Decidido el General Belgrano a detener su retirada hacia Córdoba prepara sus fuerzas con el entusiasta apoyo de la población tucumana, a fin de detener el avance del general español Pío Tristán. El 24 de septiembre, ambas fuerzas chocan al sudoeste de la ciudad de Tucumán. Tras un primer momento de zozobra ante la derrota de parte de las fuerzas patriotas, la decidida acción de Díaz Velez al mando de toda la infantería y la artillería frenó el ímpetu del ataque realista. Acudiendo Belgrano con 500 hombres en apoyo de Díaz Velez, que se había hecho fuerte en la ciudad, intimó a la rendición al jefe español. Este rechazó la misma y durante la noche se replegó a Salta dejando el triunfo a las armas patriotas. Tras la victoria, el general Belgrano se dirigió al Superior Gobierno de las Provincias Unidas remitiéndole el parte que decía: “La Patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas el 24 del corriente día de Ntra. Sra. De las Mercedes, bajo cuya protección nos pusimos: 7 cañones, 3 banderas, y un estandarte: 50 oficiales, 4 capellanes, 2 curas, 600 prisioneros; 400 muertos, las municiones de cañón y de fusil, todos los bagajes, y aún la mayor parte de sus equipajes, son el resultado de ella. Desde el último individuo de ejército, hasta el de mayor graduación se han comportado con el mayor honor y valor”.
El ejército del Norte se retira lentamente, hostigada su retaguardia por dos columnas españolas envalentonadas por la facilidad de la maniobra. Belgrano se afirma ya en la idea de hacer frente al enemigo en Tucumán. Pero las órdenes que recibe del gobierno son terminantes: destruir todo lo que pueda ser útil al enemigo y continuar retirándose hacia Córdoba. El 3 de setiembre un combate de retaguardia sobre el río Las Piedras, demuestra el temple de los soldados que intervienen en él e infunde esperanzas a todos.
El ejército del Norte se retira lentamente, hostigada su retaguardia por dos columnas españolas envalentonadas por la facilidad de la maniobra. Belgrano se afirma ya en la idea de hacer frente al enemigo en Tucumán. Pero las órdenes que recibe del gobierno son terminantes: destruir todo lo que pueda ser útil al enemigo y continuar retirándose hacia Córdoba. El 3 de setiembre un combate de retaguardia sobre el río Las Piedras, demuestra el temple de los soldados que intervienen en él e infunde esperanzas a todos.
En las proximidades de la ciudad de Tucumán recibe Belgrano a una comisión que le ofrece los hombres y las armas disponibles para hacer frente a los realistas y, lo que es más, la decisión de vender caras sus vidas. Belgrano se decide; desobedecerá al gobierno para luchar al lado de este pueblo heroico. Pone a la ciudad en estado de defensa y forma sus tropas al norte de la misma, de espaldas a ella. Los españoles, confiados en su mayor experiencia, suponen el triunfo fácil. Flanquean por la izquierda la línea patriota para cortarles la retirada del sur, visiblemente, sin enmascarar sus movimientos, tan seguros están de la victoria. Belgrano cambia su frente hacia el oeste y el choque se produce. Es el 24 de setiembre de 1812: son las 8 de la mañana. Pronto la batalla se hace confusa, de difícil conducción. Los ejércitos se dividen, se fragmentan en grupos que pelean interpolados, medio ocultos por el humo hurente de los pajonales incendiados, mientras sobre el campo de las Carreras se abate una espesa manga de langostas que aumenta la confusión.
Recién al anochecer -ha sido toda una larga jornada de heroísmos individuales - Belgrano logra reunir a sus huestes vencedoras. Los realistas dejan en el campo de batalla 450 muertos y 700 prisioneros, 7 cañones, banderas y estandartes y, sobre todo, jirones de su petulancia de la víspera.Be!grano no ha logrado, empero, la decisión total. Tristán tiene tiempo de reunir los restos de su ejército y, sin ser molestado, se dirige hacia Salta.La victoria tuvo gran repercusión en todo el país. Tucumán, "cuna de la libertad y sepulcro de la tiranía", la celebra jubilosa. El 27 de octubre se realizó una misa en acción de gracias. Por la tarde, cuando la procesión portaba en las andas a Nuestra Señora de las Mercedes, en medio de la conmoción universal, Belgrano puso el bastón que llevaba entre los cordones del atuendo de la imagen.
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