Hijo de un comerciante francés, no pudo terminar sus estudios y en 1795 fue enviado a Cadiz, España para asumir las responsabilidades del negocio de la familia después de la muerte de su padre. Pasó los años siguientes viajando por Francia y España.
Regresó a su ciudad natal en 1805, habiendo ya reunido una fortuna considerable como comerciante. Al producirse la primera de las invasiones inglesas en 1806, dirigidas por el General Beresford y el comodoro Sir Popham, se dirigió al campo y reunió un ejército voluntario que entrenó para recobrar la ciudad, junto a otros oficiales como Martín Rodriguez y Cornelio Zelaya. Cuando los ingleses se enteraron de sus actividades, lo atacaron en la Chacra de Perdriel (actualmente Partido de General San Martín), derrotándolo. Sin embargo, lo exiguo de la derrota dejó en claro que se podía derrotar a los invasores con mayores fuerzas. Se unió al ejército que trajo de Montevideo el también francés Santiago de Liniers y participó con él en la llamada Reconquista de Buenos Aires, el 12 de agosto.
Fue el primer comandante del regimiento de Húsares de Buenos Aires, que muy pronto quedó en manos de Rodríguez. A fin de año, el Cabildo de Buenos Aires lo nombró su representante ante el gobierno de Madrid para pedir ayuda, ya que la flota inglesa aún controlaba el río. No consiguió absolutamente nada.
Al producirse la invasión francesa a España, regresó a Montevideo en enero de 1809, pero fue arrestado por orden del gobernador Francisco de Elío, enemigo del virrey Liniers. Logró fugarse y llegó a Buenos Aires, donde intentó convencer a Liniers que no entregara el mando al nuevo Virrey, Baltasar Cisneros; sólo consiguió un nuevo arresto. Huyó por segunda vez, y viajó a Río de Janeiro, actuando como mensajero del partido carlotista, con lo que tampoco logró resultado alguno
En junio de 1810 llegó a Buenos Aires, donde se enteró del estallido de la Revolución de Mayo y se puso a disposición del nuevo gobierno. Poco después fue nombrado gobernador de Córdoba. Tras el fusilamiento de Liniers, llevó la tranquilidad a la ciudad por medio de una amnistía. Apoyó al Ejercito del Norte y envió al Deán Funes como diputado a la Junta Grande. En enero de 1811 asumió como gobernador de Chuquisaca, donde estaba cuando se produjo la derrota en la batalla de Huaqui.
Tomó el mando del Ejército y dirigió la retirada hacia el sur. Al pasar por Potosí se llevó toda la plata amonedada y sin acuñar que encontró, salvando los únicos caudales de que disponía el gobierno. En septiembre fue nombrado oficialmente comandante del Ejército del Norte, pero su papel fue muy deslucido; fue reemplazado por Manuel Belgrano en marzo del año siguiente y regresó a Buenos Aires.
Apenas llegado a la capital fue nombrado miembro del Primer Triunvirato en reemplazo de juan Jose Paso. El gobierno era dirigido por el ministro Bernardino Rivadavia, y su actitud hacia la revolución era, como mínimo, tibia. Encargó al recién llegado José de San Martín la formación del Regimiento de Granaderos a Caballo y detuvo la masacre de españoles que siguió a la denuncia de conspiración contra Martín de Álzaga.
Al llegar la noticia de la victoria de Belgrano en la Batalla de Tucumán, el Triunvirato fue acusado de debilidad, ya que ésta había sido logrado en contra de las órdenes del gobierno. Un golpe de estado obligó al cabildo a nombrar un Segundo Triunvirato.
Rivadavia y Pueyrredón fueron desterrados. Terminó confinado en San Luis, donde se dedicó al comercio y la agricultura. A fines del año siguiente, recibió la visita de San Martín, que lo convenció de la conveniencia de reconquistar Chile y desde allí hacer una campaña naval al Perú.
Regresó a Buenos Aires a principios de 1815, y se instaló en una quinta en San Isidro. En enero del año siguiente fue electo diputado por San Luis al Congreso de Tucumán; a poco de llegar, éste lo nombró Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Antes de partir hacia la capital se entrevistó con el General Martin Miguel de Güemes y luego, en Córdoba, con San Martín, con quien ajustaron todo el plan de la campaña a Chile. De allí en más, la mayor parte de sus esfuerzos estuvieron concentrados en apoyar el plan de liberación continental de San Martín.
Envió al Ejército de los Andes todo el armamento y las tropas que pudo, además de algunos oficiales destacados. Por otro lado, envió en campañas de corso alrededor del mundo a los Capitanes Hipólito Bouchard y Guillermo Brown. Su papel en la liberación de Chile fue muy destacado, y también colaboró en lo que pudo a la organización del ejército que debería reconquistar Perú.
Su gobierno interno no tuvo ese brillo: entre sus numerosas iniciativas fracasadas estuvieron el avance de las fronteras hacia el sur, la fundación de un banco nacional, y varios repetidos intentos de coronar a un príncipe europeo como rey de su país.
Persiguió a la oposición, desterrando a varios de sus dirigentes, entre ellos Manuel Dorrego, Vicente Pazos Kanki, Feliciano Chiclana, Manuel Moreno, Miguel Pagola y varios más.
Reorganizó la Logia Lautaro que había gobernado entre 1812 y 1815 a través de Carlos María de Alvear y la puso al mando de su ministro Gregorio García de Tagle.
Después de la invasión portuguesa, reemplazó al gobernador federal de Córdoba por uno adicto, y envió una serie de invasiones a las provincias federales del litoral: dos campañas contra Santa Fe, tres contra Entre Rios y una contra la Banda Oriental. Explicó a Artigas que no podía afrontar los gastos de expulsar a los portugueses porque todos los recursos iban al Ejército de los Andes; pero si pudo lanzar tantos soldados contra las provincias opositoras, bien habría podido intentar algo contra el enemigo exterior. De hecho, al menos uno de los ejércitos que invadió Santa Fe era más numeroso que el Ejército de los Andes.
Y aún así, no consiguió doblegar la resistencia federal del litoral, que resistía aún a mediados de 1819. Ese año, poco después de jurar la nueva constitución, renunció al cargo.
En su lugar fue electo José Rondeau, que continuó su política y presidió su fracaso. A principios de 1820 caían el Directorio, el Congreso y la constitución, y las provincias se declaraban autónomas del poder central. El gobernador Manuel de Sarratea lo hizo arrestar por exigencia de los caudillos federales, para enjuiciarlo por traición a la patria por sus invasiones a las provincias y por el apoyo a la invasión portuguesa. Pero, horas después, el mismo Sarratea lo ayudó a escapar, terminando exiliado en Montevideo, bajo protección portuguesa.
Regresó a Buenos Aires en marzo de 1821, y dos años después su esposa Calixta Tellechea y Caviedes — hija de uno de los ajusticiados de 1812 — le daba su único hijo, el famoso pintor e ingeniero civil Prilidiano Pueyrredón, nacido en Buenos Aires el 24 de enero de 1823.
Durante los años siguientes jugó sólo un papel de menor importancia en la política; el presidente Rivadavia lo acusó de falsear su declaración de bienes, pero poco después lo nombró miembro de la Comisión Militar encargada de la reforma del ejército. En 1829 intentó sin éxito mediar entre el General Juan Galo de Lavalle y Juan Manuel de Rosas; al iniciarse el segundo gobierno de éste, en 1835, se exilió en Burdeos, Francia, en Río de Janeiro y en Paris.
Regresó en octubre de 1849 a San Isidro, y allí murió en marzo del año siguiente. Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires.
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Regresó a su ciudad natal en 1805, habiendo ya reunido una fortuna considerable como comerciante. Al producirse la primera de las invasiones inglesas en 1806, dirigidas por el General Beresford y el comodoro Sir Popham, se dirigió al campo y reunió un ejército voluntario que entrenó para recobrar la ciudad, junto a otros oficiales como Martín Rodriguez y Cornelio Zelaya. Cuando los ingleses se enteraron de sus actividades, lo atacaron en la Chacra de Perdriel (actualmente Partido de General San Martín), derrotándolo. Sin embargo, lo exiguo de la derrota dejó en claro que se podía derrotar a los invasores con mayores fuerzas. Se unió al ejército que trajo de Montevideo el también francés Santiago de Liniers y participó con él en la llamada Reconquista de Buenos Aires, el 12 de agosto.
Fue el primer comandante del regimiento de Húsares de Buenos Aires, que muy pronto quedó en manos de Rodríguez. A fin de año, el Cabildo de Buenos Aires lo nombró su representante ante el gobierno de Madrid para pedir ayuda, ya que la flota inglesa aún controlaba el río. No consiguió absolutamente nada.
Al producirse la invasión francesa a España, regresó a Montevideo en enero de 1809, pero fue arrestado por orden del gobernador Francisco de Elío, enemigo del virrey Liniers. Logró fugarse y llegó a Buenos Aires, donde intentó convencer a Liniers que no entregara el mando al nuevo Virrey, Baltasar Cisneros; sólo consiguió un nuevo arresto. Huyó por segunda vez, y viajó a Río de Janeiro, actuando como mensajero del partido carlotista, con lo que tampoco logró resultado alguno
En junio de 1810 llegó a Buenos Aires, donde se enteró del estallido de la Revolución de Mayo y se puso a disposición del nuevo gobierno. Poco después fue nombrado gobernador de Córdoba. Tras el fusilamiento de Liniers, llevó la tranquilidad a la ciudad por medio de una amnistía. Apoyó al Ejercito del Norte y envió al Deán Funes como diputado a la Junta Grande. En enero de 1811 asumió como gobernador de Chuquisaca, donde estaba cuando se produjo la derrota en la batalla de Huaqui.
Tomó el mando del Ejército y dirigió la retirada hacia el sur. Al pasar por Potosí se llevó toda la plata amonedada y sin acuñar que encontró, salvando los únicos caudales de que disponía el gobierno. En septiembre fue nombrado oficialmente comandante del Ejército del Norte, pero su papel fue muy deslucido; fue reemplazado por Manuel Belgrano en marzo del año siguiente y regresó a Buenos Aires.
Apenas llegado a la capital fue nombrado miembro del Primer Triunvirato en reemplazo de juan Jose Paso. El gobierno era dirigido por el ministro Bernardino Rivadavia, y su actitud hacia la revolución era, como mínimo, tibia. Encargó al recién llegado José de San Martín la formación del Regimiento de Granaderos a Caballo y detuvo la masacre de españoles que siguió a la denuncia de conspiración contra Martín de Álzaga.
Al llegar la noticia de la victoria de Belgrano en la Batalla de Tucumán, el Triunvirato fue acusado de debilidad, ya que ésta había sido logrado en contra de las órdenes del gobierno. Un golpe de estado obligó al cabildo a nombrar un Segundo Triunvirato.
Rivadavia y Pueyrredón fueron desterrados. Terminó confinado en San Luis, donde se dedicó al comercio y la agricultura. A fines del año siguiente, recibió la visita de San Martín, que lo convenció de la conveniencia de reconquistar Chile y desde allí hacer una campaña naval al Perú.
Regresó a Buenos Aires a principios de 1815, y se instaló en una quinta en San Isidro. En enero del año siguiente fue electo diputado por San Luis al Congreso de Tucumán; a poco de llegar, éste lo nombró Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Antes de partir hacia la capital se entrevistó con el General Martin Miguel de Güemes y luego, en Córdoba, con San Martín, con quien ajustaron todo el plan de la campaña a Chile. De allí en más, la mayor parte de sus esfuerzos estuvieron concentrados en apoyar el plan de liberación continental de San Martín.
Envió al Ejército de los Andes todo el armamento y las tropas que pudo, además de algunos oficiales destacados. Por otro lado, envió en campañas de corso alrededor del mundo a los Capitanes Hipólito Bouchard y Guillermo Brown. Su papel en la liberación de Chile fue muy destacado, y también colaboró en lo que pudo a la organización del ejército que debería reconquistar Perú.
Su gobierno interno no tuvo ese brillo: entre sus numerosas iniciativas fracasadas estuvieron el avance de las fronteras hacia el sur, la fundación de un banco nacional, y varios repetidos intentos de coronar a un príncipe europeo como rey de su país.
Persiguió a la oposición, desterrando a varios de sus dirigentes, entre ellos Manuel Dorrego, Vicente Pazos Kanki, Feliciano Chiclana, Manuel Moreno, Miguel Pagola y varios más.
Reorganizó la Logia Lautaro que había gobernado entre 1812 y 1815 a través de Carlos María de Alvear y la puso al mando de su ministro Gregorio García de Tagle.
Después de la invasión portuguesa, reemplazó al gobernador federal de Córdoba por uno adicto, y envió una serie de invasiones a las provincias federales del litoral: dos campañas contra Santa Fe, tres contra Entre Rios y una contra la Banda Oriental. Explicó a Artigas que no podía afrontar los gastos de expulsar a los portugueses porque todos los recursos iban al Ejército de los Andes; pero si pudo lanzar tantos soldados contra las provincias opositoras, bien habría podido intentar algo contra el enemigo exterior. De hecho, al menos uno de los ejércitos que invadió Santa Fe era más numeroso que el Ejército de los Andes.
Y aún así, no consiguió doblegar la resistencia federal del litoral, que resistía aún a mediados de 1819. Ese año, poco después de jurar la nueva constitución, renunció al cargo.
En su lugar fue electo José Rondeau, que continuó su política y presidió su fracaso. A principios de 1820 caían el Directorio, el Congreso y la constitución, y las provincias se declaraban autónomas del poder central. El gobernador Manuel de Sarratea lo hizo arrestar por exigencia de los caudillos federales, para enjuiciarlo por traición a la patria por sus invasiones a las provincias y por el apoyo a la invasión portuguesa. Pero, horas después, el mismo Sarratea lo ayudó a escapar, terminando exiliado en Montevideo, bajo protección portuguesa.
Regresó a Buenos Aires en marzo de 1821, y dos años después su esposa Calixta Tellechea y Caviedes — hija de uno de los ajusticiados de 1812 — le daba su único hijo, el famoso pintor e ingeniero civil Prilidiano Pueyrredón, nacido en Buenos Aires el 24 de enero de 1823.
Durante los años siguientes jugó sólo un papel de menor importancia en la política; el presidente Rivadavia lo acusó de falsear su declaración de bienes, pero poco después lo nombró miembro de la Comisión Militar encargada de la reforma del ejército. En 1829 intentó sin éxito mediar entre el General Juan Galo de Lavalle y Juan Manuel de Rosas; al iniciarse el segundo gobierno de éste, en 1835, se exilió en Burdeos, Francia, en Río de Janeiro y en Paris.
Regresó en octubre de 1849 a San Isidro, y allí murió en marzo del año siguiente. Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires.
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