viernes, 30 de abril de 2010

REGIMIENTO NRO. 8 DE INFANTERIA


El pintor Blanes ha inmortalizado al “negro” del 8 de Infantería con el uniforme que presentamos.
El cuerpo, de tan dilatada actuación en la campaña sanmartiniana, sufrió gran número de bajas en las heroicas acciones militares.
Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.

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jueves, 29 de abril de 2010

CÓMO FUE EL 2 DE ABRIL, CONTADO POR EL HOMBRE QUE HIZO RENDIR A LOS INGLESES


Jacinto Batista es el símbolo de la toma de las islas, en 1982. A semanas de su retiro, recordó ese día en un diálogo con Clarín, en la base de la Armada de Puerto Belgrano. "Teníamos orden de no matar", dijo.
Lleva un gorro de lana, el rostro ennegrecido con pintura de combate y la actitud resuelta. El fusil le cuelga del hombro, asido con la mano derecha, mientras con el otro brazo ordena la fila de tres fornidos prisioneros ingleses, manos alzadas, rendidos. Jacinto Eliseo Batista es el protagonista de esa foto que dio la vuelta al mundo, transformándose en un símbolo de la toma de Puerto Argentino, aquel 2 de abril de 1982. Veinte años después, a punto de cumplir 52 y a menos de dos meses de pasar a retiro luego de 35 años en la Armada, el suboficial mayor Batista enciende su cuarto cigarrillo en la temprana y húmeda mañana de Punta Alta y asegura: "No tengo nostalgias de Malvinas. Fue una etapa en mi vida y en mi carrera. Hubo una orden y se cumplió. Para eso nos paga el Estado".
No todos los integrantes de la Agrupación de Comandos Anfibios que rindieron a los británicos sienten probablemente del mismo modo que este entrerriano de Colón, que asegura que no tendría interés en regresar a Malvinas como invitado o como turista. Aunque cabe creerle cuando afirma que "si el Estado me manda recuperarlas otra vez, allí estaría". Es que, como todo soldado de elite, Batista está hecho de una madera especial. Los comandos anfibios son al mismo tiempo buzos, paracaidistas, comandos y expertos en reconocimiento en agua y tierra. Aprenden a caminar dormidos, a exigirse, a soportarlo todo. Soldados formados para la guerra, son el reverso de tantos chicos que no eligieron Malvinas como destino, ni vivir una guerra ni morir en ella.
Quizá por eso Batista nunca tuvo miedo. Ni en el arranque, cuando embarcaron en Puerto Belgrano en la fragata "Santísima Trinidad", con rumbo desconocido, aunque ya todos sospechaban que iban a Malvinas a ejecutar una operación real.
“Recién en alta mar, para evitar filtraciones de información, nos dieron las directivas. Desembarcamos el 1ø de abril, poco después de las 21. Yo era el bote-guía, y de la línea de playa en adelante el explorador. Sólo teníamos un visor nocturno y lo llevaba yo, que iba 200 metros adelante.
"Estábamos convencidos de que los ingleses nos estaban esperando. Caminamos toda la noche. Los objetivos eran el cuartel de los Royal Marines y la casa del gobernador. Teníamos orden de no matar, porque probablemente el plan era tomar las islas y negociar la retirada.
"Nos separamos en dos grupos. Yo fui al cuartel, pero no había nadie porque los marines estaban afuera cubriendo objetivos. Allí izamos la Bandera argentina por primera vez. El grupo que fue a la casa del gobernador, en cambio, encontró una resistencia importante, se oían disparos en forma permanente.
"Ya había casi aclarado, y la resistencia seguía. El primer inglés que encontré era un francotirador con un fusil Mauser. Lo desarmé. Cuando nos reunimos en la casa la situación estaba casi dominada.
El único muerto en esa acción —el primero de la guerra— fue el capitán Pedro Giachino. "Cuando llegué ya estaba herido. Había entrado a la casa y al salir, le dio un soldado que disparaba desde una línea de árboles cercana. Le pregunté, ''qué te pasó, Pedrito'', y le toqué la cabeza. Estaba consciente, pero muy pálido; había perdido mucha sangre y se estaba muriendo."
Batista no recuerda en qué momento, en ese día frenético, el fotógrafo Rafael Wollman lo captó junto a sus prisioneros. Sabe, sí, que esa imagen es un retrato implacable del orgullo herido del viejo león imperial. "El 14 de junio andarían buscándome con la foto en la mano para sacarme con los brazos arriba", supone, sonriente.
Pero el cabo principal Batista ya no estaba en Puerto Argentino el día de la caída. Ese mismo 2 de abril los comandos volvieron al continente. Batista jamás regresó a las islas, aunque estuvo a punto de hacerlo, producido el desembarco británico, en una misión de infiltración que fue abortada con el Hércules carreteando en la pista.
“Los británicos no eran mejores que nosotros. Tuvieron, sí, más medios y apoyos. De los norteamericanos y los chilenos. Pero si la Argentina hubiese tenido la firme convicción de pelear...", dice Batista, y deja la frase por la mitad, como interrogante.
Y vuelve a que Malvinas fue una etapa, "obligación y premio" en su carrera, en la que alcanzó la máxima jerarquía y el mayor cargo al que podía aspirar, encargado de componente de la Infantería de Marina. A días del retiro, no oculta una decepción: para la ley dejará de ser veterano y de cobrar el suplemento de 350 pesos.
Para Batista empieza la "etapa personal" junto a su familia, que hace seis años, después de acompañarlo siempre en distintos destinos, echó anclas en Colón, ciudad natal de él y de su esposa, Elsa Marina Matei. También lo esperan allí sus tres hijas, Andrea (21), Nadia (17) y Bárbara (13).
De la vida militar va a extrañar dos silencios únicos. El que sigue a lanzarse en paracaídas, idéntico, asegura, al del "escape" del submarino, porque las máquinas se alejan tan rápido que sólo queda el hombre, la inmensidad, y ese silencio. De Malvinas, tendrá por siempre una convicción, que expresa, de verdad, sin nostalgias: "Son argentinas y alguna vez volverán a nuestro dominio".
Fuente: Guido Braslavsky, Clarín, 1º de abril de 2002,
Buenos Aires, Argentina / www. malvinasonline.com.ar.

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miércoles, 28 de abril de 2010

REGIMIENTO DE GRANADEROS A CABALLO (2 Epoca)


Esta unidad fue recreada por decreto del Presidente Roca, siendo ministro de Guerra el General Pablo Riccheri, el 25 de mayo de 1903, como homenaje al regimiento creado por el General San Martín.
Se le otorga “el uniforme histórico del Regimiento de la Independencia”, que el Relamento de Uniformes para el Ejército de 1904 reproduce según el modelo agregado.
Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.

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martes, 27 de abril de 2010

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL GENERAL ANTONIO DONOVAN ATKINS


Antonio Donovan nació en Buenos Aires, el 26 de abril de 1849, siendo sus padres el Doctor Cornelius Donovan Crowley y Doña Mary Atkins Brown. (Sus nombres en español pasarían a ser Cornelio y María).

El 5 de abril de 1863 se incorporó como cadete a la 2ª. Compañía del Batallón 2º de Infantería, voluntariamente, sin presentar el consentimiento escrito de su señora madre, por haber fallecido su progenitor. Como la familia se oponía a que sirviera en el ejército de tan corta edad, el Ministro de Guerra y Marina, General Gelly y Obes, decretó su baja por aquella causa el 4 de junio de 1864. Tenaz en su empeño, Donovan obtuvo el consentimiento materno el 11 del mismo mes de junio; presentando entonces su solicitud para ingresar al arma de artillería; Siendo admitido el 2 de julio de 1864 en clase de aspirante en la 1ª compañía del 3er. Escuadrón del Regimiento de Artillería Ligera.

En el mes de agosto de 1864 pasó a prestar servicios a Martín García, con su cuerpo y promovido a porta-estandarte, el 4 de octubre del mismo año, regresó a la ciudad de Buenos Aires.

Se halló en la toma de Corrientes, el 25 de mayo de 1865. En junio de 1865 se incorporó con su regimiento a las fuerzas en campaña en el campamento del Ayuí, y formando parte de la vanguardia, se halló en la batalla del Yatay, el 17 de agosto de aquel año, por lo que recibió la medalla de plata acordada por el Gobierno Oriental, el día 30 del mes siguiente.

Asistió al sitio y rendición de Uruguayana, el 18 de septiembre de igual año, por lo que se le acordó la medalla de plata otorgada por el emperador Pedro II el día 20 del mismo mes.

Acampó en las Ensenaditas de enero a abril de 1866, participando en el pasaje del río Paraná en “Paso de la Patria”, el 16 de este mes y en la toma de las fortificaciones de Itapirú, al día siguiente.

Se encontró en las siguientes acciones de guerra que fueron consecuencia inmediata de la penetración en territorio paraguayo: sorpresa del Estero Bellaco, el 2 de mayo; encuentros por la posesión del mismo Estero, el día 20 de igual mes; sangrienta batalla de Tuyu ti, el 24 del mes de referencia, por la que recibió los cordones de plata acordados por el Congreso Nacional; Combates de Yataytí-Corá, Boquerón y Sauce, los días 10,11,16, 17 y 18 de julio de 1866; violento asalto a las fortificaciones de Curupaytí, el 22 de septiembre del 1866, por el que recibió el escudo de plata otorgado por Ley Nacional.

Ascendió a Alférez de compañía el 8 de octubre de 1866 y con fecha 18 de diciembre de igual año pasó a formar parte del Batallón “Legión Militar”, cuerpo en el cual fue promovido a Teniente 2º, el 24 de mayo de 1867. Con fecha 31 de octubre de ese mismo año se le concedió la baja y absoluta separación del ejército.

Se encontró en el combate de Tuyutí, el 3 de noviembre de 1867, en la acción de Yataytí-Corá, en la campaña de Tuyú-Cué, en el sitio de Humaitá, en la campaña de Azúcar y en la batalla del Paso Hondo.
El 30 de junio de 1868 fue dado de alta en el Batallón 2º de Línea, con anterioridad de 10 de mayo del mismo, cuerpo que se hallaba en Corrientes en al fecha en que Donovan se incorporó en clase de Capitán Agregado, formando parte del Cuerpo de Ejército que, a las órdenes del General Emilio Mitre, marchó desde el Paraguay a aquella Provincia, a sofocar la rebelión del General Nicanor Cáceres, levantado en armas contra los poderes constituidos. Dominada la revuelta, el 2º de Línea marchó a Córdoba en enero de 1869, donde permaneció de guarnición.

El 1º de mayo del mismo año se dispuso que el Capitán Donovan fuese dado de alta nuevamente en el Batallón “Legión Militar “, cuerpo que se hallaba aún en operaciones en los esteros del Paraguay. Siguiendo el curso de la campaña estuvo acampado de mayo a agosto, en Guazú-Virá; septiembre, en Caraguatay; de octubre a enero de 1870, en Patiño Cué; entrando en este último mes en la ciudad de Asunción. El 24 de diciembre de 1869, Donovan que mandaba la 6ª compañía del Batallón “Legión Militar”, bajó con licencia a Buenos Aires.

Promovido a Sargento Mayor graduado el 4 de abril de 1870, al estallar la rebelión de López Jordán en Entre Ríos, Donovan marchó inmediatamente a esta provincia en calidad de Ayudante del Coronel Luis María Campos, pero no habiendo hecho las comunicaciones pertinentes al batallón a que pertenecía, el Jefe de ésta reclamó y fue borrado de las listas de la “Legión Militar”.

Donovan se halló con el Coronel Campos en la Batalla de Santa Rosa, contra las fuerzas Jordanistas, el 12 de octubre de 1870 y en otros encuentros menores; así como también en la batalla del “Yuquerí”, cuando después de derrotado en Ñaembé, el caudillo entrerriano volvió a invadir la provincia de su nacimiento, al frente de 8000 hombres.

Al frente de las milicias del Azul, Alvear y Tapalqué, Donovan combatió contra los indios sublevados el 3 de mayo de 1871; acción en la que se tomaron más de 500 familias y se le mataron una buena cantidad de indios, entre ellos el Cacique Calfuquir, Capitanejos Nahuel-Cil, Zavala y Crispín Muñoz, hijo del cacique Quipitur; teniendo varias bajas las fuerzas nacionales. Esta campaña que mandó en Jefe el Sargento Mayor Donovan, tuvo lugar por la sublevación del Cacique Manuel Grande, en la Frontera del Oeste.

El 2 de agosto de 1871 pasó a la Compañía Correccional de la Isla de Martín García, de donde pidió el 14 de abril de 1873 ser pasado a otro destino, pasando a la P.M.D. el 19 del mismo mes y año. El 10 de junio de igual año, por disposición del Ministro de Guerra, Coronel Gainza, pasó de 2º Jefe del Batallón 2º G.N.de Paraná; asistiendo a la segunda campaña de López Jordán. Se encontró en el sitio de Paraná, en 1875, contra los jordanistas, encontrándose en la batalla de Don Gonzalo, el 9 de diciembre de 1873.

En el parte de Racedo sobre la actuación de la brigada a sus órdenes en la batalla de Don Gonzalo, elevado el 10 de diciembre de 1873, dice: “por orden expresa que recibí de vencer, como lo hice, el costado que me fue encomendado, mandé el Batallón 2º del Paraná a la izquierda, a las órdenes del Mayor Donovan, el cual obedeció y cumplió con bravura las órdenes que se le dieron. Mi brigada con sus fuegos ha conseguido derrotar completamente las fuerzas que a ella se le presentaron; ha hecho muchas bajas y tomado muchos prisioneros. Siendo esto lo ocurrido, sólo me falta recomendar el valor, entusiasmo y decisión de los jefes, oficiales y tropa, que componían la brigada a mis órdenes, etc.”.

Donovan recibió la efectividad de sargento mayor el 9 de diciembre de 1873. Promovido a sargento mayor efectivo en octubre de 1873, Donovan junto con el sargento mayor Ernesto Rodríguez fue nombrado ayudante de campo del Ministro de Guerra, General Gainza, con fecha 1º de febrero de 1874, y el 19 de este mismo mes, pasó a desempeñar el cargo de Jefe del Depósito del Retiro.

Al mando del 1er. Batallón del 3er. Regimiento de Guardia Nacional y formando parte del ejército del Coronel Julio Campos, hizo la campaña contra los revolucionarios de 1874, en la parte Sud de la Provincia de Buenos Aires.

El 23 de febrero de 1875 fue nombrado 2º Jefe del Batallón 8º de Línea, destacado en Gualeguaychú, Entre Ríos, cuerpo en el cual ascendió a Teniente Coronel graduado en junio del mismo año, y con el que regresó a Buenos Aires en el mes de julio. El 1º de enero de 1876 pasó de guarnición al Azul y al mes siguiente a Olavarría, para pasar al Fuerte General Lavalle en el mes de marzo, y en mayo a Carhué, participando en el avance general de fronteras ordenado por el Ministro de Guerra, Doctor Adolfo Alsina.

Recibió la efectividad de Teniente coronel en noviembre de 1876 y el 29 de enero del año siguiente se ponía en marcha a las 2 de la tarde para la extrema derecha de la línea, con el resto de su División, por haberse avistado algunos indios, con los que sostuvo violentos encuentros en diferentes oportunidades.

De enero a mayo de 1877 permaneció destacado en Puán, y el 23 de junio del mismo año se dispuso que el Comandante Donovan sustituyese al de igual jerarquía, Eduardo G. Pico, en el Azul, como Comisario de Guerra, con mando Superior de las fuerzas asistentes en aquel punto y de la G.N. “ que haya de movilizarse”. Desde agosto de 1877 a febrero del 78, permaneció destacado en Olavaria, pasando en esta última fecha a Fuerte Argentino y el 16 de abril del mismo año mandaba la parte “Externa izquierda de la línea avanzada” de fronteras, sobre “Sauce Chico”. El 6 de agosto de 1876 libró un combate contra los indios que invadieron Olavaria en número de 1.600 lanzas, a las órdenes de Namuncurá y Juan José Catriel; Con 35 Guardias Nacionales de Olavaria a las órdenes del Comandante Acosta, 5 soldados del Batallón Guardia Provincial al mando del capitán Daus, algunos vecinos del Azul y 21 infantes del 1º de Línea al mando del capitán López, Donovan atacó a los indios con tan escasas fuerzas y cuando el 8 de agosto se le incorporó una compañía del 6 de Línea, cuatro piezas de artillería y 56 reclutas a las ordenes del mayor Pablo Belisle, puso en completa retirada a la indiada invasora, rescatando alrededor de 50.000 cabezas de ganado vacuno. Por esta acción fue recomendado en términos conceptuosos por el Inspector General Luis María Campos, y el decreto del 17 de agosto de 1876 de Avellaneda, que se dio en la O.G. del Ejército, así lo reconocía.

El Ministro Alsina por oficio del 19 de mayo de 1876 recomienda la bravura de Donovan en el rechazo de los indios el 14 de mayo. Fue también recomendado por el Coronel Maldonado y el Comandante Lavalle por su actuación en varios combates.

Cuando el Coronel Maldonado batió los indios en 1876, en las “Horquetas del Sauce”, Donovan les salió a la cruzada con el 8 de Infantería –con el que operaba en La Pampa– y los derrotó completamente, tomándoles muchos prisioneros.

El 14 de marzo de 1877 combate contra los indios en Fuerte General Lavalle; el 20 de mayo del mismo año, en Masallé; el 8 de agosto del mismo en Olavaria. Combate de Pigué, el 20 de abril de 1878; combate de las Mostazas, el 14 agosto de 1878, y tomó parte en la Gran Expedición al Desierto que dio por resultado el sometimiento de los indios de la tribu de Catriel.

El 8 de agosto de 1876 ascendió a Teniente Coronel efectivo.

Permaneció en la zona de operaciones hasta el mes de abril de 1879, en que bajó a Buenos Aires. Por su brillante comportación en el combate librado el 20 abril de 1877 en la Punta de la Sierra de Currumalán contra la indiada de Catriel, figuró en el parte de Maldonado.

El 14 de junio de 1877 ascendió a Coronel graduado, y el 13 diciembre del mismo fue designado Miembro de la Comisión Inspectora del Colegio Militar.

Con el 8º de Línea y como jefe de la 3ª Brigada, en la Chacarita, asistió a los combates de Puente Alsina y de los Corrales. Con fecha 9 de julio de igual año recibió la efectividad de Coronel. Desde septiembre de 1877 hasta abril 1878 fue destinado con el 8º de Infantería de Guarnición a Zárate, regresando después a Buenos Aires.

El 9 de febrero de 1883 fue nombrado Jefe del Regimiento 1º de Infantería, y promovido a General de Brigada el 5 de agosto de 1886, pasó a revistar en “Lista de Oficiales Superiores” hasta el 15 de octubre de 1886, en que fue encargado accidentalmente del mando de la 1ª División de Ejército. En enero de 1887 Director del Parque de Artillería, y el 16 de mayo igual año, Jefe Interino de la 4ª División de Ejército, que se hallaba en el Chaco Austral, de cuyo territorio fue nombrado Jefe de E.M. de la 2ª Brigada de la 2ª División del 1er. Cuerpo (por situación de revista), permaneciendo en Resistencia, Chaco hasta diciembre de 1891, pasando a revistar el 1º de enero del año 1892 en la “Lista de Oficiales Superiores”, pero continuó revistando en la 2ª Brigada, 2ª División del 1er. Cuerpo, en el Chaco.

En febrero de 1894 fue designado Comandante de la Línea Militar de este Territorio, destino en el que permaneció hasta noviembre de 1895, en que regresó a Buenos Aires.

Ostentó medalla por la toma de Corrientes, otra por la batalla del Yatay; cordones de plata por la batalla de Tuyutí y medalla de oro por la Expedición al Río Negro.

Falleció en Villa Federal, Departamento de Concordia, Provincia de Entre Ríos, a las 9.30 horas a.m. del 14 de agosto de 1897, en el establecimiento de campo que poseía allí. El 1º de julio de 1872 contrajo enlace con Cándida Rosa Blanco, argentina de 14 años; hija de Benito Blanco y de Carolina Lebeau, naturales del país.

El 2 de octubre de 1897 Cándida Rosa Blanco de Donovan obtuvo la pensión por su extinto esposo al cual se le computaron con tal motivo 45 años, 7 meses y 26 días de servicios en el Ejército.

Ambos fueron padres de:

Benito Cornelio Donovan Blanco
María Clotilde Florencia Donovan Blanco
María Amalia Donovan Blanco
Elisa Donovan Blanco
Antonio Alberto Donovan Blanco
Julio José Donovan Blanco
Eduardo Argentino Samuel Donovan Blanco
María Lucia Cándida Donovan Blanco
Juan María Donovan Blanco
Mario Donovan Blanco
María Antonia Donovan Blanco y
Ricardo Enrique Donovan Blanco.

Cándida Rosa Blanco de Donovan, falleció en su domicilio de la calle Aráoz Nº 2331 de la Capital Federal, a los 60 años, el 22 de diciembre de 1920.

Fuentes: Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / www. revisionistas.com.ar / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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viernes, 16 de abril de 2010

ANIVERSARIO DEL COMIENZO DE LA EXPEDICIÓN AL DESIERTO


El día 16 de abril de 1879 se produce el inicio de la expedición al desierto del General Julio A. Roca. Fue la mayor operación militar y política que se hubiera iniciado hasta entonces contra los indios salvajes. Con resultados brillantes, el General Roca y sus hombres iniciaron una etapa de consolidación segura para las actividades rurales en la Nación, librando a las poblaciones de la amenaza permanente del malón indio.
En la imagen: Albumina de la Campaña al Desierto de 1879.

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jueves, 15 de abril de 2010

REGIMIENTO DE GRANADEROS A CABALLO


Su creación se remonta como escuadrón al 16 de marzo de 1812, por iniciativa del General José de San Martín, y por disposición del Gobierno Supremo Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, “bajo los principios y maniobras de la nueva táctica francesa de caballería”.
El 7 de diciembre de 1812 es elevado a Regimiento.
Tuvo su bautismo de fuego en San Lorenzo, pasando luego casi todos sus efectivos al Ejército del Norte.
El 13 de marzo de 1815 se reunió con su jefe, el General San Martín, en Cuyo, donde a órdenes del Teniente Coronel Mariano Necochea se constituyó en escolta del Comandante en Jefe.
Este glorioso Regimiento hizo toda la campaña de la independencia, regresando a Buenos Aires después de Ayacucho, reducido a un pequeño contingente.

Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.

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miércoles, 14 de abril de 2010

REGIMIENTO NRO. 3 DE INFANTERIA DE LINEA


Creado por la proclama de la Primera Junta de Gobierno el 29 de mayo de 1810, sobre la base del Cuerpo de Arribeños y las Compañías de Indios Naturales, según lo dispuesto por el decreto del 8 de junio.
El Coronel Domingo French fue su primer jefe. Con este número hizo la primera campaña al Alto Perú (1810), a órdenes superiores del Coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, y la campaña al Paraguay bajo el comando del General Manuel Belgrano.
En 1811 intervino en el primer sitio de Montevideo al mando directo del Coronel French.
A esta unidad se la distinguió también con el nombre de Regimiento América o Estrella.
Con los sucesos producidos en la posta de Arequito se extinguió al igual que otras unidades.
Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.

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martes, 13 de abril de 2010

LA SILENCIOSA PROEZA DEL CABO ROBERTO BARUZZO


De todos los suboficiales de Ejército que estuvieron en Malvinas, sólo dos recibieron la máxima distinción a que puede aspirar un hombre de armas argentino: la Cruz al Heroico Valor en Combate. Uno, el Sargento primero Mateo Sbert, muerto en el combate de Top Malo House. El jefe de su sección, Capitán José Vercesi, se ha encargado de que su historia se publicara en la revista “Soldados Digital” y en general tuviera cierta divulgación. (Aunque, claro, muy por debajo de la que amerita a nivel nacional).
El otro, sigue siendo un perfecto desconocido, aún para muchos estudiosos del tema Malvinas. Si uno quiere averiguar por qué le fue conferido tan alto galardón, no se va a enterar ni en la Internet. Se trata del por entonces cabo Roberto Baruzzo del Regimiento 12 de Infantería, por aquellos tiempos, con guarnición en Mercedes, Corrientes. Su historia, de ribetes cinematográficos, vale la pena ser contada.
Baruzzo, es oriundo del pueblo de Riachuelo, Corrientes. Es un hombre de rostro aniñado, sin ínfula alguna, de perfil muy bajo, puro y transparente hasta rayar en la ingenuidad.
Su unidad, al llegar a Malvinas, había sido ubicada primero en el Monte Kent, para después ser enviada a Darwin. Pero una sección compuesta mayormente de personal de cuadros, con Baruzzo incluido, se quedó en la zona, al mando del teniente primero Gorriti.
En los días previos al ataque contra Monte Longdon, los bombardeos ingleses sobre esa área se habían intensificado. El mismo Baruzzo fue herido en la mano por una esquirla. En una de las noches, el cabo oyó gritos desgarradores. A pesar del cañoneo, salió de su pozo de zorro y encontró a un soldado con la pierna destrozada por el fuego naval enemigo. Sin titubear, dejó su fusil y cargó al herido hasta el puesto de enfermería, tratando de evitar que se desangrara.
En la noche del 10 al 11 de junio, desde Puerto Argentino se observaba el espectáculo fantasmagórico que ofrecía la ofensiva británica. En medio de un estruendo ensordecedor, los montes aledaños eran cruzados por una miríada de proyectiles trazantes e intermitentemente iluminados por bengalas. Se estremecía el alma de imaginar que allí, en esos momentos, estaban matando y muriendo muchos bravos soldados argentinos. Allí, en medio del fragor, la sección de Baruzzo ya se había replegado hacia el Monte Harriet, sobre el cual los ingleses estaban realizando una acción envolvente. Varios grupos de soldados del 12 y del Regimiento 4 quedaron aislados. El teniente primero Jorge Echeverría, un oficial de Inteligencia de esta última unidad, los agrupó y encabezó la resistencia. Baruzzo se sumó a ellos y vio a al oficial parapetado detrás de una roca, disparando su FAL.
Cerca de él vio a un soldado inglés muerto y le sacó su visor nocturno. “Ahora la diferencia en recursos ya no será tan despareja”, pensó. Con el visor fue ubicando las cabezas de los ingleses que asomaban detrás de las rocas, y tanto Baruzzo, como su jefe afinaron la puntería. Los soldados de Su Majestad, por su parte, los rociaron de plomo e insultos. Las trazantes pegaban a centímetros del cuerpo del oficial, hasta que finalmente fue herido en la pierna y cayó en un claro, fuera de la protección de la roca. Cuando Baruzzo se le quiso acercar, un inglés surgió de la oscuridad y le tiró al cabo. Erró el primer disparo, aunque la bala pegó muy cerca, pero antes de que pudiera efectuar el segundo, Echeverría, disparando desde el suelo, lo abatió. Otro inglés le tiró a Echeverría, pero Baruzzo lo mató de un certero disparo. Cerca de ellos, el conscripto Gorosito peleaba como un león. Los adversarios estaban a apenas siete u ocho metros uno del otro y sólo podían verse las siluetas en los breves momentos en que alguna bengala iluminaba la zona.

Echeverría, sangraba profusamente: tenía tres balazos en la pierna. El joven cabo de apenas 22 años, con el cordón de la chaquetilla del oficial, le hizo un torniquete en el muslo. La pierna de Echeverría parecía teñida de negro y también lucía negra la nieve a su alrededor. El teniente primero le dijo empero que no sentía nada, sólo frío. Baruzzo trató de moverlo. Echeverría se levantó y empezaron a caminar por un desfiladero, mientras a su alrededor seguían impactando las balas trazantes. De repente, de atrás de un peñasco, entre la neblina y las bengalas, surgió la silueta de un inglés, quien disparó y le dio de lleno a Echeverría. Baruzzo contestó el fuego y el atacante se desplomó muerto. Esta vez Echeverría había sido herido en el hombro y el brazo: una sola bala le causó dos orificios de entrada y dos de salida. El teniente primero cayó boca abajo y Baruzzo veía que le estaba brotando sangre por el cuello.
“¡Se me está desangrando!” se desesperó el cabo. Aún hoy, el suboficial no puede hablar de su jefe sin emocionarse: “El es uno de mis más grandes orgullos. Un hombre de un coraje impresionante. Allí, con cinco heridas de bala, estaba íntegro, tenía una tranquilidad increíble, una gran paz. Con total naturalidad, me ordenó que yo me retirara, que lo dejara morir allí, que salvara mi vida. Me eché a llorar.
¿Cómo iba a hacer eso? ¡Yo no soy de abandonar! ¡Y encima a este hombre, que era mi ejemplo de valentía! Tenía conmigo intacta la petaquita de whisky que nos habían entregado junto a un cigarrillo; es que yo no bebo ni fumo. Y le di de tomar. ‘Eso si que está bueno', me comentó. En cierto momento, no me habló más, había perdido el conocimiento. La forma en que sangraba, era una terrible. Lo cubrí, lo agarré de la chaquetilla y empecé a arrastrarlo”.
Súbitamente, Baruzzo se vio rodeado por una sección de Royal Marines del Batallón 42. Sin amilanarse, desenvainó su cuchillo de combate, pero uno de los ingleses con el cañón de su fusil le dio un ligero golpe en la mano, como señalándole que ya todo había terminado. Baruzzo, cubierto de pies a cabeza con barro y la sangre de Echeverría, dejó caer el arma, y el mismo soldado enemigo lo abrazó con fuerza, casi fraternalmente. “Eran unos señores”, comentaría luego el cabo.
Al amanecer, al ver que no tenía heridas graves, sus captores le ordenaron que, con otros argentinos, se dedicara a recoger heridos y muertos. “Yo personalmente junté 5 ó 6 cadáveres enemigos”, cuenta Baruzzo. “Pero en Internet los ingleses dicen que en ese combate sólo tuvieron una baja”
Echeverría fue helitransportado por los británicos al buque hospital “Uganda”, sobrevivió, recibió del Ejército Argentino la medalla al Valor en Combate y hoy vive con su mujer y dos hijas en Tucumán. La menor tenía dos añitos en el 82.
Baruzzo habla de sus hijas, a las que bautizó Malvina Soledad y Mariana Noemí y vive en su Corrientes natal. En su pago chico ha tenido un par de halagos que merecía: hay una calle con su nombre y hasta le fue erigido un busto en vida. Pero aún así, nadie repara en su existencia, ni conoce su proeza.
Poco después de la guerra, el 15 de noviembre del 82, Baruzzo recibió una carta del teniente primero, donde este le agradecía su “resolución generosa y desinteresada, su sentido del deber hasta el final, cuando otros pensaron en su seguridad personal. Toda esa valentía de los “changos”, son suficiente motivo para encontrar a Dios y agradecerle esos últimos momentos. Pero, así Él lo decidió, guardándome esta vida que Usted supo alentar con sus auxilios”.
El oficial le contaba que lo había propuesto para la máxima condecoración al valor y le manifestaba su “alegría de haber encontrado un joven suboficial que definió el carácter y el temple de aquellos que forman Nuestro Glorioso Ejercito, y de los cuales tanto necesitamos”.
Personalmente, Baruzzo volvió a encontrarse con Echeverría recién 24 años después de aquella terrible noche. Ambos lloraron, el oficial le mostró sus heridas, dijo que el cabo había sido su ángel de la guarda y le regaló una plaquetita, con la inscripción: “Estos últimos 24 años de mi vida testimonian tu valentía”. También le contó que en el buque hospital los médicos británicos dejaron que le siguiera manando sangre un buen rato, para que así se lavara el fósforo de las balas trazantes.
“You have very good soldiers” (“Usted tiene muy buenos soldados”), le comentaron admirados los militares ingleses al ensangrentado teniente primero. Un reconocimiento que la sociedad argentina, en pleno, aún le debe a Echeverría, a Baruzzo, a Gorosito y a tantos otros callados y acallados héroes de Malvinas.
Fuente: Diario Soldados Digital (www.soldadosdigital.com)

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lunes, 12 de abril de 2010

ANIVERSARIO DE LA CREACION DE LA BASE DE APOYO LOGÍSTICO "COMODORO RIVADAVIA"


Felicitamos, en su día, a quienes integran la BAL “Comodoro Rivadavia”, que brinda apoyo en el ambiente geográfico particular de desierto patagónico.

La Base de Apoyo Logístico "Comodoro Rivadavia" tiene sus orígenes en los Talleres Militares de reparaciones "Patagonia" iniciando sus actividades el 17 de Noviembre del año 1945 estando sus instalaciones en Km 3 , trasladándose con posterioridad a su actual asiento de paz fusionándose con los Talleres de Mantenimiento "Comodoro Rivadavia" .
El 16 de Noviembre de 1964 cambia nuevamente su denominación por la de Batallon Logistico 9.
El 02 de Junio de 1976 destaca personal y medios para participar en la lucha antisubversiva en la Provincia de Buenos Aires.
El 14 de Noviembre de 1978 participa con la totalidad de su personal y medios en el ejercicio de movilización ante el probable conflicto bélico con la república de CHILE , operando sus instalaciones en apoyo a la GUC en la localidad de Río Mayo .
En el año 1982 participa con parte de su personal y medios en el apoyo a la fuerza de ¨Malvinas¨; cabiéndole el honor de ser el primer elemento logístico en operaciones en las islas.
El Ejército Argentino condecora a la Bandera Nacional de Guerra de la Unidad con la Medalla “A LOS QUE COMBATIERON EN EL ATLÁNTICO SUR”.
El 15 de noviembre de 1985, el Gobierno de la Provincia de Santa Fe condecora a la Bandera Nacional de Guerra de la Unidad con la Medalla “A LOS QUE COMBATIERON EN EL ATLÁNTICO SUR”.
El 10 de Abril de 1992 por Orden Especial 837/90 se conforma la “Base de Apoyo Logístico Comodoro Rivadavia” sobre las bases del B Log 9. Siendo su primer jefe el Tcnl D Carlos Alejandro Barberan.
A partir del 01 de enero de 1993 la Ca Mant VVC 181 pasa a ser una subunidad orgánica de la BAL incrementando su capacidad de mantenimiento de VVC , siendo su responsabilidad las provincias de Neuquen , Río Negro , Chubut y Santa Cruz .
Hoy aporta personal y medios en las “Organizaciones Militares de Paz”.

Fuente: www.brigadamecanizadaix.ejercito.mil.ar

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domingo, 11 de abril de 2010

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL CORONEL FRANCISCO CRESPO


Guerrero de la Independencia sudamericana. Nació en Buenos Aires, el 11 de abril de 1791. Inició su carrera militar el 4 de julio de 1808, como cadete en el Batallón de Andaluces, cuerpo en el cual fue promovido a subteniente de Granaderos del mismo batallón. El 26 de febrero de 1810 es teniente 2º del Batallón Nº 5, grado en el que lo sorprende el movimiento emancipador del 25 de mayo. Fue de los primeros en incorporarse al primer ejército patriota, al mando del coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, que llevaba como segundo al comandante Antonio González Balcarce. Se halló en la batalla de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810 y posteriormente en la desgraciada acción de Huaqui, el 20 de junio del año siguiente. Formó parte del ejército sitiador de Montevideo desde el 20 de octubre de 1812 hasta el 23 de junio de 1814, fecha en que el general Vigodet capituló con toda la guarnición de aquella plaza. Este acontecimiento se produjo a los pocos días de haber pasado Crespo a la 4ª Compañía del Regimiento Nº 8 de Infantería, con fecha 5 de mayo. El 21 de noviembre de 1814, es promovido a teniente 1º de la misma compañía del Nº 8 y a ayudante mayor del mismo cuerpo, el 3 de julio de 1815. Poco después pasó a formar parte del Ejército de los Andes, marchando a Mendoza con el 1er Batallón del Regimiento Nº 8. El 21 de febrero de 1816 el Director Pueyrredón dispuso que el ayudante mayor Crespo regrese a Buenos Aires por haber sido promovido a aquel empleo en el 1er Batallón, Toribio Reyes. Crespo se incorpora al 2º Batallón del Nº 8, el cual poco después marchó también para Mendoza, y recibió el nombre de Regimiento Nº 7 de Infantería. Con este regimiento Crespo atravesó los Andes y se batió con denuedo en Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, mereciendo la medalla discernida por las Provincias Unidas a los vencedores. Más adelante se le otorgó (noviembre de aquel año) la “Legión del Mérito” de Chile.
El Regimiento Nº 7 marchó con la columna de O’Higgins en abril de 1817, para tomar parte en las operaciones contra los españoles en el Sud de Chile y el capitán Crespo (grado al que había sido ascendido el 11 de enero de 1817), tomó intervención en las acciones que tuvieron lugar en los alrededores de Concepción y Talcahuano en el segundo semestre de aquel año. El 6 de diciembre tomó parte en el furioso asalto a Talcahuano, correspondiendo a su cuerpo ser uno de los componentes de la columna del coronel Conde, que atacó la fortaleza por el sector derecho de la defensa. Crespo se batió con denuedo en aquella memorable acción de guerra.
Marchó en la expedición al Perú, formando parte del Regimiento Nº 7, bajo el mando del coronel Conde. Asistió a la segunda campaña de la Sierra, bajo las órdenes del general Arenales, entrando a la ciudad de Lima a fines de julio de 1821. Estuvo en el sitio del Callao, en la defensa de Lima cuando fue amenazada por los españoles y en el asalto al Callao y toma de la fortaleza, el 21 de setiembre del mismo año.
Posteriormente los Regimientos Nº 7 y 8 de los Andes, se refundieron en un cuerpo que se llamó Regimiento Río de la Plata, que fuerte de 1.100 plazas, tomó parte en la famosa campaña de Puertos Intermedios, bajo el mando del coronel Cirilo Correa. Esta expedición fue dirigida por el general Alvarado y las fuerzas se empezaron a embarcar en el Callao a mitad de octubre de 1822, para desembarcar al mes siguiente en los puertos de Tacna y Arica. Se concentraron a comienzos de diciembre en la primera de las ciudades nombradas. Desde allí partieron en busca del general Valdés, a fines de aquel mes; el 1º de enero de 1823, se combatía en Calana y los días 19 y 21 del mismo, en las sangrientas y desastrosas batallas de Toraya y Moquehuá, donde el ejército de Alvarado fue reducido a la cuarta parte; y en las que se encontró el mayor Crespo, quien tuvo la suerte de figurar entre los que se salvaron de aquella memorable y desastrosa expedición.
Cuando se produjo la sublevación del Callao, en la noche de 5 de febrero de 1824, el ya teniente coronel Crespo era segundo jefe del regimiento Río de la Plata. Cayó entre los prisioneros de los sublevados, que los entregaron a los españoles. Fue brutalmente herido por el general realista Mateo Ramírez, siendo canjeado en 1825, época en que obtuvo su pasaporte para regresar a Buenos Aires. El 17 de abril de 1826 revalidó sus despachos de teniente coronel de infantería.
El 1º de noviembre de 1826 se incorporó al cuartel general del Ejército Republicano. El 1º del mes siguiente fue dado de alta en el Estado Mayor divisionario del 4º Cuerpo de Ejército, donde en junio y julio de 1827 figura como “comandante de armas”. Se distinguió por su comportamiento en la batalla de Ituzaingó, por lo cual fue promovido al grado de coronel por despachos extendidos el 31 de mayo de 1827 con antigüedad del 23 de febrero del mismo año; obteniendo la efectividad del cargo el 6 de mayo de 1830. Figura en el ejército sitiador de Montevideo desde mayo a diciembre de 1827. Como 2º Jefe del Estado Mayor del Ejército de Operaciones, figura a cargo del mismo desde el 15 de abril de 1828 hasta octubre de igual año.
Fue comandante militar de Patagones, desde enero de 1830 hasta los primeros días de 1833. En Patagones, el coronel Crespo contrajo enlace con Angela Ocampo, hija de Ramón de Ocampo y Carmen French, de la familia patricia. Crespo ostentaba en su pecho la “Orden del Sol” del Perú, otorgada por el Protector general San Martín.
Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, Crespo fue un tiempo edecán del Restaurador a quien sirvió con inquebrantable fidelidad. Revistó en la Plana Mayor del Ejército y P. M. A., desde el 1º de diciembre de 1828 hasta el 1º de enero de 1841. Nombrado capitán del Puerto de Buenos Aires, a principios de 1841 pasó a la isla Martín García. Estando a cargo de la guarnición de la misma desde el 26 de junio de 1842, sostuvo un fuerte cañoneo contra las fuerzas navales que mandaba el coronel Giuseppe Garibaldi, enviado por el gobierno uruguayo en socorro de la provincia de Corrientes, a raíz del triunfo del general Paz en Caaguazú. Garibaldi empleando un ardid prohibido por el Derecho Internacional, enarboló bandera argentina en sus tres unidades, lo cual hizo creer a los defensores de la Isla que se trataba de buques de Rosas. Cuando la superchería fue descubierta, ya habían pasado el canal de Martín García dos buques de Garibaldi, de modo que el efecto de las baterías de Crespo se hizo sentir sobre el tercero de los buques enemigos, el “Constitución”.
Jefe de las baterías establecidas en la Vuelta de Obligado y segundo del general Lucio Norberto Mansilla, en la violenta acción sostenida el 20 de noviembre de 1845, contra la escuadra anglo-francesa que pretendía forzar el paso del Paraná aguas arriba, su conducta fue digna del renombre del valeroso soldado de la guerra de la independencia sudamericana. Cuando el general Mansilla en lo más recio del combate, recibió un golpe de metralla en el estómago que lo dejó sin sentido, el coronel Crespo lo reemplazó en el comando, no obstante haber recibido una contusión poco antes. Fue digno relevante del glorioso general en jefe en aquella magnífica acción de guerra, donde las fuerzas argentinas defendieron el honor del pabellón nacional con altura y con valor, digno de sus gloriosas tradiciones. El coronel Crespo firmó el parte de la acción elevado a Rosas a consecuencia de las heridas sufridas por el general Mansilla. También se halló en las batallas del Tonelero y del Quebracho, en enero y junio de 1846 contra la escuadra anglo-francesa.
El coronel Francisco Crespo y Denis dejó de existir en el pueblo de San Isidro, el 7 de setiembre de 1849, a sus exequias concurrió su antiguo compañero de armas el brigadier general Miguel Estanislao de Soler, quien se hallaba en aquellos días algo enfermo. La asistencia al entierro del coronel Crespo le fue fatal, pues su dolencia se agravó y falleció pocos días después.
Fuentes: Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / www. revisionistas.com.ar / Yabén, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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sábado, 10 de abril de 2010

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL LUCIO NORBERTO MANSILLA


Nació en la ciudad de Buenos Aires en el año 1792. Recibió la mejor educación que por ese entonces era posible obtener y manifestó, ya desde sus tempranos años, la fuerza de su carácter, su clara y lúcida inteligencia y una audacia que se mostraría en toda su magnitud durante la guerra contra los anglo-franceses, en 1845.

Como tantos de sus coetáneos, en junio de 1806 se alistó en las filas de Liniers para participar en las gloriosas jornadas de la Reconquista, las cuales culminaron el 12 de agosto con la rendición del General británico Beresford. En el mes de octubre de 1806, se alistó como soldado en la fuerza que debía socorrer a la plaza de Montevideo (sitiada por los ingleses), que se encontraba al mando de Santiago de Liniers. Bajo las órdenes del Coronel Prudencio Murguiondo, intervino en la aprehensión del depuesto virrey Rafael Sobremonte.

El 2 de julio de 1807 y durante el ataque de Whitelocke a Buenos Aires, Mansilla tomó parte en los combates de los Corrales de Miserere, que dieron inicio a la segunda derrota británica en el Plata.

Cinco años después, con la jerarquía de Teniente, sirvió a órdenes del General Artigas en la Banda Oriental, contra los portugueses. Se incorporó luego al ejército de Rondeau, que sitiaba Montevideo, y en 1813 integró la expedición del Coronel Domingo French, cuyo objetivo era la conquista de la fortaleza lusitana “El Quilombo”, en la línea del Yaguarón. Durante el ataque a dicha posición, Mansilla fue herido de bala el 12 de mayo, reconociendo el gobierno su coraje en la Gaceta de Buenos Aires del día 5 de junio de 1813. Una vez curado, intervino en todas las operaciones ejecutadas hasta la rendición de las fuerzas realistas (23 de junio de 1814). Por esta campaña obtuvo un escudo de plata y fue declarado “benemérito de la Patria en grado heroico”.

En 1815, fue enviado por el gobierno a Cuyo con algunos reclutas y armamentos. San Martín lo nombró mayor de plaza en San Juan, asignándole la instrucción de 600 hombres de tropa, quienes más tarde revistarían en los célebres batallones 7 y 11, de brillante desempeño en Chacabuco y Maipú.

A continuación, fue comandante militar de Jáchal y el Libertador lo designó luego comandante general de las cordilleras del sur de los Andes.

Iniciada la campaña de Chile, el General San Martín supo apreciar su capacidad, dándole un puesto de importancia como segundo jefe de la Primera División de Vanguardia, a pesar de su jerarquía de Mayor Graduado. Como tal, peleó en Chacabuco. Fue condecorado con una medalla de oro por el gobierno nacional y Chile lo recompensó con la Orden de la Legión al Mérito en grado de Oficial, consistente en una medalla y cordones. Estuvo en Maipú y, bajo el mando de Las Heras, actuó en la campaña al sur de Chile.

En 1820, la anarquía bonaerense lo encontró en su ciudad natal. Mansilla intervino en la elaboración del Tratado del Pilar, celebrado el 23 de febrero de ese año entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Allí tomó contacto con el caudillo entrerriano Francisco Ramírez, quien, deseoso a esas alturas de liberarse de la influencia de Artigas, invitó al porteño a unirse con él para convencer al “Protector de los Pueblos Libres” de la conveniencia de aceptar el tratado. El gobernador Sarratea lo autorizó y Mansilla marchó a Entre Ríos. Se produjo luego la ruptura definitiva entre Ramírez y Artigas, que concluyó con la expatriación de éste y la muerte de aquél. Mansilla fue elegido gobernador y capitán general por los representantes de Entre Ríos. Estrechó las relaciones con Buenos Aires y concertó la paz con Santa Fe. Hizo esto a su manera: se le presentó una noche a Estanislao López, solo y desarmado, expresando que no volvería hasta haber solucionado sus diferencias.

Por su iniciativa, los territorios de Corrientes y Misiones, dependientes de Entre Ríos, fueron erigidos en provincias que elegían a sus propios gobernadores. Además, Mansilla hizo sancionar, en 1821, la primera constitución provincial para Entre Ríos, la cual él mismo había elaborado junto con Domingo de Oro y el doctor Pedro J. Agrelo. Al concluir su mandato, rehusó continuar en el cargo para no sentar precedentes, a pesar de haber sido reelecto tres veces.

Al ser elegido diputado al Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas, se pronunció por la adopción del régimen unitario de gobierno.

En 1826, se produjo la guerra con el Imperio del Brasil. Rivadavia nombró a Mansilla comandante general de la costa en el mes de septiembre. En ese cargo, Mansilla desplegó una notable actividad, organizando varios cuerpos para el Ejército, remitiendo al cuartel general armamentos, vestuario, caballadas y materiales diversos y uniéndose finalmente, al frente de su división, a las fuerzas comandadas por el General Alvear.

Como General de División, participó en forma destacada en el combate de Camacuá persiguiendo al enemigo, por lo que mereció una mención especial. Poco después, libró la batalla del Ombú (15 de febrero de 1827), en la cual, conduciendo a los 1.800 hombres de su división, derrotó y dispersó a la mejor caballería imperial, mandada por el General Bentos Manuel Riveiro. La dispersión evitó que dichas tropas intervinieran en la batalla de Ituzaingó, tres días después. El desempeño de Mansilla en esta acción de guerra fue brillante, por lo que Alvear lo recomendó al gobierno, que le concedió el uso de un escudo y cordones.

Luego, fue jefe de Estado Mayor hasta que el Ejército Nacional se retiró a cuarteles de invierno. En ese año de 1827, Mansilla fue designado diputado por La Rioja a la Convención de Santa Fe y, con autorización del Poder Ejecutivo, aceptó el cargo. Cuando comenzó la guerra civil, Mansilla decidió no tomar parte en ella y se retiró a la vida privada.

Ya en 1834, el gobernador de Buenos Aires, General Viamonte, lo nombró jefe de policía de la ciudad. Mansilla emprendió entonces la organización de esta repartición y obtuvo resultados sobresalientes. Creó la institución de los serenos, redactó los reglamentos generales (los que luego tomaron como modelo para sus propias fuerzas policiales los gobiernos de Brasil y de la República Oriental) y emprendió varias obras públicas, como el camino del Riachuelo a la Boca y el muelle del Margen. Continuó en sus funciones hasta que se inició la guerra contra la confederación peruano-boliviana presidida por el Mariscal Santa Cruz.

Entonces, el gobierno lo nombró comandante en jefe del Ejército de Reserva, el cual debía organizar en Tucumán. Mansilla persistió en su negativa a dejarse arrastrar a las luchas civiles en que se enfrentaban unitarios y federales. Pese a ser cuñado de Juan Manuel de Rosas, mantuvo su independencia respecto de los bandos en lucha. Solamente aceptó una comisión del gobernador de Buenos Aires: acompañó al enviado francés, Capitán Eduard Halley, el 4 de diciembre de 1840, a entrevistarse con el General Lavalle, jefe unitario que había sido derrotado en Quebracho Herrado, para ofrecerle, por parte de Francia, una salida favorable si abandonaba la guerra y el país, oferta que Lavalle rechazó.

En 1838, 1840, 1842 y 1844, Mansilla integró la Sala de Representantes o Legislatura de la provincia de Buenos Aires, en cuyo recinto se alzó su voz para sostener los derechos de la nación y la justicia de su causa en la guerra colonialista que llevaba a cabo Francia contra la Confederación Argentina.

Al producirse en 1845 la llamada intervención anglo-francesa, que era, en realidad, una guerra no declarada, el General Mansilla fue designado jefe del Departamento del Norte por Rosas y recibió la orden de fortificar y artillar las costas del Paraná a fin de negar la navegación por ese río a la escuadra enemiga. Es bien conocida su heroica defensa de la Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845), combate que representó una victoria táctica para los aliados, pero también, paradójicamente, una derrota estratégica, dado que los objetivos de los intervinientes no pudieron lograrse. Después de Obligado, volvió a combatir a los anglo-franceses en Acevedo, San Lorenzo y el Quebracho.

Concluida esta lucha, Mansilla no volvió a tomar las armas hasta 1852, en que Rosas lo nombró comandante en jefe de las fuerzas de la ciudad de Buenos Aires. Tras la batalla de Caseros las tropas de Urquiza marcharon hacia la capital provincial, la que cayó sin que Mansilla disparara un solo tiro. Lo más significativo fue el hecho de que se rindiera ante Urquiza con el grito de ¡Viva Urquiza! ¡Muera el tirano Rosas!

Después de Caseros, Mansilla se retiró a Francia, donde su prestigio y su don de gentes le abrieron las puertas de la corte imperial de Napoleón III y permitieron que fuera recibido en los altos círculos parisinos con el mayor de los respetos.

De regreso a Buenos Aires, se mantuvo apartado de las contiendas políticas y se dedicó a su familia y amistades. Su casa se convirtió en el lugar de reunión de los notables de la época y, en ese ambiente culto y refinado, creció quien llegaría a ser el autor de Una excursión a los indios ranqueles, el General Lucio Victorio Mansilla.

Sobrevivió a casi todos sus camaradas y cuando murió, el 10 de abril de 1871, llevaba sobre sus espaldas medio siglo de generalato, siendo el más antiguo de la República.

Las autoridades nacionales no asistieron a su entierro. Tampoco se le rindieron los honores fúnebres correspondientes a su rango. Al pie de su tumba, uno de sus amigos, Diego G. de la Fuente, expresó de esta forma el homenaje de sus compatriotas: “No sé, señores, en qué, ni cómo, se perpetuará algún día el nombre del vencedor del Ombú, del autor de la primera constitución provincial argentina, del organizador avisado de la policía de Buenos Aires, de un soldado de la Independencia, de un diputado al congreso del año 26, de un general recomendado a la gratitud pública por Bernardino Rivadavia; pero sí sé, y debo aquí decirlo, que el viajero argentino que remonta los ríos detiene siempre los ojos con noble orgullo en un recodo del gran río Paraná, donde un día la entereza del General Mansilla, rigiendo el pundonoroso sentimiento nacional en lucha desigual con los poderes más fuertes de la Tierra, supo grabar con sangre que no se borra derechos indestructibles de honor y de gloria. ¿Qué importa el murmullo del vulgo sobre hechos, de suyo efímeros, al pie de monumentos imperecederos diseñados por el heroísmo como la Vuelta de Obligado, donde se destacó la bizarra figura de Mansilla entre el fuego y la metralla, a la sombra, señores, no de otra bandera que aquélla que saludaron dianas de triunfo en los campos de Maipú y de Ituzaingó?”

Fuentes: Biografías. Ejército Argentino – Su Historia / www. revisionistas.com.ar / Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / Malamud, Carlos. Juan Manuel de Rosas.

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viernes, 9 de abril de 2010

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL JOSE MARIA DE LA OYUELA


Nació en Buenos Aires en 1786, siendo sus padres, José de la Oyuela y Francisca Negrón. Era hermano del coronel José Gabriel de la Oyuela, que tan destacada actuación tuvo en el desempeño de la comandancia militar de Patagones. Se batió en la primera invasión inglesa, en 1806, siendo uno de los que se hallaron en el encuentro de la Chacra de Perdriel, a las órdenes de Juan Martín de Pueyrredón. Combatió por la Reconquista de esta ciudad, el 12 de agosto del mismo año formando parte del cuerpo de “Montañeses” del que era jefe su padre; y su nombre figura honrosamente entre los valientes porteños que combatieron con denuedo en las memorables jornadas del 5 y 6 de julio de 1807, en la Defensa magnífica de la Capital del Virreynato del Río de la Plata contra las fuerzas británicas del general Whitelocke. Poco antes había marchado a la Banda Oriental, a las órdenes de Manuel de Arroyo y Pinedo. En 1809 era teniente de la 4ª compañía del Regimiento de “Voluntarios Cántabros”, por despachos expedidos el 13 de enero de aquel año por la Real Junta de Sevilla.
En 1810 tuvo participación activa en el movimiento emancipador, cuyos principios difundió con entusiasmo, alistándose de inmediato en los ejércitos de la Patria. En junio de aquel año era alférez del Regimiento Nº 4 en la 2ª compañía, cuerpo con el cual marchó en la expedición despachada el 6 de julio del mismo año, al interior a las órdenes del coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo. Se halló en la represión de la rebelión de Liniers en Córdoba y se batió con bravura en Santiago de Cotagaita, el 27 de octubre, y en Suipacha, el 7 de noviembre de aquel año memorable, obteniendo además del “escudo” una medalla especial con que lo honró la Suprema Autoridad. Participó en el avance victorioso por el Alto Perú hasta que las fuerzas independientes fueron completamente derrotadas en Huaqui o Desaguadero y en Yuraicoragua, en la funesta jornada del 20 de junio de 1811, replegándose los restos del ejército patriota sobre Jujuy. Oyuela, en el curso de este mismo año estuvo incorporado al Regimiento Nº 6 de Infantería del Ejército Auxiliar.
El 12 de setiembre de 1813 fue ascendido a teniente de la Compañía de Zapadores, pasando el 10 de diciembre del mismo año a la compañía de “Pardos y Morenos” que prestaba servicios en las baterías levantadas en Punta Gorda (hoy Diamante), por el coronel Eduardo Kaillitz, barón de Holmberg, las que estaban compuestas por la batería del Banco (orilla occidental del Paraná), que constaba de 2 cañones de a 24 y cuatro de a 12, y la de la Costa-Firme, al pie de las barrancas, que cruzaba sus fuegos con la primera y que constaba de tres piezas de a 12 y dos de a 8. Ambas baterías estaban guarnecidas por 486 hombres de los Regimientos Nº 2 y Pardos y Morenos; Blandengues de Santa Fe; milicias de Paraná; artillería y caballería de la Matanza (hoy Victoria), Nogoyá y La Bajada.
Ascendió a teniente 1º de la precitada compañía de Pardos y Morenos, el 7 de febrero de 1814 y habiendo acompañado a Holmberg en su expedición a Entre Ríos, cayó prisionero en el combate del Espinillo, cerca de Paraná, el 22 de febrero, gravemente herido. El 17 de agosto de este mismo año, fue promovido a capitán de la 1ª compañía del Batallón de Infantería Nº 10, de nueva creación, pasando a comandar la compañía de Granaderos del mismo, el 7 de diciembre de igual año (1814), e incorporándose con aquel Regimiento al Ejército del Norte, a principios de agosto de 1816, en Las Trancas, a las órdenes en aquel entonces del coronel Francisco Antonio Pinto, que después fue general de la República de Chile.
Hizo la campaña sobre Santa Fe, bajo el mando del general Belgrano, obteniendo al comienzo de la misma, en enero de 1819, licencia por 3 meses para ausentarse a Buenos Aires para “restablecer su salud”, siendo ascendido en estas circunstancias a sargento mayor graduado del batallón Nº 10, el 18 de marzo de 1819. Restituido a sus funciones en el Ejército Auxiliar, después de haber obtenido prórroga de un mes en su licencia, marchó posteriormente a incorporarse a la guarnición que había dejado en Tucumán el general Belgrano mientras operaba sobre Santa Fe, estando de la Oyuela a cargo del piquete del Regimiento Nº 10.
Producida la revolución de noviembre de 1819, encabezada por el capitán Abraham González, que puso en el gobierno a Bernabé Aráoz, pasó de la Oyuela a prestar servicios a la titulada República Federal del Tucumán, cuyo primer mandatario el extendió el 25 de mayo de 1820, despachos de teniente coronel de caballería de línea de Tucumán, documento que lleva la firma de Bernabé Aráoz.
El 23 de junio de 1821 fue ascendido a coronel del Regimiento “Dragones de Línea del Ejército de la República del Tucumán”. En esta provincia estuvo radicado varios años, pues en junio de 1826 se le encuentra allí, formando parte de una sociedad organizada para fomentar el progreso de Tucumán y su campaña.
En la guerra entre la Confederación Argentina y la República de Bolivia, el coronel José María de la Oyuela mandó el Regimiento “Coraceros Argentinos”, de 1837 a 1838, en que terminó la campaña.

En la campaña de Cuyo, en 1841, contra los ejércitos de Lavalle y Lamadrid, el coronel de la Oyuela fue enviado a la ciudad de San Juan, donde tuvo a sus órdenes el Regimiento de Milicias, fuerte de 300 plazas. En abril de aquel año el general Nazario Benavídez, gobernador de aquella Provincia, al ser ocupada la capital, el 3 de agosto de 1841 por las tropas del general Acha, aquél se retiró hacia la Punta del Monte, donde se hallaba Benavídez, al cual acompañó en su rápida reacción contra Acha, en la ruda lucha sostenida en la ciudad de San Juan, del 18 al 21 de aquel mismo mes de agosto, la que ocupada ese día por Benavídez, era abandonada el 24, ante la aproximación del ejército de Lamadrid, que entró en ella de inmediato, pasando Benavídez y Oyuela a San Luis, a incorporarse al cuerpo del ejército del general Pacheco.
Derrotado este último en la sangrienta batalla del Rodeo del Medio, el general Benavídez llegó a Mendoza a visitar y felicitar al general Pacheco, vencedor en aquella acción de guerra. Dejando nuevamente al coronel José María de la Oyuela a cargo del gobierno de San Juan. Durante el ejercicio de esta delegación, la Legislatura de esta Provincia confirió al general Pacheco, jefe de la vanguardia del Ejército de la Confederación Argentina con fecha 18 de octubre de 1841, el empleo de brigadier general de aquélla, en testimonio de gratitud de la misma “por los eminentes servicios prestados a la Patria, y principalmente, por el triunfo que éste obtuviera en el Rodeo del Medio”; alta jerarquía militar que la Legislatura sanjuanina también otorgó a Nazario Benavídez, al mismo tiempo que la de coronel mayor a José María de la Oyuela.
Ascendido a general, Oyuela desempeñó el gobierno de San Juan desde diciembre de 1842 hasta el 13 de marzo de 1843, por nueva ausencia de Benavídez, que era el titular. Fue también diputado a la Legislatura de la misma provincia en el mes de junio de 1844.
El general Oyuela perdió todas sus haciendas y fortuna en la invasión del general Acha a San Juan. Posteriormente echó mano de los bienes de su esposa y formó un arreo de hacienda con el que marchó desde aquella provincia a Buenos Aires, pero el 21 de mayo de 1844, al llegar al pueblo del Salto, en sus inmediaciones fue atacada y tomada por los indios toda la hacienda, salvando Oyuela su persona por haber ido esa noche a pernoctar en el pueblo de referencia.
En la mencionada exposición de sus servicios, hecha al Superior Gobierno el 15 de junio de 1844, y la que se halla en el Archivo General de la Nación; el general Oyuela dice que también cayó prisionero en la campaña del Alto Perú “en donde arrastré cadenas bajo los socavones de Potosí, dice, y en los trabajos públicos de dicha ciudad”. También expresa haber recibido muchas heridas en el Alto Perú y en la Banda Oriental.
En las listas de la Plana Mayor Activa de la Provincia de Buenos Aires correspondientes al mes de noviembre de 1845 fue dado de alta con la jerarquía de coronel mayor con la siguiente nota: “Ha sido incorporado por O. S. desde el 1º de mayo de 1842”. En listas de enero a diciembre de 1846 figura con la nota: “En el Exto”.
Fue uno de los firmantes del acta levantada el 18 de enero de 1847, con motivo de la colocación de la piedra fundamental de la Alameda (Paseo Leandro Alem), en esta Capital.
El general José María Oyuela, en la tarde del 20 de noviembre de 1847 tuvo un incidente en la calle Perú, en esta Capital, con el Encargado de Negocios de Portugal, Comendador Leonardo de Souza Leitte Acevedo: a las 6 de la tarde del mencionado día ambos personajes se cruzaban en la vereda de la calle Perú y entando en la de Representantes, el Encargado Leitte Acevedo, dijo al general Oyuela: “pase Ud.” El interpelado le contestó que él no pasaba, que pasase Leitte cuando gustase y que él (Oyuela) pasaría cuando le pareciese y no cuando su interlocutor lo mandase.
En tales circunstancias se acercó montado a caballo un paisano, que resultó ser Federico Loforte (sobrino de la esposa del general Oyuela), porteño, como de 25 años; el cual con su rebenque le descargó a Leitte un furioso golpe en la cabeza con el cabo del mismo, rompiéndole el sombrero y ocasionándole una fuerte contusión. Después de esto, el agresor picó el caballo diciendo en alta voz: “Mi general, dispense, este pícaro portugués de mierda no quería darle la vereda”; y partió sin que nadie le incomodase, y sin que el general Oyuela intentase detenerle. Entonces el diplomático entró en conversación con Oyuela, a quien Leitte dijo: “Que a él debía este nuevo escandaloso atentado e insulto”; a lo que respondió Oyuela: “Que lo sentía mucho, pero que él era culpable por no cederle la vereda, porque su representación era superior a la de cualquier Ministro extranjero y que no era él quien debía librar a Leitte de un conflicto de esa clase, porque estaba resentido de la injusta prisión de su hermano, el Procurador de Número Fernando Oyuela; pero que S. E el Gobernador había reconocido su precipitación en este negocio, y que el resultado de la causa, que había de publicarse, probaría el aprecio que hace el mismo Gobernador de los Oyuela”.
Evidentemente el conflicto había sido preparado por el general Oyuela, pues antes de producirse el incidente, el agresor estaba parado próximo, hablando con José Ramón Rojas, cuyo almacén frecuentaba Oyuela. Al producirse el encuentro entre Leitte y Oyuela, el agresor se acercó de a caballo, y se produjo el conflicto.
El general Oyuela se hallaba parado en la puerta de una de las casas inmediatas cuando al ver aproximarse al Encargado Leitte Acevedo, salió a su encuentro, reclamándole el lado derecho de le vereda que llevaba Leitte, diciéndole si ignoraba que él era un General de la República Argentina; contestándole su interlocutor que él también era el representante de una nación.
Leitte, a las 6.30 hs del mismo día 20 puso el hecho en conocimiento del Ministerio de Relaciones Exteriores. A las 12.20 hs de la noche del 21, el general Oyuela fue llamado al Departamento de Policía, donde fue tomado preso e incomunicado por orden del Jefe de Policía Juan Moreno; pero el agresor Federico Laforte huyó en dirección a San Juan, al parecer, donde a la sazón se hallaba la esposa de Oyuela, sin ser aprehendido. Loforte fue visto en compañía de otros dos individuos en el camino de San Antonio de Areco, el lunes 22 de noviembre; pero al parecer, no logró la policía porteña su aprehensión. (“La Gaceta Mercantil”, Nº 7222 del 30 de noviembre de 1847).
El general Oyuela fue dado de baja de la Plana Mayor Activa, en que revistaba, por O. S., el 7 de diciembre de 1847, siendo desterrado a la Guardia de Lobos, donde falleció el 9 de abril de 1849. Se había casado en primeras nupcias con Cleofé Laspiur, y fallecida ésta, se vinculó a comienzos de 1840 con una niña de la familia Rui Suárez, de la ciudad de San Juan.

Fuentes: Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / www. revisionistas.com.ar /Yabén, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).

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jueves, 8 de abril de 2010

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL DR. FRANCISCO JAVIER MUÑIZ


Francisco Javier Thomas de la Concepción Muñiz nació el 21 de diciembre de 1795 en Monte Grande, Provincia de Buenos Aires. Sus padres, Don Alberto José Muñiz y Doña Bernardina Frutos, se trasladaron a Buenos Aires para que Francisco continúe con su educación. A los 11 años, a pesar de que su edad lo eximía de tal compromiso, se alista como cadete en el Regimiento de Andaluces para intervenir en la heroica defensa de Buenos Aires y es herido de bala en la pierna derecha. En 1812, en la fundación de la Segunda Sociedad Patriótica Literaria donde Muñiz colabora con el doctor José León Banegas en la redacción del célebre Manifiesto que instaba a declarar la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. A los 18 años se inscribe en el primer curso de teología del Colegio San Carlos.

En 1814 el doctor Cosme Argerich resuelve fundar el Instituto Médico-Militar con el fin de formar cirujanos para los ejércitos. Entre sus alumnos figura Francisco Muñiz, quien decidió servir a la patria desde las filas de la sanidad militar. En 1821, el ministro Bernardino Rivadavia, al crear la Universidad de Buenos Aires con su departamento de Medicina, clausura el Instituto Médico Militar por lo que Muñiz se ve obligado a rendir sus últimos exámenes en dicho Departamento para graduarse como médico en 1822.

Al año siguiente, pregona ideas que anticipan el federalismo y auspicia las instituciones liberales en la edición de una revista El Teatro de la Opinión. Esta etapa periodística coincide con un período de deterioro en su salud que se prolonga hasta enero de 1825 cuando, acepta el nombramiento de cirujano del Cantón de la Guardia de Chascomús. En la localidad acampa el regimiento de coraceros de Buenos Aires al mando del Coronel Juan Lavalle, de quien se hace muy amigo y a quien asiste en los combates de Sauce Grande y Toldos Viejos. El contrato de Muñiz tenía una duración de seis meses, el ejemplar médico hace caso omiso de esta disposición y continúa un mes más, hasta el retiro del último soldado herido en el pueblo. En estas expediciones al desierto realiza estudios etnográficos sobre los usos y costumbres de los aborígenes como también inaugura los trabajos iniciales de la paleontología argentina al encontrar en la laguna de esa localidad restos fósiles que omite documentar por ser un simple aficionado y que el explorador francés D’Orbigny se adjudica trece años después.

En 1826 la guerra con el Brasil lo encuentra en Buenos Aires ejerciendo su profesión y proyectando sus conocimientos en ciencias naturales. Se confía a Muñiz el cargo de médico y cirujano principal con el grado de Teniente Coronel. El General de Alvear, asume el mando de las fuerzas y se convierte en el referente de Muñiz por su agilidad mental y preparación técnica. Una bala atraviesa la parte superior de la pierna izquierda del General Lavalle a quien Muñiz atiende y pone fuera de peligro. El jefe del Estado Mayor del Ejército, General Lucio Mansilla, en abril de 1827 deja constancia del esmero del facultativo distinguido con los Cordones y Laureles de Ituzaingó y el Escudo de la República.

Muñiz solicita ser designado para ocupar la Cátedra de Partos y Medicina Legal de la Escuela de Medicina desde el campamento General del Ejército. El gobierno no hace lugar al ofrecimiento, desaire que entristece a Muñiz. Pocos meses después, vuelve sobre sus pasos y en el último día de gobierno de Rivadavia en la Presidencia de la República repara la injusticia designando a Muñiz al mando de la cátedra. El 20 de septiembre de 1827 un decreto del gobierno de Manuel Dorrego deja en suspenso y sin efecto tal nombramiento por considerar infructuosa la enseñanza de partos tomando como excusa que Muñiz no tenía el título de Doctor en medicina.

El 30 de septiembre de 1828 contrae matrimonio con Ramona Bastarte y resuelve alejarse de Buenos Aires y fijar su residencia en la Villa de Luján donde permaneció por 20 años ya que lo favorecía en su salud. Como médico de policía y encargado de la administración de la vacuna en el Departamento, instruye a los propietarios acerca de enfermedades animales (ya que el país carece de veterinarios), propaga la vacuna, pide la eliminación de curanderos y parteras, y ensaya el tratamiento de afecciones cutáneas con la inoculación múltiple o repetida de la vacuna humana logrando por esto último la designación de Miembro Honorario de la Real Sociedad Jenneriana de Londres. El 20 de marzo de 1830 es nombrado cirujano del regimiento 2 de caballería con asiento en la villa.

Durante su permanencia en Luján el doctor Muñiz efectuó fecundos y valiosos trabajos paleontológicos, sacando a luz, como dice Babini, “el extraordinario mundo fósil sepulto en las barrancas de su río”. En Luján reunió, estudió y clasificó abundante material paleontológico, en el que hay restos de megaterio, mastodontes, toxodontes, milodontes, gliptodontes, etc. En 1841 lo obsequió al gobernador Rosas, coleccionado en 11 cajas de cuyo contenido dio cuenta La Gaceta Mercantil. Rosas a su vez, obsequió dicha colección al almirante francés Juan Enrique José Dupotet –jefe de la escuadra de Francia en el Plata y reemplazante de Leblanc-, lo que ha dado lugar a severas críticas por parte de los antirrosistas. Al respecto Andrés Ivern puntualiza que la entrega de tan valioso material a Francia fue hecha por Rosas, seguramente, con el doble fin de cicatrizar heridas de guerra y de demostrar la capacidad científica argentina a una potencia que nos había creído colonizables. Desde el punto de vista de la ciencia nada se perdió con el obsequio, ya que el envío fue a poder precisamente de la nación que era el principal centro de estudios paleontológicos, con sabios como Paul Rivet. Si hubo protestas de algunos naturalistas, como Florentino Ameghino, hay que tener en cuenta que de aquel centro científico provinieron las refutaciones a ciertas conclusiones de este último. Por otra parte debe recordarse que el propio Ameghino en 1878 viajó a Europa y allí exhibió su colección paleontológica en la Exposición Universal de París vendiendo luego una colección de fósiles a ciento veinte mil francos al famoso y acaudalado paleontólogo americano Cope. El propio Muñiz ofreció en venta a Darwin otra colección y en 1861 donó otros fósiles a la Academia de Ciencias de Estocolmo.

El descubrimiento paleontológico más importante de Muñiz fue, según los historiadores de la ciencia, el del tigre fósil, por él descrito en 1845, en informe que publicó La Gaceta Mercantil. Se trata de la especie que él llamó Muñifelis bonaerensis, estudiado también por Kaup, Owen, Lund, Cuvier y Blainville, y que en la hodierna nomenclatura científica se denomina Smilodon bonaerensis (Muñiz).

También encontró en Luján huesos de un caballo fósil, bajo el esqueleto de un megaterio. Y otra novedad fue el hallazgo de un árbol fósil en la pampa, que anunció a diversos naturalistas y museos. Las determinaciones del sabio argentino sobre estos fósiles eran exactas, según aserto de Germán Burmeister.

En septiembre de 1841 Muñiz reconoce la existencia del mal de cow pox en una vaca. Saca de las ubres seis costras, las envuelve en láminas de plomo, las sella y las entrega al dueño del animal. Días después y, ante la presencia de testigos y un juez de paz, vacuna a varios niños con las costras. Los resultados positivos no se hicieron esperar. En 1844, la ciudad de Buenos Aires está desprovista de la vacuna por lo que Muñiz se traslada a la metrópoli con una de sus hijas de pocos meses, recién vacunada y con cuya linfa pudieron ser inoculadas más de veinte personas. Lamentablemente la pequeña muere al contraer una enfermedad infecciosa.

Graduado de Médico, Muñiz se aproximaba a los 50 años de edad sin haber obtenido el título de Doctor en Medicina. Entonces, el 17 de septiembre de 1844 presentó su tesis y se le fue otorgado el anhelado diploma. En marzo de ese mismo año Muñiz, pública Descripción y curación de la fiebre escarlatina, anticipándose a un concepto que aún hoy pugna por abrirse camino: el médico es del todo médico sólo si a la vez es psicólogo.

A fines de 1848 resuelve regresar a la escena metropolitana. En abril de 1849, Rosas lo designa Conjuez del Tribunal de Medicina y en febrero de 1850 se hace cargo de la enseñanza de partos, enfermedades de mujeres y niños en la Facultad de Medicina.

Organiza la remisión del material médico necesario para la asistencia de los heridos en la batalla de Caseros. Por el Pacto de San José de Flores firmado el 11 de noviembre de 1859 Buenos Aires se declara parte integrante de la Confederación y renuncia al mantenimiento de relaciones diplomáticas con las potencias extranjeras. Se convoca a elecciones de convencionales con el objeto de proponer reformas a la Constitución Nacional de 1853. En los comicios del 2 de diciembre Muñiz resulta electo pero aún no repuesto de sus dolencias recién se incorpora el 25 de abril. En las elecciones del 5 de agosto de 1860 sale electo senador por la Capital a la legislatura de la Provincia. Poco tiempo dura esta representación pues resulta consagrado diputado Nacional al Congreso de Paraná el 23 de diciembre de ese año. En 1861 remite una nota al Senado de la Provincia comunicándole que se considera separado de este cuerpo por reputar incompatible su desempeño con la diputación nacional. En septiembre de 1861 se designa a Muñiz senador por la Capital. Al año siguiente forma la Comisión de Negocios Constitucionales y establece en octubre de 1862 que la Asamblea General de la Provincia no acepta ley sancionado por el Congreso de la Nacional, en cuya virtud se federaliza por tres años el territorio de la Provincia. Es reelecto senador el 29 de marzo de 1863.

Renovada la contienda civil en 1861 entre Buenos Aires y la Confederación, Muñiz disminuido todavía físicamente ofrece sus servicios en calidad de subalterno y al no tener éxito insiste en su gestión; el gobierno lo designa Jefe de las Ambulancias establecidas en la línea de fortificaciones.

En 1865 sobreviene la Guerra con el Paraguay. Con 70 años a cuestas, Muñiz reitera su patriótica oferta. El Vicepresidente Marcos Paz la acepta y agradece en nombre del país. Vestido de paisano, con instrumental quirúrgico a cuestas se presenta en el Cuartel General de Paso de los Libres ante el sorprendido General Mitre. En febrero de 1866 se le recomienda la organización y dirección de todos los hospitales instalados en Corrientes donde combate la epidemia de cólera y ayuda a morir a uno de sus hijos. Permanece en Corrientes hasta octubre de 1868, año en que fallece su esposa.

En agosto de 1869 renuncia a sus cargos y se retira a la vida privada. La Legislatura de Buenos Aires le rinde homenaje al acordarle una pensión.

A comienzos de 1871, la epidemia de fiebre amarilla invade la metrópoli. El médico en su retiro, no olvida su deber hipocrático y auxilia a las víctimas.

Alberga en su quinta de Morón al joven Francisco López Torres, amigo de su familia, quien no consigue aislarse del mal. Muñiz lo atiende y en tal empeño contrae el mal y muere el 8 de abril. Sus restos descansan en la Recoleta.

Su nombre al frente de un hospital entraña un acto de justicia histórica.

Fuentes: Chavez, Fermín – La Cultura en la Epoca de Rosas / Ivern, Andrés – Rosas y la Medicina / www. revisionistas.com.ar /Lanuque, María Cecilia – Francisco Muñiz, Un Médico Comprometido / Los Hermanos Ameghino. Museo Argentino de Ciencias Naturales.

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miércoles, 7 de abril de 2010

EL TANGO Y EL EJERCITO ARGENTINO


En los comienzos del siglo XX, muchos músicos se inspiraron en el Ejército y brindaron su aporte en composiciones dedicadas a hechos y protagonistas de la epopeya emancipadora que marcaron nuestra historia o, simplemente, a anécdotas de la vida militar.
De las tantas partituras consultadas, privilegiamos las más antiguas, las anteriores a los años 20, una etapa de esplendor de la música ciudadana. Sin seguir un orden cronológico, citamos primero los temas dedicados a los tres enfrentamientos del General San Martín en Chile, en su recorrido libertario: Chacabuco, tango de Carlos Hernani Macchi, dedicado “Al distinguido Dr. Gowland” y llevado al disco por el Cuarteto del Centenario. El autor, violinista y flautista, integró el cuarteto La Armonía junto al Negro Thompson (guitarra), Manuel Firpo (bandoneón) y José Bonano (violín). También estuvo en los conjuntos de Juan Maglio (Pacho) y de Domingo Santa Cruz. Hernani fue gran amigo de Eduardo Arolas y, entre su obra podemos mencionar: Sarita, El reservado y Herminia. El título apuntado hace referencia a la batalla librada el 12 de febrero de 1817, en la cuesta andina de ese nombre, donde San Martín derrotó a los españoles, conducidos por el General Maroto. Los estrategas la han considerado, para su tiempo, un modelo del arte militar.
Otro tango con referencia sanmartiniana es Cancha Rayada, de Alejandro Carlos Rolla quien, acorde a la costumbre de esos tiempos, firmó la partitura con la correspondiente dedicatoria: “A los Sres. Luis A. Terragno y Ricardo B. Bergallo”. Rolla, violinista en la década de 1910, escribió un método de estudio primario de bandoneón; fue maestro de numerosos violinistas y compuso muchos temas, entre ellos: Bicarbonato, Bocanegra, De mi cosecha, El barquinazo, En punta y Plata vieja. A veces usaba el seudónimo Paul Frederik. El título del tango aludido evoca la derrota ante los realistas, conducidos por el General Ordóñez, cerca de la ciudad de Talca.

EMBLEMÁTICO
El tango Maipo, de Eduardo Arolas, registrado por muchos intérpretes (De Caro, D'Arienzo, entre ellos), data de 1918, al cumplirse el centenario de la batalla de Maipú. Un crítico musical dijo: «Notas que erizan la piel. Melodía estremecedora. Dolor con orgullo». El combate fue muy sangriento, duró seis horas y, a partir de esta victoria, se afianzó definitivamente la libertad de Chile.

Un título original
Dos en línea, identifica al tango de Pedro Soffia (1890-1976). “A mis camaradas, los conscriptos del Regimiento 2 de infantería de línea”, reza la dedicatoria. Lo grabó el Cuarteto del Centenario. Este compositor, dedicado a la música de cámara, también hizo otros tangos: Bordoneando, Echale arroz a ese guiso, El archivista, El cabo Fels. Tuvo un conservatorio, fundó la biblioteca Esnaola y, durante 30 años, dirigió la Asociación Argentina de Música de Cámara. Otro título curioso es Cabo de Cuarto, tango de Alfredo Bevilacqua. “Dedicado al Teniente Coronel de la Nación Domingo Cedeyra”. La expresión alude al suboficial encargado de conducir al personal de guardia. En esa misma línea mencionamos El lampazo, tango de Hermes Peresini. “Dedicado al teniente Juan Fernández Otaño”, alusivo al Servicio Militar. Es el mismo autor de Chela y Violetita. El gran Arturo De Bassi compuso el tango El recluta, dedicado “A mis amigos Menéndez y Arturo Astudillo”. Un elemento infaltable en el Ejército, El clarín , sirvió de título a un tango de Carlos Nasca, quien compuso también ¡Atención…! dedicado “al Sr. D. Martín” y, entre otros, El Gaucho Relámpago, “Dedicado al Teniente Coronel Fermín Barrera Pizarro”.

MÁS TÍTULOS
Por lo general, todos estos tangos fueron instrumentales, carecen de letras, como: Conscriptos, del pianista Pancho Nicolín, “Dedicado a los Señores Jorge Durán, Miguel Suárez, Virgilio Poggi y Raúl Quiroga”, y suyo también es el tango Tocalo más fuerte . El tango Derecho al Cuatro, de Juan A. Buratote, “Dedicado a mis amigos Antonio Bozzolla y Rodolfo Parodi (hijo)”, es el único que se conoce de este autor. Del tango Diana, de R. Mazzeo. “Dedicado al amigo Pedro Estillo”, tampoco hay datos del autor. Podría tratarse de Alfredo Rosario Mazzeo, quien fue violinista de Juan D'Arienzo y compositor de Lamento, Los 33 Orientales (homónimo de la obra de Eduardo Pereyra, que luego se convertiría en La uruguayita Lucía), y La muchacha del tango, con letra de Luis Rubistein, entre otros. Seguimos recordando más temas de la guardia vieja relacionados con el Ejército: R.4 (Regimiento 4 ), tango de Eusebio Severo Giorno, de 1913.
Dedicado a jefes y oficiales del R.4 de infantería”. El autor figura entre los socios de Sadaic, en los años '40. Otro título es el El artillero, de Eduardo y Juan José Villegas, “Dedicado a la clase 1895 de la R. P. Montada”. Fue llevado al disco por el Cuarteto del Centenario. Sólo Juan José, figura en Sadaic en 1941. Centinela alerta, es un tango de Arnaldo Barsanti (1889-1971), quien fue director, compositor y autor teatral. Dirigió el Quinteto Polito en la grabación del tango Chupadedo. Admiraba la música clásica; así varias de sus composiciones tangueras llevan títulos de óperas: Otello, Rigoleto, La traviata, Trovatore y de obras nacionales, es el caso de Las de Barranco. También hizo Anastasio, el Pollo (una de las mejores versiones grabadas por la orquesta de Miguel Nijenson). Fue cónsul en Alemania, antes de la segunda guerra mundial. Epopeyas (1810-1910) es el título de un tango de V. V. Guridi, sin más datos sobre este tango, obviamente relacionado con el Centenario de Mayo.

CURIOSIDAD
El tango 6ta del R2, es el título primitivo del clásico Inspiración, de Peregrino Paulos. “Dedicado a la sexta compañía del regimiento 2 de infantería”. El título se lo sugirió su hermano, el pianista Niels Jorge Paulos (luego Nelson Jorge), en homenaje a sus compañeros del servicio militar. El tema fue conocido, en 1918, a través de la orquesta de Augusto P. Berto. Cuando lo grabó Roberto Firpo, en 1922, ya tomó su título definitivo. No se conoce la partitura original. Tuvo numerosas versiones y fue Luis Rubistein quien le puso una letra que nada tiene que ver con la intención inicial. El primer cantor que lo grabó fue Agustín Magaldi.
Hay un tema de nombre Granaderos argentinos, lancero, de Miguel Sciutti, desconociéndose otra información. En la línea de fuego , es un tango de Alberto Rodríguez, dedicado “A mi querido amigo Hernando Sañudo”. El autor nació en Tacuarembó, Uruguay, era bandoneonista y está considerado el maestro de Minotto Di Cicco, quien fuera durante cuatro décadas primer fueye de su connacional Francisco Canaro. Alberto Rodríguez vivió muchos años en Avellaneda e integró las primeras formaciones de Osvaldo Fresedo, quien le registró once temas (de 1925 a 1933), entre ellos: Acuarelas, Flores, Del pasado, Percantina y Tus ojos.

CORRENTINO DE LEY
El conocido músico Manuel Campoamor compuso el tango Sargento Cabral , “Dedicado al distinguido señor Leopoldo Corretjer”. Grabado por el Cuarteto del Centenario, se trata de un homenaje al sargento correntino Juan Bautista Cabral, que el 3 de febrero de 1813, en el combate de San Lorenzo y, a costa de su vida, salvó al General San Martín de un riesgoso trance, atrapado bajo su caballo. Por su parte, el antes citado Augusto P. Berto, polifacético instrumentista y compositor (La payanca, Don Esteban) hizo el tango Curupaytí, “Dedicado a mis amigos Luis Teisseire, José Fuster y Espinosa Nava”. Era una localidad de la República del Paraguay, ubicada en la confluencia de los ríos Paraguay y Paraná.

Allí, el 22 de septiembre de 1866, las fuerzas de la Triple Alianza al mando del General Mitre, con 20.000 hombres, atacaron a los paraguayos al mando del General José Eduardo Díaz, quien rechazó el avance rival. Hubo 5.000 bajas. Seguramente deben existir más tangos, entre los 70.000 registrados en Sadaic, que involucren a nombres y acontecimientos relacionados con la lucha emancipadora de los primeros tiempos de la consolidación de nuestra patria, según la concibieron personajes que se la jugaron en momentos por cierto muy difíciles, a principios del Siglo XIX. El tango, por lo visto en esta reseña, no ha permanecido ajeno en cuanto a reconocer esos valores, ciertamente despojados de otro interés que no fuera el amor a su terruño.
Fuente: Bruno Cespi y Néstor Pinsón

Gestas patrióticas
El rechazo de Buenos Aires a una tentativa invasora, considerado como uno de los hitos en la historia argentina, dio lugar al tango Reconquista , de Alfredo Bevilacqua. “Dedicado al escribano Esteban Benza”. Lo grabó el Cuarteto del Centenario. Se refiere a la primera invasión inglesa del 27 de junio de 1806. Comandaba las tropas el Brigadier William Carr Beresford. Luego de dos semanas, cuando la ciudad ya estaba a punto de ser sometida, la resistencia criolla, bajo el mando de Santiago de Liniers, un francés al servicio de la corona española, logró reconquistarla. Los ingleses se rindieron el 12 de agosto, fecha hoy lamentablemente poco recordada. El tango Tacuarí, de Juan Maglio (Pacho), fue grabado por el autor y, también, por el Cuarteto del Centenario. Evoca la heroica batalla del 19 de marzo de 1811, en Paraguay, donde el General Manuel Belgrano con un puñado de hombres y una gran astucia, logró hacer retroceder a 2.000 soldados del enemigo, para luego pactar con el comandante español una retirada digna, con intercambio de prisioneros.


Maipo (Tango – 1918)

Vuelve a mí, recuerdo del ayer
con el brillar de luces en escena;
siempre el mismo fulgor,
las viejas candilejas

son como estrellas...
Otra vez, vibra en la noche aquel
sueño de amor y canto del pasado;
sombras que corretean
por este viejo tablado de ayer.

Marquesinas de mis sueños,
mil destellos de colores,
figuras esculturales,
nombres que están olvidados...
corre el tiempo y el recuerdo
se entrelaza con la pena...
el sabor de cosas de antes
guardadas con tanto amor...
El viejo Maipo nos vio bajo sus luces
aquellos días tan llenos de ternuras
soñar amores que fueron embeleso...
con toda el alma, con toda la ilusión,
con estas notas, con este tango triste,
quiero contarte teatro de mi pueblo
aquello que guardé en mi corazón,
tal como lo viví... tan lleno de emoción.
Música: Eduardo Arolas.


Este tango, registrado por muchos intérpretes (De Caro, D'Arienzo, entre ellos), fue compuesto en 1918 al cumplirse el centenario de la batalla de Maipú. Más actual, usufructuando la bella melodía de Arolas y su título, el escritor y autor teatral Elio Marchi le adosó la letra precedente, que nada tiene que ver con el histórico hecho, sino con el porteño teatro Maipo
Fuente: Hugo Gregorutti para Diario Soldados Digital.

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martes, 6 de abril de 2010

ALGUNOS TÉRMINOS MILITARES MUY EMPLEADOS, DE ORIGEN POCO CONOCIDO


Prácticamente todos los que profesamos la carrera de las armas, solemos utilizar la palabra “castrense”, cuando nos referimos a algunos de los aspectos que tienen relación con ella. Pero, ¿sabemos realmente cuál es el origen de este término y cuál es su significado?
Podríamos afirmar, y sin mucho esfuerzo, que es muy remoto, ya que averiguando prolijamente en sus antecedentes y etimología, descubrimos que deriva del término latino castrum. Este era el campo atrincherado y fortificado en el que las legiones romanas pasaban al descanso luego de las jornadas de marcha o de combate. Muchos de ellos, con el tiempo se convirtieron en pueblos, tal como nuestros fortines de la frontera con el indio constituyeron mojones de civilización.
Así pues, castrense, sería un adjetivo que en general puede aplicarse a todo lo que pertenece a campamentos, campos, militar, guerra y a todo lo que con estos términos y conceptos se encuentra relacionado.
La versión castellana del término latino, sería la de castro, vocablo que aparte de constituir un apellido de netas reminiscencias militares, resulta muy empleado en España, ya que viene a ser el nombre genérico con que se denominan determinados cerros y alturas desde las cuales pueden dominarse los valles y en los que, muchas veces y debido a las necesidades, se construyeron fortificaciones de importancia.
Éstos normalmente se encuentran seguidos de alguna terminación, por ejemplo Castrobol, Castro Cóntrigo, Castro del Rey, Castro del Río, Castro Gonzalo, Castrogeriz, Castromocho, Castro Nuño, etc, nombres todos hoy de pequeñas localidades o aldehuelas en los antiguos reinos de Asturias, Galicia y León.
Los estudios arqueológicos e históricos que podrían hacerse de estos sitios mostrarían la conjugación de los sistemas estratégicos practicados primero por las antiguas legiones romanas y seguido posteriormente por los señores feudales, durante la Edad Media. Este sistema tenía por objeto montar una guarnición militar en un punto dominante del terreno y a los pies de éste, para extender a sus pies los campos de cultivo y lugares de vivienda de los siervos de la gleba que servían al señor del lugar.
Particularmente en Galicia se conservan notorios vestigios de trabajos de minería, fortificación y primitivos asentamientos poblacionales, lo que denota que los romanos nunca dejaban de fortificarse. Cabe agregar también, que Castro ha devenido en convertirse en un típico apellido gallego. Como curiosidad, en un antiguo diccionario geográfico español, conocido por el apellido de su autor, Madoz, se define al Castro como una colina [...] una colina, a media legua de Ponferrada, de bastante altura, cuya cúspide se ha allanado artificialmente, rodeándola con un foso y construyendo con la tierra sacada de él, un parapeto o trinchera; en el centro hay vestigios de un foso o cisterna y en el parapeto, hay señales de haber habido una sola entrada. En el día está cubierta de madroños y otros arbustos y al arrancarlos suele encontrarse alguna moneda romana, espuelas, etc.
El curioso que viaje desde Astorga a Santiago puede observar la serie no interrumpida de estas fortificaciones con que se tenía a raya el país con pocos destacamentos, que fácilmente se auxiliaban y entendían por señales: en todas partes conservan el nombre de Castro.

Con la misma descripción, añade el mismo diccionario que estos sitios habrían sido usados como lugares de oración y ritos religiosos por parte de los antiguos druidas o sacerdotes celtas. Posteriormente, el pasaje del tiempo, les habría cambiado de ocupantes pero no de función, ya que habrían sido utilizados por los moros y luego por los señores feudales, para las funciones defensivas ya descriptas, todo lo cual remarca la importancia de la fortificación militar advertida tan remotamente y tan continuamente aprovechada.
Castros, recintos, fortalezas, fortines, cuarteles… lugares tan comunes para quienes profesan la milicia, hacen a veces cotidiano y muy usado el término, pero esconden su verdadero significado. Esos oteros, parapetos y lugares protegidos, ubicados en alturas, que servían para avizorar el horizonte, proteger del taimado y sorpresivo enemigo, tienen su origen en aquellas lejanas legiones romanas que marcaron caminos, senderos, puentes, acueductos y fortificaciones a toda la vieja Europa, dejando para la posteridad, un nombre que usaríamos hasta nuestros días, indicando la presencia de un lugar donde está presente el espíritu y la acción de la Milicia.
Fuente: Diario Soldados Digital 2010.

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