El 31 de julio de 1806, se encontraban reunidas en la chacra de Perdriel
algunas fuerzas criollas y españolas, las que junto con el Ejército que
al mando de Liniers vendría desde la Banda Oriental llevarían adelante
la reconquista de Buenos Aires. Enterado Beresford de la presencia en
ese lugar del hacendado Juan Martín de Pueyrredón, al mando de un
considerable número de paisanos armados y a caballo junto a otras tropas
de infantería y alguna artillería, decidió en la madrugada del 1 de
agosto marchar al lugar con el teniente coronel Pack y 500 hombres del
71 de “Highlanders”, 50 de Santa Elena y 6 piezas de artillería. A las
08.30, ambas fuerzas se enfrentaron y no tardaron mucho las
experimentadas tropas inglesas en producir la dispersión de las fuerzas
rioplatenses. Fue entonces cuando Pueyrredón al mando de un puñado de
voluntarios de caballería cargó en forma temeraria por el flanco derecho
inglés en un intento de tomar su artillería. La sólida oposición a
órdenes de Pack evitó el éxito de la acción, sin embargo con esta
temeraria acción, que casi se cobra la vida del mismo Pueyrredón, los
futuros Húsares ejecutaron con valor la primera carga de la caballería
argentina.
Al anochecer del 31 de julio de 1806 llegaban a Perdriel alrededor de
1050 hombres, al sumarse las fuerzas del hacendado Martin Rodriguez.
Allí habían ido sumándose en pequeños grupos los 900 hombres reclutados
en Buenos Aires a las órdenes de Juan Trigo y Feijoó.
Perdriel había sido elegido como campamento por su posición estratégica,
cerca de Buenos Aires (20 km al oeste noroeste), pero también de Olivos
(13 km) y de Las Conchas (15 km), que eran los lugares donde Liniers
podía desembarcar.
No obstante el sitio elegido presentaba desventajas: "nuestro punto de
reunión no fue bien elegido, pues a tan corta distancia de la ciudad era
muy fácil sorprendernos. Beresford no tenía caballería. Si nos
hubiéramos situado en la Cañada de Morón o en el Puente de Márquez,
podíamos haber juntado más de 1000 paisanos. Entonces sin atacar de
frente a los ingleses, a fuerza de amagos y escaramuzas, los habríamos
fatigado, hécholes quemar sus municiones; y estando cortados, sin
retirada, habría quedado en nuestro poder el coronel Pack con sus
tropas."
Confiando en no haber sido detectados y contando con días para el arribo
de Liniers y el inicio de la campaña, los hombres recibieron permiso
para ausentarse y muchos se dirigieron a la ciudad. De los restantes,
sólo unas pocas decenas contaban con armas de fuego.
El entrenamiento y organización de las milicias era prácticamente
inexistente. Los voluntarios respondían fundamentalmente a su caudillo y
se carecía de oficiales y suboficiales que los dirigieran. Incluso el
mando superior era confuso: si bien Juan Martín de Pueyrredón contaba
con el encargo del Cabildo y el mandato de Huidobro, no tenía jerarquía
militar alguna, mientras que Olavarría era militar de carrera y
comandaba a las únicas tropas veteranas, que por otra parte constituían
hasta el momento el grueso de la división. Esto se tradujo en la
división de hecho de las fuerzas. Mientras los voluntarios de Pueyrredón
permanecían acantonados en el casco de la chacra, las fuerzas de
Olavarría permanecieron separadas al noroeste de la posición, cercanos
al río de las Conchas y en lo que sería la retaguardia ante un avance
británico desde Buenos Aires.
Desde mediados de julio el comandante inglés William Carr Beresford
sabía que se conspiraba y desde el 20 de ese mes que Pueyrredón reunía
voluntarios en la campaña. Esa misma noche del 31 de julio, mientras
disfrutaba con sus oficiales de una función en el Teatro de la Comedia,
recibió informes confirmando la reunión de tropas en Perdriel. Dispuso
de inmediato que parte de las fuerzas quedaran acuarteladas en estado de
alerta y otras, al mando del coronel Denis Pack, jefe del regimiento 71
Highlanders, se aprestaran a marchar.
En la medianoche del 31 de julio al 1 de agosto, la columna británica al
mando de Beresford con entre 500 y 600 hombres del Regimiento 71 y seis
piezas de artillería volante inició su marcha reservada y
cautelosamente, oficiando de guía el criollo Francisco González.
En la mañana del 1 de agosto, casi simultáneamente con los británicos,
arribaron desde Buenos Aires unos cincuenta hombres más reunidos en su
mayor parte por el cabo Juan Pedro Cerpa, conduciendo algunas armas y
municiones recolectadas en la casa del comerciante Santos Incháurregui,
así como cuatro viejas carronadas, al mando de Miguel Esquiaga y Pedro
Miguel Anzóategui. Con los refuerzos, las fuerzas criollas al mando de
Pueyrredón en la chacra se elevaban a escasos doscientos hombres.
Martin Rodriguez se encontraba destacado en un puesto avanzado situado
en Santos Lugares. Desde la torre de la iglesia Jesús Amoroso, en el
actual partido de San Martín, divisó la llegada de los invasores y se
dirigió rápidamente a Perdriel donde comunicó la novedad a Pueyrredón.
A la altura de las actuales instalaciones del Liceo Militar General San
Martin y el Tiro Federal, al este sudeste de Perdriel, los británicos
hicieron alto para organizar su despliegue. La artillería se instaló a
la altura de la actual calle 104 (O'Donnell) en su intersección con 109
(1° de agosto de 1806), a poco más de 300 metros de la empalizada que
rodeaba el caserío de la chacra de Perdriel, a los -34° 33' 48.38" de
latitud sur, -58° 34' 9.85" longitud oeste.
Beresford dividió la infantería en dos alas, a derecha e izquierda de la
artillería. La reserva permaneció a retaguardia al mando del teniente
coronel Pack, cubriendo la artillería y al cuerpo de oficiales
encabezado por Beresford. La posición era ligeramente elevada y tenían a
la derecha una laguna (calles 110 -José Hernández- y 101 -9 de julio-) y
tierras bajas anegadas que se extendían hasta más allá de la Chacra,
mientras que a su izquierda el terreno bajaba por más de 400 metros
hasta la cañada de Méndez (calles 115 -Maestro Dasso- y 117 -Suipacha-).
El terreno estaba ocupado por dispersos ombúes, cina cina, tunales y un
talar que nacía al sur del caserío.
Pueyrredón sólo tuvo tiempo de repartir unos pocos de los fusiles
provistos por Esquiaga y Anzoategui, con lo que el total de tiradores
llegó a unos cincuenta. Sus hombres rápidamente montaron las carronadas
recién llegadas en cureñas de mar utilizando osamentas como cuñas, y
junto a los pedreros fueron ubicadas por Pueyrredón en batería en el
centro de su dispositivo, delante de una línea de tunales que limitaba
el casco de la chacra (calle 112 -Vicente López-). Protegía la
artillería comandada por el capitán de marina mercante Francisco Trelles
un pequeño grupo de infantes mal armados al mando del cabo Manuel
Palomino, unos 24 hombres en total.
A su derecha, parapetados tras la tapia y tunales, se ubicó otro grupo
de 23 fusileros voluntarios al mando del cabo Cerpa y a la izquierda 18
fusileros (sin bayoneta) voluntarios dirigidos por el cabo Antonio
Cuevas.
Los blandengues de Olavarría se mantenían en reserva y Pueyrredón le dio
instrucciones de que atacara si los ingleses efectuaban un ataque de
flanco o sobre su retaguardia, donde colocó la caballería, unos 40
milicianos voluntarios armados de lanzas escondidos entre las
edificaciones que se encontraban a unos 100 metros de la línea
principal, permaneciendo a su mando directo.
A las 7 de la mañana "los de Perdriel enarbolaron la divisa blanca y
encarnada de los conjurados de Buenos Aires y a los gritos de ¡Santiago!
¡Cierra España! ¡Mueran los herejes! rompieron el fuego de artillería"
La infantería británica avanzó cubierta por los disparos de artillería,
que provocaron la huida de muchos milicianos incluyendo los que
defendían la artillería. Sólo quedo defendiendo su cañón el cabo Miguel
Shennón de origen alemán y fe católica, quien había desertado de los
británicos.
También Olavarría se puso en retirada con sus hombres formados diciendo
"que comprometer combate sería exponer el fin de la reunión, que era
esperar el ejército de Montevideo y proveerlo de caballos,
reforzándolo".
Sólo un centenar de hombres permanecía en el campo. Entre los vecinos
principales, devenidos en oficiales, se encontraban Diego Álvarez
Barragaña, Mariano Renovales, Lucas Obes, José del Tejó, Lorenzo López,
José, Juan Andrés y Rafael Pueyrredón, Martín Rodríguez, Mauricio
Pizarro, Juan Pablo Rodríguez, Pedro Mariano y Nicolás Muñoz, Juan de la
Cruz Brizuela, Martín Rivero y José Farías.
Juan Martín de Pueyrredón se lanzó entonces con una docena de hombres a
una carga sobre el flanco derecho para copar la retaguardia y silenciar
los cañones. Penetró con éxito hasta donde se ubicaba la reserva y los
comandantes británicos, abatiendo personalmente a un artillero.
Mientras sus hombres se adueñaban de un carro de municiones, su caballo
fue muerto por una bala rasa de cañón, quedando de pie y rodeado por la
oficialidad británica, pero fue rescatado por la valiente intervención
del Alcalde de Pilar, capitán Lorenzo Lopez Camelo, quien atropelló al
galope el ruedo de soldados y oficiales enemigos, logrando romperlo y
llegar a donde estaba su jefe. Pueyrredón de un salto montó en ancas y
ante el asombro de los ingleses, que no atinaron ni a tirotearlos, dado
lo instantáneo de la acción, desaparecieron tras la loma.
En un parte enviado al gobernador de Montevideo el 3 de agosto
Pueyrredón relató lo ocurrido en el encuentro con los ingleses: "En
efecto, el enemigo empezó a jugar su artillería, y enseguida la nuestra,
y yo para mejor hacer valer nuestras ventajas tomé la tercia parte de
mis tropas, y después de haber mandado al comandante D. Antonio de
Olavarría que, en viéndome atacado por la retaguardia hiciese él la
misma operación para oprimirlos por todas partes, salí a galope, y a
poco rato los tuve enteramente cortados. En esta situación hice señal de
avanzar, y a la cabeza de los míos me precité sobre el grueso del
enemigo, y me hallé en medio de ellos con sólo 10 de mis compañeros que
me siguieron: mi objeto era quitarles la artillería, y de facto con mis
diez compañeros les quité un carro de municiones con sólo la pérdida de
uno de mis amigos, y mi caballo que fue atravesado por una bala de
cañón. Cuando yo me vi solo y a pie no tuve más recurso que mandar
retirar el carro citado, y a pie salir huyendo en medio de todo el fuego
que se dirigió hacia nosotros. Todos señor, huyeron, y nos tomó el
enemigo la artillería y provisiones; pero yo salvé mi presa".
En la carga, Beresford estuvo cerca de ser muerto. Relata Gillespie:
"Esta escaramuza no fue notable sino por el atrevido ataque de dos
hombres de las filas enemigas, mientras los nuestros avanzaban, contra
la persona de aquel jefe [Pueyrredón]. Estando bien montados ganaron
desapercibidos la retaguardia del flanco derecho del regimiento 71, y
luego dieron una carga furiosa en línea recta hacia el general, cuyos
asistentes ocurría se hallaban entonces algo distantes; pero el capitán
Arbuthnot, que estaba cerca, contuvo a uno de ellos. El otro, sin
embargo, persistió todavía, y hubiera asestado el golpe fatal si el
coronel Pack, con su calma habitual, no le hubiese prevenido hasta que
el teniente Mitchell ordenó a unas pocas hileras de sus granaderos
romper el fuego, que echó por tierra a aquel atrevido aventurero con su
caballo." Beresford era incapaz de defenderse ya que su espada "durante
este tiempo, por la herrumbre, no salía de la vaina".
El combate duró entre 30 minutos y una hora. La certificación de los
servicios prestados por Pueyrredón, expedido por el Cabildo en su Sala
Capitular de Buenos Aires, el 25 de octubre de 1806, relata la
participación de aquel en los sucesos que culminaron en Perdriel:"El
Cabildo, justicia y regimiento de la ciudad de Buenos Aires, capital del
virreinato del Río de la Plata, certifica que don Juan Martín de
Pueyrredón, natural de esta ciudad, después de tomada la plaza por las
armas británicas el día 27 de junio último, no dispensó gasto, fatiga,
ni trabajo para preparar y disponer por su parte la reconquista:
emprendió viaje a Montevideo, de donde regresó habiendo antes acordado
con el señor gobernador de aquella plaza la reunión de gentes que
debería haber en ésta para incorporarse con la que se allí viniese.
Recorrió por sí estas campañas, convocó las milicias, junto voluntarios
que lo siguieron pagando a aquellas de su peculio soldada diaria de
cuatro reales, y pasando a estos ración abundante de todo lo necesario;
con el auxilio de dos compañeros que se le agregaron a este fin. Llegado
con la gente al caserío de Perdriel, distante cuatro o cinco leguas de
esta ciudad, la noche del 31 de julio, sin haber tenido tiempo para
coordinar la defensa de aquel puerto, fueron atacados a la mañana
siguiente por un trozo de seiscientos setenta ingleses, con un famoso
tren de artillería volante, y después de haber sostenido el fuego por
espacio de una hora, se arrojó este valeroso patriota con unos pocos que
le siguieron sobre el enemigo, logrando matarle algunos artilleros y
quitarle un carro cubierto de municiones, que salvó por entre los fuegos
de fusil y con inminente riesgo de su vida, la cual hubiere perdido sin
duda por haberle muerto el caballo, si la generosa valentía de don
Lorenzo López no lo hubiese libertado alzándolo a las ancas del suyo."
Pueyrredón se retiró con sus hombres y el carro capturado reuniéndose
con Olavarría, con quien se dirigió a la chacra de Márquez (actuales
tierras de los talleres militares de Bulogne Sur Mer) para reagruparse y
esperar a Liniers para avanzar sobre Buenos Aires.
Beresford regresó a Buenos Aires con la artillería capturada (sólo los
dos pedreros, desechando las insevibles carronadas) y siete prisioneros,
entre ellos, el desertor de su ejército, el soldado alemán Shennón,
amarrado a la cureña de un cañón. Previo consejo de guerra y eucaristía
brindada por el obispo de Buenos Aires, el desertor fue fusilado frente
al regimiento 71 el 9 de agosto como medida ejemplificadora.
Ante la dispersión de las tropas, Antonio de Olavarría trabajó para
reunir a los hombres del cuerpo de blandengues, con lo que pudo sumar
400 hombres a las tropas de Liniers en la Chacarita de los Colegiales.
Pueyrredón por su parte dejó el encargo de la reunión a sus hombres y a
las 3 de la tarde partió en un bote rumbo a la Banda Oriental para dar
cuenta de la situación, acompañado de Francisco Trelles, Francisco
Marino de Orma, José Bernaldes, Cornelio Zelaya y Miguel Mejía Mármol.
Tras un largo y peligroso periplo arribó a Colonia del Sacramento el día
2 y se reunió con Liniers, quien calificó "de un arrojo temerario el
del combate de Perdriel sin convenir con Pueyrredón en las consecuencias
que lo habían alarmado hasta el término de emprender este viaje difícil
y peligroso.".
El número de bajas en ambos bandos fue bajo. En un informe remitido a
Liniers a fines de agosto por los voluntarios catalanes se evaluaba el
encuentro de Perdriel como un triunfo, dando como cifras de bajas veinte
ingleses muertos y diez heridos, y sólo tres muertos y cuatro heridos
entre los defensores.
Si bien Beresford quedó dueño del campo, el encuentro no lo favorecía,
no sólo por la relativa disparidad de bajas, sino por el fracaso
estratégico de la operación: la intención de fijar y derrotar en campo
abierto a las fuerzas de campaña sublevadas no se había podido cumplir
al retirarse los blandengues y retirarse el grueso de las milicias.
Dice al respecto Gillespie: "La dispersión de su ejército en Perdriel,
el 2 de agosto, tuvo un efecto evidente en los sentimientos de todos los
rangos durante los tres días siguientes. Fueron desusualmente civiles,
pero después de saber que ninguna pérdida seria había resultado, cada
uno asumió un grado de insolencia desdeñosa, exigiendo la vereda y otros
ejemplos de pequeño insulto. Un día el teniente Sampson, del cuerpo de
Santa Helena, mientras pasaba por una de estas pulperías, vio a algunos
de esos sujetos precipitarse para arrancar el mosquete del centinela, lo
que consiguieron, y él fue peligrosamente apuñealeado en el acto de
ayudar al soldado. Se hacían amonestaciones sin resultado, pues en todas
las denuncias al poder civil, unos pocos encogimientos de hombros y
lindas promesas para librarse del importuno eran los únicos sustitutos
del remedio eficaz".
Finalmente Liniers desembarcó el 6 de agosto en Las Conchas (en
inmediaciones de la desembocadura del Rìo Reconquista). Allí Pueyrredón
sólo pudo sumar 33 hombres. Las fuertes lluvias caídas entre el 4 y el 8
retardaron la unión del ejército de Pueyrredón hasta el día 9,
donde"ese actual Franklin de su país, llevó consigo no solamente su
fuerza primitiva, sino un gran refuerzo de catalanes de Montevideo." El
12 de agosto se produciría finalmente el ataque y reconquista de la
ciudad.
En la tarde del 23 de diciembre de 1806 los combatientes recibieron del
cabildo una condecoración conocida como "Escudo de Perdriel". Oblonga,
de oro y media onza de peso, con las armas de la ciudad de Buenos Aires
en relieve, llevaba el lema "V.o T.s R. C.o q.s Td.s de B.s A.s", esto
es: Voluntarios Reconquistadores de Buenos Aires. Era usada en el brazo
izquierdo, montada en una cinta en la que estaba grabado a mano el lema.
En la reorganización de las milicias de cara a la esperada segunda
invasión, y tomando como base a las milicias organizadas por Pueyrredón,
se organizaron las demás unidades, distribuyéndose por regiones de
origen a los españoles. Se autorizó a los soldados de los cuerpos
urbanos formados a elegir a sus oficiales y éstos a sus superiores.
Pueyrredón quedó al mando directo del primer Escuadrón de Húsares, que
fue conocido como los Húsares de Pueyrredón.
Desde hace varios años, la comunidad del Partido de General San Martín
recuerda a los caídos en Perdriel cada 1º de agosto en los actos
conmemorativos que se realizan en el Museo Histórico José Hernández -
Chacra Pueyrredón, ubicado en Presbítero Carballo 5042, Villa Ballester
Oeste, Partido de General San Martin. En ese mismo lugar está instalado
un monolito que lo consagra “Hito Nùmero 1 de la Argentinidad” ". La
chacra fue declarada en 1942 Monumento Histórico Nacional
Fuentes: Beruti, Juan Manuel, Memorias Curiosas, Buenos Aires, Emecé,
2001 / Melián, José, Apuntes Históricos, en Biblioteca de Mayo / Mitre,
Bartolomé, Obras Completas, Vol. IV, Historia, Congreso de la Nación,
Buenos Aires, 1940 / Núñez, Ignacio, Noticias históricas de la República
Argentina, en Biblioteca de Mayo / Oscar Tavani Pérez Colman, Martínez
de Fontes y la fuga del General Beresford, Editorial Dunken, 2005 /
Roberts, Carlos, Las invasiones inglesas del Río de la Plata
(1806-1807), Emecé Editores, 2000 / Reseña Histórica y Orgánica del
Ejército Argentino, Círculo Militar, Buenos Aires, 1972 / Saguí,
Francisco, Los últimos cuatro años de la dominación española, en
Biblioteca de Mayo.
http://www.fotolog.com/ejercitonacional
http://www.facebook.com/EJERCITO.NACIONAL.ARG
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