El día 17 de diciembre de 1855 fallece en Santiago de Chile el Sargento Mayor José A. Álvarez de Condarco. Había nacido en la ciudad de Tucumán en el año 1780. Desde mediados del año 1813, estuvo en Mendoza a cargo de la Maestranza, en la organización del Ejército de los Andes. En 1816, fue comisionado por el General de San Martín para llevar correspondencia al presidente de Chile, General Marcó del Pont y con la misión confidencial de relevar la topografía de los pasos cordilleranos para el futuro próximo cruce de la cordillera. Luego de esta misión el General de San Martín lo nombró ayudante de campo, designando entonces a Manuel Aranda para que le sucediera en la dirección de la fabricación de pólvora y otros suministros.
Su padre era el alcalde Álvarez de Condarco. Adhirió a la filial de la Logia Lautaro. Residía en Buenos Aires en 1810, y apoyó con entusiasmo la Revolución de Mayo. A fines de ese año fue comisionado junto con Alvarez Jonte para una misión diplomática en Chile, donde consiguió una alianza militar entre los revolucionarios de ambos países. De allí se trasladó a Lima, donde no existía un movimiento revolucionario análogo al del Chile y el Río de la Plata. Fue arrestado en varias oportunidades, de modo que regresó a Córdoba.
En 1812 fue reconocido como oficial de artillería; su gran conocimiento en materia de explosivos, le valió ser nombrado director de la fábrica de pólvora de Córdoba recientemente fundada, y también de cartografía.
En 1813 formó parte de la campaña del Coronel Juan Gregorio de Las Heras a Chile, con la misión de dirigir el arsenal patriota. Se hizo amigo allí de Marcos Balcarce, quien envió por su intermedio importantes mensajes al General José de San Martín, Gobernador de Cuyo, poco antes de la derrota de la Patria Vieja chilena en la Batalla de Rancagua.
El Libertador apreció su patriotismo y decidió retenerlo a su lado: lo nombró director de polvorín y lo envió luego en misión confidencial a Buenos Aires, ante el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Debía establecer con éste la cantidad y tipo de artículos de guerra necesarios para la campaña de los Andes.
A fines de 1816, San Martín lo envió a Chile, con el encargo aparente de llevar cartas al gobernador realista Casimiro Marcó del Pont. Lo que San Martín quería, en realidad, era que la gran memoria visual de Álvarez Condarco retuviera los accidentes de la cordillera, para marcar luego el camino del ejército. Así cruzó por Los Patos y, ni bien llegado, Marcó del Pont lo despachó de vuelta por el paso más corto, que era el de Uspallata. Los mapas que trazó luego de este viaje fueron fundamentales para el cruce que el Ejército de los Andes realizó a Chile por esos dos pasos.
Actuó como ayudante de campo de San Martín. Combatió heroicamente como ayudante de campo en la Batalla de Chacabuco. En 1818 fue enviado a comprar barcos para la primer escuadra chilena a Gran Bretaña, donde también persuadió a Lord Thomas Cochrane de aceptar la comandancia de la misma.
Se retiró del ejército poco antes de la Expedición Libertadora del Perú y permaneció en Chile, dedicado a construir caminos. Prestó servicios en Bolivia, luego en Mendoza. Retornó a Chile una vez lograda la independencia, y vivió allí enseñando matemáticas. Durante un tiempo, fue jefe del Departamento de Ingenieros y Caminos de la República de Chile.
Impedido de regresar a su país por su pública oposición al régimen de Rosas, vivió en Chile hasta su fallecimiento, en 1855, en Santiago de Chile. Murió en la miseria y sus amigos debieron costearle el entierro.
http://www.fotolog.com/ejercitonacional
Su padre era el alcalde Álvarez de Condarco. Adhirió a la filial de la Logia Lautaro. Residía en Buenos Aires en 1810, y apoyó con entusiasmo la Revolución de Mayo. A fines de ese año fue comisionado junto con Alvarez Jonte para una misión diplomática en Chile, donde consiguió una alianza militar entre los revolucionarios de ambos países. De allí se trasladó a Lima, donde no existía un movimiento revolucionario análogo al del Chile y el Río de la Plata. Fue arrestado en varias oportunidades, de modo que regresó a Córdoba.
En 1812 fue reconocido como oficial de artillería; su gran conocimiento en materia de explosivos, le valió ser nombrado director de la fábrica de pólvora de Córdoba recientemente fundada, y también de cartografía.
En 1813 formó parte de la campaña del Coronel Juan Gregorio de Las Heras a Chile, con la misión de dirigir el arsenal patriota. Se hizo amigo allí de Marcos Balcarce, quien envió por su intermedio importantes mensajes al General José de San Martín, Gobernador de Cuyo, poco antes de la derrota de la Patria Vieja chilena en la Batalla de Rancagua.
El Libertador apreció su patriotismo y decidió retenerlo a su lado: lo nombró director de polvorín y lo envió luego en misión confidencial a Buenos Aires, ante el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Debía establecer con éste la cantidad y tipo de artículos de guerra necesarios para la campaña de los Andes.
A fines de 1816, San Martín lo envió a Chile, con el encargo aparente de llevar cartas al gobernador realista Casimiro Marcó del Pont. Lo que San Martín quería, en realidad, era que la gran memoria visual de Álvarez Condarco retuviera los accidentes de la cordillera, para marcar luego el camino del ejército. Así cruzó por Los Patos y, ni bien llegado, Marcó del Pont lo despachó de vuelta por el paso más corto, que era el de Uspallata. Los mapas que trazó luego de este viaje fueron fundamentales para el cruce que el Ejército de los Andes realizó a Chile por esos dos pasos.
Actuó como ayudante de campo de San Martín. Combatió heroicamente como ayudante de campo en la Batalla de Chacabuco. En 1818 fue enviado a comprar barcos para la primer escuadra chilena a Gran Bretaña, donde también persuadió a Lord Thomas Cochrane de aceptar la comandancia de la misma.
Se retiró del ejército poco antes de la Expedición Libertadora del Perú y permaneció en Chile, dedicado a construir caminos. Prestó servicios en Bolivia, luego en Mendoza. Retornó a Chile una vez lograda la independencia, y vivió allí enseñando matemáticas. Durante un tiempo, fue jefe del Departamento de Ingenieros y Caminos de la República de Chile.
Impedido de regresar a su país por su pública oposición al régimen de Rosas, vivió en Chile hasta su fallecimiento, en 1855, en Santiago de Chile. Murió en la miseria y sus amigos debieron costearle el entierro.
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