El 27 de
julio de 1822 concluye la entrevista de Guayaquil entre San Martin y
Bolivar. El primero expone su plan: Lo Realistas disponen de alrededor
de 18.000 hombres en el territorio Peruano y Altoperuano; esas fuerzas
se encuentran dispersas en fracciones de las cuales la mayor no supera
los 5.000 hombres, es verdad; pero también lo es que pueden reunirse y
causar serios problemas estratégicos a los Patriotas.
Para ello,
San Martin cuenta con enviar una expedición de unos 4.000 hombres que
desembarcarían en Arica, posesionándose de Arequipa, marchando hacia el
Cuzco tras haber roto el centro del dispositivo estratégico realista;
otra fracción deberá aferrar a las fuerzas realistas acantonadas en
Huanacayo; por fin, otras fuerzas debían aferrar a las tropas realistas
que a las órdenes de Olañeta podían amenazar el flanco sur de la
principal expedición.
Pero los
efectivos de San Martin son insuficientes: dispone apenas de 3.000
hombres en Lima y cree poder recibir 1.000 más de chile y unos 500 de la
argentina; en consecuencia, para que este plan pueda realizarse es
necesaria la cooperación masiva de las fuerzas de Bolivar; esto es lo
que San Martín viene a requerirle.
Pero
Bolivar solo acepta poner 1.400 hombres para la empresa; y aun así,
estas fuerzas no estarían libremente disponibles para San Martin, sino
que estarán sujetas a instrucciones especiales que se les impartirían.
San Martin tiene pues dos opciones: aceptar esta proposición y salir a
campaña, es decir, intentar realizar su plan prácticamente solo; o bien
dejar la escena, poniendo sus propias fuerzas a disposición de Bolivar,
para que este termine la guerra. La primera variante es difícil pero
realizable: conspira en su contra la dificultad inherente a las
operaciones que se realizan bajo dualidad de mando; pero tiene en su
favor el secreto y la celeridad que San Martín podrá imprimir a las
operaciones. La segunda variante requiere una abnegación a toda prueba,
un desinterés personal y una insensibilidad a la gloria que no parece
razonable exigir al hombre que ha capturado la ciudad virreinal de Lima y
ha tenido en sus manos el estandarte de Pizarro, pero tiene en su favor
la posibilidad de que, bajo el único mando de Bolivar, las operaciones
concluyan más rápidamente en razón de una mayor cooperación del
Libertador del Norte.
Esta es la
variante que San Martin, en el pináculo de su grandeza militar y humana,
elegirá: se equivocaba sin embargo el Libertador, pues la celebridad
que con su renunciamiento deseaba imprimir a las operaciones no sería
alcanzada. Bolivar no prestaría la cooperación esperada y el plan
Sanmartiniano seria emprendido con 6 meses de retraso y efectivos
insuficientes, es decir, en condiciones exactamente opuestas a las que
San Martin había deseado para esta vasta combinación estratégica,
peligrosa en su ejecución pero que bien conducida habría llevado a
resultados aniquiladores.
Siguió una
cena en la que Bolívar hizo el siguiente brindis: "Brindo señores por
los dos hombres más grandes de la América del Sur, el General San Martín
y yo". Al mismo San Martín contestó: "Brindo por la pronta terminación
de la guerra, por la organización de las nuevas repúblicas del
continente americano y por la salud del libertador de Colombia".
Esa misma noche de San Martín se embarcó de regreso al Perú.
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