domingo, 17 de enero de 2016

ESCUELA DE AVIACIÓN DEL EJERCITO.

El origen de los pilotos verde oliva    

Plaza de Armas de los aviadores militares
Con poco menos de tres décadas de vida, la hoy denominada Escuela de Aviación de Ejército Coronel Arenales Uriburu, creada el 23 de noviembre de 1989 por decreto del PEN Nº 1288, atesora sin embargo un riquísimo historial. Estos son los hechos y acontecimientos que la convirtieron en cuna de pilotos y aviadores y que en la actualidad, dirige el coronel Armando Colucci.

Todo empezó el 10 de agosto de 1912 en El Palomar, provincia de Buenos Aires, con el puntapié inicial de la Escuela de Aviación Militar del Ejército Argentino. Se había concretado la iniciativa que tozudamente impulsaron Jorge Newbery, Horacio Anasagasti, el barón Antonio de Marchi, Bartolomé Macías (los más encumbrados miembros del Aero Club Argentino), entre otros, acompañados por el mayor artillero Arturo Luisoni. Al principio no todas fueron flores. Cuando presentaron la inquietud de crear ese instituto al entonces Ministro de Guerra, general Gregorio Vélez, este los recibió con una frase lapidaria. “El gobierno observa con placer sus proyectos pero en las actuales circunstancias no está en condiciones de sostener una escuela de aviación”. ¿Qué hacer, entonces? fue el dilema. Cuando todo parecía quedar en la nada, Luisoni pergeñó la idea de dotar a la Fuerza con un globo dirigible mediante el aporte de una suscripción pública. La cosa era simple: emitir 1.500.000 tarjetas postales alegóricas con la incipiente aviación y cuya venta al público, a 20 centavos cada una, que proporcionarían los fondos para comprar el aparato. Entusiasmó a de Marchi quien inmediatamente se la transfirió a Vélez. Fue solo. Esta vez no lo acompañó Newbery porque había discutido de no muy buena manera con el ministro luego de recibir aquella contestación. Era necesaria prudencia y atemperar los ánimos para lograr el objetivo buscado. El funcionario lo escuchó con atención. Y si bien asentía con un movimiento de cabeza la propuesta que le pareció interesante, le dio su opinión que resultó clave para el desarrollo de lo que más tarde se llamaría la 5ª Arma.

-Mire barón, estoy de acuerdo en todo con usted, pero por los informes que tengo me inclino decididamente por la compra de aeroplanos para el Ejército. Creo que tendrán más futuro que los globos.
Una pausa marcó el momento. Y continuó.
-Por eso, acepto de plano que sea el pueblo quien ayude a costear una flotilla de aeroplanos.
De Marchi se retiró satisfecho. Tomo debida cuenta de que el ministro “había abierto la única puerta que quizá demoraba la inclusión de la aviación en la fuerza armada nacional”, reseñaba Julio Víctor Lironi en su libro “Génesis de la aviación argentina”.
Así, Newbery y sus compañeros pusieron en marcha la Comisión Recolectora de Fondos Pro Flotilla Militar. “Movilizaron ideas, relaciones, amistades y hasta sus bolsillos. Nada omitieron en la ardua y relevante tarea para lograr el fin tan largamente acariciado”, sigue el autor.

Lluvia de aviones
La primera donación fue un aeroplano que ofreció la firma tabacalera Piccardo y Cía. Una reunión de expertos determinó qué avión comprar. El Nieuport francés resultó elegido y que llevaría el nombre de “Argentina” por decreto del vicepresidente de la Nación, en ejercicio de la presidencia, doctor Victorino de la Plaza. El 27 de abril de 1811 en una reunión en el Aero Club Argentino nacía la Comisión Provisoria Pro Aviación Militar para dar normas legales y formalizar los trabajos de aceptación de esas donaciones. Asimismo, fue la encargada de llamar a un concurso de dibujo relacionado con la aviación de guerra para emitir aquellas postales alegóricas con el objetivo de recolectar fondos.

El entusiasmo se generalizó. A tal punto y para no ser menos, el 1º de mayo la Compañía Argentina de Tabacos Limitada se asoció a la iniciativa. Sus directivos resolvieron “cooperar con la donación de una escuela de Aviación Militar con todos los elementos necesarios para que entre inmediatamente en funciones y puedan prepararse los oficiales que han de dirigir esta arma”, explicaban en una nota dirigida al titular del ACA. Además, en los considerandos de la misiva y para que sus deseos se cumpliesen de forma inmediata, pusieron a disposición de la Fuerza un monoplano Nieuport de último modelo y un aparato Bleriot con motores Gnome de 50 HP, “a los cuales deseamos lleven los nombres de “América” y “Centenario”. También, correrán por nuestra cuenta los gastos que demanden durante tres meses, los servicios del aviador Marcel Paillette quien empleará para la enseñanza de los oficiales, un biplano Farman del ejército francés, que también ponemos a disposición del Ministerio de Guerra”. Otro donativo de un aeroplano Nieuport fue el de Alberto Castex, de la Sportiva Argentina, con el pedido de que se lo denominase “Eduardo Castex” en memoria de su padre. El alumno Julio Noble del Colegio Nacional Nicolás Avellaneda encabezó una colecta entre los estudiantes con la que compraron otro aparato; el ingeniero Horacio Anasagasti regaló un automóvil de su marca de 14 HP (hoy exhibido en el Museo Nacional de Aeronáutica, en Morón); los residentes alemanes un avión Rumpler Taube; el Jockey Club de Lomas de Zamora un aparato Demoiselle con motor Bayar de 30 HP y la firma Mantels y Cía las instalaciones que pertenecían al aeródromo de la Compañía Aérea Argentina. Además, colaboraron otras firmas y organizaciones con dinero, muebles, aparatos telefónicos, dos máquinas de escribir Underwood, una caja de acero, un globo aerostático, cientos de metros cúbicos de gas, una caja de valores y un botiquín completo, entre otras cosas.
Por su parte, en los talleres del Arsenal Principal de Guerra comenzó la impresión de las postales cuando el doctor Francisco P. Moreno ofreció varios dibujos de pintores argentinos alusivos a la Independencia nacional con el lema “Pro Aviación Militar” y con los motivos alegóricos aeronáuticos elegidos entre 149 trabajos presentados.

Los pioneros
Con todo ese bagaje de aeroplanos, instalaciones y personal destinado a ese flamante emprendimiento, llegó el histórico día de agosto y un mes más tarde, el 8 de septiembre, se produjo la inauguración de la Escuela Militar de Aviación. El cargo de director recayó en el teniente coronel Arenales Uriburu y los primeros alumnos para el curso de pilotos fueron, el teniente de fragata Melchor Escola, los tenientes primeros Raúl Goubat y Anibal Brihuega, los tenientes Pedro Zanni, Alfredo Agneta, Carlos Giménez Krámer, Juan Carlos Ferreyra, Baldomero de Biedma, Saturnino Pérez Ferreyra, Leopoldo Casavega y el subteniente Manuel Origone.

Con el correr del tiempo el instituto fue cambiando de denominación: pasó de Escuela Militar de Aviación a Colegio Militar de Aviación y Escuela de Aviación Militar, cuando en 1945 fue incorporada a la entonces Aeronáutica Argentina junto con instalaciones, material aéreo y gran parte de su personal de pilotos y mecánicos del Ejército. En 1973, el Comando de Aviación de Ejército creó en Campo de Mayo, la División Instrucción de Vuelo y que en 1987, pasó a ser el Departamento Escuela de Aviación de Ejército. Finalmente, el 23 de noviembre de 1989 se la llamó Escuela de Aviación del Ejército Arenales Uriburu como se la conoce desde entonces.

Fuente: Lauro Noro y del archivo de la Revista del Suboficial para Diario Soldados Digital 2015.-

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