El día 2 de mayo de 1866 se produce la Batalla de Estero Bellaco, Guerra del Paraguay. Fuerzas aliadas vencen a un ejército paraguayo, que al mando del dictador López atacó con gran ímpetu a la vanguardia mandada por el general uruguayo Venancio Flores. En una lucha sangrienta los paraguayos perdieron la mitad de sus cinco mil hombres originales.
El 16 de abril de 1866 pasaron el río tropas brasileñas al mando del mariscal Osorio y se establecieron en el Fuerte de Itapirú. Luego, el mismo día, cruzó el general Flores al frente del primer cuerpo del ejército de Argentina y de una división de infantería uruguaya. Al día siguiente lo hicieron las tropas de Paunero.
El general Flores, posicionado en Estero Bellaco, fue atacado el 2 de mayo por una fuerza paraguaya de 6.000 hombres con cuatro piezas de artillería. Los paraguayos cayeron sobre Flores con tanta rapidez y sorpresa que prácticamente arrollaron a las tropas argentinas, en completa confusión hasta que estas fueron auxiliadas por doce batallones de reserva.
El 2 de mayo de 1866, el Mariscal López ordenó un reconocimiento ofensivo al sur del Estero Bellaco, para imponerse de la ubicación del oponente.
Las fuerzas aliadas entraron en campo paraguayo, sin figurarse el peligro y los sinsabores que les esperaban. El ejército adversario retrocedía sin hacer resistencia. Todo vaticinaba un éxito próximo y seguro. Siguiendo las huellas de las tropas de López, avanzaron por el camino real de Humaitá, hasta llegar, sin dificultad, al Estero Bellaco del Sur, en cuyas proximidades acampó la vanguardia, compuesta de cuatro batallones uruguayos, cuatro batallones brasileños, cuatro piezas de artillería, algunos regimientos de caballería riograndense y doscientos jinetes de la escolta particular del general Flores. En total, siete mil hombres de las tres armas.
La posición de las fuerzas de Flores era, como sigue, en aquel momento:
Los cuatro batallones brasileños citados estaban acampados detrás de una suave cuchilla. El batallón 7º, que era el más avanzado, protegía las cuatro piezas del regimiento 1º de artillería. A ochocientos metros a retaguardia estaban el 21 y 38 cuerpos de “Voluntarios da Patria”. Los batallones uruguayos Veinticuatro de Abril, Florida, Independencia y Libertad ocupaban la izquierda de las tropas imperiales.
A las doce del día, cuando los aliados se entregaban a devorar el rancho, hicieron irrupción los paraguayos por los tres pasos del Estero, arrollando los puestos avanzados de la vanguardia. El empuje de la caballería paraguaya sembró en un primer momento el desconcierto entre las fuerzas brasileñas y orientales, más, rehechos los batallones y regimientos y recibidos oportunos refuerzos, fue rechazada junto con los cuerpos de infantería comprometidos en la operación.
En efecto, cuando la vanguardia del ejército aliado había sido completamente derrotada, el coronel José Díaz, comandante de las tropas paraguayas, quiso ir más allá todavía. En vez de ordenar en el acto la retirada, toda vez que el objetivo de la operación ya había sido cumplido, se empeñó en una imprudente persecución, sin pensar que se alejaba de su base, para estrellarse contra el grueso del ejército aliado. Y hubo de soportar, con tropas fatigadas, la presión terrible de todo el poder del oponente en movimiento.
Al otro lado del Estero, Díaz hizo fracasar un movimiento envolvente de las tropas brasileñas, intentado por el Paso Sidra, rechazándolos dos veces a la bayoneta, obligándolos a huir.
http://www.fotolog.com/ejercitonacional
El 16 de abril de 1866 pasaron el río tropas brasileñas al mando del mariscal Osorio y se establecieron en el Fuerte de Itapirú. Luego, el mismo día, cruzó el general Flores al frente del primer cuerpo del ejército de Argentina y de una división de infantería uruguaya. Al día siguiente lo hicieron las tropas de Paunero.
El general Flores, posicionado en Estero Bellaco, fue atacado el 2 de mayo por una fuerza paraguaya de 6.000 hombres con cuatro piezas de artillería. Los paraguayos cayeron sobre Flores con tanta rapidez y sorpresa que prácticamente arrollaron a las tropas argentinas, en completa confusión hasta que estas fueron auxiliadas por doce batallones de reserva.
El 2 de mayo de 1866, el Mariscal López ordenó un reconocimiento ofensivo al sur del Estero Bellaco, para imponerse de la ubicación del oponente.
Las fuerzas aliadas entraron en campo paraguayo, sin figurarse el peligro y los sinsabores que les esperaban. El ejército adversario retrocedía sin hacer resistencia. Todo vaticinaba un éxito próximo y seguro. Siguiendo las huellas de las tropas de López, avanzaron por el camino real de Humaitá, hasta llegar, sin dificultad, al Estero Bellaco del Sur, en cuyas proximidades acampó la vanguardia, compuesta de cuatro batallones uruguayos, cuatro batallones brasileños, cuatro piezas de artillería, algunos regimientos de caballería riograndense y doscientos jinetes de la escolta particular del general Flores. En total, siete mil hombres de las tres armas.
La posición de las fuerzas de Flores era, como sigue, en aquel momento:
Los cuatro batallones brasileños citados estaban acampados detrás de una suave cuchilla. El batallón 7º, que era el más avanzado, protegía las cuatro piezas del regimiento 1º de artillería. A ochocientos metros a retaguardia estaban el 21 y 38 cuerpos de “Voluntarios da Patria”. Los batallones uruguayos Veinticuatro de Abril, Florida, Independencia y Libertad ocupaban la izquierda de las tropas imperiales.
A las doce del día, cuando los aliados se entregaban a devorar el rancho, hicieron irrupción los paraguayos por los tres pasos del Estero, arrollando los puestos avanzados de la vanguardia. El empuje de la caballería paraguaya sembró en un primer momento el desconcierto entre las fuerzas brasileñas y orientales, más, rehechos los batallones y regimientos y recibidos oportunos refuerzos, fue rechazada junto con los cuerpos de infantería comprometidos en la operación.
En efecto, cuando la vanguardia del ejército aliado había sido completamente derrotada, el coronel José Díaz, comandante de las tropas paraguayas, quiso ir más allá todavía. En vez de ordenar en el acto la retirada, toda vez que el objetivo de la operación ya había sido cumplido, se empeñó en una imprudente persecución, sin pensar que se alejaba de su base, para estrellarse contra el grueso del ejército aliado. Y hubo de soportar, con tropas fatigadas, la presión terrible de todo el poder del oponente en movimiento.
Al otro lado del Estero, Díaz hizo fracasar un movimiento envolvente de las tropas brasileñas, intentado por el Paso Sidra, rechazándolos dos veces a la bayoneta, obligándolos a huir.
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