sus dolencias y edad, solicitó su separación del servicio, la que le fue acordada por Urquiza y su Ministro general Galán, el 27 de diciembre de 1856, decretando su separación: “Dénsele las gracias –decía el Decreto- a nombre de la Nación, por sus buenos y constantes servicios a favor del país desde la guerra de la Independencia hasta la fecha”.
El 9 de noviembre de 1868, el presidente Sarmiento y su Ministro de la Guerra, coronel Gainza, comunicaban al general Gregorio Paz su inclusión en la “Lista de Guerreros de la Independencia”, de acuerdo a la Ley del 24 de setiembre de igual año.
El general Paz falleció en Buenos Aires (parroquia de la Concepción). El 7 de setiembre de 1869, siendo inhumado su cadáver en el Cementerio del Norte. Contrajo matrimonio en Tucumán el 24 de octubre de 1836 con Angela de Iramain, santiagueña, hija de José Domingo de Iramain yBorges y de Coleta Rodríguez Gorontiaga.
Fuentes: Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / Vergara, Miguel Angel – Jujuy bajo el signo federal – Jujuy (1938) / www. revisionistas.com.ar / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
Gregorio Paz se incorporó al servicio de las armas en las milicias regladas de Tucumán, en calidad de cadete, el 1º de enero de 1814, siendo ascendido a subteniente o alférez del Batallón Nº 1, el 1º de mayo del mismo año. Prestó servicios en el Ejército del Norte, asistiendo a la tercer campaña del Alto Perú, bajo el superior comando del general Rondeau, batiéndose en el Puesto de Márquez, el 17 de abril de 1815; en Venta y Media, el 20 de octubre de igual año, y finalmente, en la desgraciada acción de Sipe-Sipe, el 29 de noviembre. El 6 de agosto de 1817 era reconocido como alférez del Regimiento “Dragones de la Nación”, nombre que tomó en tal fecha el antiguo cuerpo llamado “Dragones del Perú”. Siguió sirviendo en el Ejército del Norte y el 6 de noviembre de 1819 fue ascendido a teniente del 4º Escuadrón del mismo regimiento, habiendo participado en el curso de este último año en la campaña contra los anarquistas de Santa Fe.
Perteneció al Ejército del Norte hasta fines de 1819, pasando después a formar parte de las fuerzas de la “República Federal del Tucumán”, donde recibió sucesivos ascensos, dándosele en 1822 el mando de un Regimiento de la Guardia Nacional. El 3 de noviembre de 1823, el gobernador de Tucumán le confirió al teniente coronel del ejército, Gregorio Paz, el empleo de comandante militar del partido de Amaichá (o Ansaichá), Eucalilla y Colalao, pertenecientes a las milicias regladas de aquella Provincia. Poco después fue ascendido a coronel graduado.
Cuando el general Gregorio Aráoz de Lamadrid, primo de Gregorio Paz, se posesionó del gobierno de Tucumán, nombró al Dr. Juan Bautista Paz (su tío), Ministro General, y al hijo de éste le dio puestos en el ejército de la Provincia. Cuando Facundo Quiroga invadió a Tucumán, Lamadrid le salió al encuentro y el teniente coronel graduado de coronel Paz, formó parte de las fuerzas tucumanas, que a las órdenes de su primo se batieron contra el Tigre de los Llanos en los campos del Tala, el 27 de octubre de 1826. Paz mandó la reserva compuesta por 80 hombres de milicias, siendo herido en una mano, y recibiendo otra herida más de bala. El 7 de noviembre de 1826 fue ascendido a coronel del cuerpo de “Dragones del Orden”, cargo en el que cesó el 1º de febrero siguiente, por decreto del día 5. Lamadrid le encargó la organización de un escuadrón de 170 hombres, que se formó para organizar el Regimiento 15 de Caballería, que debía marchar a la guerra del Brasil. Mandando este Escuadrón, Paz asistió a la acción del Rincón, el 6 de julio de 1827, en la que fue derrotado Lamadrid por Quiroga, por segunda vez, y depuesto del gobierno de Tucumán. Paz cesó en el mando del Regimiento de Dragones el 27 de setiembre de 1827.
El coronel Gregorio Paz formaba parte de la División del general Javier López, en la campaña de 1829, en Córdoba, contra Quiroga, asistiendo en tal carácter a la sangrienta batalla de La Tablada.
Poco después el coronel Paz fue destinado a los pueblos del Norte de Catamarca, como comandante general de armas, donde organizó una División de Guardias Nacionales de 1.400 hombres y recibió la orden del general en jefe de marchar a los pueblos de Cuyo, en protección del general Rudecindo Alvarado; llegando hasta los Llanos de La Rioja, de donde Paz se puso en retirada, por disposición del mismo General en Jefe, a consecuencia de haber fracasado en su empresa el mencionado general Alvarado y sus tropas.
Poco después, convencido Paz de que la organización nacional se alejaba más y más y que la guerra principiaba a tomar un carácter feroz y estéril, solicitó y obtuvo su licencia del servicio activo.
En 1835, el gobernador de Tucumán, general Alejandro Heredia, dio al coronel Paz mando de tropas y a las órdenes del mismo asistió el 23 de enero de 1836, al encuentro que tuvo lugar a orillas del río Famaillá, contra los invasores encabezados por el general Francisco Javier López, que fue derrotado y tomado prisionero, siendo ejecutado dos días después.
Poco antes de que tuviera lugar este suceso, Paz recibió orden de Heredia de ponerse a la cabeza de una división y ocupar los pueblos del Norte de Catamarca, como lo verificó; mientras que el propio Gobernador, al frente de 400 hombres de línea y 100 auxiliares santiagueños, marchó sobre la Capital, que ocupó después de derrotar en el Chiflón, el 13 de setiembre de 1835, al general Felipe Figueroa, que le hizo barrer el camino al mando de 1.500 hombres de las dos armas. Los fines de esta expedición eran aprehender a José Antonio Reinafé y teniente coronel Moyano, que habían fugado de Córdoba, refugiándose en Catamarca, donde fueron capturados por Heredia en el momento en que trataban de huir a Bolivia.
A fines de 1836, el gobernador de Tucumán envió a Paz, al mando de otra división, a ocupar la provincia de Salta, bajo las órdenes del general Felipe Heredia, “lo que se efectuó sin quemar un solo cartucho”, según expresa el propio Paz en una exposición de sus servicios, fechada en el Rosario en 1855. Fue entonces nombrado comandante general de armas de Salta; y en abril de 1837, los gobiernos de las provincias de Tucumán, Catamarca, Salta y Jujuy, lo mandaron en comisión cerca del general Juan Manuel de Rosas, para acordar la formación del ejército de aquellos pueblos, que debía operar sobre la República de Bolivia de acuerdo con el ejército chileno que desembarcó en el Perú. Hallándose Paz en Buenos Aires, en el desempeño de la comisión de referencia, la Legislatura de Salta le confirió la jerarquía de coronel mayor.
Se organizó el Ejército Confederado bajo el superior mando del general Alejandro Heredia, teniendo por jefe de Estado Mayor a su hermano Felipe. El general Paz, al mando de una división de caballería, pasó a ocupar la quebrada de Humahuaca, como jefe de vanguardia. El 13 de setiembre de 1837 asistió al encuentro de Santa Bárbara, ataque boliviano llevado a cabo en combinación con la sublevación de un cuerpo en la ciudad de Salta por intrigas de los enemigos; jornada en la cual las tropas de Felipe Heredia y Gregorio Paz acreditaron una bizarra conducta.
Después de algunos meses, el general en jefe, Alejandro Heredia, ordenó que el ejército se retirase y lo posesionó de Orán; punto desde el cual despachó al general Paz con una división de 1.000 jinetes y 100 infantes, la que salió de Orán el 27 de mayo de 1838, en dirección a Tarija, y marchando por el Chaco llegó el día 31 a Carapari, y de acuerdo con las instrucciones que tenía, envió un parlamentario al comandante militar Ildefonso Cuéllar, cuyas ideas argentinas eran conocidas, para que se entregasen o pactasen. La respuesta fue huir hasta Zapatera, entrando Paz en Carapari, y desde el primer punto, Cuéllar contestó al jefe argentino que consultaría a los jefes y oficiales la propuesta que le había sido formulada. Hecha la consulta, los coroneles Aguirre y Ruiz se opusieron.
El 2 de junio el general Paz se disponía a tomar Zapatera, desde Carapari. Dividió las fuerzas en dos columnas para obligar a los bolivianos a presentar dos frentes y vencerlos más fácilmente. “Dispuso –dice Miguel Angel Vergara-, que el comandante Mateo Ríos y el teniente coronel Manuel Ubierna con dos compañías de infantería y un escuadrón de 50 hombres del Regimiento Nº 11 (salteño) caminaran sobre Zapatera por Itao. Del otro lado, el mismo Paz, por el camino del Saladillo, arribaría al punto indicado. Así se realizó, y después de un viaje de 12 leguas, el mismo día, las fuerzas del comandante Marcos Paz, atacaron una avanzada enemiga. Pero mientras se organizaba el ataque formal, he aquí que el comandante Cuéllar con su escuadrón se presenta ante las fuerzas de Paz, con sus armas, dando gritos y diciendo: “¡Viva la República Argentina! ¡Muera el tirano Santa Cruz!” Al mismo tiempo el resto de las fuerzas enemigas huyó rápidamente. De inmediato marchó con sus soldados de caballería en persecución el comandante jujeño teniente coronel Manuel de la Bárcena, quien corrió en pos del enemigo cuatro leguas, sin poderle dar alcance, En esta jornada apenas se oyeron unos pocos tiros en las filas del comandante enemigo Aguirre.
Paz se detuvo en Zapatera, donde todos sus habitantes deseaban formar parte de la Confederación Argentina y expresaban espontáneamente su alegría porque en aquel momento se hallaban bajo la protección de sus armas. “Las tropas de Paz –dice Vergara-, con los éxitos alcanzados, gozaban de una moral excelente y todos abrigaban la ilusión de que algún día podrían llamarse, ante sus contemporáneos y la historia, los libertadores de Tarija”.
El general Heredia por carta del 9 de junio indicó a Paz que no se dejara ilusionar por la aparente adhesión de aquellas gentes y le recalcaba esta recomendación: “no aventure Ud. acción alguna desventajosa”.
Paz avanzó y el 10 de junio ya estaba en el Valle de San Luis, muy cerca de Tarija. El 12 las fuerzas argentinas mandadas por el comandante Manuel Virto atacaron Iruya y fueron rechazadas. Entre tanto, Paz, viéndose tan cerca de Tarija, reunió a sus oficiales en Junta de Guerra y en ella se aconsejó la marcha sobre aquella ciudad; el 17 de junio, a las 8 de la mañana salió del Valle de San Luis, llegando el 18 a Narváez. El día anterior, el comandante Mateo Ríos, al mando de un escuadrón, había ido a tomar posesión de la Cuesta Vieja; enviando Paz el 18, dos compañías en su protección. Al mismo tiempo se supo que el general Braum quería sorprender a los argentinos y tomar la Cuesta Vieja. En las operaciones tendientes a alcanzar tales objetivos chocaron las avanzadas adversarias, encuentros que resultaron con ventajas para los argentinos.
Al atardecer del 19 de junio, estaba toda la fuerza de Paz sobre la codiciada cuesta y pudieron ver a los jefes bolivianos Braum y O’Connor con 300 jinetes, en el bajo, como a una legua de distancia. Braum preparaba una trampa a los argentinos. El 20, al aclarar se volvieron a ver las fuerzas enemigas en el mismo lugar; Paz desprendió parte de sus fuerzas a cargo del teniente coronel Manuel de la Bárcena, que persiguió a los bolivianos 8 leguas sin darles alcance. El mismo día, Braum y O’Connor marcharon con más de 1.000 infantes por distintos caminos, por Papachacra, eludiendo, evidentemente la lucha.
Entonces Paz se acercó hasta 3 leguas de Tarija el mismo día 20, mientras Bárcena perseguía la partida enemiga. Estuvieron allí varias horas y después de haber comido, pasaron al Valle de Concepción, donde Paz esperó a su adversario, no obstante contar éste con 1.500 soldados, mientras aquél sólo sumaba 750 jinetes e infantes; pero Braum eludió el combate. El día 21 permaneció Paz todo el día en aquel punto y supo recién el fracaso argentino en Iruya, lo que influyó poderosamente en aquel Jefe para tomar la resolución de retirarse; y el mismo 21, a la puesta del sol inició el repliegue por el camino del Bermejo. Los enemigos lo siguieron inmediatamente, pero con toda cautela. Los puneños aprovecharon las marchas nocturnas para desertar algunos, y otros para quedarse y pasarse a las filas enemigas. “Súpolo Paz –dice Vergara-, y no pudiendo remediar este mal, decidió marchar de día y acampar de noche”. El 23 de junio llegó al pie de la cuesta de Cuyambuyo, sitio donde se aparta un camino que conduce a los Valles de Iruya y Santa Victoria, de la provincia de Salta. Por aquel camino marcharon muchos desertores argentinos.
“A la madrugada del día 24 – prosigue Vergara-, los argentinos distinguieron una columna de más de mil quinientos infantes, y más de cuatrocientos jinetes que se dirigía a la cuesta. El general Paz al comprender la situación, tomó la resolución de eludir el combate por estas razones: porque era en una mitad inferior al enemigo y porque Braum con toda habilidad no presentaba batalla donde pudiera obrar libremente la caballería enemiga y se apresuraba tanto que ya no dejaba el tiempo suficiente para tomar buenas posiciones.
“A pesar de opinar en contra de la lucha, Paz cedió al pedido de la tropa y se decidió a aceptar la batalla. Esta es la batalla que los historiadores bolivianos llaman de Montenegro, y a la cual se refiere el mariscal Santa Cruz cuando en su Manifiesto dice: “… espléndida victoria… obtenida… por el denodado general Braum.
“El campo de la lucha –continúa Vergara- tenía una extensión de unas cuatro leguas más o menos en la cuesta de Cuyambuyo. Los argentinos bajaron un gran trecho y se inició el combate. Casi inmediatamente la infantería de la Puna volvió sus armas contra sus mismos compañeros y se pasó a las filas enemigas.
“Perdida así, miserablemente, por la traición, casi toda la infantería, la batalla fue ganada por los bolivianos. Con todo, tuvieron que luchar cinco horas contra un heroico grupo de 50 infantes de la ciudad de Jujuy al mando del capitán Bernardo Lagos, los rifleros que se apearon de sus caballos al mando del coronel Salvador María González y las fuerzas del coronel Marcos Paz. Mientras se luchaba al pie de la cuesta, los enemigos iniciaron el ascenso por los flancos de la misma, y a poco, estuvieron arriba, dominando completamente la situación. Los argentinos subieron también dificultosamente; pero no pudieron evitar ser copados 80 rifleros con su jefe, y unos 20 coraceros los cuales arremetieron por todos lados y cayeron casi en su totalidad en manos del enemigo. Cosa semejante le había ocurrido al comandante Ríos con su vanguardia.
“Al llegar al lomo de la cuesta –prosigue Vergara- los argentinos, por el camino estrecho, huían perseguidos de cerca por los bolivianos, en el declive, donde era imposible volver la cara para defenderse”.
El general Paz perdió allí todas las esperanzas de conquistar Tarija y se dirigió rápidamente al cuartel general de Zenta, donde se hallaba Heredia. El propio Paz, en la mencionada exposición de sus servicios, dice: “De allí fue preciso retirarme por el desierto del Bermejo, porque me encontré rodeado por el ejército boliviano a las órdenes del general Braum, por haber pasado en Iruya una fuerte División, que marchó desde Orán para cubrir el flanco izquierdo de mi División, efectuando mi retirada en medio de dificultades, privaciones y peligros, hasta conseguir incorporarme a mi Jefe, salvando la División que se me había confiado”.
Cuando fue asesinado el general Alejandro Heredia, el 12 de noviembre de 1838, el propio Paz tuvo la suerte de escapar a las acechanzas de sus comprovincianos: el gobernador Piedrabuena decretó su destierro a Santiago del Estero, pero Paz siguió viaje a Buenos Aires, a donde llegó en diciembre de 1838. Juan Manuel de Rosas le extendió despachos de coronel mayor de caballería y lo incorporó en listas de Plana Mayor Activa del 2 de abril de 1839 con antigüedad del 11 de marzo del mismo, “por pertenecer al ejército contra Santa Cruz”, situación que conservó todo el resto del gobierno rosista.
Al organizar Rosas la defensa de Buenos Aires en agosto de 1840, amenazada por Lavalle, el general Paz fue encargado de la 3ª División o Sección Sud de la misma. Después de Caseros permaneció en esta Capital hasta la revolución del 11 de setiembre, y luego pidió su pasaporte a Tucumán, que le fue concedido. En estas circunstancias se produjo el levantamiento del coronel Hilario Lagos. Paz se detuvo y se incorporó a las fuerzas del último y fue uno de los firmantes de la nota del 19 de diciembre invitando al general Flores a tomar el mando de las tropas sitiadoras; y del Acta del 24 del mismo mes desconociendo la autoridad del gobierno porteño. Paz fue designado Jefe de Estado Mayor del ejército sitiador.
El general Paz fue destacado para comandar una fuerte división que estaba a las órdenes del coronel Jerónimo Costa, y a su frente derrotó las fuerzas que se organizaban en el Sur de la provincia de Buenos Aires para ayudar a los sitiados, en los campos de San Gregorio, paso sobre el río Salado, el 22 de enero de 1853, estando acaudilladas las tropas enemigas por los coroneles Pedro Rosas y Belgrano y Faustino Velasco, los que fueron completamente derrotados, cayendo prisioneros ambos, siendo decapitado el último. El coronel Agustín Acosta pereció ahogado en el río Salado.
Después de este hecho de armas, el general Paz, continuó desempeñando sus funciones de Jefe de Estado Mayor del ejército sitiador hasta el 13 de julio del mismo año, en que se levantó el sitio por disolución de aquél; retirándose Paz a la Guardia de Luján, donde el coronel Lagos le ordenó entregase las fuerzas que mandaba, al general José María Flores. Cumplida esta operación, pidió pasaporte para el Estado Oriental, a cuyo punto marchó y de allí al Rosario.
El 22 de noviembre de 1854, el presidente Urquiza lo nombró comandante de armas de esta ciudad, encomendándole su defensa, lo que aceptó el general Paz, pues el Rosario se hallaba amenazado en aquellos momentos por el ejército que acababa de derrotar a los invasores en los campos del Tala, el 8 del mismo mes, el que estaba a las órdenes de los generales Mitre y Hornos. El 31 de diciembre del mismo año cesó en la comandancia de armas por los tratados ajustados entre el Gobierno de la Confederación y el de Buenos Aires.
El 5 de setiembre de 1855 le encomendó Urquiza la comisión de pasar una inspección prolija y detallada a las fuerzas que guarnecían la plaza del Rosario y las fronteras Sur de las provincias de Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza, dando cuenta de su resultado al Gobierno y presentando a su consideración un nuevo plan de fronteras desde Santa Fe hasta la falda de los Andes. El 15 de Febrero de 1856 fue nombrado para desempeñar la misma comisión en la frontera Norte de la provincia de Santa Fe.
Por sus dolencias y edad, solicitó su separación del servicio, la que le fue acordada por Urquiza y su Ministro general Galán, el 27 de diciembre de 1856, decretando su separación: “Dénsele las gracias –decía el Decreto- a nombre de la Nación, por sus buenos y constantes servicios a favor del país desde la guerra de la Independencia hasta la fecha”.
El 9 de noviembre de 1868, el presidente Sarmiento y su Ministro de la Guerra, coronel Gainza, comunicaban al general Gregorio Paz su inclusión en la “Lista de Guerreros de la Independencia”, de acuerdo a la Ley del 24 de setiembre de igual año.
El general Paz falleció en Buenos Aires (parroquia de la Concepción). El 7 de setiembre de 1869, siendo inhumado su cadáver en el Cementerio del Norte. Contrajo matrimonio en Tucumán el 24 de octubre de 1836 con Angela de Iramain, santiagueña, hija de José Domingo de Iramain yBorges y de Coleta Rodríguez Gorontiaga.
Fuentes: Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / Vergara, Miguel Angel – Jujuy bajo el signo federal – Jujuy (1938) / www. revisionistas.com.ar / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
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