jueves, 31 de agosto de 2017

EL UNIFORME DE LOS CADETES DEL COLEGIO MILITAR DE LA NACIÓN

El uniforme no es solamente “un vestido peculiar y distintivo que usan los militares por concesión o por ley”. No siempre fue un traje, sólo bastaba en ocasiones, un penacho, un símbolo o un emblema, para que se “uniformara” a un grupo de hombres. El objeto era distinguir, identificar, individualizar un cuerpo. Pero algunos de ellos se convirtieron en verdaderos íconos de los ejércitos a los que pertenecían. Éste es el caso del uniforme de los Cadetes del Colegio Militar de la Nación.
Vestir un uniforme es algo muy especial, y más cuando se lo hace a una edad en la que todo se idealiza y adquiere un matiz romántico y lírico. En ese uniforme se encarna la vocación de servir desinteresadamente, al igual que un antiguo caballero a una causa noble, a la Patria. La investidura, entonces, supone una predisposición intelectual y espiritual. Intelectual porque se debe tomar conciencia del significado de estos paños y qué cosas se deben defender como valores inmutables y permanentes. Espiritual porque se necesita estar en gracia de Dios, libre de espíritu y tranquilidad de conciencia.
Este uniforme ha variado en su forma pero no en su fondo, representando valores que han sido defendidos por hombres de la talla de Saavedra, quien fue uno de los forjadores de la Patria; Belgrano, que dio los colores a la bandera; San Martín, que dio la gloria a nuestras armas; Las Heras, que fue ejemplo de subordinación y valentía; de los generales Riccheri, Savio y Mosconi, contemporáneos forjadores de un Ejército Argentino más pujante; y también de los jóvenes oficiales que, a poco de egresados, derramaron generosamente su sangre, en pos de sus ideales de una Patria mejor, como Berdina, Massaferro y Barceló. Otros, como Larrabure, son ejemplo de abnegación y entrega suprema ante un enemigo cobarde y artero. Por último, otros jóvenes como Estévez, mostraron en el campo de combate de una guerra convencional, en el intento supremo de recuperar nuestras Islas Malvinas, la grandeza sin tacha del soldado argentino.

EL SIGNIFICADO DEL UNIFORME
Más de un siglo ha transcurrido desde el uso de aquel viejo uniforme compuesto de “blusa de paño azul oscuro con reverso de terciopelo, chaleco y pantalón del mismo paño con franja punzó, botines a la Crimea y kepi”, y muchos años más han pasado desde las solemnes entregas de armas e investiduras de aquellos guerreros que encontraban en la milicia su modo de santificación.
El paso del tiempo no pudo variar la esencia de los hombres de armas que permanecen fijas, inmóviles, idénticas, más allá de los cambios, de los gustos y las modas circunstanciales. Antaño, el distintivo exterior del soldado fue su uniforme. Pero ese no era (ni es) más que la exteriorización de una uniformidad interior que esos bravos llevaban, unían y reunían. Así llegaban a ser un sólo sentimiento, un solo corazón, una sola voluntad, una sola idea y uno solo frente al enemigo.
Los uniformes son la manifestación de una comunión espiritual verdadera y, aunque en su confección no haya habido una intención deliberada, los uniformados siempre han buscado un significado en esas prendas que, con devoción, usan. Una respetable tradición se ha transmitido a través del uniforme de nuestros cadetes. Predomina en él el azul, cual horizonte que recuerda la búsqueda constante de los permanentes, el llamado a trascender y a lo trascendente y la invitación a lo divino.
Los vivos rojos simbolizan la abnegación y su modo supremo, el sacrificio. Representa la sangre derramada por la multitud de muertos por la Patria y nuestra disposición perenne de ofrendar la vida entendiendo la muerte como un acto más del servicio, pero así mismo, el acto más sublime del servicio. Es además, sinónimo de valor, victoria y alteza.
El color blanco en la gorra, en los guantes, en la cabeza y en las manos, representa la pureza de pensamientos y la nobleza de los ideales en el primer caso y la integridad de proceder en el segundo caso. Es también la firmeza, la vigilancia, la integridad y la obediencia. Los botones son dorados; siete adelante y cuatro atrás. Los primeros simbolizan los sacramentos donde el cadete debe buscar la fuerza, el alimento, la salud y la vida. Los de atrás, configuran las virtudes cardinales que debemos adquirir y practicar para un mejor servir en la milicia: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Ese color dorado es símbolo de la dignidad, lealtad y constancia en nuestro obrar.
El cinturón muestra al cadete ceñido, envuelto doblemente por Dios en el cumplimiento de sus mandamientos y por la Patria en la obediencia y subordinación para su defensa. Los símbolos patrios, escarapela y escudo nacional, presiden desde lo alto todo el uniforme. Ocupan por privilegio el centro de la gorra.
El distintivo del Colegio Militar de la Nación, usado desde los primeros días de su fundación, consta de un castillo rodeado de dos gajos de laureles. El castillo significa la fortaleza, el valor, el dominio del temor y la tristeza, la entereza y la presencia de ánimo. Los laureles representan la gloria obtenida con heroísmo y nobleza siendo, además, signo visible del cumplimiento de la misión. El sable es una réplica del que usara el General San Martín durante sus campañas en América, símbolo del mando para el uso de la fuerza en el ejemplo de las virtudes sanmartinianas. En este tipo de armas, la empuñadura y la hoja simbolizan la prudencia. El pomo, la fortaleza y la cruz, la templanza.

EL ESCUDO

Torreón que conforma el emblema del Colegio Militar de la Nación. Fue elegido como el símbolo de la fortaleza, no sólo física sino también moral, que debe caracterizar al militar argentino. Enmarcando el torreón, los laureles, símbolo del honor y de la gloria. Honor que nace en las virtudes sanmartinianas, ejemplo preclaro de nuestra historia. Gloria, que llegó a través de su pasado y que compromete su pensamiento y acción en el tiempo.
Fuente: Mayor Sergio O. H. Toyos para Diario Soldados Digital.

miércoles, 30 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL ROMÁN ANTONIO DEHEZA

El día 30 de agosto de 1872 fallece en Valparaíso, Chile, el General Román Antonio Deheza. Se lo denominó general de tres repúblicas. En todas las acciones de guerra en que le tocó actuar, asombró por su valor y temeridad. Inició su carrera militar en 1810, conduciendo comunicaciones de la Junta de Buenos Aires al General Antonio González Balcarce, y combatió en las batallas de Cotagaita, Suipacha y Huaqui. Actuó a las órdenes del General Juan Gregorio de Las Heras destinado a reforzar el ejército chileno, que se defendía de los contingentes realistas enviados por el virrey del Abascal. Combatió en las batallas de Cucha Cucha y Membrillar.
Pasó a las fuerzas del general O'Higgins, a cuyas órdenes luchó en la derrota de Rancagua con el grado de capitán. Combatió en las batallas de Chacabuco, Curapaligüe, Gavilán, en el asalto a Talcahuano y en la gran victoria de Maipú.
Estuvo en el sitio de la Fortaleza del Callao y participó en la defensa de la ciudad de Lima. De vuelta en el Plata, sirvió a las órdenes del General José M. Paz, quién le otorgó los despachos de Coronel Mayor. Emigró a Bolivia durante la dictadura de Rosas, regresando para incorporarse nuevamente a las órdenes de Paz en el ejército que este organizó contra Rosas en la Provincia de Corrientes.
Nació en la Ciudad de Córdoba en 1791. Cursó sus estudios en el Real Colegio de Monserrat, dedicándose luego al comercio. Se enroló en el Ejército del Norte en 1810, como voluntario, y combatió en las batallas de Cotagaita, Suipacha y Huaqui.
En 1813 fue enviado a Chile, como oficial de la división cordobesa (Batallón de Auxiliares Argentinos) a órdenes del después General Juan Gregorio de Las Heras, destinada a reforzar el ejército chileno, que se defendía de los contingentes realistas enviados por el Virrey del Abascal. Combatió en las batallas de Cucha Cucha y Membrillar. Pasó a las fuerzas del General Bernardo O’ Higgins, a cuyas órdenes luchó en la derrota de Rancagua con el grado de Capitán.
Regresó a Mendoza, donde se incorporó al Ejército de los Andes que estaba organizando el gobernador, General José de San Martín. En 1817 cruzó la Cordillera de los Andes y combatió en las batallas de Chacabuco, Curapalige, Gavilán, en el asalto a Talcahuano y en la gran victoria de Maipú. Permaneció después en la guarnición de Valparaiso, con el grado de Teniente Coronel.
Formó parte de la campaña del Perú, como jefe del Batallón 11 de Infantería - fundado por el General Las Heras - y peleó en la Batalla de Cerro de Pasco, en que tuvo una actuación relevante. Participó en la llamada “Campaña a puertos intermedios”, luchando en las derrotas de Torata y Moquegua.
Retirado el General San Martín, luchó a órdenes de Simón Bolivar en Junín, y a órdenes del General Antonio Sucre en la definitiva victoria de Ayacucho. Por esta victoria fue ascendido al grado de Coronel.
Una vez de regreso en Buenos Aires, se unió al ejercito participando activamente en la Guerra del Brasil, luchando en las victorias de Bacacay, Yerbal e Ituzaingó. En esta última batalla fue el Jefe del Estado Mayor, ya que el General Mansilla, que ocupaba ese cargo, dirigió tropas en la batalla.
Regresó a órdenes del General Juan Galo de Lavalle a Buenos Aires y participó en la revolución de diciembre de 1828.
Cuando el General José Maria Paz invadió Córdoba, se unió a éste como su Jefe de Estado Mayor. Fue el primer jefe que ocupó su ciudad natal, y luego luchó en las batallas de San Roque y La Tablada. Después de esa victoria, fusiló a 30 oficiales del General vencido, Facundo Quiroga.
También luchó en la Batalla de Oncativo y, tras esa victoria, Paz quedó en libertad de imponer el unitarismo a todo el interior. Primero se impuso en Cuyo, La Rioja y Catamarca, aliándose con las de Tucumán y Salta.
Por considerarlo inofensivo, Paz había dejado de lado a Juan Felipe Ibarra, caudillo de Santiago del Estero en paz. Pero en mayo de 1830, esa provincia fue invadida por el tucumano Javier López. Tras una serie de escaramuzas, López e Ibarra llegaron a una transacción, por la cual fue electo Gobernador Manuel Alcorta.
Disconforme con el resultado, en septiembre de 1830, el general Paz envió al coronel Deheza a tomar el mando militar y civil de la provincia, para evitar que Ibarra la recuperase con el apoyo de Estanislao Lopez. Deheza se hizo nombrar gobernador y enseguida comenzó a tener problemas con los caudillejos federales, que lo iban aislando y cercando en la capital de la provincia.
Su gobierno en Santiago fue una sucesión de desastres; Ibarra y el salteño Pablo Latorre lo atacaban por todos lados. Vencían o eran vencidos en pequeñas batallas, pero siempre volvían. Deheza dejó de gobernador delegado a un coronel de apellido Gama y salió a perseguirlos, pero debió regresar con las manos vacías. No obstante, Paz lo ascendió a general. En nombre de la provincia que gobernaba, firmó los tratados que establecían la Liga del Interior.
Cuando Paz cayó prisionero de Estanislao López, había otros dos generales en el ejército unitario. El General Lamadrid estaba más cerca de la capital y tomó el mando del mismo, ordenando la retirada a Tucumán. Deheza se negó a obedecer a Lamadrid - habían sido ascendidos el mismo día, por lo tanto su grado militar era el mismo - y, dejando a Santiago bajo la protección de Javier López, se retiró con su escolta a Tucumán. Ni siquiera pasó a saludar a Lamadrid: siguió de largo a Bolivia.
Poco después, Ibarra entraba sin resistencia a Santiago y Quiroga derrotaba - volvía a derrotar - a Lamadrid en la Ciudadela. Así desaparecía la Liga del Norte y los federales pasaban a controlar toda la Argentina.
Deheza se trasladó a Paraguay, donde el dictador Francia lo nombró su Jefe de Estado Mayor. A la muerte de Francia, en 1840, pasó a Chile. Allí se enroló en el ejército, en el que alcanzó el grado de Capitán General.
El 30 de agosto de 1872, muere en Valparaíso, Chile.

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martes, 29 de agosto de 2017

REGIMIENTO DE INFANTERÍA NRO. 8

El primer antecedente de la unidad lo ubicamos en la segunda campaña al Alto Perú, llevada a cabo por el General Manuel Belgrano al mando del Ejército Auxiliar. Por ese entonces, era denominado Batallón Nro 8 de Infantería, debido a la cantidad de efectivos que lo constituían. Luego de las victorias de Tucumán y de Salta, el ejército patriota prosiguió su marcha hacia el norte hasta llegar a Potosí. Durante la marcha por esta región los nativos decidieron abrazar la causa emancipadora y engrosar las filas del ejército patrio. Debido a la gran cantidad de hombres incorporados a las filas, el Batallón Nro 8 quedó excedido en la cantidad de efectivos, lo que obligó a Belgrano a elevar a la categoría de Regimiento de Infantería Nro 8 al viejo batallón, designando como su primer Jefe al Teniente Coronel Benito Álvarez y al Sargento Mayor Patricio Beldón el día 13 de Julio de 1813.
El Regimiento 8, recibió su bautismo de fuego en la infausta jornada de Vilcapugio den donde debió soportar el peso del combate y la escasa instrucción de sus efectivos por el corto lapso de tiempo entre la creación de la unidad y la batalla produjo gran cantidad de bajas entre ellas sus jefes el Teniente Coronel Álvarez y al Sargento Mayor Beldón. Luego de la Batalla de Vilcapugio, el Regimiento 8 de Infantería quedó debilitado y se decidió su disolución.
En la ciudad de Buenos Aires, el 3 de Febrero de 1814, la unidad fue recreada con el nombre de Batallón 8 de Infantería y conocido con el nombre de “Libertos” por estar constituido en su mayoría por esclavos liberados por la Asamblea del año XIII, y que se sumaron a la lucha por la independencia.
Se designó como su primer Jefe al Teniente Coronel Matías Balbastro. Participa en Junio del mismo año del sitio a Montevideo oportunidad en que contribuyó a la rendición de la fortaleza, que puso fin a la dominación española en el Río de la Plata. Las compañías que participaron de la campaña regresaron a Buenos Aires en Septiembre.
En Octubre nuevamente 300 hombres al mando del Sargento Mayor Juan Viola partieron hacia Colonia del Sacramento para tomar parte de las operaciones contra el caudillo oriental José de Artigas.
En Noviembre la 1ra y 2da compañía marcha hacia Mendoza para engrosar las filas del Ejército Libertador, poniéndose bajo las órdenes del General San Martín.
En Diciembre de 1816 las ultimas tropas del Batallón 8 de Infantería llegaron a Mendoza al mando del Coronel Celestino Vidal, el 2 de Enero se nombra comandante del Batallón al Teniente Coronel Ambrosio Crámer y al Sargento Mayor Joaquín Nazar para constituir la plana mayor, una banda de música, una de granaderos y cuatro de cazadores, se establece en el campamento del Plumerillo donde se aprestaron los equipos y se instruyó a la gran cantidad de reclutas en su mayoría esclavos libertos de Mendoza y Cuyo que engrosaron sus filas . En el cruce de los Andes el Batallón se dividió en varias columnas y secciones dando inicio a la marcha el 14 de Enero de 1817 por el paso del Planchón al mando del Capitán Ramón Freire, el grueso lo hizo por el paso de Los Patos a las órdenes del Brigadier Soler y O’Higgins . Participó de la Batalla de Chacabuco teniendo la mayor cantidad de bajas de todas las unidades del Ejército Libertador. En Cancha Rayada ocupaba la segunda línea de la reserva logrando retirarse hacia el norte para reunirse luego con la división del General las Heras.
En Maipú el Batallón 8 sufre gran cantidad de bajas, las cuales alcanzaron a casi la mitad de sus hombres.
En la Campaña del Perú formó parte del ejército que tomó la ciudad de Lima y participa del sitio al puerto del Callao asaltando y tomando la fortaleza allí existente bajo las órdenes del Coronel Enrique Martinez. En Enero de 1822 fué designado el Teniente Coronel Felix de Olazabal para conformar la división auxiliar que liberó el norte combatiendo en la batalla de Riobamba y Pichincha. El Batallón 8 junto al 7 de Infantería conforman el Regimiento Río de la Plata, participó de los combates de Calama, Torata y la Batalla de Moquegua. Luego de la Independencia del Perú se suscitan una cantidad de acontecimientos que favorecieron el acceso al poder de antiguos sectores realistas.
A mediados del año 23, la División Argentina , resto del glorioso Ejército Libertador se sublevó debido al maltrato y desconocimiento por parte del naciente gobierno peruano, esta sublevación toma como ejemplo de fidelidad al soldado Antonio Ruiz apodado “Falucho” quien se negó a rendir honores al pabellón realista y fue fusilado en ese mismo momento por los sublevados.
El Regimiento 8 de Infantería es uno de los cuerpos más gloriosos que llevaron el Pabellón Nacional por el continente en la lucha por la independencia.
Fuente: Jorge González Crespo para Ejercito Argentino e ilustracion de Héctor Arenales Solís.

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lunes, 28 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DEL ATENTADO EN TUCUMÁN CONTRA GENDARMERÍA

En cumplimiento del Decreto “S” 261 del 5 de febrero de 1975 dictado por la Presidente de la Nación, Doña Estela Martínez de Perón, la Gendarmería Nacional destacó a la provincia de Tucumán parte de sus efectivos.
El 28 de agosto de 1975, 114 gendarmes provenientes de la “Agrupación San Juan” se embarcaron en el avión Hércules C-130, TC-62 en el Aeropuerto “Benjamín Matienzo” de Tucumán, para regresa a su destino, luego de cumplir con la misión impuesta. A las 1305 horas el avión carreteaba para levantar vuelo cuando al promediar la pista una enorme explosión prácticamente lo levantó del suelo, para luego caer destrozado e incendiarse inmediatamente. Por fortuna logró posarse en tierra y la pericia del piloto impidió que cayera sobre el Barrio Obrero que se encontraba prácticamente al final de la pista. El enorme Hércules quedó diseminado en 300metros pero su fuselaje se convirtió en una caldera donde quedaron atrapados los gendarmes.
Sin que muchos lo supieran, la mitad de la pista estaba atravesada de lado a lado por un canal de desagüe de un metro de alto y setenta centímetros de ancho. Allí terroristas de la organización Montoneros colocaron 160 kg de explosivo de alto poder que hicieron estallar por control remoto al paso del avión. La magnitud de la explosión se materializó también en el cráter de 12 ms. de diámetro y 2 ms. de profundidad que dejó en el cemento de la pista.
Los gendarmes comenzaron a salir en medio de las aberturas en llamas, pero algunos quedaron atrapados ya que el fuego impedía su rescate y aproximarse a menos de 10 o 15 metros era imposible. Los compañeros que habían logrado salir, los vecinos, los bomberos y los tripulantes de la aeronave, heroicamente lograron socorrer a gran parte de los efectivos. El máximo ejemplo lo brindó el gendarme Raúl Cuello quien entrando varias veces al fuselaje en llamas rescató a camaradas ofrendando en ello, su propia vida.
El trágico saldo del atentado fue de 6 gendarmes muertos y 60 heridos 9 de ellos, de gravedad. Demostraron que eran criollos valientes, herederos de Güemes, que ofrecieron todo en cumplimiento del deber y del sagrado juramento hecho a la Bandera azul y blanca, de defenderla hasta perder la vida. ¡Argentinos! No los olvidemos y rindámosles nuestro homenaje.

Juan Antonio Luna
Marcelo Godoy
Evaristo Gómez
Pedro Yáñez
Juan Riveros
Raúl Cuello
¡PRESENTE! 

“Lo demandó el honor y obedecieron,
lo requirió el deber y lo acataron;
con su sangre la empresa rubricaron
con su esfuerzo la Patria engrandecieron.

Fueron grandes y fuertes, porque fueron
fieles al juramento que empeñaron.
Por eso como valientes lucharon,
y como héroes murieron.

No quisieron servir a otra Bandera,
no quisieron andar otro camino,
no supieron vivir de otra manera.”

Fuente: Fausto González. Informador Público 2013.


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domingo, 27 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL CORONEL ANGEL ECHAVARRÍA

Nació en Buenos Aires, el 2 de agosto de 1840, siendo sus padres, José Santos Echavarría y Petrona Dodero. Ingresó en clase de cabo distinguido en el Batallón “Guardias de la Ley”, el 18 de diciembre de 1861, de cuyo cuerpo era jefe el coronel Desiderio Sosa, en la provincia de Corrientes; el cual sirvió de plantel para la formación del 7º de Línea, continuando Echavarría en aquel batallón hasta el 3 de abril de 1864. Había ascendido a porta-estandarte, el 12 de agosto de 1862 y a subteniente de compañía, el 1º de julio de 1863.
El 3 de abril de 1864 se embarcaron para Rojas, provincia de Buenos Aires; habiendo llegado al Rosario de Santa Fe, permanecieron allí más de 15 días, llegando a su destino el día 23 del mismo mes y año. Desde el 1º de enero del año anterior Echavarría servía en el cuerpo que había tomado la denominación del 7º de Infantería, el que fue disuelto en Rojas, refundiéndose 2 compañías en el 3º de Caballería; marchando otras dos a Melincué, sirviendo de plantel para la creación del 12º de Infantería. El 7º de Infantería fue mandado hasta entonces por el teniente coronel Carlos Lezica.
Con motivo de la disolución, el 1º de abril de 1864 pasó a la P. M. D y el 7 de octubre del mismo año fue propuesto para la compañía de cazadores del Batallón 1º de Línea (actual Regimiento de Infantería 1 “Patricios”), que mandaba el teniente coronel Manuel Roseti; pese a que fue concedido el día 10 y hecho efectivo el 9 de noviembre, en que marchó de Buenos Aires a incorporarse a aquel cuerpo, que se hallaba en el “9 de Julio”. De febrero a abril de 1865 permanecieron en el fortín “Hombres sin Miedo”. El 18 de noviembre del año anterior ascendió a teniente 2º.
El 20 de abril de 1865, con motivo del estallido de la guerra del Paraguay, marchó el 1º de Infantería a Buenos Aires, donde después de una permanencia de cinco días, siguió viaje para formar parte del Cuerpo de Ejército del general Paunero. Se halló en la toma de la ciudad de Corrientes, el 25 de mayo de aquel año, por lo que recibió la medalla de plata acordada por el Gobierno. Asistió a la batalla de Yatay y a la toma de Uruguayana, por lo que fue acreedor a las condecoraciones concedidas por los gobiernos oriental y brasileño, respectivamente.
El 24 de setiembre de 1865 pasó al Estado Mayor del 1er Cuerpo de Ejército y en diciembre del mismo año pasó en comisión al Batallón “Catamarca”, cuerpo con el cual se halló en el Paso de la Patria, el 16 de abril de 1866; en la toma de Itapirú, al día siguiente en el combate del Estero Bellaco, el 2 de mayo; en el pasaje de ese mismo estero, el día 20; en la batalla de Tuyutí, el 24 del mismo mes y año, a las órdenes del coronel Maximiliano Matoso; mereciendo por este último hecho de armas el cordón de plata concedido por Ley del 5 de octubre de 1872.
El 7 de octubre de 1866 llegó a Buenos Aires gravemente enfermo, de un fuerte reumatismo, mandado por los cirujanos del hospital que funcionaba en Corrientes. Había ascendido a teniente 1º el 7 de enero de 1866, y capitán el 12 de setiembre del mismo.
Permaneció en cura hasta que el 14 de julio de 1867 solicitó pasar a una P. M. por las circunstancias de haber perdido a sus padres con diferencia de 24 horas, víctimas del cólera, razón por la cual por cuestiones de orden personal, tenía que quedarse en esta Capital; el 5 de agosto del mismo año pasó a la P. M. D., en virtud de la Superior Resolución del 31 de julio de 1867.
El 12 de enero de 1868 pasó al Ministerio de la Guerra, donde permaneció hasta el mismo día del año 1871, en que fue nombrado Jefe del Polvorín de Flores (ubicado en los terrenos que actualmente ocupa el Parque Chacabuco, en la ciudad de Buenos Aires), cargo que ejerció por espacio de largos años. Promovido a sargento mayor graduado el 19 de febrero de 1870, recibió la efectividad de este empleo, el 1º de marzo de 1873 y el 19 de setiembre de 1878, el grado de teniente coronel.
Desempeñando la jefatura del Polvorín de Flores por orden de su superior, tomó parte en las operaciones del 20 de junio de 1880, a las órdenes del general José Octavio Olascoaga, y en la batalla del día siguiente, en Puente Alsina y los Corrales, al mando del general Joaquín Viejobueno. Por su comportamiento en aquellas jornadas ascendió a teniente coronel efectivo, el 9 de julio de igual año.
Participó, igualmente, en las jornadas del 26, 27, 28 y 29 de julio de 1890; por cuya actuación fue promovido a coronel con fecha 27 de aquel mes y año.
El 2 de diciembre de 1890 dejó la jefatura del Polvorín de Flores y pasó a la “Lista de Oficiales Superiores”. En enero de 1894 fue nombrado Jefe del Polvorín de Maldonado, cargo que desempeñó hasta junio del año siguiente en que volvió a revistar en “Lista de Oficiales Superiores”. En febrero de 1899 fue nombrado Juez de Instrucción adscripto al Estado Mayor General. Desempeñando este puesto, el 10 de agosto de 1900 se ordenó el reconocimiento médico del causante, declarándolo la Comisión Médica, el 1º de setiembre, inútil para el servicio por estar afectado de “arterio-esclerosis”. El 4 de este último mes fue declarado en situación de retiro con 47 años, 1 mes y 2 días de servicios.
El coronel Angel Echavarría falleció en esta ciudad, el 26 de agosto de 1916, a las 6 de la mañana, de “miocarditis”. Estaba casado con Rosario Zumeta, natural de Corrientes, hija de Justo Zumeta y Dionisia Cano; matrimonio realizado en aquella ciudad el 10 de febrero de 1862.
Aparte de las condecoraciones mencionadas, recibió la medalla de oro por la conclusión de la guerra del Paraguay.
Su esposa falleció en Buenos Aires, el 15 de diciembre de 1923 a la edad de 83 años.

Fuentes: Yaben, jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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sábado, 26 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DE LA EXPEDICIÓN TERRESTRE INVERNAL ANTÁRTICA

Se cumple una de las hazañas más memorables efectuada por personal del Ejército Argentino en el Continente Blanco, la “Expedición Terrestre Invernal Antártica”, uniendo las Bases Antárticas de Ejército “Esperanza” y “San Martín”, después de haber recorrido 1.800 km en vehículos a oruga y 1.500 km con trineos de perros, alcanzando alturas de 1.842 m sobre el nivel del mar, soportando vientos de 220 km/h y temperaturas de -43ºC. Parte del desplazamiento de la patrulla se hizo entre abruptos paredones de roca, helados glaciares y sobre la superficie helada del mar cuyo espesor no sobrepasaba los 20 cm. Los hombres del Ejército que participaron fueron: Teniente Primero Gustavo Adolfo Giro Tapper (Jefe), Teniente Primero Oscar Roberto Sosa, Sargento Ayudante Mecanico Radial Silvano Corvalan, Sargento Ayudante Primero Héctor Pablo Elgueta, Sargento Primero Mecanico Motorista Jorge Raúl Rodriguez, Sargento Mecanico Motorista Gerónimo Mauricio Andrada y Cabo Primero  Ramón Oscar Alfonzo.
Fuente: Ejercito

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viernes, 25 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DE LA CREACION DEL LICEO MILITAR GENERAL PAZ

El Liceo Militar “GENERAL PAZ”, Instituto de formación de los oficiales de reserva del arma de artillería, fue creado el 25 de Agosto de 1944 por iniciativa del Diputado Nacional de la provincia de Córdoba Doctor Raúl Víctor Martínez. La Ley de su creación perseguía el propósito de educar y formar eficazmente a los oficiales de reserva que integrarían el ejército del futuro. 
El 2 de Abril de 1945 en el campo de la nueva Guarnición de Córdoba, camino a La Calera, donde actualmente se encuentra el Batallón de Comunicaciones 141, se inaugura el Liceo Militar “GENERAL PAZ” el cual es trasladado a su asiento definitivo el 28 de Febrero de 1949, en el Km 711 de la ruta nacional Nº 9, únicas instalaciones construidas para tal fin.El Liceo Militar “GENERAL PAZ”, que no es ajeno a los cambios que requiere la sociedad actual, en el año 1995 incorpora la mujer a sus filas, y paralelamente adapta a su esquema la ley federal de educación ofreciendo a la comunidad una nueva propuesta educativa.Los jóvenes egresados de esta Institución se van incorporando a la sociedad con una formación sólida e integral con principios sustentados en el amor a Dios, la Patria y a la Familia.Como hechos destacados de esta Institución podemos mencionar:
* 30 de Abril de 1946: El Liceo recibe su primera Bandera Nacional de Guerra.
* 9 de Julio de 1947: El Liceo desfila por primera vez en las calles de Nuestra ciudad.
* 22 de Abril de 1958: Son trasladados los restos del General José María Paz desde el cementerio de la Recoleta de Buenos Aires a la Catedral de nuestra ciudad.
*1982: Parte de nuestro personal es movilizado hacia nuestras Islas Malvinas.
Varios de nuestros Ex Cadetes, que siguieron la Carrera de las Armas, participaron en el Conflicto Armado del Atlántico Sur.
Algunos de ellos dieron su vida en Malvinas por defender la Soberanía Nacional como el Capitán (FAA) Jesús Omar Castillo de la Promoción XXIII, Primer Teniente (FAA) Jorge Eduardo Casco de la Promoción XXIV, Teniente de Corbeta (ARA) Juan José Aguirre de la Promoción XXIX, Teniente Primero (EA) Luis Carlos Martella de la Promoción XXVII, y el Subalferez (GN) Guillermo Nasif de la Promoción XXVII.
Con más de seis décadas de trayectoria de nuestro Instituto, han egresado más de 5500 jóvenes estudiantes, muchos de los cuales ocuparon y ocupan puestos importantes en el quehacer nacional.-
Fuente e inscripciones: http://www.liceopaz.ejercito.mil.ar/



jueves, 24 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DEL EXODO JUJUEÑO

La derrota de Huaqui echó por tierra las esperanzas norteñas de un fácil triunfo por el norte. Los hombres salvados del desastre son recibidos por Pueyrredón en Jujuy y bajan lentamente hasta Salta. En Yatasto los encuentra Belgrano, el nuevo jefe, quien recibe los 800 hombres, reliquia del Ejército del Norte, sin armas, desmoralizados, incapaces al parecer de luchar, otra vez, contra los hombres de Goyeneche.
“La deserción es escandalosa –escribe al gobierno- y lo peor es que no bastan los remedios para convencerla, pues ni la muerte misma la evita: esto me hace afirmar más y más en mi concepto de que no se conoce en parte alguna el interés de la patria, y que sólo se ha de sostener por fuerza interior y exteriormente”.
La tarea que debe realizar es agotadora: reorganizar los cuadros, disciplinar los soldados, abastecer el ejército, dar ánimos a la población, crear, solo, en un puesto donde la improvisación puede ser fatal para todos, un ejército armónico, disciplinado, apto para luchar contra los aguerridos regimientos que comandan los españoles. Se vuelve, entonces, ordenancista al extremo. Su rigor, su inflexibilidad, su intolerancia para cualquier falta del servicio, le enajenan la popularidad entre la mayoría, pero salvan a todos y con ello a la Patria.
El general convoca a todos los ciudadanos entre 16 y 35 años y forma un cuerpo de caballería -los “Patriotas Decididos”-, que pone a las órdenes de Díaz Vélez. Dentro de las rígidas normas que establece en su ejército, se forman hombres que ilustrarán las armas argentinas: Manuel Dorrego, José María Paz, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Cornelio Zelaya, Lorenzo Lugones. Son jóvenes entusiastas en cuyas almas arde la llama inextinguible de un patriotismo exaltado.
Goyeneche permanece, mientras tanto, detenido en el Norte por la insurrección cochabambina. Hasta Jujuy se dirige, entonces, Belgrano y en la vieja ciudad celebra, en 1812, el 25 de mayo. Por segunda vez presenta al pueblo y a los soldados la bandera de su creación, que es bendecida al término del tedéum por el deán de la Iglesia Matriz don Juan Ignacio de Gorriti.
Nuevamente el gobierno lo reprende por su actitud; Belgrano dolorido, responde en una nota: “La bandera la he recogido y la desharé…”. Otras preocupaciones se suman: el estado sanitario de las tropas es deficiente, el paludismo hace estragos, los efectivos del ejército no aumentan en la cantidad que las circunstancias requieren, y Goyeneche, libre ya su retaguardia, se dispone a entrar en territorio argentino por la puerta grande de Humahuaca.
En agosto de 1812 se produce la invasión del ejército español, compuesto de 3.000 hombres, a las órdenes del general Pío Tristán, primo de Goyeneche y como él, natural de Arequipa. El 23 de agosto de 1812, dispuesta ya la retirada, lanza Belgrano su famosa proclama a los pueblos del norte: “Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os he hablado con verdad… Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres . . . “.
Quienes no cumplan la orden serán fusilados, y sus haciendas y muebles quemados. Las clases populares se pliegan al éxodo sin necesidad de compulsión. No ocurre lo mismo con la clase principal. Algunos consiguen esconderse en espera de Tristán; otros deciden obedecer a Belgrano e irse con los bienes que pueden salvar, para lo cual Belgrano les facilita carretas.
Finalmente todo Jujuy responde heroicamente al llamado patriótico. Y como en los viejos éxodos de la historia, todo un pueblo marcha con sus soldados – hijos de su seno – guiados por quien, sabedor de que esa es su hora de gloria, va sereno, hacia el campo de las Carreras, donde el drama ha de resolverse luego de treinta días de incertidumbre y duelo. La gente debía llevarse todo lo que podía ser transportado en carretas, mulas y en caballos. Y así lo hizo. Los pobladores siguieron a Belgrano cargando muebles, enseres y arreando el ganado en tropel.
Los voluntarios de Díaz Vélez, que habían ido a Humahuaca a vigilar la entrada de Tristán y volvieron con la noticia de la inminente invasión, ellos serán los encargados de cuidar la retaguardia.
El repliegue debe hacerse precipitadamente por la proximidad del enemigo. En cinco jornadas se cubren 250 kilómetros (Recuérdese que para la misma época Napoleón aconsejaba que sus ejércitos no marchen más de diez kilómetros por día). Suponiendo que, al encontrar Jujuy abandonado, Tristán se dirigirá a Salta, Belgrano ordena hacer alto recién en las márgenes del río Pasaje, adonde llega en la madrugada del 29 de agosto.
Cuando el ejército español llegó a las inmediaciones, encontró campo raso. Las llamas habían devorado las cosechas y en las calles de la ciudad ardían aquellos objetos que no pudieron ser transportados. Todo era desolación y desierto. El éxodo llegó hasta Tucumán, donde Belgrano decidió hacer pie firme.
El 3 de septiembre el ejército patriota se halla sobre el río de Las Piedras, cuando los Decididos son atacados por la vanguardia realista, produciéndose una escaramuza. El cuerpo patriota se reúne con el grueso y Belgrano, que espera una oportunidad favorable, despliega al ejército en la margen del río haciendo abrir el fuego de la artillería para despejar el frente. Los patriotas persiguen a los españoles, tomando quince o veinte prisioneros y matando otros tantos. Una partida de paisanos al mando del capitán Esteban Figueroa logra apresar al jefe enemigo, coronel Huici, al portaestandarte Negreiros y a un capellán. Son las cuatro de la tarde y la victoriosa partida inicia una marcha forzada con sus prisioneros, huyendo del resto de los adversarios. A las doce de la noche están ya en Tucumán, donde se encuentra el grueso del ejército.
Fuentes: Asociación Gaucha Jujeña – San Salvador de Jujuy /  Pandra, Alejandro – Agenda de Reflexión / Salta – Portal informativo / Turone, Gabriel O. – El Exodo Jujeño – Buenos Aires (2007).

miércoles, 23 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE TENIENTE CORONEL ARGENTINO DEL VALLE LARRABURE

El 23 de agosto de 1975, el grupo autodenominado ERP (Ejercito Revolucionario del Pueblo), abandono del cadáver del Teniente Coronel Larrabure, en un baldío, fue asesinado cobardemente luego de un año secuestrado en una "cárcel del pueblo" cavada debajo de una casa de la organización, un verdadero agujero. Había sido ahorcado con un cable, luego de ser torturado con golpes y corriente eléctrica, perdiendo cuarenta kilos de peso en ese año. Nuestro Homenaje a este Soldado de la Patria.
El Hecho.
En una misma noche, la del 11 de agosto de 1974, el Ejército Revolucionario del Pueblo asaltaba dos organismos militares. Uno de ellos era el Regimiento de Infantería Aerotransportado nº 17, de Catamarca, donde la actuación de la guardia y de la policía provincial impidieron el copamiento, con el resultado de dos terroristas muertos y uno herido. A su vez, dos policías también quedaron con impacto de bala.
En el otro hecho, perpetrado contra la Fábrica Militar de Villa María, el resultado fue muy distinto. Allí, cinco kilómetros afuera del radio urbano, la acción de setenta guerrilleros fuertemente armados logró vulnerar las defensas del perímetro castrense, gracias a la complicidad de un soldado conscripto, apellidado Pettigiani.
El ataque se inició aproximadamente a las 10 de la noche del sábado, cuando por el tiempo invernal la mayoría de la población vecina ya estaba recluída en sus hogares. A esa hora, quince subversivos coparon el motel “Pasatiempo”, ubicado a unas nueve cuadras de la planta militar. Varias parejas guerrilleras, llegadas con anterioridad, ya habían ocupado habitaciones del establecimiento, que en pocos minutos se convirtieron en cuartel general del operativo. Entre los treinta ocupantes armados, una decena vistió con prontitud uniformes militares, mientras que con otro grupo, alejado del lugar, se mantenían conversaciones radiales.
La llegada casual del automóvil de una pareja, que al ver la oscuridad del edificio supuso que estaba cerrado y optó por regresar hacia Villa María, desbarató en parte los preparativos. Asustados, algunos de los guerrilleros que actuaban en el exterior como “campanas” comenzaron a disparar sin resultado contra el automóvil, gracias a lo cual se puso en movimiento un operativo policial en la zona.
Varios grupos de guerrilleros se lanzaron en consecuencia al ataque contra la Fábrica Militar, mientras frente al motel era muerto por los terroristas el cabo Marcelino Cuello. La policía provincial tuvo, igualmente, cuatro heridos.
La acción del soldado Pettigiani, que junto con otros dos había formado una célula en la Fábrica, permitió que la guardia de los portones de entrada fuera reducida por la acción traicionera desde el recinto. A la vez, en el perímetro castrense, donde se alojaban los oficiales superiores con sus familias –entre ellos Argentino del Valle Larrabure, su esposa, los dos hijos del matrimonio y el pequeño incorporado meses atrás al grupo-, se estaba desarrollando una reunión de amigos.
En el instante de abrirse el portón de acceso, y pese a que continuaba el enfrentamiento en el motel, los guerrilleros que penetraron sumaban más de sesenta.
Divididos en grupos que conocían perfectamente la distribución de los hombres a esa hora, así como la ubicación de los materiales, los guerrilleros intentaron secuestrar al Teniente Coronel Osvaldo Jorge Guardone, que se hallaba en su casa. El militar, que segundos antes había percibido movimientos extraños, organizó rápidamente su defensa, entregándole un arma a cada integrante de su familia que sabía manejarla, así cayó muerto uno de los asaltantes que había irrumpido en su vivienda; los restantes componentes del grupo se dieron a la fuga.
A todo el personal que estaba en la reunión, entre los que se contaban el Mayor Argentino del Valle Larrabure y el Capitán Roberto A. García, se le ordenó que se tiraran al piso, el Mayor Larrabure rápidamente se identificó como la persona de más alta jerarquía militar de la fiesta y pidió tranquilidad y que no se les hiciera daño a ninguna de las personas allí congregadas. Los dos militares fueron tomados de rehenes. Cuando fueron llevados hacia un automóvil, el Capitán García intentó fugarse; fue acribillado por la espalda y mal herido, junto al Mayor Larrabure, fueron subidos al vehículo con el que se dieron a la fuga. A la mañana siguiente el Capitán García, gravemente herido, dándolo por muerto, fue abandonado. Larrabure, en cambio, golpeado brutalmente, comenzaba su largo peregrinar hacia su calvario.

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martes, 22 de agosto de 2017

EL DÍA EN EL QUE MURIÓ EL GENERAL SAN MARTÍN

Un relato que recopila, a base de documentos históricos, cómo fue aquel 17 de agosto de 1850.
Dice la leyenda que el reloj se detuvo marcando las tres. A esa misma hora, el General José de San Martín daba su último respiro, el 17 de agosto de 1850. Aquel día había comenzado como cualquier otro para el anciano de 72 años -una edad considerablemente avanzada para aquella época-, quien se encontraba afligido por muchas enfermedades y dolores que plantaban en su mente la inevitable sospecha de la muerte venidera. Sufría de una importante ceguera, padecía asma e incluso ataques agudos de gota, que entorpecían la articulación de la muñeca derecha.
Aquella mañana se despertó temprano. Había amanecido nublado en Boulogne sur Mer, la ciudad francesa en la cual se había asentado. En el piso superior de una casa, San Martín había alquilado una habitación y en un cuarto contiguo, viví su hija Mercedes junto a su marido Mariano Balcarce. Luego del desayuno, le pidió a su hija que le leyera los diarios, como todos los días, ya que él no podía hacerlo por sí mismo. Al mediodía almorzó y luego comenzó a tener fuertes dolores de estómago, acompañados de un intenso frío que le inmovilizó las extremidades. Lo llevaron a la cama del cuarto de su hija y llamaron a su médico.
Los dolores se apaciguaron lo suficiente para que el General pudiera dirigirse a Mercedes para informarle con serenidad y lucidez que al fin le había llegado a su cuerpo el cansancio necesario de la muerte. Repentinamente, el General hizo un movimiento convulsivo, indicando a su yerno, con palabras entrecortadas, que alejara a Mercedes de la habitación para no convertirse en testigo de su agonía. Y así, el conquistador de los Andes expiró por última vez.
La muerte en palabras
Félix Frías fue un pensador argentino, político y prestigioso orador y autor de numerosos libros. Era también un gran amigo del General San Martín. Estando en París en aquella época, había resuelto visitarlo en la casa de Boulogne sur Mer pero lamentablemente, arribó para encontrarse con una triste noticia, un día más tarde de la muerte del Libertador. Esto escribió al respecto: “En la mañana del 18 tuve la dolorosa satisfacción de contemplar los restos inanimados de este hombre, cuya vida está escrita en páginas tan brillantes de la historia americana. Su rostro conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba al lado del lecho de muerte. Dos hermanas de caridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadáver”.
El propietario de la casa en la que vivió San Martín durante poco más de un año y medio se llamaba Adolph Gérard. Habitaba la planta baja de aquella propiedad -ubicada en la calle Grande Rue 105- que hoy es propiedad de la República Argentina. Abogado, periodista y director de la biblioteca de esa ciudad marítima del noroeste de Francia, el hombre había cultivado una amistad con San Martín y prestó su ayuda a Mercedes y su marido con los trámites del sepelio.
Aquel 17 de agosto, Gérard no era ajeno lo que ocurría en el piso alto de su residencia. Cuando escuchó el llanto de Mercedes, sabía lo que había ocurrido. Cuando se dirigió a comprobar que efectivamente había muerto su inquilino, se percató de que las goteras sonoras del reloj de la pared se habían detenido en las tres.
En un diario local, Gérard escribió una necrológica del General en la que lo describía: “El señor de San Martín era un bello anciano, de una alta estatura que ni la edad, ni las fatigas, ni los dolores físicos habían podido curvar. Sus rasgos eran expresivos y simpáticos; su mirada penetrante y viva; sus modales llenos de afabilidad; su instrucción, una de las más extendidas; sabía y hablaba con igual facilidad el francés, el inglés y el italiano, y había leído todo lo que se puede leer. Su conversación fácilmente jovial era una de las más atractivas que se podían escuchar. Su benevolencia no tenía límites. Tenía por el obrero una verdadera simpatía; pero lo quería laborioso y sobrio; y jamás hombre alguno hizo menos concesiones que él a esa popularidad despreciable que se vuelve aduladora de los vicios de los pueblos. ¡A todos decía la verdad!”.
El testamento
José de San Martín fechó su testamento en París, el 23 de enero de 1844, dejando como única heredera a su hija Mercedes de San Martín, casada con Mariano Balcarce, que ejercía como embajador argentino en París.
Entre las cláusulas del documento, se establecía que Mercedes otorgue a su tía María Elena -hermana del General- una pensión hasta su fallecimiento; que a la muerte de María Elena le otorgue una pensión a la hija de ésta, Petronila; que su sable corvo favorito, el de las batallas de Chacabuco y Maipú, fuera entregado al gobernador porteño Juan Manuel de Rosas. Además, prohibió la realización de funerales y de acompañamientos hasta el cementerio. Sin embargo, sí manifestó un humilde deseo: que su “corazón fuese sepultado en Buenos Aires”.
El 30 de agosto de 1850, trece días después de que San Martín falleciera, Mariano Balcarce comunicó la triste noticia al gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. Los restos del General fueron depositados en la bóveda de la Catedral boloñesa, con la intención de que algún día fueran repatriados, según el deseo de nuestro prócer.
En 1861 sus restos fueron trasladados a la bóveda de la familia González Balcarce, ubicada en el cementerio de Brunoy, en Francia. Hubo varios intentos de cumplir con el punto de su testamento que manifestaba el deseo de ser enterrado en su país, pero su hija se opuso en reiteradas ocasiones, ya que siendo esposa del embajador en Francia e instalada en ese país, prefería que permanecieran cerca de su residencia.
Finalmente, en 1875 muere Mercedes San Martín y se reactivaron las gestiones para repatriar los restos del General. Durante la presidencia de Nicolás Avellaneda se creó la “Comisión encargada de la repatriación de los restos del Libertador”. El deseo del Libertador finalmente se produjo el 28 de mayo de 1880, cuando sus restos fueron conducidos a Buenos Aires.
Junto a Domingo Faustino Sarmiento, Avellaneda recibió los restos de San Martín y fueron depositados en un mausoleo, en la Capilla Nuestra Señora de la Paz, en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Dos Granaderos, soldados leales del regimiento de su creación, custodian su tumba hasta el día de hoy. Y su espíritu, es custodia de todos los argentinos.
Fuente: Textos de Bartolomé Mitre / Instituto Sanmartiniano / Relatos de Félix Frías / “El Libertador Cabalga” / Agustín Pérez Pardella / Diario Soldados Digital.

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lunes, 21 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DEL RECONOCIMIENTO AL GENERAL BELGRANO

Reconocimiento del Cabildo de Buenos Aires al General Manuel Belgrano.
Hallándose el General Manuel Belgrano en desgracia y retirado en el pueblo de San Isidro, el cabildo de Buenos Aires le remitió, mediante oficio del 21 de agosto de 1814, un par de pistolas de arzón, “...en justo reconocimiento, del triunfo de Salta”, pidiéndole que las aceptase como “una fineza de un padre para con un hijo a quien ama tiernamente”. Belgrano contestó, con fecha 25 del mismo mes, que siempre había sido mirado por el cabildo como un hijo predilecto y que procuraría no desmentir tan dulce nombre.
Fuente: Ejercito.

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domingo, 20 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DEL COMBATE DE TAPALQUÉ

El día 20 de agosto de 1839 se produce el Combate de Tapalqué. Unos 1.200 indios salvajes atacan a las fuerzas del Coronel Nicolás Granada, quién reaccionando con vigor consiguió no solo derrotarlos sino ponerlos en fuga en el lugar donde hoy se levanta la localidad de Tapalqué, a unos 270 Km. de Buenos Aires. En ese año se creó el partido a partir del fortín Esperanza. Posteriormente, otro ataque de los salvajes lo destruyó, siendo recreado en otro emplazamiento, por decreto del 2 de marzo de 1855.
La indiada en su huída, alcanzó a tomar parte de la caballada que se hallaba en un potrero cercano y algunas chinas e indios de la zona de Tandil, que unos meses antes se habían instalado en Tapalqué, donde vivían al amparo del Gobierno, quien le suministraba los víveres necesarios y seguridad para su existencia. Los indios emprendieron veloz huída y se alejaron del cantón perdiéndose de vista.
A las ocho de la mañana, las fuerzas nacionales que se pusieron en movimiento, alcanzaron al enemigo a las dos leguas, cuando los indios detenidos los estaban esperando para el enfrentamiento formando una sola línea montados en sus animales, con el ganado de repuesto a sus espaldas y dando el frente a las tropas.
Antes de lanzarse al ataque final, los soldados mudaron de caballos por otros frescos y avanzaron en escalones de la siguiente manera:
Derecha: teniente coronel Ramón Bustos con parte del Batallón Escolta de Gobierno, en total 84 hombres. Izquierda: Mayor graduado Florencio Villanueva con parte del Regimiento Nº 3 de Caballería de campaña, en total 120 hombres. Retaguardia: El resto de la tropa con una plaza de artillería y los indios amigos ubicados en varias divisiones protegiendo a las fuerzas nacionales.
Entreverados en la lucha, el ala derecha se introdujo a manera de cuña, valientemente en el centro de la masa indígena, formada por 900 indios. El ala izquierda, mientras tanto sostenía con denuedo los ataques de los guerrilleros. El combate cuerpo a cuerpo fue reñido y dejó como saldo numerosos muertos y heridos. Llegado el momento decisivo, el coronel Granada ordenó la ofensiva general. El enemigo trató de resistir la carga, pero fatigado frente a las largas horas que llevaban luchando (cerca de nueve) y ante el avance decidido de nuestras fuerzas debieron iniciar la retirada, imposibilitado de rehacerse. A media tarde la tropa e indios amigos comenzaron a perseguirlos y lancearlos, produciéndoles una completa derrota. Los pocos que alcanzaron a huir fueron acosados por espacio de 18 leguas hasta cerca de las 20 horas en que comenzó a anochecer y a causa de la oscuridad reinante se vieron obligados a regresar.
El resultado del encuentro fue un elevado número de muertos (entre quienes se encontraban un hijo de Chocorí, otro de Painé y el capitanejo André) y más de 150 heridos, de éstos muy grave el cacique Pichuin, que milagrosamente había conseguido huir pero dejando abandonado en el campo de lucha su caballo y otras prendas. Además se recuperaron alrededor de 1.900 caballos y las chinas que se habían llevado como rehenes. Se tomaron prisioneros a un capitán de indios chilenos y cinco aborígenes.
Entre las fuerzas nacionales las bajas también fueron elevadas, cayeron muertos el teniente graduado Vicente Ferrer y 18 individuos de tropa; heridos el teniente coronel Ramón Bustos, los capitanes Lorenzo Duarte y Patrocinio Ricabarren y 34 soldados. De los indios amigos, cinco fueron muertos y hubo algunos heridos.
 
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sábado, 19 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE YATAY

El día 17 de agosto de 1865 tiene lugar la Batalla de Yatay, Guerra del Paraguay, 1865. El ejército aliado, formado por fuerzas argentinas, uruguayas y brasileñas al mando del General Venancio Flores, derrota a fuerzas paraguayas en los campos de Yatay, Provincia de Corrientes. La batalla fue sangrienta y reñida, terminando con graves pérdidas para los paraguayos.

La Guerra del Paraguay puede dividirse en cinco campañas: la de Matto Grosso, la del Uruguay, la de Humaitá, la de Pikysyry y la de las Cordilleras. En la campaña de Matto Grosso los paraguayos se apoderaron de la fortaleza de Coimbra, Alburquerque, Corumbá, Miranda y Dorados. La segunda tuvo por objetivo el Uruguay, hacia donde se dirigieron dos columnas del ejército paraguayo, por Corrientes y Río Grande, para expulsar a los brasileños y sostener la soberanía de ese país. El objetivo de la tercera -para los aliados- era la toma de la plaza fuerte que fue el centro de la resistencia paraguaya. La cuarta se llama así porque se desarrolló sobre la línea fortificada del arroyo Pikysyry, segundo centro de la resistencia del Paraguay. La quinta fue la que se llevó a cabo después de la batalla de las Lomas Valentinas, al otro lado de las Cordilleras, hasta Cerro Corá.
Al iniciarse la segunda campaña, abandonó Francisco Solano López la capital, para ir a ponerse al frente de sus ejércitos. Dejaba así la Asunción para siempre. Nunca más entraría en ella, no permitiéndole los azares de una guerra a muerte ni siquiera volver a contemplarla a la distancia.
En realidad, en aquel momento -8 de junio de 1865- empezaba su agonía, que era la de su patria, como él condenada a una muerte cruel e irremediable. Antes de partir dirigió al pueblo una proclama, en el que daba a entender que iba resuelto a abandonar “el seno de la Patria”, para incorporarse “a sus compañeros de armas en campaña”.

Cuartel general en HumaitáPero llegó a Humaitá y cambió de opinión, bajo la influencia de insinuantes cortesanos, como el obispo Palacios, que acabaron por convencerle de que no debía imponerse ese inútil sacrificio, teniendo a su lado tantos hombres capaces que podían muy bien reemplazarle… Instaló, pues, allí su cuartel general, estableciendo una activa comunicación telegráfica con la ciudad de Corrientes, donde José Berges ejercía su representación.
El general Wenceslao Robles había reunido, entretanto, 30.000 hombres de las tres armas y estaba en condiciones de marchar, sin dificultad alguna, arrollando los pequeños obstáculos que encontrase en su camino. En aquellos momentos aún no se había establecido el campamento general de los aliados en Concordia, ni éstos disponían de tropas capaces de contrarrestar la acción del Paraguay. Ningún paraguayo dudaba del éxito de la empresa confiada a Robles, experimentado militar, que había dado tantas pruebas de sus aptitudes de brillante organizador. Pero los hechos desvanecieron bien pronto tan optimistas esperanzas.
Al frente de aquella poderosa columna, Robles se sintió inferior a su cometido, no atinando a obrar con la resolución y la pericia que le imponían las circunstancias. Perdió su tiempo con fútiles pretextos, avanzando con lentitud extrema, distraído por pequeñas guerrillas sin importancia. Así perdió la oportunidad única que se le brindaba, dando todas las ventajas a los oponentes. Finalmente, entró en tratos con los aliados, pagando con su vida los graves errores cometidos.
Lo reemplazó el general Francisco Isidoro Resquín, quien hizo contramarchar a su ejército, regresando con él a territorio paraguayo. El fracaso de la expedición de Robles determinó el fracaso de la expedición de Estigarribia. Este, al frente de 12.000 hombres, invadió el Estado de Río Grande del Sud, siguiendo la línea del Uruguay, para ir a encontrarse con la otra columna expedicionaria en la frontera de la República Oriental.
La llegada oportuna de Robles debió impedir la formación del ejército aliado que salió a batirle permitiéndole someter holgadamente a los brasileños. Pero no sucedió así. Robles no llegó nunca a la frontera oriental, no pasando más allá de los límites de Corrientes. Gracias a esto, Mitre pudo organizar el ejército hasta encontrarse en situación de batir a los paraguayos.
Realmente Estigarribia debió retroceder al ver que había fracasado el plan convenido. Pero lo empujaron adelante, los numerosos jefes orientales que lo acompañaban, los cuales le aseguraban que, al llegar a la frontera de su país, contaría con el franco apoyo de todos los compatriotas uruguayos.

Las acciones
Entrar en Uruguayana fue para él entrar en una ratonera. Pronto fue allí rodeado por el ya poderoso ejército aliado, teniendo que sucumbir, vencido por el hambre y por la muerte. Una parte de su ejército, que marchaba por la orilla derecha del río Uruguay, a las órdenes del mayor Pedro Duarte, sucumbió también, aplastado por fuerzas muy superiores.
En efecto, el 17 de agosto de 1865 libraron batalla 3.500 paraguayos, de caballería e infantería, con 11.000 aliados de las tres armas, a las órdenes del general Venancio Flores.
Pese a la abrumadora superioridad enemiga, Estigarribia rechazaba con ironía la propuesta de rendirse a los “libertadores de su patria”. “Si VV.EE. (decía a los jefes aliados) se muestran tan celosos por dar libertad al pueblo paraguayo, ¿por qué no empiezan por dar libertad a los infelices negros del Brasil, que componen la mayor parte de la población, y gimen en el más duro y espantoso cautiverio para enriquecer y estar en la ociosidad a algunos de cientos de grandes del Imperio?”.

Derrota paraguaya
Luego de la derrota de los paraguayos, Flores declaró: “Los paraguayos son peores que salvajes para la pelea, prefieren morir antes que rendirse…”.
La mayor parte de los prisioneros fueron pasados a cuchillo (se calcula que eran alrededor de 1.400) y los soldados sobrevivientes fueron alistados en los batallones del ejército aliado, obligándoseles así a ir contra su patria. Decía Flores: "Los batallones orientales han sufrido en Yatay una gran baja, y estoy resuelto a reemplazarla con los prisioneros paraguayos, dándole una parte al general Paunero para aumentar sus batallones, que están pequeños algunos". Mientras tanto el vicepresidente argentino Dr. Marcos Paz agrega: “El general Flores ha adoptado por sistema incorporar a sus filas a todos los prisioneros, y después de recargar sus batallones con ellos ha organizado uno nuevo de 500 plazas con puros paraguayos”.
El gran publicista oriental, Carlos María Ramírez protestó en 1868, contra la repetición sistemática del mismo hecho: “Los prisioneros de guerra –decía- han sido repartidos entre los cuerpos de línea y, bajo la bandera y con el uniforme de los aliados, compelidos a volver sus armas contra los defensores de su patria". ¡Jamás el siglo XIX ha presenciado un ultraje mayor al derecho de gentes, a la humanidad, a la civilización!.
En la Quinta Sección, chacra el Ombucito, existe un monolito que evoca la Batalla de Yatay. Este sitio fue declarado Lugar Histórico el 4 de febrero de 1942, por la Ley 12665, según consta en "Monumentos y Lugares Históricos" de Hernán Gómez. Allí serpentea un arroyo, entre arbustos y pajonales, que se vuelca en el río Uruguay. Este paisaje está adornado con elegantes palmeras Yatay (Yatay significa Palmera en guaraní). Ellas dieron su nombre al arroyo y al lugar. El topónimo dio el nombre a la batalla.

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viernes, 18 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DEL EMBARQUE HACIA EL PERU

En el amanecer del 19 de agosto de 1820, comenzaba el embarque del ejército expedicionario Argentino – Chileno en el puerto de Valparaíso, “(…) pues todo lo había previsto – dice el coronel Gerónimo Espejo – y mandado preparar el General; planchadas a manera de muelles en la ribera del mar, grandes lanchas de las de descarga de aduana y botes para que las remolcasen hasta el costado de los transportes, de suerte que así que un batallón llegaba formado a la plaza del resguardo, cada compañía desfilaba a una de las planchadas y simultáneamente se embarcaban con sus oficiales en sus puestos, sin confusión y sin detenerse por ningún motivo. Todos los cuerpos verificaron su embarque en este mismo orden, menos el Batallón de Infantería Nro. 2 de Chile que estaba en la provincia de Coquimbo, completando su remonte y su instrucción. El parque, toda clase de repuestos y los caballos se habían embarcado en días anteriores”.
Fuente: Ejercito.

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jueves, 17 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DEL PASO A LA INMORTALIDAD DEL LIBERTADOR JOSE DE SAN MARTIN

El Ejército rinde homenaje al Padre de la Patria en un nuevo aniversario de su paso a la inmortalidad.
Nació el 25 de febrero de 1778 en el pueblo de Yapeyú, situado a orillas del río Uruguay. Su padre, don Juan de San Martín, había nacido en España y se desempeñaba como teniente gobernador del departamento. Su madre, doña Gregoria Matorras. Se trasladó a España junto con sus padres en el año 1786 donde ingresó al Seminario de Nobles de Madrid. En 1789 comienza su carrera militar en el regimiento de Murcia.
En 1785, regresó a España con su familia y en el año 1789, ingresó como cadete en el Regimiento de Murcia. Su bautismo de fuego fue en el sitio de Orán, en el año 1791, y en 1793 ascendió a subteniente. Finalizada la guerra con Francia en 1795, y siendo esta aliada de España, tomó parte en la batalla que se libró en el cabo de San Vicente contra los ingleses.
Entre 1808 y 1812, ingresó en una sociedad masónica que existía en Cádiz y que defendía ideas de carácter constitucional y liberal. Por tomar parte, el 16 de mayo de 1811, en la batalla de Albuera, fue ascendido a comandante agregado, culminando así su carrera militar en España.
Pasó a América, en enero de 1812, en la fragata «George Canning», que partió desde Londres, llegando a Buenos Aires el 9 de marzo para luchar por la independencia de Sudamérica. A los pocos días de su arribo, le fue reconocido el grado de teniente coronel y el Triunvirato le encomendó la creación de un escuadrón, que luego fue el célebre regimiento de Granaderos a Caballo. Durante el año 1812 se ocupó de instruir a la tropa en las modernas técnicas de combate que conocía por su extensa actuación europea contra los ejércitos de Napoleón.
Además, se ocupó de organizar una sociedad secreta que se denominó la Logia de Lautaro —este era el nombre de un caudillo araucano que defendió la libertad de su pueblo a los comienzos de la conquista española—. La sociedad estaba formada como las logias masónicas de Cádiz y de Londres, similar a la que en Venezuela tenía como miembros a Miranda, Bolívar y Andrés Bello. Su objetivo era: "trabajar con sistema y plan en la independencia de la América y su felicidad"El 8 de octubre de 1812 estalló la revolución capitaneada por San Martín, Alvear, Monteagudo y otros conspiradores en contra del Gobierno; esta revolución hizo posible la asamblea de 1813, repetición en muchas conclusiones de las Cortes de Cádiz, aunque aún no se declaró la independencia, ya que no era deseada por muchos ciudadanos.
El Triunvirato ordena al coronel San Martín que protegiese las costas del Paraná del desembarco realista. Los granaderos siguieron el avance de la flota enemiga que constaba de 11 naves y unos trescientos soldados. Las naves pasaron el pueblo de Rosario y fondearon frente al Monasterio de San Carlos, en San Lorenzo, aguas arriba. Los españoles bajaron a tierra, subieron las altas barrancas y se encontraron con los pacíficos frailes. Cuando despuntaba el sol del día 3 de febrero, las lanchas de la expedición realista tocaban tierra y subían el barranco en dos columnas dispuestos al combate. San Martín dividió a los granaderos también en dos columnas que, cuando sonó el clarín, cargaron desde cada lado del convento. En la primera carga, el caballo de San Martín fue derribado trabando una pierna del Coronel. El granadero Baigorria traspasa con una lanza a un soldado español que intentaba herir a San Martín. El soldado Juan Bautista Cabral echó pie a tierra y levantó el caballo permitiendo a su jefe incorporarse, entonces fue herido de muerte. San Martín, a fines de 1813, ya con el grado de coronel de Caballería, sustituyó al general Belgrano en el mando del Ejército auxiliar, nombrándole, el director del Estado, gobernador intendente de la provincia argentina de Cuyo.
San Martín influyó para que los diputados del Congreso de Tucumán declararan la independencia de las provincias unidas de América del Sur -aún no la actual Argentina- , pues su idea era formar unos Estados unidos de toda América Latina.
El 1 de agosto de 1816 fue nombrado general en jefe del Ejército, y el 11 de febrero de 1817 se realizó una de las batallas más extraordinarias de la Historia, entre los independentistas y el Ejército español, siendo derrotado este en la cuesta de Chacabuco y entrando San Martín en Santiago (Chile). De aquí se partió para la conquista del Perú donde el 5 de abril de 1818 obtuvo la victoria de la batalla de Maipú, pasó decisivo para la independencia. San Martín comprendió que, para llegar a la liberación total, debía entablar contactos con Simón Bolívar, realizándose una entrevista en Guayaquil el 26 de julio de 1822. Se intentó el acuerdo de unir los dos Ejércitos para terminar cuanto antes con los españoles, pero Bolívar dijo que nada podía hacer sin la aprobación del Congreso del cual dependía.
San Martín se retiró de este tipo de vida en agosto de ese mismo año, debido a una promesa hecha un año antes. Regresó a Chile, más tarde a Mendoza, luego vino a España, para instalarse en Bruselas finalmente.
Pasó estrecheces económicas, ya que la pensión que le habían asignado en Perú no le llegaba con regularidad. San Martín tenía ideas monárquicas constitucionales que se volvieron republicanas al final de su vida. Fue contrario a la concepción estatal del dictador Rosas, que predicaba el caudillismo y la federación. Por hallarse este en la presidencia, siempre rehusó un nombramiento político y regresar a su tierra; sin embargo, mantenía correspondencia cordial con él. El 3 de agosto de 1823 muere su esposa, Remedios de Escalada. Parte entonces para Buenos Aires donde se encarga de su hijita Mercedes. El 4 de diciembre llega a la ciudad y permanece hasta el 10 de febrero de 1824 cuando se embarca hacia Francia. Allí se ocupa de la educación de Mercedes donde escribe para ella las Máximas para su hija que son un resumen de su filosofía de vida. En 1829 regresa a Buenos Aires pero encuentra un clima hostil y permanece en Montevideo. En el año 1848 se trasladó a vivir a Boulogne-sur-Mer, hoy consulado de la Argentina; allí murió repentinamente, falleció el 17 de agosto de 1850 en la localidad de Boulogne-sur-Mer a la edad de 72 años siendo trasladado su cadáver a Buenos Aires, donde reposa en un mausoleo en la catedral.

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