El 31 de diciembre de 1812 se produce la victoria Patriota en el combate del Cerrito, Montevideo. Tropas realistas de la guarnición de la sitiada ciudad de Montevideo, hacen una sorpresiva salida para intentar romper el sitio. Fuerzas de la infantería argentina, al mando del Coronel José Rondeau, se traban en una furiosa lucha cuerpo a cuerpo venciendo a los españoles.
Durante el año 1811, las fuerzas organizadas por la Junta Grande de Buenos Aires y las fuerzas gauchas organizadas por Jose Artigas habían puesto sitio a la ciudad de Montevideo, que se había negado a obedecer a las autoridades surgidas de la Revolución de Mayo. Este sitio había sido levantado a fines de ese año, cuando la situación militar quedó en condiciones desfavorables en el frente del Alto Perú.
La llegada al poder del Segundo Triunvirato, impulsada por el cambio de la situación en el frente norte permitió reiniciar el sitio hacia octubre de 1812. Las fuerzas patriotas, al mando de José Rondeau, pusieron sitio a la ciudad. Sobre el Río Uruguay había una segunda fuerza, al mando de Domingo French, además de las milicias de Artigas, que no se habían sumado aún al sitio por desavenencias con el jefe político del mismo, Manuel de Sarratea. De todas formas, el ejército sitiador logró expulsar a los realistas de Colonia del Sacramento y sitiar por completo Montevideo.
Las fuerzas realistas eran numéricamente superiores a las sitiadoras, pero su fidelidad a la causa de que defendían era algo dudosa. En su favor jugaba la falta de refuerzos, municiones y armamento de los sitiadores. Enterado de ello, el General Gaspar de Vigodet decidió intentar una salida masiva a enfrentar a sus enemigos. Tuvo mala suerte, porque justo la noche antes de iniciarlo, Rondeau recibió un importante refuerzo y avituallamiento.
La mañana del 31 de diciembre, Vigodet y el Brigadier Vicente Muesas atacaron con unos 2.300 hombres y 8 cañones las posiciones de Rondeau, que sólo contaba con 1.000 soldados y 2 cañones. Éste atrincheró rápidamente a su infantería en una loma alta (que por su cercanía al famoso Cerro de Montevideo era llamada el Cerrito). Allí lo atacó Muesas, desplazando al Regimiento Nro. 6, al mando del Teniente Coronel Miguel Estanislao Soler, expulsándolos barranca abajo. Luego atacó al otro cuerpo de infantería, el Regimiento Nro. 4, al mando de Ventura Vázquez, que logró sostener precariamente su posición por unos minutos.
En este momento, Soler reunió a sus soldados (casi exclusivamente negros libertos), y contraatacó cuesta arriba. La sorpresa de ese ataque paralizó a los españoles, y en ese momento fue muerto de un tiro el Brigadier Muesas, causando una gran confusión entre sus hombres. Por otro lado, al atacar el Cerrito, los realistas habían dejado abajo los cañones, que casi no participaron en la lucha. Los realistas fueron expulsados del Cerrito, y al llegar al pie de la cuesta fueron atacados por la Caballería Patriota, al mando de Rafael Hortiguera, lo que completó la victoria Patriota y la dispersión del enemigo.
Los patriotas tuvieron 90 muertos y 40 prisioneros, además de un cañón.
Los realistas tuvieron 100 muertos, 146 heridos y 30 prisioneros. Pero, sobre todo, quedaron muy acobardados con esa derrota, al punto que ya no intentaron ninguna otra salida de sus murallas. Ni siquiera cuando, un año más tarde, Artigas abandonara el sitio por un serio desacuerdo con la política de Buenos Aires, dejando buena parte del sitio indefenso, se atrevieron a atacar a Rondeau.
La victoria del Cerrito fue definitoria sobre el desarrollo futuro de las operaciones en tierra. Sin embargo, la ciudad se mantenía firme en la defensa, abastecida por el Río de la Plata con alimentos y refuerzos. La solución a este sitio sólo se logró durante el año 1814, con las victorias navales de Guillermo Brown, que obligó a Vigodet a rendirse ante un ejército apenas algo más grande que el que había tenido Rondeau.
Rondeau fue ascendido al grado de General, y ejercería el comando del Ejercito del Norte, y por dos veces el cargo de Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Soler fue ascendido a Coronel y llegaría más tarde a General. Vázquez fue ascendido a Coronel, y el Comandante Hortiguera a Teniente Coronel, llegando más tarde a Coronel.
viernes, 31 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DEL COMBATE DEL CERRITO
jueves, 30 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DEL COMBATE DE CHUNCHANGA
miércoles, 29 de diciembre de 2010
INFANTERIA 1826
El decreto del 5 de julio de 1826 establecía que había “un solo uniforme para cada una de las armas de que se componía el Ejército”
Además que “el uniforme de los Cuerpos de cada arma entre sí, no tendrá más diferencia que la del número, que se marcará en el botón y en el casco, y el color del penacho”.
Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar
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martes, 28 de diciembre de 2010
EL “REVUELTO GRAMAJO”
EL “REVUELTO GRAMAJO”
Todos conocemos, ya sea por comentarios, lectura de menús o por tenerlo dentro de las comidas o minutas habituales, al Revuelto Gramajo, pero seguramente, no conozcamos su origen y/o el de su nombre.
En la excelente obra del historiador nacional Don Félix Luna, “Soy Roca”, encontramos una acertada descripción de quien fuera leal y permanente amigo del General Don Julio Argentino Roca: el Coronel Don Artemio Gramajo.
Siendo un brillante y joven oficial de tan solo 26 años, le tocó a Julio Roca, prestar servicios como jefe del Regimiento 7 de Infantería, con guarnición en Tucumán, el que [...] era, en verdad mi patria particular; allí me sentía más a gusto que en ningún otro lado. Sus oficiales me querían y compartían los mismos ideales: un ejército fuerte y disciplinado para sostener la autoridad de la Nación en todo momento. Eran muchachos divertidos y cultos, pero por sobre todo, eran militares enteros, capaces de soportar cualquier sacrificio por el honor del regimiento. De los muchos que sirvieron conmigo por entonces y más tarde se asociaron a mis luchas y mis glorias, recuerdo al ayudante Artemio Gramajo, mi amigo y compañero de toda la vida.
No se me olvida el episodio que viví a poco de conocerlo. Teníamos que salir en comisión y yo observaba que Gramajo estaba remoloneando a causa de un chanchito en pleno proceso de convertirse en un maravilloso asado. Con un poco de maldad, lo apuré, hice que dejara todo y partimos. Cumplida la comisión, veníamos de regreso. Irónicamente, le dije:
- Ahora sí que vendría bien el lechón...
Entonces me dijo con un tono que todavía puedo escuchar, a más de medio siglo de distancia:
- Alcancé a traer la cabeza...
Desde ese momento supe que sería mi amigo para siempre. Lo fue en la buena y en la mala fortuna, siempre discreto y servicial, afectuoso, caballeresco, valiente, bromista; y también glotón y amarrete. Durante mi primera presidencia, lo designé mi edecán y después lo siguió siendo con o sin nombramiento. Pasará a la historia por nuestra amistad, que lo convirtió durante décadas en mialter ego, pero también por haber inventado el revuelto que lleva su nombre y se ha convertido en un plato común de los restaurantes de Buenos Aires.
Se cuenta que este plato, fue creación exclusiva de nuestro célebre amigo del buen comer y beber, consistiendo en un preparado del que normalmente, en forma personal, impartía al chef del lugar que frecuentara, las instrucciones para su preparación.
Como sabemos, esta especialidad perduró en el tiempo, convirtiéndose en una célebre minuta que hoy en día, habiendo alcanzado el status de figurar en las cartas de los restaurantes más refinados.
Coronel Artemio Gramajo
De joven ingresó al ejército provincial, al mando de los Generales Manuel y Antonio Taboada. A sus órdenes luchó en 1861 contra Octavio Navarro, Angel Vicente Peñaloza y Celedonio Gutierrez, participando en la victoria que aseguró la provincia de Tucumán para el bando unitario.
En 1865 participó de la Guerra del Paraguay, y luchó en las primeras grandes batallas. En 1867 fue enviado de regreso al noroeste del país, para ponerse a las órdenes de Taboada en la guerra contra Felipe Varela; luchó en la Batalla de Pozo de Vargas, como uno de los jefes de infantería.
Fue uno de los jefes en la Batalla de Pastos Grandes, definitiva victoria sobre Felipe Varela; muchos enemigos se rindieron bajo garantía de sus vidas.
Participó de la guerra contra el caudillo federal entrerriano Ricardo Lopez Jordan, aplicando métodos similares. Luchó en la Batalla de Ñaembé, la última esa guerra, a órdenes del Teniente Coronel Julio Argentino Roca, de quien se hizo amigo personal. Permaneció a órdenes de éste por muchos años: con él hizo la campaña contra el revolucionario mitrista Jose Miguel Arredondo en 1874, y luchó en Santa Rosa.
En 1877, Roca fue nombrado ministro de guerra; desde entonces fue su edecán. Acompañó a su jefe en la Conquista del desierto de 1879. Cuando Roca fue electo Presidente de la República Argentina, siguió ocupando el cargo de edecán, esta vez de la presidencia.
Fuente: Diario Soldados Digital
En la Imagen; El Coronel Gramajo caricaturizado por Cao para la revista Caras y Caretas.
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lunes, 27 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE ITÁ-IBATÉ
A las 6 de la mañana del 27 de diciembre se reinició el bombardeo y se inició el asalto definitivo, esta vez llevado a cabo por las fuerzas argentinas que cruzaron el Pykysyry y arrollaron la primera línea de defensa lanzándose luego sobre las posiciones de Itá-Ybaté. El ataque era encabezado por el batallón Córdoba a cargo del Coronel Agustin Olmedo, seguido del batallón 1° de Santa Fe a cagro del Teniente Coronel Enrique Spika.
El fuego de los defensores causó numerosas bajas en las fuerzas atacantes, resultando herido el jefe de estado mayor del primer Cuerpo coronel Gordillo, especialmente en el batallón Buenos Aires, que a bayoneta calada se sumaba a la lucha.
Tropas de los batallones Córdoba al mando del capitán Máximo Ibáñez y del Santa Fe al mando del teniente Avellaneda quedaron por momentos aislados en vanguardia y fueron rodeados por fuerzas superiores. Formando en círculo resistieron el ataque hasta que los del Buenos Aires y el batallón Rosario consiguieron estabilizar el frente.
El ataque penetró finalmente las trincheras paraguayas, mientras que un ataque de la caballería conseguía envolver la posición y deshacer a un escuadrón paraguayo que opuso resistencia.
Las fuerzas del 4° de línea a cargo del Teniente Coronel Florencio Romero y del 5° a Cargo de Nicoás Levalle dejaron la línea y se lanzaron al ataque rompiendo la línea defensiva pero sólo para quedar aislados. Ante las órdenes del Coronel Luis Maria Campos para que retrocedieran, Levalle respondió "Coronel, el batallón 5° de línea no sabe dar media vuelta frente al enemigo!" y comenzó a retroceder al paso y al son del tambor dando frente a las fuerzas paraguayas y bajo el fuego a quemarropa de sus fusileros.
Cuando el avance en línea de la infantería argentina reforzada con algunas piezas de artillería ligera llegó a una cuadra del cuartel general, López se retiró con su estado mayor por el camino del Potrero Mármol a la vista de sus enemigos, sin que se desprendiera fuerza alguna para interceptarlo
Incluso autores brasileros consideran que la huida de López permitida "por excesiva prudencia de Caxias o por razones inconfesables del comando brasilero" fue "uno de los grandes, sino el mayor, misterio de la guerra"[]
Caballero permanecía en el campo con una pequeña fuerza de caballería. Viendo que el batallón 4° de línea argentino se dirigía al Potrero Mármol, lo emboscó. En el ataque el 4° sufrió numerosas bajas, incluyendo al coronel Florencio Romero que marchaba al frente de su unidad. Al ser herido, Romero se puso de pie, penetró en el cuadro de su batallón y tras decir a su segundo el mayor Fernández "Compañero, que me vengan a relevar", murió.
Caballero marchó entonces contra el batallón 5°, tras lo cual se replegó en desorden con escasos sobrevivientes. La caballería aliada persiguió débilmente hasta el arroyo Yukyry a los paraguayos que de replegaban a Cerro León.
El general Garmendia en su Campaña de Piky-syry afirma que "cuando el Mariscal tuvo conocimiento que los aliados habían penetrado a su recinto, abandonó como un pusilánime el campo sonde sus soldados se batían heroicamente y morían".
Tambien el Coronel inglés al servicio del Paraguay George Thompson afirmaría que al retirarse López había incumplido la promesa que había hecho repetidas veces a sus tropas de permanecer y vencer o de perecer con ellos en aquel lugar.
Tras Lomas Valentinas, "El ejército paraguayo quedó liquidado; al mariscal López lo rodeaban apenas cien sobrevivientes (de 9000 soldados que habían luchado contra 25000 brasileños). Pero este puñado quedó dueño de la situación y las fuerzas brasileñas se sintieron alcanzadas por una colosal derrota". Según el historiador paraguayo Juan E. O`Leary "En esta batalla debió terminar la guerra. Un regimiento de caballería hubiera bastado para rodear a aquellos curiosos vencedores. Pero si no teníamos más que noventa hombres sanos, aún nos quedaba una fuerza moral tan grande que ante el sólo recuerdo de lo que habíamos sido, el enemigo se sentía abrumado y miraba con terror esas lomas pobladas de muertos".
López quien ya "No tenía soldados, no tenía proyectiles, no tenía que comer. Solo noventa fantasmas le rodeaban en la cumbre de la trágica colina, aguardando sus palabra para corre a la muerte" se retiró al interior y pronto logró reunir "dos mil combatientes de inválidos y niños a quienes hubo que poner barbas postizas para quitarles su aspecto infantil".
Por su parte, la Angostura, defendida por unos 740 combatientes y 16 cañones, pero que despues del 21 de diciembre había quedado cercada por tierra y agua y carecía ya de víveres y municiones, y había recibido numerosos heridos después del combate, se rindió el día 30 de diciembre tras una negociación con los aliados que prometieron respetar las vidas, jerarquías y honor de los vencidos. La campaña del Pykysyry había terminado.
En la Imagen: Batalla de Itá-Ibaté. La primera división Buenos Aires toma por la derecha los atrincheramientos de López. Dibujo de A Methfessel.
domingo, 26 de diciembre de 2010
COMBATE CON LOS INDIOS.
sábado, 25 de diciembre de 2010
NAVIDAD. NACIMIENTO DEL NIÑO JESÚS
¡Muy Feliz Navidad Para todos!
Mensaje del Capellán Mayor del Ejército para esta Navidad:
Que no muera el espíritu de la Navidad. 10 Consideraciones para la misión del cristiano.
1. El centro de la fe y la vida cristiana es Dios Encarnado, Emmanuel. El Niño Jesús ha nacido en Belén. “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.
2. El espíritu de la Navidad es propio de nuestra cultura cristiana-católica y es universal y por tanto nuestro “creer y sentir” de pueblo y familia. Es lo que heredamos de nuestros padres. El espíritu de la Navidad nos dice “¡nos ha nacido un Salvador!”. El espíritu mundanal nos dice: ¡consumamos más!
3. Es misión de todo cristiano propagar por el mundo lo que hay de Verdadero y Bueno y que él ha recibido por la fe: “Cristo es la Verdad y la Vida”. ¿Qué mejor que difundir el Espíritu de la Navidad?
4. Urge que hablemos al mundo de Cristo, Dios hecho hombre para salvarnos. Ante la cultura de muerte; ante la deshumanización creciente; ante la violencia, la discordia, las profundas desigualdades y la falta de esperanza, el cristiano tiene una propuesta: el espíritu de la Navidad.
5. Hay que difundir con más vigor el mensaje de Jesús, el Salvador del hombre: con la palabra, con las obras y los gestos. Con la fe y la coherencia de vida.
6. Debemos rescatar, en nuestros ámbitos, el sentido religioso de la vida. Y también el de la Navidad. El SANTO PESEBRE hace patente y ayuda a vivir el espíritu de la navidad: que ocupe un lugar preferencial en la celebración.
7. Pongamos pesebres en nuestros hogares y promovámoslos en nuestro medio.
8. Elijamos y redactemos tarjetas con mensajes de fe cristiana y no simplemente con buenos deseos, campanitas, varas de muérdago o trineos nevados con Papá Noel. No olvidemos una buena obra de caridad.
9. El día 25 de diciembre, o el 24 por la noche, vayamos a Misa con nuestros seres queridos. (¡Qué bien nos vendría a muchos una buena confesión en los días de adviento, previos a la Navidad!) Que esa sea la celebración central dejando, si es necesario, las otras para el 31 de diciembre que no guarda mayor significación religiosa.
10. Invitemos a la bendición de la mesa familiar navideña a quienes estén. Si nos acompañan “no creyentes” nos lo agradecerán de corazón si les explicamos que le rezamos a Jesús para que les regale el don de la paz. El Padre Nuestro y una invocación a la Santísima Virgen pueden ser la mejor bendición.
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viernes, 24 de diciembre de 2010
MOMENTO DEL RANCHO
Equipo de fotógrafos de Caras y Caretas. Gelatino Bromuro 1927, Archivo General de la Nación.
Fuente: "Soldados 1848-1927" de la Fundación Soldados.
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jueves, 23 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DEL NATALICIO DEL CORONEL LORENZO BARCALA
Hijo de esclavos, fue también esclavo en su niñez. Fue liberado por orden del Gobernador de Cuyo, General José de San Martín, pero por causas desconocidas no se incorporó al Ejército de los Andes. Inició su carrera militar en 1818 como soldado del Regimiento de Pardos.
En 1820 participó en los desórdenes de la llamada Anarquia del Año XX, que tuvo uno de sus epicentros en Cuyo. Formó parte del Ejército del General Bruno Moron, que combatió contra el General chileno José Miguel Carrera, y tras la muerte de Morón, luchó en la batalla de Punta del Médano a órdenes de José Albino Gutierrez.
En 1824 participó en una revolución contra el Gobernador Gutiérrez; tras fracasar en el intento, huyó a San Juan. De regreso a Mendoza, secundó al Coronel Juan Galo de Lavalle en la segunda revolución contra Gutiérrez, cuya victoria lo identificó definitivamente como personaje central del partido unitario local. Poco después participó, a órdenes de José Felix Aldao, en la represión de la revolución "eclesiástica" sanjuanina y la reposición en el Gobierno de Salvador María del Carril.
En 1826 se unió al Ejército que luchó en la Guerra del Brasil, a órdenes del coronel Ramón Bernabé Estomba. Participó en el fracasado ataque a Punta del Este y fue tomado prisionero. Estuvo varios meses en una cárcel en Río de Janeiro con la permanente amenaza de ser vendido como esclavo, hasta que recuperó la libertad en un cambio de prisioneros.
Se unió a la campaña del General José María Paz contra los federales del interior en 1829, y a sus órdenes peleó en la batalla de San Roque. El vencedor le encargó organizar un batallón de infantes negros, libertos: una libertad muy cara, que se pagaba con muchos años de servicio en el ejército. Fue muy querido por los negros, especialmente porque los defendía de los desprecios y atropellos de los blancos. Al frente de ese batallón peleó en las batallas de La Tablada, tras la cual fue ascendido al grado de Teniente Coronel, y en Oncativo.
Después de esta última victoria fue ascendido a Coronel, y enviado como segundo jefe del ejército de ocupación de Mendoza, que iba al mando de José Videla Castillo. Éste fue nombrado Gobernador, y Barcala quedó como jefe de vanguardia. Participó en la Batalla de Rodeo de Chacón como jefe de un ala de caballería contra las fuerzas de Facundo Quiroga, que los venció con relativa fácilidad.
Protegió a su jefe Videla Castillo en su retirada hacia el norte, donde se unieron a las fuerzas del General Lamadrid, nuevo jefe del ejército de la Liga Unitaria. A órdenes de éste combatió en la definitiva derrota que fue la Batalla de la Ciudadela. Después de la batalla, Facundo Quiroga fusiló algunos oficiales, pero decidió indultar a Barcala — que daba su muerte por segura — y lo nombró su jefe de estado mayor.
Cuando Quiroga se retiró de las actividades militares, instalándose en San Juan, Barcala se radicó allí. No quiso volver a Mendoza, ya que Aldao había jurado matarlo; incluso intentó convencer a Quiroga de que lo hiciera fusilar.
Participó de la campaña al desierto de 1833 bajo el mando del General José Ruiz Huidobro, y combatió contra los Ranqueles de Yanquetruz en el Combate de las Acollaradas.
Muerto Quiroga en 1835, sus lugartenientes comenzaron a disputarse su herencia y se produjo una serie de conflictos entre Aldao, de Mendoza, Martín Yanzón, Gobernador de San Juan, y Tomás Brizuela, de La Rioja. Más independiente y poderoso que éstos, el tucumano Alejandro Heredia pronto dominó todo el noroeste. El intrigante ministro de Yanzón, Domingo de Oro intentó librarse de Aldao por medio de una conspiración que dirigió Barcala desde San Juan. La conjura fue descubierta y sus jefes mendocinos arrestados y ejecutados, entre ellos el coronel José Ignacio Correa de Saá.
Pasado el peligro, Aldao —que no era el gobernador sino el jefe del ejército— exigió la extradición de Barcala y Oro, que estaba comprometido en el asunto, decidió salvar su vida entregando a Barcala. Tras un juicio que duró un mes, Barcala fue condenado a muerte y fusilado en Mendoza el 1 de agosto de 1835.
Su hijo Celestino Barcalá peleó contra los federales en la década de 1860 y fue fusilado por Felipe Varela poco antes de su derrota en la batalla de Pozo de Vargas.
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miércoles, 22 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DEL COMBATE DE COIHUECO
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martes, 21 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DEL COMIENZO DE LA CAMPAÑA LIBERTADORA EN CHILE
lunes, 20 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DE LA CREACIÓN DE LA ESCUELA DE SUBOFICIALES DE LOS SERVICIOS PARA APOYO DE COMBATE "GRL. LEMOS"
La Escuela de Suboficiales "General Lemos", tuvo sus orígenes en 1939, cuando se creó el 20 de diciembre, "El Centro de Instrucción de los Cuerpos Auxiliares del Ejército".
Cabe destacar que la creación de este Centro de Instrucción es el origen de una Escuela cuyo objetivo era la preparación de oficiales de Administración, Sanidad, Veterinaria y Justicia, y el perfeccionamiento en lo militar y técnico de los oficiales de los Cuerpos Auxiliares para la conducción de sus respectivos Servicios, en los Comandos Superiores y reparticiones, tanto en la paz como en la guerra.
En el año 1952 pasa a denominarse Escuela del Cuerpo Profesional "General Lemos", y sus objetivos de formación se ampliaban a oficios como enfermero, preparador de farmacia, enfermero de ganado, herrador y cocinero.
El 21 de diciembre de 1964, basados en un criterio de unificación tanto en lo curricular y académico como en lo militar; una resolución superior, decide fusionar la "Escuela General Lemos" y la "Escuela de Mecánica del Ejército "Teniente Coronel Fray Luis Beltrán"”, decisión que demandó el traslado de esta última a Campo de Mayo. Dicho Instituto pasó a llamarse "Escuela Logística General Lemos".
En 1991 la Escuela Militar de los Servicios para Apoyo de Combate "General Lemos", pasa a denominarse Escuela de Suboficiales de los Servicios para Apoyo de Combate "General Lemos", egresando de la misma suboficiales del Cuerpo Profesional femenino y masculino.En razón de que en el año 1998 determinados Servicios del Cuerpo Profesional pasaron a considerarse Especialidades de Cuerpo Comando, se modifica nuevamente su denominación pasando a llamarse Escuela de Suboficiales "General Lemos".
La Escuela de Suboficiales "Sargento Cabral", tuvo sus orígenes en el reclutamiento de suboficiales llamado de Clases hasta 1916. La primera Escuela de Clases llamada de Cabos y Sargentos de Artillería fue fundada en 1881, siendo su creación definitiva el 04 de abril de 1908.
El edificio que ocupó fue el Cuartel Nro. 9 en Campo de Mayo. La instrucción impartida era de tipo teórico- práctico y tenía una duración de cinco meses.
En 1916 pasa a denominarse Escuela de Suboficiales.
En marzo de 1933 pasa a llamarse, Escuela de Suboficiales "Sargento Cabral", en homenaje a ese arquetipo de soldado que supo ser fiel a su juramento de entregar su vida en el cumplimiento del deber, ejemplo supremo de desprendimiento, coraje y nobleza.
Durante los años 1947 a 1950 dejó de funcionar.
En 1950 se le asigna un nuevo cuartel dentro de Campo de Mayo donde funciona en la actualidad la Escuela de las Armas.
Desde 1908 hasta 2003 la reglamentación sufrió varias modificaciones. El primer reglamento a grandes rasgos establecía que la Escuela tendría tres grados: primer grado, ingresarían todos aquellos que aspirasen al grado de Cabo de las Armas cuya duración era de un año y a segundo y tercer grado concurrían aquellos cabos y sargentos respectivamente con no menos de tres meses de servicio en las filas y propuestos por sus Comandantes de compañía, batería y escuadrón.
Posteriormente y después de algunas modificaciones a los cursantes que egresaban no sólo se le otorgaba el grado de Cabo Primero de las armas, sino que también el título de Instructor Auxiliar con orientación docente, y titulo secundario equivalente al Bachillerato Nacional.En la actualidad se dictan cursos de dos años, y una vez finalizados los mismos, los Aspirantes egresan como Cabos de las Armas con el título de Bachiller Nacional, y Cabos de las Especialidades y Servicios, con capacitación especializada.
Fuente: www.esesc.ejercito.mil.ar
domingo, 19 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DEL COMBATE DE PRIMERA LAGUNA
En la imagen: Fortín General Sucre, este estaba ubicado en la Provincia de Buenos Aires en el limite con los indios. Ilustración de Zeballos.
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sábado, 18 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DE LA CREACIÓN DEL BATALLÓN DE COMUNICACIONES 602
En 1905 comienzan a funcionar las dos primeras estaciones Radioeléctricas del Ejército creándose en 1911 la Inspección de Radiotelegrafía, imprimiéndole de este modo un carácter orgánico al nuevo medio.
Esta situación motivó que al quedar las estaciones portátiles, como se llamaba a las de campaña, bajo la dependencia de los Comandos de Tropa, la Inspección quedó con las instalaciones dentro de los locales de los Comandos y Unidades, dando lugar a la creación de la "Red Radioeléctrica militar Fija".
Al constituirse en el año 1922 la Dirección de Tropas y Servicios de Comunicaciones, la Inspección de Radiotelegrafía y la Red de Estaciones Fijas se fusionan, formando la Sección de Comunicaciones que pasó a depender del nuevo organismo.
Entre 1928 y 1942 evoluciona la estructura modificándose la dependencia de acuerdo al surgimiento de nuevos organismos, transformándose esa Red de Estaciones Radiotelegráficas del año 1911 en el Sistema de Comunicaciones Fijo del Ejército, con el nombre de "Red Radioeléctrica".
Es recién el 15 de noviembre de 1955, que por Boletín Confidencial número 199 se crea la "División de Comunicaciones del Comando en Jefe del Ejército".
Sobre la base del personal, materiales técnicos y vehículos que contaba la Sección de Comunicaciones de la Subsecretaría del Ejército, la Red Radioeléctrica del Ejército y el Puesto de Comunicaciones del Comando en Jefe del Ejército, se constituyó entonces la primera estructura orgánica de esta Unidad, ubicada en su actual emplazamiento.
Cinco años más tarde, el 12 de diciembre de 1960, por Boletín Confidencial número 280 cambia de organización y denominación y pasa a llamarse "Agrupación de Comunicaciones del Comando en Jefe del Ejército", cuya misión fue la de proporcionar Apoyo de Comunicaciones en Guarnición, mediante la operación del Sistema de Comunicaciones Fijo, quedando bajo su dependencia el Centro de Comunicaciones (Ex puestos de Comunicaciones) instalados en los Comandos Operativos y otros Organismos Militares.
El 10 de noviembre de 1964 vuelve a cambiar de denominación por Agrupación de Comunicaciones 601, sin modificar su misión, guarnición ni dependencia.
Esta Unidad participa en el conflicto armado del Atlántico Sur por la recuperación de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, trasladando personal y medios para la instalación y operación del Centro de Comunicaciones Fijo Malvinas. Cumplió entonces con la tarea de satisfacer los enlaces a nivel estratégico y táctico superior, integrando al Comando Superior en las Islas Malvinas con el Comando en Jefe del Ejército, el Comando del Cuerpo de Ejército V y el Centro de Operaciones Conjunto.
Finalmente el 10 de diciembre de 1985, recibe su actual denominación de Batallón de Comunicaciones 602.
Mision:
Proporcionar:
a) Apoyo de comunicaciones en forma permanente, mediante la instalación, operación, mantenimiento y supervisión del Subsistema de Comunicaciones Fijo del Ejército (SUCOFE) y de la Red de Seguridad del Ejército (RESEGE) a los comandos, organismos y unidades del Ejército a fin de facilitar la conducción de la Fuerza.
b) Apoyo de comunicaciones a las organizaciones militares de paz (OOMMP) destacadas por la Fuerza Ejército en el exterior del país.
c) Apoyo de comunicaciones alámbricas a los Comandos, Organismos y Unidades del Ejército mediante la instalación, operación y mantenimiento del sistema alámbrico particular del mismo, actuando a su vez como nodo principal del SITELPAR.
d) La estructura para el Apoyo de comunicaciones, debido a su despliegue territorial, que permita la integración del SUCOCE y otros elementos del SUCOM, y/u otros sistemas compatibles al SUCOFE
Fuente: www.bcom602.ejercito.mil.ar
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viernes, 17 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL SARGENTO MAYOR JOSÉ ÁLVAREZ DE CONDARCO
Su padre era el alcalde Álvarez de Condarco. Adhirió a la filial de la Logia Lautaro. Residía en Buenos Aires en 1810, y apoyó con entusiasmo la Revolución de Mayo. A fines de ese año fue comisionado junto con Alvarez Jonte para una misión diplomática en Chile, donde consiguió una alianza militar entre los revolucionarios de ambos países. De allí se trasladó a Lima, donde no existía un movimiento revolucionario análogo al del Chile y el Río de la Plata. Fue arrestado en varias oportunidades, de modo que regresó a Córdoba.
En 1812 fue reconocido como oficial de artillería; su gran conocimiento en materia de explosivos, le valió ser nombrado director de la fábrica de pólvora de Córdoba recientemente fundada, y también de cartografía.
En 1813 formó parte de la campaña del Coronel Juan Gregorio de Las Heras a Chile, con la misión de dirigir el arsenal patriota. Se hizo amigo allí de Marcos Balcarce, quien envió por su intermedio importantes mensajes al General José de San Martín, Gobernador de Cuyo, poco antes de la derrota de la Patria Vieja chilena en la Batalla de Rancagua.
El Libertador apreció su patriotismo y decidió retenerlo a su lado: lo nombró director de polvorín y lo envió luego en misión confidencial a Buenos Aires, ante el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Debía establecer con éste la cantidad y tipo de artículos de guerra necesarios para la campaña de los Andes.
A fines de 1816, San Martín lo envió a Chile, con el encargo aparente de llevar cartas al gobernador realista Casimiro Marcó del Pont. Lo que San Martín quería, en realidad, era que la gran memoria visual de Álvarez Condarco retuviera los accidentes de la cordillera, para marcar luego el camino del ejército. Así cruzó por Los Patos y, ni bien llegado, Marcó del Pont lo despachó de vuelta por el paso más corto, que era el de Uspallata. Los mapas que trazó luego de este viaje fueron fundamentales para el cruce que el Ejército de los Andes realizó a Chile por esos dos pasos.
Actuó como ayudante de campo de San Martín. Combatió heroicamente como ayudante de campo en la Batalla de Chacabuco. En 1818 fue enviado a comprar barcos para la primer escuadra chilena a Gran Bretaña, donde también persuadió a Lord Thomas Cochrane de aceptar la comandancia de la misma.
Se retiró del ejército poco antes de la Expedición Libertadora del Perú y permaneció en Chile, dedicado a construir caminos. Prestó servicios en Bolivia, luego en Mendoza. Retornó a Chile una vez lograda la independencia, y vivió allí enseñando matemáticas. Durante un tiempo, fue jefe del Departamento de Ingenieros y Caminos de la República de Chile.
Impedido de regresar a su país por su pública oposición al régimen de Rosas, vivió en Chile hasta su fallecimiento, en 1855, en Santiago de Chile. Murió en la miseria y sus amigos debieron costearle el entierro.
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jueves, 16 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE SANSANA
Decidido el gobierno a enfrentar la situación, el propio presidente de la Junta, Cornelio Saavedra, se dirige al Norte con un grupo de oficiales. Su propósito consiste en reorganizar las fuerzas dispersas, pero no llega a realizarlo, pues la Junta lo destituye, reemplazándolo con el coronel Juan Martín de Pueyrredón, que ha fugado de Potosí con los tesoros que se guardaban en la casa de Moneda. Manuel Dorrego integra el grupo de oficiales que marcha al Norte con Saavedra, y que, por las circunstancias apuntadas se encuentra luego a las órdenes de Pueyrredón.
A fines de 1811, Pueyrredón dispone que una fuerza, al mando del coronel Eustoquio Díaz Vélez, se adelante hacia el Alto Perú, con el objeto de tomar contacto con el enemigo, y también para ayudar de este modo a los cochabambinos, que luchan con heroico estoicismo, indiferentes al terror desatado contra ellos por los realistas.
Tan peligrosa se supone la empresa, que el batallón de infantería destinado a ella se subleva el día de su partida del cuartel general en Jujuy, dando origen a una severísima represión, que incluye el fusilamiento de los cabecillas. Dorrego solicita entonces un puesto en la columna, y Díaz Vélez lo designa ayudante suyo. Se asegura que el joven capitán, sin grado reconocido, se gana de inmediato la confianza y la estima de su jefe, quien le confía misiones delicadas.
Una vez que la fuerza patriota alcanza el puesto avanzado de Yavi, se adelanta hacia la provincia de Chichas, donde se halla la vanguardia realista. El general Goyeneche dispone entonces el envío de un cuerpo de 400 hombres, y ambas columnas quedan a la vista una de otra. Más los realistas consideran imprudente medirse con una fuerza superior en número, pese al refuerzo de 600 hombres que viene al mando del general peruano Francisco Picoaga. Contramarchan entonces, perseguidos por Díaz Vélez, pero es éste quien ahora comprende la inutilidad de un encuentro con esa fuerza que ya cuenta con 1.000 soldados. Díaz Vélez se ha reforzado con 200 hombres de caballería al mando de Güemes, y así comienza a replegarse, no sin librar algunas escaramuzas.
La columna patriota llega en su retroceso hasta Cangrejos, y acampa después en un lugar llamado Los Colorados, a la espera de las órdenes de Pueyrredón. Al siguiente día, 16 de diciembre, Díaz Vélez recibe un parte de la avanzada que está en Pumahuasi, por el que se le comunica que, en un pueblito situado a cuatro leguas de allí, Sansana, hacia al poniente de Yavi, hay una partida realista encargada de la custodia de una provisión de harina.
De inmediato dispone que un grupo salga en procura de ese alimento, del que tiene gran necesidad. Como se trata de una misión arriesgada, confía su mando a Dorrego, convencido de que la decisión y la inteligencia de su ayudante son una garantía de éxito para la empresa.
Es la primera vez que Dorrego se va a encontrar en el compromiso de una auténtica acción militar, pues hasta el momento su experiencia se reduce a los incidentes de Chile (motín de Figueroa) y a la dudosa preparación que recibe en el cuartel general del ejército del norte. Ahora tendrá oportunidad de ser empleada su capacidad de iniciativa y de mando, que parecen ser cualidades innatas en él.
El mismo día que recibe la información, Díaz Vélez destaca una partida de 40 hombres, en cuyo mando secundan a Dorrego los tenientes Luis García y Antonio Bazán. Las órdenes especifican que se debe caer sobre el enemigo por sorpresa y arrebatar la harina, todo ello operando con la mayor rapidez.
En la mañana del mismo día, Dorrego, con su pequeña fuerza, se aproxima a Sansana, encontrándose con que en unos ranchos de las afueras acampa la partida realista. Esta es atacada de inmediato, y procura entonces parapetarse en unos tapiales, a la espera del socorro que no dejarán sin duda de prestar otras partidas, atraídas por los disparos. Se combate valerosamente por ambos lados por espacio de una hora. Finalmente tras una carga decisiva de los patriotas, causante de la muerte del oficial español, aquéllos se encuentran en posesión del depósito buscado. Pero no es harina lo que allí se guarda, con lo que se desvanece la ilusión de saborear alguna sabrosa comida, sino los equipajes de los soldados y aún de varios oficiales realistas, además de 27 mulas y 19 fusiles. De estos últimos -dice Díaz Vélez- “seis se hicieron pedazos en el acto de acción”.
De todas maneras, no es un botín despreciable, y Dorrego dispone que se lo cargue. En ese mismo momento aparece por una altura próxima otra fuerza enemiga, esta vez más numerosa, pues consta de unos 150 hombres.
Obligado por esta situación francamente adversa, Dorrego resuelve replegarse dejando abandonado el botín, no sin antes prenderle fuego a los ranchos en que se hallaba el resto del equipaje que no había podido tomar la tropa, el que según el incremento que habrá tomado el fuego, cuando se retiraron se redujo todo a cenizas
El de Sansana puede ser considerado un triunfo de Dorrego, por las bajas que causa al enemigo, y por su maniobra al encontrarse con una fuerza superior, a la que se debía eludir todo trance.
Fuentes: Díaz Vélez, Eustoquio – Parte del combate redactado el 19 de diciembre, en Colorados (Depto. de Yavi) / www. revisionistas.com.ar / Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / Sosa de Newton, Lily – Dorrego – Ed. Plus Ultra, Buenos Aires (1967).
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miércoles, 15 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL MANUEL JORGE CAMPOS
No había cumplido aún veinte años - vió la luz en el seno de una familia de tradición militar en 1847- y ya conocía el fragor de la guerra del Paraguay. Yatay, Uruguayana, Estero Bellaco, Tuyutí y tantos otros nombres representan acciones bélicas que se eslabonaron en la vida del joven guerrero, hasta que una herida de metralla en Curupaytí le significó el relevo y un ascenso por mérito. Restablecido, marchó con Paunero a Mendoza con las fuerzas que sofocaron la rebelión de Videla, Saá y Rodríguez, donde fué nuevamente herido -esta vez de consideración- por arma blanca en la cabeza. Otra vez convocado al Paraguay permaneció hasta la conclusión del drama como subordinado de su hermano el teniente coronel Luis María Campos. Operado el regreso a Buenos Aires, la estancia no duró mucho tiempo. Después de participar en la primera y segunda campaña contra Lopez Jordán se hizo cargo de la Inspección y Comandancia General de armas; y luego de la jefatura de bomberos -período en el cual esa institución inició la construcción del cuartel de plaza Lorea-. se desempeñó como ayudante del general Roca en la campaña al Río Negro, y durante los sucesos de 1880 el ya coronel Campos actuó en apoyo del gobierno nacional escoltando su cuerpo a las autoridades federales hasta 1882. En ese año pasó a ejercer la jefatura de la frontera Sud de Buenos Aires, instalando una línea avanzada de fortines y fundando la actual ciudad de General Acha. Fue un soldado cabal, forjado en el fuego de innumerables combates, ejemplo de lealtad y bravura. A su regreso de Europa -ya general- donde se había desempeñado un año como agregado a la legación argentina en Londres, fue apalabrado por los organizadores de la revolución en plena gestación. En un principio fue escéptico en cuanto a las posibilidades de éxito del movimiento ya que no era un hombre político -aunque no ocultara su clara filiación mitrista-, ni un revolucionario profesional, sólo un soldado disciplinado de inteligencia simplista. Después de algunas reuniones conspirativas cambió de parecer y aceptó la jefatura militar de la revolución. Un hecho fortuito se agregó como contribución a su decisión cuando después de la reunión popular de El Frontón, vistiendo traje de calle, defendió a su hermano ante la policía que cargaba a las órdenes de Capdevila, rompiendo su bastón sobre la cabeza de un agente policial, y siendo encarcelado hasta bien entrada la noche. Comenzó a recorrer con entera libertad los cuarteles a objeto de sublevarlos, hasta que apenas unos días antes de la fecha de inicio de la revolución fue arrestado por orden del ministro Levalle junto con otros oficiales conspiradores. Visitado en su prisión del regimiento 10 de infantería por el general Roca, a quien conocía como antiguo subordinado y asistente, reconoció que sería el jefe militar del alzamiento próximo a estallar, y que no faltaría al compromiso asumido. Enemigos ambos de la "solución Alem" para la crisis profunda que atravesaba el país, coincidieron que la revolución no podía ya detenerse pues el malestar contra Juárez tenía que hacer eclosión por algún lado, y que era necesario pensar en alguna manera de regular el movimiento para que todo convergiera en una personalidad -el general Mitre- que pudiera recomponer una política de unión nacional. Ambos de acuerdo, Roca convino con el jefe del regimiento, coronel Toscano, la salida de Campos de su prisión para encabezar la sublevación. En esta entrevista está la clave que explica la actitud asumida posteriormente por Campos, que se empeñó en mantenerse a la defensiva concentrando sus tropas en el parque de Artillería, se apartó del plan convenido, no intentó interrumpir las comunicaciones telegráficas, y no atacó a las fuerzas del gobierno sino que les intimó rendición mientras sus fuerzas entonaban el Himno Nacional a la espera de que llegara la carne para una churrasqueada general; una pérdida de tiempo que favoreció a Pellegrini y Levalle que concentraban sus tropas en la plaza Libertad, mientras ordenaban a varios cuerpos de interior que se trasladaran inmediatamente hacia la Capital, para reforzarlos. Campos debió resistir la presión de los elementos civiles de la junta revolucionaria que lo instaban a atacar y cumplir el plan previamente establecido, y con Alem se embarcó en una dura polémica después de fracasada la revolución. Los sublevados se consideraron vencidos cuando el propio Campos, en nota al caudillo de Balvanera, sentenció sobre la imposibilidad de llevar un ataque sobre la plaza Libertad o resistir uno de esa procedencia ante la escasez de municiones y los infructuosos esfuerzos hechos para conseguirlas. Airoso de su primer trance político, fue elegido diputado por la Capital, pero renunciante dos años después ocupó la jefatura de la policía. En 1897 fue senador a la Legislatura de la provincia de Buenos Aires; nuevamente diputado en 1902 reelegido 4 años después-, ocupaba su banca cuando falleció el 15 de diciembre de 1908.
Fuente: Todo es historia, nº 277, julio de 1990.
martes, 14 de diciembre de 2010
EL MATE
Fuente: "Soldados 1848-1927" de la Fundación Soldados.
lunes, 13 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL MANUEL DE ESCALADA
“Organizado el Ejercito de los Andes, traspuso la cordillera y desembocando en las faldas y llanuras, tuvo la gloria de intervenir en la victoria de Chacabuco. Terminada la batalla, le cupo el honor de llevar a Buenos Aires el parte con la noticia del triunfo. La orden fue cumplida en un tiempo comparable al del famoso episodio histórico de la noticia de la victoria de Maratón. Partió de la Cuesta de Chacabuco la misma noche del 12 de febrero de 1813 y era el 14 de febrero a las tres de la tarde, que a gran galope, lleno de polvo, radiante de entusiasmo y desplegando una bandera prisionera española, apareció exclamando “¡Victoria!” en la plaza de Mendoza, el Sargento Mayor Escalada portador de la noticia del inmortal triunfo de Chacabuco.
Había franqueado en menos de 48 horas, la distancia de 90 leguas que hay desde la cumbre hasta Mendoza. El viaje restante hasta Buenos Aires lo realizó con la misma celeridad, y llegó a la capital a las tres de la tarde del 26 de febrero: había recorrido 310 leguas, 2329 kilómetros desde el lugar de la batalla en 11 días. “Al recibirse la noticia de la victoria, fue un día de locura para el pueblo”, escribía Pueyrredón a San Martín. Esta ruda prueba fue mas que suficiente para probar el temple del bravo y joven oficial de Granaderos, quien regresó a Chile en cuanto terminó su cometido después del indispensable descanso por tan dura fatiga. Manuel de Escalada, arquetipo de lealtad y subordinación, ejemplo de entusiasmo y convicción, fue el transmisor de las felices y vitales informaciones del Ejército Libertador. Hoy es recordado por la moderna Arma de Comunicaciones como uno de sus arquetipos y como ejemplo de imitación.”
Fuente: Ejército y los albores de la Patria de la fundación Puerto de Palos. Bs. As. 2005.-
domingo, 12 de diciembre de 2010
SE INAUGURA EL MONUMENTO AL EJÉRCITO DE LOS ANDES, EN EL CERRO DE LA GLORIA.
El Monumento se originó como iniciativa del Gobierno Nacional para celebrar el centenario de la Independencia Argentina, para ello se contrata al escultor uruguayo Juan Manuel Ferrari, quién colaboró con un equipo de artistas argentinos integrado por Juan Carlos Oliva Navarro, Víctor Garino, Víctor Calistri, Víctor Guarini y Víctor Cerini, además del ingeniero José García encargado de la fundición del metal de la estatua ecuestre de José de San Martín.
En 1911 Ferrari elige el Cerro del Pilar como en ese entonces se denominaba al actual Cerro de la Gloria para la ubicación de la obra, ese mismo año se coloca la piedra fundamental, base que sostiene al conjunto de esculturas, relieves y frisos.
Descripción
Sobre una base de piedra, se erige la estatua ecuestre del General José de San Martín, a ambos costados de esta se encuentran representados mediante relieve el cuerpo de granaderos a caballo; en los laterales y en la parte posterior se ubican tres frisos que relatan los sucesos más notorios de la formación del ejército, al costado Este se ubica la figura de Fray Luis Beltrán, destacado por su maestranza; en el costado Sur se observan las figuras del pueblo: las damas donando sus joyas y pertenencias de valor y los más humildes colaborando con elementos varios; en el costado Oeste se cuenta la partida del batallón hacia Chile, y se resalta la figura del tropero Sosa.
En la parte superior, se simboliza a la Libertad con cadenas rotas en sus manos, a su alrededor se levantan un grupo de granaderos a caballo al ataque, un poco más abajo se aprecia un cóndor planeando vuelo. En la pared Este se encuentra insertado el escudo argentino, mientras que en la Oeste se encuentran los escudos chileno y peruano; países que el militar argentino liberaría respectivamente.
El escudo Argentino tiene parte de sus laureles incompletos, esto simboliza que San Martin no completo su campaña, que era formar una sola nacion con todo el continente Sudamericano. San Martin tuvo que abandonar su campaña en Peru por su salud.
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viernes, 10 de diciembre de 2010
EL UNIFORME DE LOS CADETES DEL COLEGIO MILITAR DE LA NACIÓN
Vestir un uniforme es algo muy especial, y más cuando se lo hace a una edad en la que todo se idealiza y adquiere un matiz romántico y lírico. En ese uniforme se encarna la vocación de servir desinteresadamente, al igual que un antiguo caballero a una causa noble, a la Patria. La investidura, entonces, supone una predisposición intelectual y espiritual. Intelectual porque se debe tomar conciencia del significado de estos paños y qué cosas se deben defender como valores inmutables y permanentes. Espiritual porque se necesita estar en gracia de Dios, libre de espíritu y tranquilidad de conciencia.
Este uniforme ha variado en su forma pero no en su fondo, representando valores que han sido defendidos por hombres de la talla de Saavedra, quien fue uno de los forjadores de la Patria; Belgrano, que dio los colores a la bandera; San Martín, que dio la gloria a nuestras armas; Las Heras, que fue ejemplo de subordinación y valentía; de los generales Riccheri, Savio y Mosconi, contemporáneos forjadores de un Ejército Argentino más pujante; y también de los jóvenes oficiales que, a poco de egresados, derramaron generosamente su sangre, en pos de sus ideales de una Patria mejor, como Berdina, Massaferro y Barceló. Otros, como Larrabure, son ejemplo de abnegación y entrega suprema ante un enemigo cobarde y artero. Por último, otros jóvenes como Estévez, mostraron en el campo de combate de una guerra convencional, en el intento supremo de recuperar nuestras Islas Malvinas, la grandeza sin tacha del soldado argentino.
EL SIGNIFICADO DEL UNIFORME
Más de un siglo ha transcurrido desde el uso de aquel viejo uniforme compuesto de “blusa de paño azul oscuro con reverso de terciopelo, chaleco y pantalón del mismo paño con franja punzó, botines a la Crimea y kepi”, y muchos años más han pasado desde las solemnes entregas de armas e investiduras de aquellos guerreros que encontraban en la milicia su modo de santificación.
El paso del tiempo no pudo variar la esencia de los hombres de armas que permanecen fijas, inmóviles, idénticas, más allá de los cambios, de los gustos y las modas circunstanciales. Antaño, el distintivo exterior del soldado fue su uniforme. Pero ese no era (ni es) más que la exteriorización de una uniformidad interior que esos bravos llevaban, unían y reunían. Así llegaban a ser un sólo sentimiento, un solo corazón, una sola voluntad, una sola idea y uno solo frente al enemigo.
Los uniformes son la manifestación de una comunión espiritual verdadera y, aunque en su confección no haya habido una intención deliberada, los uniformados siempre han buscado un significado en esas prendas que, con devoción, usan. Una respetable tradición se ha transmitido a través del uniforme de nuestros cadetes. Predomina en él el azul, cual horizonte que recuerda la búsqueda constante de los permanentes, el llamado a trascender y a lo trascendente y la invitación a lo divino.
Los vivos rojos simbolizan la abnegación y su modo supremo, el sacrificio. Representa la sangre derramada por la multitud de muertos por la Patria y nuestra disposición perenne de ofrendar la vida entendiendo la muerte como un acto más del servicio, pero así mismo, el acto más sublime del servicio. Es además, sinónimo de valor, victoria y alteza.
El color blanco en la gorra, en los guantes, en la cabeza y en las manos, representa la pureza de pensamientos y la nobleza de los ideales en el primer caso y la integridad de proceder en el segundo caso. Es también la firmeza, la vigilancia, la integridad y la obediencia. Los botones son dorados; siete adelante y cuatro atrás. Los primeros simbolizan los sacramentos donde el cadete debe buscar la fuerza, el alimento, la salud y la vida. Los de atrás, configuran las virtudes cardinales que debemos adquirir y practicar para un mejor servir en la milicia: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Ese color dorado es símbolo de la dignidad, lealtad y constancia en nuestro obrar.
El cinturón muestra al cadete ceñido, envuelto doblemente por Dios en el cumplimiento de sus mandamientos y por la Patria en la obediencia y subordinación para su defensa. Los símbolos patrios, escarapela y escudo nacional, presiden desde lo alto todo el uniforme. Ocupan por privilegio el centro de la gorra.
El distintivo del Colegio Militar de la Nación, usado desde los primeros días de su fundación, consta de un castillo rodeado de dos gajos de laureles. El castillo significa la fortaleza, el valor, el dominio del temor y la tristeza, la entereza y la presencia de ánimo. Los laureles representan la gloria obtenida con heroísmo y nobleza siendo, además, signo visible del cumplimiento de la misión. El sable es una réplica del que usara el General San Martín durante sus campañas en América, símbolo del mando para el uso de la fuerza en el ejemplo de las virtudes sanmartinianas. En este tipo de armas, la empuñadura y la hoja simbolizan la prudencia. El pomo, la fortaleza y la cruz, la templanza.
EL ESCUDO
Torreón que conforma el emblema del Colegio Militar de la Nación. Fue elegido como el símbolo de la fortaleza, no sólo física sino también moral, que debe caracterizar al militar argentino. Enmarcando el torreón, los laureles, símbolo del honor y de la gloria. Honor que nace en las virtudes sanmartinianas, ejemplo preclaro de nuestra historia. Gloria, que llegó a través de su pasado y que compromete su pensamiento y acción en el tiempo.
Fuente: Mayor Sergio O. H. Toyos para Diario Soldados Digital.
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jueves, 9 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO.
La Batalla de Ayacucho, fue el último enfrentamiento dentro de las grandes campañas terrestres de la guerra de independencia hispanoamericana (1809-1826) que había comenzado con la Revolución de Chuquisaca en 1809 en el Alto Perú y que culminó con la ocupación de las fortalezas del Callao dos años más tarde en 1826. La batalla se desarrolló en la Pampa de la Quinoa en el departamento de Ayacucho, Perú, el 9 de diciembre de 1824. La victoria de los independentistas, selló de facto la independencia del Perú con una capitulación militar que se transformaría años más tarde en tratado diplomático firmado en París el 14 agosto de 1879.
En 1820 España entraba en la debacle política con la sujeción del rey Fernando VII y la reinstauración de la Constitución liberal por la sublevación del General Rafael de Riego apoyado en los veinte mil soldados destinados a auxiliar a los realistas de América. Esto acabó para siempre con las expediciones de refuerzos de España que desde entonces no se aprestaron para ningún lugar de América, y motivó que los dos grandes virreinatos del Perú y de México que hasta el momento habían contenido el avance de la revolución hispanoamericana tomasen caminos opuestos. Mientras en México los monárquicos absolutistas afianzados tras destruir a los insurgentes, proclamaron su separación negociada de la España Liberal mediante el Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba y el pacto trigarante. En el Perú por el contrario, el Virrey Pezuela estaba desacreditado por la derrota en Chile y debilitado por la expedición a Lima de José de San Martín. El Virrey absolutista fue derrocado finalmente por el golpe militar del general José de la Serna que proclamó entonces su adhesión a la Constitución Liberal.Los independentistas sostenían una prometedora campaña para derrotar a la Serna y los militares contrarios a la independencia que le apoyaban. Pero los realistas bajo una sólida subordinación militar destruyeron sucesivos ejércitos independientes. Primero en las campañas de Ica dirigidos por Domingo Tristán y Agustín Gamarra, y después en Torata y Moquegua por Rudecindo Alvarado. El inesperado año 1823 terminaba con otra campaña abierta sobre Puno con la batalla de Zepita y que culminaba con la aniquilación del ejército patriota comandado por Andrés de Santa Cruz y Agustín Gamarra. El Virrey la Serna recuperaba Arequipa tras batir a los colombianos el 10 de octubre de 1823. Todavía más, la guarnición argentina del Callao se pasaba a los realistas que acudieron en su ayuda desde la Sierra.Finalmente lo que restaba de optimismo se apagaba por las denuncias de traición contra los presidentes peruanos José de la Riva Agüero y José Bernardo de Tagle. José de la Riva Agüero deportó diputados del Congreso del Perú y organizó un congreso paralelo en Trujillo y luego de ser declarado reo de alta traición por el Congreso del Perú fue desterrado a Chile. En cambio José Bernardo de Tagle buscaba la firmar la paz sin batallas con el Virrey La Serna por lo cual fue a entrevistarse con los realistas. Este acto que fue considerado por Bolívar como traición. José Bernardo de Tagle dispuso todas las fuerzas a su mando apoyen a Bolívar para hacer frente al enemigo. Bolívar buscaba capturarlo para fusilarlo. José Bernardo de Tagle fue refugiado por los realistas en la asediada fortaleza del Callao. Bolívar escribía solicitando refuerzos de Colombia.
Pero sorpresivamente el año 1824 comienza con la rebelión de Olañeta en el Alto Perú tras conocerse la caída del gobierno Constitucional en España. El monarca absoluto Fernando VII había recuperado el trono de España y las Indias apoyado por 132.000 soldados del ejército de la Santa Alianza que invadía España. Y el 1 de octubre de 1823 el rey decretaba la abolición de todo lo aprobado durante los tres años de gobierno constitucional; sin distinguir lo hecho para las américas. Rafael del Riego moría ahorcado el 7 de noviembre de 1823 y los propulsores del movimiento liberal fueron ajusticiados, marginados o exiliados de España. El alcance de ésta purga sobre los constitucionales de Virreynato del Perú era infalible.
Tras conocer la rebeldía del general absolutista español Pedro Antonio Olañeta contra los constitucionales, La Serna cambio sus planes de bajar a la costa para batir a Bolívar. El Virrey del Perú por el contrario desviaba sus fuerzas y cruzaba el río Desaguadero el 22 de enero 1824 para dirigirlo a Potosí y someter los ejércitos de su antiguo subordinado. Las Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú del oficial peninsular Andrés García Camba (1846) detallan el trastorno que los sucesos del Alto Perú produjo en los cálculos defensivos del virrey, José de la Serna e Hinojosa. En una prolongada campaña con las batallas de Tarabuquillo, Sala, Cotagaita y finalmente en la Lava el día 17 de Agosto de 1824 las fuerzas realistas del Virreynato del Perú (monárquicos constitucionales) y de las provincias del Alto Perú (monárquicos absolutistas) se destruían mutuamente y lo peor, Jerónimo Valdés era llamado urgentemente por el Virrey la Serna para contener el avance de Bolivar tras la batalla de Junín.
Bolívar en comunicación con Olañeta aprovecha el desmontaje del aparato defensivo realista para "movernos en todo el mes de mayo contra Jauja" y así sorprende a José de Canterac aislado en Junín el 6 de agosto de 1824. Dio comienzo entonces una incesante persecución con la consecuente pérdida de 3.000 realistas que seguidamente engrosaban las filas independientes.
Finalmente el 7 de octubre de 1824 con sus tropas a las puertas del Cuzco Bolívar entregó al general Sucre el mando del nuevo frente de batalla que recorría el curso del Río Apurimac y se retiró a Lima para tomar de la capital más empréstitos para sostener la guerra en el Perú y recibir una división colombiana de 4000 hombres despachada por Páez que no llegaría sino después de Ayacucho.
En la Imagen: Batalla de Ayacucho. Pintado por Antonio Herrera Toro hacia 1890, según boceto de Martín Tovar y Tovar.
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miércoles, 8 de diciembre de 2010
DIA DE LA VIRGEN
Fuente: http://www.ejercito.mil.ar/
martes, 7 de diciembre de 2010
ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE LIHUÉ CALEL
En mensaje al Congreso Nacional, el 14 de agosto, Nicolás Avellaneda se refiere a las tribus como notablemente disminuidas a causa de los últimos contrastes y derrotas con motivo de la expedición realizada y del avance de la línea de fronteras hasta Carhué. Más adelante dice que Namuncurá se encuentra con cien guerreros, la flor de su tribu y de su familia, en Maracó Grande, veinte leguas aproximadamente al sudoeste de Chilihué, hacia el Colorado.
El ministro de Guerra recoge los informes siguientes: el comandante Conrado E. Villegas escribe desde Trenque Lauquen, el 14 de setiembre, que los prisioneros tomados en una batida hecha por el mayor Ruiz contra Pincén dicen ser de Namuncurá y ranqueles y que los manda el cacique Urriqueo, subordinado a este último; en un parte fechado en Monte el 16 de octubre el teniente coronel Marcelino Freire comunica que Garrón de Piedra y sus parientes han abandonado todo, que huye hacia Chilihué y que no se le persigue porque le lleva tres días de ventaja, por camino de médanos y “muy pesado”; según carta del comandante Rudecindo Roca, firmada en Villa Mercedes el mismo día, “una comisión de indios, parientes todos del cacique general Namuncurá, se ha presentado a esta comandancia proponiendo en nombre de este cacique la paz con los indios del Sud”; y finalmente el teniente coronel Teodoro García, en parte enviado desde Puán el 18, habla de “tribus en completa dispersión y a largas distancias un toldo que otro entre montes”, y sitúa a Namuncurá en Traro Lauquen, dos días de galope de Tumucó Grande.
El general Roca comunica al teniente coronel Freire haber recibido un parte del comandante Vintter según el cual se le presentó a este último, Juan José Catriel con 150 lanzas, acompañado de Cañincuil, con el anuncio de que Namuncurá, Epumer y Baigorrita están en Salinas preparándose para invadir. En otra carta a mismo Freire, desde Buenos Aires, el 11 de noviembre, deja entrever su deseo de que se ataquen las tolderías “antes que aprieten los calores”. Más adelante dice: “Quiero que esta expedición, que será la última grande hasta que pase el verano, alcance lo más lejos posible”. Y en un telegrama despachado cinco días después insta al comandante García a que juntamente con Levalle y Freire tenga una conferencia en Carhué y acuerden un plan de operaciones para caer al mismo tiempo sobre el enemigo y someterlo. En otro telegrama de igual fecha pide que le “comuniquen lo que acuerden y los derroteros que cada uno debe llevar para el mejor éxito”. A Levalle le telegrafía el 20: “Necesitamos dar una lección a Namuncurá y perseguirlo lo más lejos posible”. El 21 telegrafía a Freire, aprobando lo resuelto y confiando “en que si ni cae Namuncurá, lo que no es difícil, podrán tomar una gran parte de su tribu”.
El general Luis M. Campos, en una circular a los jefes de Carhué, Guaminí y Puán, fechada en Buenos Aires el 22, dice que por telegrama del comandante Vintter se sabe que Juan José Catriel con toda su tribu, más de quinientas personas, se viene a presentar a Fuerte Argentino, siendo hostilizado en la marcha por Namuncurá. “Catriel avisa a Vintter que Namuncurá, Baigorrita y Epumer se encuentran actualmente cerca de Salinas Grandes con todos sus indios reunidos”.
El coronel Levalle comunica al inspector y comandante general de armas en una carta fechada en Carhué el 28 de noviembre que por declaración del sargento Campos, del batallón 7, que ha estado prisionero en los toldos, se sabía “que Namuncurá se iba a mudar a la laguna Algañaraz (10 leguas de la de los Caranchos), que el citado cacique tuvo una gran reunión y que ha reconcentrado los indios y que ha oído decir que tienen mucho temor de ser rodeados por las fuerzas nacionales”. Hace presente la necesidad imperiosa de atacar.
Cuando las divisiones de Carhué y Guaminí se encontraban ya próximas a las tolderías, Levalle “recibió un mensaje del cacique anunciándole que lo esperara, que vendría a batirlo. El coronel tomó sus disposiciones e hizo acampar a las fuerzas en un terreno escogido, que nos daba dos ventajas; se pasó el día y el cacique con sus guerreros se presentarnos a batirnos, de donde se dedujo que era un ardid del indio para ganar tiempo y huir”.
Se acampó en Traro Lauquen, en el mismo lugar donde habían estado los toldos de Garrón de Piedra. El 17 de diciembre por la tarde, en vista de los datos obtenidos, ensilló a la sordina toda la tropa, y sigilosamente se puso en marcha en dirección a Lihué Calel, con caballos de tiro, los sables trabados y con la orden de no fumar durante la noche.
Dice el teniente coronel Vivot: “Nos racionaron con un trozo de carne asada de potro; yo no le hacía mal gusto; el hambre me hacía acostumbrar a esta nueva alimentación. Emprendimos, pues, la marcha en una tarde calurosa para recorrer un trayecto de veintidós leguas sin agua, y que nosotros llamábamos travesía. Se marchó toda la noche y el día siguiente, con cortos intervalos de descanso. En el día empezó a hacérsenos insoportable la sed, y más nos atormentaba bajo los rayos de un sol de fuego. Buscamos medios de aliviarnos de este tormento, que se hacía cada vez más insoportable, introduciéndonos en la boca seca, balas u objetos metálicos para provocar la salivación y hallar algún alivio; pero era inútil, no aplacábamos la sed. Citábase de algunos soldados que bebieron los orines de los caballos. En la tarde, la caballada de reserva olfateó el agua y se lanzó a la carrera, sin que los soldados caballerizos pudieran contenerla, hasta llegar a un charco que había en el medio del camino, donde se habían guarecido un número considerable de sapos. La caballada bebió, ensució y pisoteó el charco, hasta transformarlo en lodazal. Cuando llegó el regimiento allí hizo un descanso, varios soldados se arrojaron al barro, tomaban con las manos una porción de ese lodo inmundo y se lo llevaban a la boca. Algunos extraían de sus bolsillos un pañuelo sucio, lo llenaban de barro y luego absorbían el agua. Yo, desesperado, hice algo parecido”.
La noche siguiente tenía la inmutable serenidad de las regiones del sur. Un silencio patético reinaba en la columna, sólo turbado por los rítmicos golpes de los cascos sobre el suelo. Antes de amanecer habíase alcanzado un punto situado a unos 15 kilómetros del objetivo (El Cerro). Se ordenó ensillar los caballos de reserva y se prosiguió el avance. El plan del comando era ejecutar un rápido movimiento envolvente, por escuadrones y regimientos, de manera que no escapase ningún indio. Como punto de convergencia se señaló la cumbre de Lihué Calel.
Veinte leguas antes de llegar a los toldos, el coronel Levalle, teniendo en cuenta el mal estado de la caballada, formó una columna que, con un efectivo de 190 hombres y una pieza Krupp, marcharía a retaguardia con la orden de recoger todos los caballos rezagados por cansancio y poniendo a su frente al jefe de “detall” de la división Carhué, teniente Bernardino País, quien cumplió muy bien su cometido.
La marcha de flanco, ejecutada con las tres divisiones unidas, tenía por objeto: primero, no ser sentidos al avanzar por un camino desconocido y de travesía; segundo, que el ataque se realizase tomando la división Puán el camino de la izquierda, la división Carhué el del centro, y la Guaminí el de la derecha.
Lo segundo no pudo cumplirse, porque los tres caminos convergían hacia un solo punto, a la altura de Chiloé, un bajo de 15 a 20 leguas de largo, donde estaban situados los toldos, que tenía por un lado una cadena de médanos elevados y por orto el monte.
El adversario estaba apercibido, ya que sus centinelas habían sentido la aproximación y dado el alarma. Así, pues, Namuncurá, con su mujer principal y sus hijos, tuvo tiempo de emprender la fuga ocho horas antes, en dirección al Sudoeste, organizados en grupos montados, casi sin que lo advirtieran las tribus dependientes.
El ataque se ejecutó en forma convergente y con simultaneidad cronométrica. Los estampidos del Remington eran ahogados por los estridentes alaridos de los fanáticos guerreros indígenas. La intensidad de la lucha precipitó el desenlace, y la victoria sonrió a las armas cristianas. En esta acción los indígenas tuvieron 50 muertos: 1 cacique, 3 capitanejos y 46 indios de lanza y 270 de chusma prisioneros; y todo el ganado que tenían las tribus de la Sierra de Lihué Calel, que se componía de 1.000 vacunos, 80 caballos y 800 animales entre ovejas y cabras.
Fuentes: Clifton Goldney, Adalberto A. – El cacique Namuncurá, el último soberano de la pampa – Buenos Aires (1963) / www. revisionistas.com.ar / Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
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