Si bien los combates ocurridos durante la conquista del desierto son los principales hechos de armas de dicha campaña, no se deben olvidar el considerar algunos desastres, que por su trascendencia y resonancia en el medio castrense, influyeron en el ánimo de los expedicionarios y fortineros. Muchos de ellos fueron olvidados, o, siguiendo una práctica muy usual, no dejaron registrados los pormenores, quedando la posteridad ignorante de tantos actos de heroísmo, cumplidos por oscuros soldados, como por humildes y serviciales indios amigos.
Uno de estos hechos fue el denominado desastre de Collón Curá, que merece figurar en nuestra literatura, para que nuestra juventud sepa y conozca que aquí en esta tierra, su Patria, hubo una pléyade de varones capaces, valientes, abnegados, tan héroes como esos que la literatura extranjera les presenta, pero que por desconocimiento o snobismo han dejado en el oscuro desván de la Historia, muchos de los escritores que han preferido beber en otras fuentes la inspiración para sus libros.
La de Collón Curá fue una de las mayores catástrofes ocurridas a las tropas expedicionarias, durante las campañas al sur argentino. Es un dato que no han observado los historiadores y escritores –por lo menos no se encuentra en la literatura a nuestro alcance- el peligro que siempre significó para nuestros abnegados soldados el tener que cruzar o vadear los impetuosos ríos cordilleranos. Esos ríos cuyo lecho es, por lo general, de cantos rodados patagónicos. A la velocidad y turbulencias de las aguas en las lisas piedras, se une la frialdad natural en corrientes de deshielo. La gelidez hace que el soldado caído en las aguas, con las ropas empapadas, con botas y los demás elementos que lleva cuando va montado, no pueda nadar, y menos con esas corrientes que lo van dando vueltas y lo arrojan contra las piedras que sobresalen del curso. De allí la gran cantidad de muertos en estos accidentes.
Una estadística de las campañas llevadas a cabo en la provincia neuquina, nos da el sorpresivo saldo de que las corrientes de agua han producido tantas muertes como el indio enemigo, con sus lanzas y otras armas. El Collón Curá, el Aluminé, el Traful, así como el Limay, Neuquén y otros ríos, cobraron a nuestro Ejército el pasaje de sus encrespadas aguas con la sangre generosa de muchos de sus valientes guerreros.
El desastre de Collón Curá tuvo lugar en el Paso del río del mismo nombre, al sur de donde se hallaba la balsa de Vialidad Nacional, antiguo tramo de la Ruta Nacional Nº 40, hoy rectificado al construirse el puente, aguas abajo. Antes de llegar a la confluencia del Quemquemtreu. Departamento homónimo.
“A las 12 y 55 se hizo acampar; de este punto se adelantó el comandante Suárez, acompañado del sargento del Regimiento 7º Felipe Torres y una partida del teniente Trayman y 10 indios, con el objeto de explorar el paso del río Collón-Curá, regresando al campamento a las 2 de la mañana, hora que hizo tocar a ensillar, poniéndose en marcha a las 2 y 30 acampando en el antiguo campamento de la 3ª Brigada se hizo la carneada, en seguida el jefe de la fuerza comisionó al cabo García, del Regimiento 7º, y al cabo Silva, del Batallón 6, para que fueran a cortar madera para la construcción de balsas que facilitaran el paso del río, disponiendo a la vez que armara el bote que con ese fin llevaban.
Momentos después regresaban los cabos García y Silva, diciendo no haber encontrado madera adecuada para balsas; pero dando cuenta de haber encontrado un paso por donde las fuerzas podían efectuarlo a caballo; al saber esto el Comandante, se trasladó acompañado del cabo Silva y el soldado Ocampos, ambos del Batallón 6 al paso indicado, para que a su presencia vadeara el río; verificada ésta y habiéndose persuadido de la facilidad que había, regresó al campamento y ordenó a los Comandantes de Piquetes hicieran tomar los mejores caballos para efectuar el pasaje en el punto donde se acababa de explorar.
A las 8 se emprendió la marcha, llegando al paso a las 9 y cuarto, hora que se dio principio a vadearlo, yendo el comandante Suárez adelante; el primer brazo lo pasó sin novedad alguna el mencionado comandante, capitán del Regimiento 7º D. Manuel Piñerory con más de cincuenta hombres del Regimiento y algunos cargueros con el equipo de la fuerza. En seguida inició el pasaje el Piquete de Infantería, pero habiéndose recostado el subteniente Scharples y algunos de la mitad que él mandaba, a la izquierda donde había un rápido, fue entonces cuando fue arrebatado por la corriente, ahogándose éste, 7 de la tropa del Batallón 6 de Línea y 2 del Regimiento 7 que seguían la dirección que aquel oficial llevaba.
El subteniente D. Pedro González del mismo piquete y al mando de la segunda mitad, siguió el rumbo por donde había pasado la primera fuerza y lo realizó sin novedad alguna.
En vista de este contratiempo dispuso el Comandante suspender el pasaje de los caballerizos para efectuarlo una vez terminado de armar el bote. El comandante Suárez comunicó al Jefe accidental de la Brigada, por medio de una nota que entregó al subteniente Aubone, lo ocurrido. Este oficial quedaba en el paso donde había venido para hacerse cargo del bote. Los que perecieron en esta catástrofe, son los siguientes:
Batallón 6 de Línea
Subteniente D. Lorenzo J. Sharples
Sargento 2º Carmen Ferreyra
Soldado Fortunato Ramírez
Soldado Eleuterio Varela
Soldado Mariano Celis
Soldado Andrés Pizono
Soldado Pastor Gallardo
Soldado Felipe Luna
Regimiento 7º de Caballería
Soldado Segundo Alvarez
Soldado Pedro Ochoa
Esta tropa pertenecía a la vanguardia de la 3º Brigada, que se dirigía hacia el sur neuquino, con la misión de evitar la huída de las huestes de Saihueque e Inacayal. Al llegar al lugar del suceso el efectivo de la Brigada habría de conmoverse ante el trágico suceso. Y así se registra en el Diario, que refiere:
“Este triste acontecimiento causó profunda impresión en todos los individuos de la Brigada, y muy particularmente entre la oficialidad del Batallón 6 que lamentaba la pérdida no sólo de un compañero querido, sino de un oficial distinguido como el subteniente Sharples, de un sargento que hacía años servía en el Cuerpo y de muy buenos soldados, todos llenos de méritos y servicios.
Se acampó inmediatamente; poco después el subteniente Aubone entregaba al Jefe de la Brigada dos notas del comandante Suárez. En la primera de fecha 2 del corriente, dicho Jefe daba cuenta que habiendo encontrado un paso bueno poco más arriba del conocido se resolvía a pasar sin emplear para ello el bote, el cual lo entregaba al subteniente Aubone por creerlo innecesario para pasar los demás ríos.
La segunda nota, era de fecha 4 del mismo y en ella daba cuenta que el paso elegido por él, tenía cinco brazos; que pasó el primero con felicidad pero que al efectuar el pasaje del segundo, la primera mitad de la compañía del Batallón 6 al mando del subteniente D. Lorenzo J. Sharples que venía a retaguardia de la del Regimiento 7º que pasó bien, dicho oficial, se inclinó un poco a la izquierda de la dirección, siendo inútiles las señas y voces que se le hicieron para que se hiciera a la derecha, siguiéndolo en tan funesto error toda la mitad, siendo arrastrados violentamente por la corriente cayeron al hondo del canal donde perecieron ahogados, el subteniente D. Lorenzo J. Sharples, el sargento 2º Carmen Ferreyra y los soldados Felipe Luna, Andrés Pizono, Pastor Gallardo, Eleuterio Varela, Mariano Celis y Fortunato Ramírez del Batallón 6, y los soldados Segundo Alvarez y Pedro Ochoa del Regimiento 7º.
El Comandante terminó el pasaje del Collón-Curá en uno de los botes que estaban armados, efectuándolo después la vanguardia de la segunda Brigada sin tener que lamentar pérdida alguna.
De los ahogados sólo se encontró el cadáver de un soldado al que se dio sepultura; los demás fueron buscados inútilmente.
Los oficiales del Batallón 6º, el día 8 del mismo mes, haciéndose eco del sentimiento de pesar que la pérdida de estos infortunados compañeros había producido en sus camaradas, dejaron en el lugar, como testimonio de su recuerdo, una pequeña cruz con la siguiente inscripción:
El 2 de diciembre de 1882 perecieron ahogados, en el paso de este río, el subteniente D. Lorenzo Sharples, el sargento Carmen Ferreyra y los soldados Felipe Luna, Andrés Pizorno (sic), Pastor Gallardo, Eleuterio Varela, Mariano Celis y Fortunato Ramírez, del Batallón Nº 6 de Línea; y los soldados: Segundo Alvarez y Pedro Ochoa del Regimiento Nº 7 de Caballería de Línea; nobles víctimas de su abnegación y disciplina”.
Han transcurrido muchos años desde ese infausto día y aún esperan que su pueblo, ese del cual salieron, por el cual lucharon y por quien cayeron, haga reponer esa sencilla cruz, símbolo cristiano que obliga a la meditación y al recogimiento, junto al cual una sencilla estela de piedra del lugar, lleve la inscripción que ayer dejaron los acongojados camaradas de los desaparecidos, para que entonces, el viajero que detenga sus pasos en ese lugar, pueda elevar una sencilla oración al Altísimo, por el eterno descanso de sus almas.
Fuentes: Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado, www. revisionistas.com.ar, Roane, Juan Mario – Fortines del desierto – Rev. y Biblioteca del Suboficial – Vol Nº 143, 1969.
Uno de estos hechos fue el denominado desastre de Collón Curá, que merece figurar en nuestra literatura, para que nuestra juventud sepa y conozca que aquí en esta tierra, su Patria, hubo una pléyade de varones capaces, valientes, abnegados, tan héroes como esos que la literatura extranjera les presenta, pero que por desconocimiento o snobismo han dejado en el oscuro desván de la Historia, muchos de los escritores que han preferido beber en otras fuentes la inspiración para sus libros.
La de Collón Curá fue una de las mayores catástrofes ocurridas a las tropas expedicionarias, durante las campañas al sur argentino. Es un dato que no han observado los historiadores y escritores –por lo menos no se encuentra en la literatura a nuestro alcance- el peligro que siempre significó para nuestros abnegados soldados el tener que cruzar o vadear los impetuosos ríos cordilleranos. Esos ríos cuyo lecho es, por lo general, de cantos rodados patagónicos. A la velocidad y turbulencias de las aguas en las lisas piedras, se une la frialdad natural en corrientes de deshielo. La gelidez hace que el soldado caído en las aguas, con las ropas empapadas, con botas y los demás elementos que lleva cuando va montado, no pueda nadar, y menos con esas corrientes que lo van dando vueltas y lo arrojan contra las piedras que sobresalen del curso. De allí la gran cantidad de muertos en estos accidentes.
Una estadística de las campañas llevadas a cabo en la provincia neuquina, nos da el sorpresivo saldo de que las corrientes de agua han producido tantas muertes como el indio enemigo, con sus lanzas y otras armas. El Collón Curá, el Aluminé, el Traful, así como el Limay, Neuquén y otros ríos, cobraron a nuestro Ejército el pasaje de sus encrespadas aguas con la sangre generosa de muchos de sus valientes guerreros.
El desastre de Collón Curá tuvo lugar en el Paso del río del mismo nombre, al sur de donde se hallaba la balsa de Vialidad Nacional, antiguo tramo de la Ruta Nacional Nº 40, hoy rectificado al construirse el puente, aguas abajo. Antes de llegar a la confluencia del Quemquemtreu. Departamento homónimo.
“A las 12 y 55 se hizo acampar; de este punto se adelantó el comandante Suárez, acompañado del sargento del Regimiento 7º Felipe Torres y una partida del teniente Trayman y 10 indios, con el objeto de explorar el paso del río Collón-Curá, regresando al campamento a las 2 de la mañana, hora que hizo tocar a ensillar, poniéndose en marcha a las 2 y 30 acampando en el antiguo campamento de la 3ª Brigada se hizo la carneada, en seguida el jefe de la fuerza comisionó al cabo García, del Regimiento 7º, y al cabo Silva, del Batallón 6, para que fueran a cortar madera para la construcción de balsas que facilitaran el paso del río, disponiendo a la vez que armara el bote que con ese fin llevaban.
Momentos después regresaban los cabos García y Silva, diciendo no haber encontrado madera adecuada para balsas; pero dando cuenta de haber encontrado un paso por donde las fuerzas podían efectuarlo a caballo; al saber esto el Comandante, se trasladó acompañado del cabo Silva y el soldado Ocampos, ambos del Batallón 6 al paso indicado, para que a su presencia vadeara el río; verificada ésta y habiéndose persuadido de la facilidad que había, regresó al campamento y ordenó a los Comandantes de Piquetes hicieran tomar los mejores caballos para efectuar el pasaje en el punto donde se acababa de explorar.
A las 8 se emprendió la marcha, llegando al paso a las 9 y cuarto, hora que se dio principio a vadearlo, yendo el comandante Suárez adelante; el primer brazo lo pasó sin novedad alguna el mencionado comandante, capitán del Regimiento 7º D. Manuel Piñerory con más de cincuenta hombres del Regimiento y algunos cargueros con el equipo de la fuerza. En seguida inició el pasaje el Piquete de Infantería, pero habiéndose recostado el subteniente Scharples y algunos de la mitad que él mandaba, a la izquierda donde había un rápido, fue entonces cuando fue arrebatado por la corriente, ahogándose éste, 7 de la tropa del Batallón 6 de Línea y 2 del Regimiento 7 que seguían la dirección que aquel oficial llevaba.
El subteniente D. Pedro González del mismo piquete y al mando de la segunda mitad, siguió el rumbo por donde había pasado la primera fuerza y lo realizó sin novedad alguna.
En vista de este contratiempo dispuso el Comandante suspender el pasaje de los caballerizos para efectuarlo una vez terminado de armar el bote. El comandante Suárez comunicó al Jefe accidental de la Brigada, por medio de una nota que entregó al subteniente Aubone, lo ocurrido. Este oficial quedaba en el paso donde había venido para hacerse cargo del bote. Los que perecieron en esta catástrofe, son los siguientes:
Batallón 6 de Línea
Subteniente D. Lorenzo J. Sharples
Sargento 2º Carmen Ferreyra
Soldado Fortunato Ramírez
Soldado Eleuterio Varela
Soldado Mariano Celis
Soldado Andrés Pizono
Soldado Pastor Gallardo
Soldado Felipe Luna
Regimiento 7º de Caballería
Soldado Segundo Alvarez
Soldado Pedro Ochoa
Esta tropa pertenecía a la vanguardia de la 3º Brigada, que se dirigía hacia el sur neuquino, con la misión de evitar la huída de las huestes de Saihueque e Inacayal. Al llegar al lugar del suceso el efectivo de la Brigada habría de conmoverse ante el trágico suceso. Y así se registra en el Diario, que refiere:
“Este triste acontecimiento causó profunda impresión en todos los individuos de la Brigada, y muy particularmente entre la oficialidad del Batallón 6 que lamentaba la pérdida no sólo de un compañero querido, sino de un oficial distinguido como el subteniente Sharples, de un sargento que hacía años servía en el Cuerpo y de muy buenos soldados, todos llenos de méritos y servicios.
Se acampó inmediatamente; poco después el subteniente Aubone entregaba al Jefe de la Brigada dos notas del comandante Suárez. En la primera de fecha 2 del corriente, dicho Jefe daba cuenta que habiendo encontrado un paso bueno poco más arriba del conocido se resolvía a pasar sin emplear para ello el bote, el cual lo entregaba al subteniente Aubone por creerlo innecesario para pasar los demás ríos.
La segunda nota, era de fecha 4 del mismo y en ella daba cuenta que el paso elegido por él, tenía cinco brazos; que pasó el primero con felicidad pero que al efectuar el pasaje del segundo, la primera mitad de la compañía del Batallón 6 al mando del subteniente D. Lorenzo J. Sharples que venía a retaguardia de la del Regimiento 7º que pasó bien, dicho oficial, se inclinó un poco a la izquierda de la dirección, siendo inútiles las señas y voces que se le hicieron para que se hiciera a la derecha, siguiéndolo en tan funesto error toda la mitad, siendo arrastrados violentamente por la corriente cayeron al hondo del canal donde perecieron ahogados, el subteniente D. Lorenzo J. Sharples, el sargento 2º Carmen Ferreyra y los soldados Felipe Luna, Andrés Pizono, Pastor Gallardo, Eleuterio Varela, Mariano Celis y Fortunato Ramírez del Batallón 6, y los soldados Segundo Alvarez y Pedro Ochoa del Regimiento 7º.
El Comandante terminó el pasaje del Collón-Curá en uno de los botes que estaban armados, efectuándolo después la vanguardia de la segunda Brigada sin tener que lamentar pérdida alguna.
De los ahogados sólo se encontró el cadáver de un soldado al que se dio sepultura; los demás fueron buscados inútilmente.
Los oficiales del Batallón 6º, el día 8 del mismo mes, haciéndose eco del sentimiento de pesar que la pérdida de estos infortunados compañeros había producido en sus camaradas, dejaron en el lugar, como testimonio de su recuerdo, una pequeña cruz con la siguiente inscripción:
El 2 de diciembre de 1882 perecieron ahogados, en el paso de este río, el subteniente D. Lorenzo Sharples, el sargento Carmen Ferreyra y los soldados Felipe Luna, Andrés Pizorno (sic), Pastor Gallardo, Eleuterio Varela, Mariano Celis y Fortunato Ramírez, del Batallón Nº 6 de Línea; y los soldados: Segundo Alvarez y Pedro Ochoa del Regimiento Nº 7 de Caballería de Línea; nobles víctimas de su abnegación y disciplina”.
Han transcurrido muchos años desde ese infausto día y aún esperan que su pueblo, ese del cual salieron, por el cual lucharon y por quien cayeron, haga reponer esa sencilla cruz, símbolo cristiano que obliga a la meditación y al recogimiento, junto al cual una sencilla estela de piedra del lugar, lleve la inscripción que ayer dejaron los acongojados camaradas de los desaparecidos, para que entonces, el viajero que detenga sus pasos en ese lugar, pueda elevar una sencilla oración al Altísimo, por el eterno descanso de sus almas.
Fuentes: Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado, www. revisionistas.com.ar, Roane, Juan Mario – Fortines del desierto – Rev. y Biblioteca del Suboficial – Vol Nº 143, 1969.
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