En el
sangriento asalto que los soldados argentinos llevaron a la trinchera de
Potrero Sauce, el 18 de julio de 1866, el primero que puso los pies en
la disputada posición fue el capitán del Batallón San Juan, don Lisandro
Sánchez, seguido del soldado Santiago Esquivel.
Animados
por tan bravo ejemplo, toda la compañía sanjuanina y otra del Regimiento
Córdoba, escalaron el terrible obstáculo. Animaba a sus cordobeses el
capitán Pedro Sosa, cuando una bala cortó su vida, casi al mismo
instante que rendía la suya el primero holló la trinchera, el bravo
Lisandro Sánchez.
En medio de
aquella carnicería y de aquel desesperado batallar, muere, al pie de la
trinchera, el abanderado del 2 de Entre Ríos; el Sargento Máximo
Euguren, un verdadero niño, la levanta en alto y escala la batería
gritando a sus camaradas:
- Siganme, si son hombres.
Tal injuria no quedó sin recoger. Un miliciano le contesta airado:
- Lo hemos de seguir y aun hemos de pasar, Sargento… ¿Acaso usted nomás es argentino?
Y para
sostener esta frase de insubordinación sublime, provocada por la duda
del superior, el bravo miliciano se lanza adelante; tras él fueron
otros, y al fin todos.
Fuente: Compilación de Anécdotas Militares, Subteniente Juan Carlos Cordoni, Bs. As. 1936.
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