Luego de la jornada victoriosa del 5 de abril de 1818 en el valle del Maipo, entre los tomados prisioneros por los dos oficiales Patriotas, Capitán Juan Lavalle y Teniente Rufino Zado, se encontraba nada menos que el valiente Coronel Morgado, al cual el General Primo de Rivera había puesto al frente de la Caballería Realista la que acababa de ser derrotada por la Patriota. Este (Morgado) creyó que Zado era el jefe de la compañía, pues tenía más edad que Lavalle, quien solo contaba con veinte años; se le acercó e hizo ademán de entregarle su reluciente espada. “A mi no coronel, (le dijo el teniente con una sonrisa, al comprender el error del vencido) al Capitán Lavalle”. Se volvió entonces el pundonoroso realista y al contemplar a ese guerrero admirable exclamó hondamente impresionado: “¡Tan joven y tan valiente! ¡Digno hijo, a fe mía, de una raza de leones! Yo vencedor en múltiples combates de los veteranos del Imperio Napoleónico, me siento menos desgraciado teniendo que entregar mi espada de vencido a unos soldados tan nobles y tan valientes”. El no menos conmovido oficial respondió: “Agradezco sus palabras Coronel y no recibo su espada que está en muy buenas manos”.
Ejercito Nacional.
Imagen: Mural de la batalla de Maipo (o Maipú) - detalle- (Museo del Carmen de Maipo, Chile) por Pedro Subercaseaux.
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