domingo, 28 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL GENERAL JOSÉ ALBINO GUTIÉRREZ


Nació en Mendoza el 28 de febrero de 1773, siendo sus padres Silverio Gutiérrez, español de Castilla la Vieja, y María Josefa Godoy, mendocina; emparentados ambos a las familias más notables de aquella ciudad. Adquiridos los suficientes rudimentos de instrucción que se enseñaban allí a los jóvenes que aspiraban a seguir una carrera universitaria, José Albino Gutiérrez se dedicó a la agricultura, en la que logró formar una fortuna considerable por su contracción al trabajo y actividad, consistente en viñas, alfalfares, estancias y varias tropas de carretas.

Las invasiones de los indios de la Pampa que continuamente amenazaban a la población mendocina lo hicieron soldado del Regimiento de Voluntarios del Rey, en 1802; con el grado de teniente sirvió en la 4ª compañía del Regimiento Urbano de Caballería de Mendoza. Se destacó por su arrojo en varias acciones contra los salvajes, valiéndole su actuación despachos de capitán de la 5ª compañía de su cuerpo, otorgados el 10 de junio de 1808 por el Virrey Liniers.

El movimiento de mayo de 1810 le contó entre sus más entusiastas sostenedores, cooperando eficazmente en Mendoza para el triunfo de los principios de Patria y Libertad proclamados por la Junta de Buenos Aires.

El 24 de diciembre de 1813 fue nombrado capitán de la 6ª compañía del 3er escuadrón de Milicias de Caballería de Mendoza. Gutiérrez fue de los vecinos acaudalados de aquella ciudad que contribuyeron con su propio peculio, esclavos y mulas a la formación del Ejército de los Andes. También contribuyó a la fundación del “Colegio de la Santísima Trinidad”, cuyo edificio mandara construir el general San Martín, efectuándose su apertura en 1817. Gutiérrez disfrutó de la confianza y amistad del libertador de Chile y Perú.

El 13 de febrero de 1816 fue nombrado comandante del 3er escuadrón de la milicia mendocina, y el 15 de abril de 1820, comandante del 3er Escuadrón de la Milicia Nacional de Mendoza. Gutiérrez, que desempeñaba las funciones de Alcalde de 1er Voto, era muy amigo del gobernador Tomás Godoy Cruz, quien le nombró el 18 de mayo de 1821 coronel del 1er Regimiento de Caballería Nacional de Mendoza; y como en aquellos momentos amenazaba a aquellas provincias el famoso caudillo chileno José Miguel Carrera, Gutiérrez fue designado jefe de todas las fuerzas mendocinas que debían salir a batirlo. El 31 de agosto de aquel año se encontraban los invasores en el lugar llamado “Punta del Médano” con las tropas de Gutiérrez, que obtuvo un fácil triunfo, ya que las fuerzas de Carrera habían cruzado la noche anterior la zona de lagunas y pantanos de Guanacache y estaban exhaustas; aparte de que un grupo de 150 lanceros había sido destacado por el audaz caudillo en busca de caballadas, y no se encontraban incorporados a su Jefe en el momento de la acción. En ésta actuó como segundo de Gutiérrez el comandante Manuel de Olazábal.

Por su actuación en aquella campaña, Gutiérrez fue ascendido a coronel mayor por el gobernador de Mendoza, Godoy Cruz, el 3 de setiembre de 1821; recibiendo también la medalla decretada el mismo día a los defensores del orden y tranquilidad de la provincia con el lema: “Aniquilé la anarquía” y que concedió un decreto del gobernador Pedro Molina el 25 de junio de 1822. Menos feliz que él, Carrera fue ejecutado cuatro días después de su derrota. A fines de 1821, Gutiérrez era comandante del Regimiento de Granaderos a Caballo de Mendoza.

El Gobierno de Chile, por su parte le otorgó despachos de coronel de sus ejércitos el 26 de setiembre de 1821, como se le comunicó a Gutiérrez por la nota siguiente: “Señor Comandante General de las fuerzas de Mendoza, D. José Albino Gutiérrez – Esta República siempre reconocerá en V. S. el brazo fuerte que en la memorable acción de la Punta del Médano aniquiló de un solo golpe al monstruo de la anarquía, que pretendiendo sepultar en desastres los heroicos pueblos de Cuyo, se preparaba a lanzar sobre Chile todos los estragos del desorden y faltaría este Gobierno a los sentimientos que animan a la Nación, respecto de la persona de V. S. si no los demostrara confiriéndole el grado de coronel de los ejércitos de esta República, cuyo despacho tengo la satisfacción de remitirle por conducto de ese señor Gobernador Intendente, esperando los acepte V. S. como un homenaje a la virtud marcial. Dios guarde a V. S. muchos años. Palacio Directorial de Chile, setiembre 26 de 1821 – Bernardo O’Higgins”.

El mismo Gobierno de Chile le otorgó el 8 de noviembre de 1821 despachos de brigadier general. El Cabildo de Mendoza, por su parte, le otorgó el 11 de octubre de igual año, el nombramiento de Regidor Honorario del mismo, a propuesta del mencionado Ayuntamiento formulada al gobernador Godoy Cruz.

Después de estos sucesos, el general Gutiérrez, haciendo un paréntesis a la vida pública, se entregó a dar fomento eficaz al cultivo del olivo en Mendoza, habiendo hecho al efecto en sus chacras, grandes plantaciones de ese árbol, de la mejor calidad. A él se debió la primera fabricación de coches, habiendo contratado en Buenos Aires a un constructor competente; medio de transporte desconocido a la sazón allí; el primer vehículo que se construyó, lo donó a la iglesia matriz de Mendoza para llevar el viático a los enfermos.

El 20 de abril de 1822 fue designado Comandante General de Armas de la Provincia, cargo que ejerció por poco tiempo. En 1823, al pasar por Mendoza el general San Martín expresó a Gutiérrez duras palabras por lo inhumano y atroz que fue el fusilamiento de Carrera y de 20 de sus cómplices, ordenado esto último por el propio Gutiérrez, en Jocolí, en circunstancias en que marchaban prisioneros a Mendoza.

Afiliado al partido federal de aquella provincia, fue opositor a la organización nacional bajo el sistema unitario. El 7 de mayo de 1824, siendo alcalde del segundo voto, se le llamó a asumir el mando supremo por renuncia del titular, general Pedro Molina, nombramiento refrendado por este último y su ministro Dr. José Andrés Pacheco de Melo. Este ejerció el mismo cargo durante la administración de Gutiérrez.

Uno de los principales actos fue la extinción completa de la moneda feble, cuya circulación se había permitido en el gobierno de Molina, con grave perjuicio para el Erario público y comerciantes y capitalistas. Se empeñó en hacer observar la constitución, la seguridad individual, la libertad de imprenta y respetar la religión del Estado; fomentar los progresos de la ilustración, la agricultura, las artes e industrias y trabajó con ahínco en pro de la reunión del Congreso Nacional que debía reunirse en Buenos Aires.

La situación política se presentaba cada vez más tirante, y Gutiérrez, que no gozaba de simpatías generales, en vano intentó restablecer la tranquilidad con medidas rigurosas, desterrando a 8 ciudadanos influyentes, entre ellos el licenciado Juan de la Cruz Vargas, asesor del Cabildo, Juan de Rosas y a Gabino García, que incitaban al pueblo a levantarle oposición.

El 28 de junio de 1824, estando los cuerpos cívicos reunidos para efectuar ejercicios doctrinales, dieron el grito de “¡Viva la Libertad!”, pidiendo la deposición de Gutiérrez. Una hora después los conjurados invitaban al coronel Juan Lavalle a ponerse a la cabeza del movimiento, en el que estaban comprometidos los batallones de Cazadores y Granaderos de G. N., y un escuadrón de artillería que tenía la provincia.

Gutiérrez, que estaba dotado de gran valor personal y arrojo, montó un hermoso caballo, según Hudson, y se lanzó sobre los dos cuarteles en armas contra él; dirigió la palabra en términos enérgicos a los jefes de aquéllos intimándoles se rindiesen; pero se le contestó desconociendo su autoridad. En vista de su impotencia descargó una de las pistolas que llevaba a la puerta del cuartel de Granaderos, acto que le fue contestado con algunos tiros de fusil de la guardia. Regresando por el mismo camino que había ido, a las dos cuadras, el comerciante José Correa le disparó un balazo a quemarropa, hiriéndole el brazo izquierdo. Gutiérrez hizo fuego sobre el agresor sin tocarlo, apresurando su regreso a su casa para ponerse en cama. Allí se constituyó preso. Lavalle le sucedió en el mando.

No obstante su herida se le desterró a Buenos Aires, regresando a Mendoza en 1826, prestando desde entonces preferente atención a sus valiosos intereses.

En 1831 Mendoza fue invadida por los indios de Pincheira y Hermosilla, que sorprendieron las guarniciones de los fuertes de San Rafael y San Carlos; pero no se detuvieron allí y avanzaron sobre la capital. Los escuadrones al mando de los tenientes coroneles Florencio Videla y José Santos Ramírez fueron destinados a detener el avance de los bárbaros, reforzados por algunas milicias del departamento del valle de Uco, el más vecino a la frontera.

El encuentro fue formidable e infortunado, quedando ambos tenientes coroneles fuera de combate, después de prodigios de valor que hicieron en la lucha; el teniente coronel Videla sucumbió herido en el campo del honor, y su compañero Ramírez resultó con heridas de gravedad en ambas mandíbulas, pasando por muerto y salvando después de una curación larga y cuidadosa. El sitio del combate ofrecía el aspecto más aterrador por el tendal de cadáveres, pues muy pocos fueron los soldados que consiguieron escapar. Tal hecho de armas tuvo lugar el 14 de octubre de 1831.

Se convocó la guardia cívica y se apeló al patriotismo y a la intrepidez del general Gutiérrez, que se hallaba en el Fuerte de San Carlos, y bajo cuya dirección marchó la nueva expedición. El 16 de octubre de 1831 tuvo lugar el encuentro con los salvajes, pero la fatalidad quiso que en la primera carga de caballería, al frente de la cual se colocó, llevado de imprudente arrojo, el general Gutiérrez, fuese envuelto por los salvajes, cayendo muerto a lanzazos. Tan tremenda lucha tuvo por escenario las cuchillas de las serranías de Aguanda, cerca de San Carlos.

La noticia de su trágica muerte conmovió al pueblo de Mendoza. Sus restos fueron trasladados y sepultados en la entrada de la iglesia de la Merced, y se le erigió allí una columna e mármol donde se registran sus principales hechos y la fecha de su muerte.

Acostumbrado a la vida rural desde muy joven, no gastaba etiqueta en el vestir y en su trato; era sencillo; de buenos sentimientos, pero enérgico y riguroso cuando las circunstancias lo imponían. Para el mejor y más barato transporte de los productos de sus propiedades rurales, tenía tropas de carretas, las que llevaban sus mercaderías al litoral y retornaban cargadas de ferreterías y artículos de ultramar. Dichas carretas no solamente conducían efectos pertenecientes a su dueño, sino que eran alquiladas por comerciantes de Mendoza para el mismo servicio de transporte. Por esta causa se ha dicho que el general Gutiérrez ejercía el rudo oficio de arriero, siendo la verdad la que queda asentada.

Poseyó la “Legión del Mérito” de Chile. Estuvo casado en primeras nupcias con Dolores Videla, con la que tuvo cuatro hijos; y habiendo enviudado, contrajo segundo matrimonio con Bibiana Pintos, con la que tuvo dos descendientes.


Fuentes: Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / Lacoste, Pablo – Viticultura y Política Internacional: El intento de reincorporar a mandoza y San Juan a Chile (1820-1835) – Santiago de Chile (2006)./ www. revisionistas.com.ar / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).

http://www.fotolog.com/ejercitonacional

sábado, 27 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DEL PRIMER ENARBOLAMIENTO DEL PABELLON NACIONAL


El 27 de febrero de 1812, en la Batería Independencia de Rosario, a las seis y media de la tarde, Manuel Belgrano mandó a enarbolar por primera vez la bandera argentina; pero de inmediato el Triunvirato lo amonestó y le ordenó guardarla.
El cumpleaños de la mayor insignia patria conlleva por esto un sabor amargo: haber fijado el Día de la Bandera el 20 de junio, aniversario de la muerte de su creador, es un homenaje, pero también, una forma de evitar tan engorrosa historia.
Explicar que tras la creación de la enseña azul y blanca, la Argentina volvió a tener durante cuatro años la bandera roja realista, incomoda a más de uno.
El 13 de febrero de 1812, Belgrano le había pedido al Triunvirato una escarapela nacional que distinguiese a sus soldados de los españoles, porque la insignia que usaban era igual a la de las tropas enemigas.
El 18 de febrero de 1812, el Triunvirato creó la escarapela nacional, gesto al que nueve días más tarde un entusiasmado Belgrano respondió con el enarbolamiento de la primera bandera.
El 27 de febrero le escribió al Triunvirato: “En este momento, que son las 6 y media de la tarde, se ha hecho la salva en la Batería de la Independencia (…) Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional. Espero que sea de la aprobación de V.E.” Pero el Triunvirato no la aprobó: jaqueado por la situación política internacional, el 3 de marzo de 1812 el gobierno le ordenó ocultarla; sin embargo, el general, en viaje al noroeste, no recibió a tiempo la orden y el 25 de mayo enarboló bandera en Jujuy, donde fue bendecida por primera vez.
En junio, el Triunvirato volvió a recriminarle: “La situación presente, como el orden y consecuencia de principios a que estamos ligados, exige (…) que nos conduzcamos con la mayor circunspección y medida; por esto, la demostración con que V.S. inflamó a las tropas de su mando enarbolando la bandera blanca y celeste, es a los ojos de este gobierno de una influencia capaz de destruir los fundamentos que justifican nuestras operaciones”.
Y agregaba: “ha dispuesto este gobierno que sujetando V.S. sus conceptos a las miras que reglan determinaciones con que él se conduce, haga pasar como un rasgo de entusiasmo el enarbolamiento de la bandera blanca y celeste, ocultándola disimuladamente y sustituyéndola con la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta fortaleza y que hace el centro del Estado”.
Belgrano prometió guardarla hasta que un triunfo meritara volver a exponerla y la oportunidad se la dio la batalla de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812.
Entre tanto, en Buenos Aires, el fervor patrio se mantenía en pie: el 23 de agosto, en la Iglesia San Nicolás de Bari, al celebrarse un oficio para festejar el aplastamiento de la conjuración de Alzaga, la bandera flameó en las narices de uno de los triunviros, Miguel de Azcuénaga, que asistió a ese acto.
Lo mismo ocurrió al saberse del triunfo de Belgrano en Tucumán: “El 5 de octubre (1812), cuando en esta capital se difundió la noticia de la victoria de Tucumán, a la puesta del sol se arrió la bandera rojo y gualda del fuerte y en la misma asta se izó un gallardete celeste y blanco, que dominaba a la insignia amarilla y encarnada que quedaba debajo”, escribió en sus “Memorias curiosas” Juan Manuel Beruti.
No fue todo: al año siguiente, el 13 de febrero, el Ejército del Norte juró obediencia a la Asamblea del Año XIII en presencia de la bandera nacional, que sin embargo no fue reconocida como tal sino hasta el 20 de julio de 1816, cuando el Congreso de Tucumán le dio por ley ese carácter.
”Elevadas las Provincias Unidas en Sud América al rango de una Nación, después de la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca”, sancionó.
Pero ya habían pasado cuatro años y apenas faltaban otros tantos para que, olvidado y pobre, muriera Belgrano, su creador. Tan olvidado, que sólo uno de los ocho periódicos de Buenos Aires informó de su deceso. Tan pobre, que tuvo por lápida el mármol del lavatorio familiar.

Fuentes: www. revisionistas.com.ar / Bertolini, Ana María – La azul y blanca cumple 195 años – Buenos Aires (2007)


Dibujo de Héctor Ruben Arenales Solís



viernes, 26 de febrero de 2010

COMPAÑÍA DE CABOS Y SARGENTOS


No existen constancias que se haya creado una compañía especial, sino que los ciudadanos con aptitudes se incorporaban a los distintos batallones como clase para impartir la instrucción.

Se distinguieron en las dos invasiones inglesas, la lámina representa al Cabo 1 Vicente Gutiérrez luego de la rendición del General Beresford, en el momento de arriar la bandera enemiga de la fortaleza de Buenos Aires.


Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.



jueves, 25 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL GENERAL JOSE DE SAN MARTIN


Rememoramos el nacimiento del Libertador de América, José Francisco de San Martín, acaecido el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú (Corrientes).

Nació el 25 de febrero de 1778 en el pueblo de Yapeyú, situado a orillas del río Uruguay. Su padre, don Juan de San Martín, había nacido en España y se desempeñaba como teniente gobernador del departamento. Su madre, doña Gregoria Matorras. Se trasladó a España junto con sus padres en el año 1786 donde ingresó al Seminario de Nobles de Madrid. En 1789 comienza su carrera militar en el regimiento de Murcia.

En 1785, regresó a España con su familia y en el año 1789, ingresó como cadete en el Regimiento de Murcia. Su bautismo de fuego fue en el sitio de Orán, en el año 1791, y en 1793 ascendió a subteniente. Finalizada la guerra con Francia en 1795, y siendo esta aliada de España, tomó parte en la batalla que se libró en el cabo de San Vicente contra los ingleses.

Entre 1808 y 1812, ingresó en una sociedad masónica que existía en Cádiz y que defendía ideas de carácter constitucional y liberal. Por tomar parte, el 16 de mayo de 1811, en la batalla de Albuera, fue ascendido a comandante agregado, culminando así su carrera militar en España.Pasó a América, en enero de 1812, en la fragata «George Canning», que partió desde Londres, llegando a Buenos Aires el 9 de marzo para luchar por la independencia de Sudamérica. A los pocos días de su arribo, le fue reconocido el grado de teniente coronel y el Triunvirato le encomendó la creación de un escuadrón, que luego fue el célebre regimiento de Granaderos a Caballo. Durante el año 1812 se ocupó de instruir a la tropa en las modernas técnicas de combate que conocía por su extensa actuación europea contra los ejércitos de Napoleón.Además, se ocupó de organizar una sociedad secreta que se denominó la Logia de Lautaro —este era el nombre de un caudillo araucano que defendió la libertad de su pueblo a los comienzos de la conquista española—. La sociedad estaba formada como las logias masónicas de Cádiz y de Londres, similar a la que en Venezuela tenía como miembros a Miranda, Bolívar y Andrés Bello. Su objetivo era: "trabajar con sistema y plan en la independencia de la América y su felicidad"

El 8 de octubre de 1812 estalló la revolución capitaneada por San Martín, Alvear, Monteagudo y otros conspiradores en contra del Gobierno; esta revolución hizo posible la asamblea de 1813, repetición en muchas conclusiones de las Cortes de Cádiz, aunque aún no se declaró la independencia, ya que no era deseada por muchos ciudadanos.

El Triunvirato ordena al coronel San Martín que protegiese las costas del Paraná del desembarco realista. Los granaderos siguieron el avance de la flota enemiga que constaba de 11 naves y unos trescientos soldados. Las naves pasaron el pueblo de Rosario y fondearon frente al Monasterio de San Carlos, en San Lorenzo, aguas arriba. Los españoles bajaron a tierra, subieron las altas barrancas y se encontraron con los pacíficos frailes. Cuando despuntaba el sol del día 3 de febrero, las lanchas de la expedición realista tocaban tierra y subían el barranco en dos columnas dispuestos al combate. San Martín dividió a los granaderos también en dos columnas que, cuando sonó el clarín, cargaron desde cada lado del convento. En la primera carga, el caballo de San Martín fue derribado trabando una pierna del Coronel. El granadero Baigorria traspasa con una lanza a un soldado español que intentaba herir a San Martín. El soldado Juan Bautista Cabral echó pie a tierra y levantó el caballo permitiendo a su jefe incorporarse, entonces fue herido de muerte.

San Martín, a fines de 1813, ya con el grado de coronel de Caballería, sustituyó al general Belgrano en el mando del Ejército auxiliar, nombrándole, el director del Estado, gobernador intendente de la provincia argentina de Cuyo.San Martín influyó para que los diputados del Congreso de Tucumán declararan la independencia de las provincias unidas de América del Sur -aún no la actual Argentina- , pues su idea era formar unos Estados unidos de toda América Latina.El 1 de agosto de 1816 fue nombrado general en jefe del Ejército, y el 11 de febrero de 1817 se realizó una de las batallas más extraordinarias de la Historia, entre los independentistas y el Ejército español, siendo derrotado este en la cuesta de Chacabuco y entrando San Martín en Santiago (Chile). De aquí se partió para la conquista del Perú donde el 5 de abril de 1818 obtuvo la victoria de la batalla de Maipú, pasó decisivo para la independencia. San Martín comprendió que, para llegar a la liberación total, debía entablar contactos con Simón Bolívar, realizándose una entrevista en Guayaquil el 26 de julio de 1822. Se intentó el acuerdo de unir los dos Ejércitos para terminar cuanto antes con los españoles, pero Bolívar dijo que nada podía hacer sin la aprobación del Congreso del cual dependía.

San Martín se retiró de este tipo de vida en agosto de ese mismo año, debido a una promesa hecha un año antes. Regresó a Chile, más tarde a Mendoza, luego vino a España, para instalarse en Bruselas finalmente.

Pasó estrecheces económicas, ya que la pensión que le habían asignado en Perú no le llegaba con regularidad. San Martín tenía ideas monárquicas constitucionales que se volvieron republicanas al final de su vida. Fue contrario a la concepción estatal del dictador Rosas, que predicaba el caudillismo y la federación. Por hallarse este en la presidencia, siempe rehusó un nombramiento político y regresar a su tierra; sin embargo, mantenía correspondencia cordial con él.

El 3 de agosto de 1823 muere su esposa, Remedios de Escalada. Parte entonces para Buenos Aires donde se encarga de su hijita Mercedes. El 4 de diciembre llega a la ciudad y permanece hasta el 10 de febrero de 1824 cuando se embarca hacia Francia. Allí se ocupa de la educación de Mercedes donde escribe para ella las Máximas para su hija que son un resumen de su filosofía de vida. En 1829 regresa a Buenos Aires pero encuentra un clima hostil y permanece en Montevideo.En el año 1848 se trasladó a vivir a Boulogne-sur-Mer, hoy consulado de la Argentina; allí murió repentinamente, falleció el 17 de agosto de 1850 en la localidad de Boulogne-sur-Mer a la edad de 72 años siendo trasladado su cadáver a Buenos Aires, donde reposa en un mausoleo en la catedral metropolitana.

En la imagen: José de San Martín con su uniforme de Cadete de Infantería de Murcia.

http://www.fotolog.com/ejercitonacional

miércoles, 24 de febrero de 2010

ESCUADRON DE MIGUELETES


(Caballeria)
Fue organizado por Alejo Castex en 1806, pasado a constituir la escolta de Santiago Liniers en las jornadas de la Defensa de Buenos Aires y a órdenes del Capitán José Diaz.
Al parecer constaba de seis escuadrones.
Cumplió servicios de avanzada y reconocimiento, destacándose en el Retiro y en la Plaza de Mayo.

Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.



http://www.fotolog.com/ejercitonacional


martes, 23 de febrero de 2010

CUERPO DE ARRIBEÑOS


(Infanteria)
Aunque no puede precisarse la fecha exacta, se organizó en 1806 con voluntarios “de arriba”, es decir con provincianos residentes en Buenos Aires y procedentes de otras provincias.
Se constituyó a órdenes del comerciante Juan Pio de Gana, en nueve compañías, una de granaderos y oco de fusileros de a sesenta hombres cada una.
Al morir su jefe en las jornadas de 1807, el Teniente Coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo asumió el mando de la unidad.
Durante la Defensa de Buenos Aires, los arribeños combatieron con bizarría en Miserere, y en el ataque general del Fuerte.
Junto con los Patricios participaron en los sucesos de la Revolución de Mayo y como fuerzas veteranas, hicieron las campañas al Alto Perú.

Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.



lunes, 22 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DEL COMBATE DE CUCHA-CUCHA


El 22 de febrero de 1814 se produce el Combate de Cucha-Cucha. El cuerpo de infantería argentina denominado Auxiliares de Chile, comandado por el entonces Teniente Coronel Juan Gregorio de Las Heras combate y derrota a un numeroso contingente de fuerzas realistas. Los Auxiliares habían sido enviados por el gobierno de Buenos Aires en socorro del primer gobierno independiente chileno, constituido a partir de la revolución del 18 de septiembre de 1810. Gregorio de Las Heras, su oficialidad y sus soldados recibieron un escudo de honor que decía: “La Patria a los valerosos de Cucha-Cucha, auxiliares de Chile, año 1814”

En la Imagen: El General Juan Gregorio de Las Heras



domingo, 21 de febrero de 2010

BATALLA DE ITUZAINGÓ


El 20 de febrero de1827 se produce la Batalla de Ituzaingó. El ejército argentino, bajo el mando del General Carlos M. de Alvear, derrotó al brasileño, conducido por el Marqués de Barbacena, en una jornada con un alto protagonismo para la caballería republicana. Los dos ejércitos se enfrentaron cerca del arroyo Ituzaingó, en la provincia brasileña de Río Grande del Sur. Las tropas derrotadas abandonaro su campamento y entre los bagajes se encontró la partitura de esta marcha, que considerada botín de guerra, fue nominada Ituzaingó e incorporada desde entonces al acervo musical argentino.

Muere en la Batalla el Coronel Charles F. de Brandzen. Había nacido en París el 28 de Noviembre de 1785. Fue oficial de caballería en los ejércitos del Emperador Napoleón. En 1814, fue ascendido a Capitán y condecorado con la Legión de Honor. Después de Waterloo se embarcó para Buenos Aires, donde se le reconoció el mismo grado, marchando a Chile para unirse al Ejército de los Andes. Participó en las batallas de Maipú, Cancha Rayada, campaña del Sur de Chile y en la expedición libertadora al Perú. Ascendido a Coronel intervino en la ocupación de la ciudad de Lima y luego en las batallas de Nazca, Chancay y Zepita. Vuelto a Buenos Aires fue nombrado jefe del 1er. Regimiento de Caballería de Línea, formando parte de las fuerzas que en 1826, lucharon con los brasileños. El día de la batalla el General en jefe, Carlos M. de Alvear, le ordenó cargar con su regimiento una posición bien defendida por los brasileños. Brandzen sugirió otra maniobra, pero al insistir Alvear, cargó al frente de sus tropas, hallando la muerte.

En la imagen Muerte del General Brandzen en Ituzaingó. Óleo de A. Ballerini.



sábado, 20 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE SALTA


A principios de enero de 1813 el ejército se pone en marcha hacia el norte. Ya para el 11 de febrero el grueso de las tropas había cruzado el río Pasaje. Allí decide Belgrano que las tropas presten el juramento de fidelidad a la Asamblea General Constituyente que, con ; gran pompa, ha inaugurado sus sesiones en Buenos Aires el 31 de enero.Por tercera vez despliega la bandera celeste y blanca ante el ejército formado. "Éste será el color de la nueva divisa con que marcharán al combate los nuevos campeones de la patria", les dice. Y luego, personalmente, y en forma individual, toma juramento a los soldados. Sobre una margen del río se yergue un árbol eminente y frondoso. Cuando los ecos de la marcha de1 ejército se pierden a lo lejos, sobre el gigante vegetal, mudo testigo de la emocionante ceremonia, queda prendido en su tronco, una tablilla, grabada a punta de cuchillo, donde se lee Río del Juramento.En momentos en que el ejército comandado por el general Belgrano avanzaba hacia Salta con intención de vencer a las fuerzas españolas que bajo el mando del general Pío Tristán se encontraban a la sazón, acantonados en la ciudad de Salta; se encontró con un fuerte impedimento: la desmesurada fortificación que había realizado el general español del único paso de acceso a la ciudad, el portezuelo; lo que planteaba a su jefe una disyuntiva de hierro: entablar un combate en circunstancias desventajosísimas o desistir del propósito y retroceder. En tales circunstancias, el 17 de febrero de 1813, el capitán Apolinario Saravia, ayudante del Gral. Belgrano comenta el General Paz en sus memorias- "se ofreció para conducir al ejército y salvarlo, avisando al General que, como salteño y habitante de por allí, tenía conocimiento de una senda extraviada y así por nadie conocida que, pasando por el escabroso laberinto de las montañas, pues los cerros se suceden unos a espaldas de otros, y poblada de vegetación, conducía en su prolongación hacia el norte, por cosa de dos leguas entre el seno de los montes, hasta dar con una pequeña quebrada llamada de chachapoyas que desembocaba en la estanzuela de castañares, que estaba precisamente en el campo norte y lindero con la tablada de Salta, al opuesto lado de la sierra".El general Belgrano tras recorrer pormenorizadamente el itinerario propuesto dió órdenes de como proceder para que el ejército avancen por él. Esa noche, azotados por una lluvia espantosa, se inició la marcha de las fuerzas patriotas a través del fracturado terreno cubierto de espeso malezal, portando cincuenta carretas con pertrechos y doce piezas de artillería. La estrechez del camino y lo torrencial de la caída de las aguas por las laderas circundantes, agudizaban las dificultades que la quebrada presentaba de por si para semejante tránsito, más, la decisión, el fervor, el Ansia de libertad que todos y cada uno de los componentes de la fuerza llevaban en su corazón, los impulsaba para que la suma de dificultades no los arredraran en su empeño e hicieran que en el amanecer del día 18 arribaran a la finca de castañares donde permanecieron hasta las 11 de la mañana del día 19, cuando iniciaron su marcha a la chacras de Gallinato.El general Belgrano pernoctó el día 18 en una de las habitaciones de la casa de campo del Coronel Saravia, progenitor del capitán, su ayudante, que tan acertadamente había servido de guía.Haciendo uso eficaz del color tostado de su piel, este leal oficial a quien llamaban "Chocolate Saravia", ansioso por conocer la cantidad y calidad de las fuerzas de Tristán, tanto como las posiciones que ocupaban; vistiendo ropas similares a la de los aborígenes, arreando una recua de burros cargados de leñas marcha hacia la casa de sus padres sita en la calle Buenos Aires de la ciudad de Salta. Su disfraz le posibilitó cruzar frente al ejército realista y llegar a destino, donde entregó la carga de leña y regresar después a castañares para informar al General y posteriormente combatir junto a él.El ataque comenzó el día 19, a las 11 de la mañana, en la pampa de Castañares con el ataque a la posición realista por la retaguardia. Belgrano, seriamente enfermo, había preparado un carro para efectuar en él los desplazamientos, pero a último momento pudo reponerse y montó a caballo. LA BATALLA.A las nueve de la mañana del día 20 se desplazó el Ejército Nacional cubriendo todo el ancho de la planicie que en leve plano inclinado lleva a la ciudad. Marchaba compacto sobre el centro con la caballería e infantería, separada por sectores, reserva plegada y dos columnas de caballería en ambos flancos. Tristán lo esperaba fortaleciendo el lado izquierdo de su formación, pues el flanco derecho se apoyaba sobe el cerro San Bernardo, donde había distribuido una columna de tiradores que obstaculizaran las cargas sobre ese sector. Precisamente esta disposición posibilitó al español controlar los ataques porque además de prevalecer en el llano rechazaba los avances sobre el flanco derecho por la eficaz acción de los tiradores del cerro y porque el terreno dificultaba las operaciones de caballería.Al promediar el combate Belgrano cambió su táctica inapropiada. Movilizó la reserva, dotando de más efectivos de infantería y caballería y ordenó a Martín Dorrego, que había reemplazado al segundo jefe Díaz Vélez, gravemente herido, atacar vigorosamente ("... lléveselos por delante..."). Dispuso cargar simultáneamente con artillería y, luego de cruzar el campo, condujo él mismo la avanzada contra las barricadas del cerro.Al mediodía la situación varió. La furibunda carga de Dorrego arrasó el flanco izquierdo junto a las columnas de Zelaya, Pico, Forest y Superí (compartieron el honor de ser los primeros oficiales triunfantes de la ciudad) sostenían la persecución de las calles. En tanto el centro y el ala izquierda patriota fue quebrando inexorablemente la resistencia.Con la retirada cortada, los realistas vencidos retrocedieron desordenadamente quedando entrampados en el corral que circunda la ciudad, denominado Tagarete del Tineo, donde fueron diezmados por los criollos. El tramo final de la lucha se concentró alrededor de la Plaza Mayor, mientras el desbande y la persecución eran confusos y cruentos.La calma llegó cuando desde la iglesia de La Merced doblaron campanas por la patria anunciando la rendición incondicional del invasor.Queda acordado que al día siguiente los soldados realistas salgan de la ciudad con los honores de la guerra, a tambor batiente y con las banderas desplegadas, y que a las tres cuadras rindan las armas y entreguen los pertrechos de guerra, quedando obligados por juramento, desde el general hasta el último tambor, a no volver a tomar las armas contra la Provincias Unidas hasta los límites del Desaguadero. Belgrano devolverá todos los prisioneros, a cambio de igual actitud por parte de los realistas, quienes deberán entregar los prisioneros patriotas que tiene Goyeneche en el Alto Perú.Así desfilan 2.786 hombres. La caballería echa pie a tierra y rinde sus sables y carabinas; la artillería entrega sus cañones, carros y municiones. Belgrano dispensa al general Tristán de la humillación de entregarle personalmente la espada, y lo abraza ante todos los presentes.Tres banderas son los trofeos de esta victoria. Diecisiete jefes y oficiales fueron hechos prisioneros en el campo de batalla; hubo 481 muertos, 114 heridos, 2.776 rendidos. En total, 3.398 hombres que componían el ejército de Tristán, sin escapar uno solo. Además, diez piezas de artillería, 2.188 fusiles, 200 espadas, pistolas y carabinas y todo el parque y la maestranza.Luego de enterrar a los héroes del 20 de febrero de 1813, el General Manuel Belgrano colocó una humilde cruz de madera en la fosa común de los 600 guerreros muertos de ambos lados. El Gobernador Feliciano Antonio Chiclana la reemplazó, a pedido del mismo Belgrano, por otra cruz pintada de verde, con laleyenda cristiana ``A los Vencedores y Vencidos''. Las capitulaciones firmadas con Tristán, permitían a los realistas volver a sus casas, previo el juramento de no tomar nuevamente las armas contra las Provincias Unidas. Esta lenidad en las condiciones, desató, contra Belgrano, las críticas de los partidarios de una acción enérgica. "Siempre se divierten - le escribía a Chiclana: los que están lejos de las balas y no ven la sangre de sus hermanos... También son esos los que critican las determinaciones de los jefes. Por fortuna dan conmigo que me río de ellos, y hago lo que me dicta la razón, la justicia y la prudencia y no busco glorias sino la unión de los americanos y la prosperidad de la patria. . . ".La Asamblea Constituyente. con fecha 8 de marzo, dispuso premiar a Belgrano con 4~0.000 pesos y un sable con guarnición de oro por el brillante triunfo obtenido.Generosamente declinó el obsequio Manuel Belgrano. Y al hacerlo, comprometió para siempre la gratitud de Tarija, Jujuy, Tucumán y Salta, para quienes dispuso, con ese dinero, la creación de cuatro escuelas. "Que renunciar, es poseer".

Fuente: http://www.camdipsalta.gov.ar



http://www.fotolog.com/ejercitonacional


viernes, 19 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL BRIGADIER GENERAL VENENCIO FLORES


El día 19 de febrero fallece el Brigadier General Venencio Flores. Nacido cerca de Montevideo, en 1803, se incorporó muy joven al ejército. Durante la Guerra con Brasil participó en varias acciones, recibiendo su despacho de Teniente Primero del Regimiento de Dragones. Hasta el año 1843 actuó en forma alternada en la vida militar y civil. Formó parte en 1859, del ejército de Buenos Aires en la Batalla de Cepeda. Posteriormente fue comandante de la Frontera Sur, donde rechazó una invasión de indios salvajes. Participó también en la Batalla de Pavón al frente de un cuerpo de la caballería de Buenos Aires, pasando en 1863 a el Estado Oriental e iniciando la guerra civil denominada “Cruzada Libertadora”. En la Guerra del Paraguay tomó el mando de las fuerzas orientales en campaña, con las que asistió a varios importantes hechos de armas: Batalla de Yatay; Ocupación de Uruguayana; Paso de la Patria; combate de Estero Bellaco; batallas de Tuyutí-Corá, Boquerón y Sauce, comandando la caballería aliada en el asalto a la fortaleza de Curupaytí.

http://www.fotolog.com/ejercitonacional

jueves, 18 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE HUMAITÁ


Guerra de la Triple Alianza. Marcos Paz, vicepresidente de la República Argentina, había muerto en Buenos Aires por la epidemia de cólera que traída del frente de guerra, se propagó como una maldición durante el verano de 1867-68. La verdad es que los brasileños – dueños casi únicos de la guerra, pues solamente del Imperio llegaban refuerzos y armas – se pusieron serios con Mitre después del feo desastre de Tuyú-Cué y le impusieron volverse a Buenos Aires. Constitucionalmente no era necesaria su presencia, no obstante la muerte de Paz, porque el gabinete desempeñaba sus funciones (no había ley de acefalía) y faltaban escasamente ocho meses para la conclusión del período presidencial. Pero Brasil quería apresurar la conclusión de la guerra.

Alejado Mitre (para no volver más), las perspectivas fueron más risueñas para Brasil: Caxias volvió a tomar el mando en jefe. Tal vez no había leído a Federico II, pero llevaba a Mitre la ventaja de ganar batallas.

Sin el general en jefe todo resultaría fácil. El 19 de enero el almirante Inácio fuerza el paso de Humaitá; el 24 dos monitores brasileños llegan hasta Asunción y bombardean la capital paraguaya. Dominado el río por los brasileños, no le era posible al mariscal mantener las fortificaciones de Humaitá y Curupaytí, y el 10 de marzo hizo el repliegue del grueso de su ejército por el camino del Chaco. Apenas dejó cuatro mil hombres de Humaitá para cubrir la retirada. En canoas, chatas y jangadas, los diezmados paraguayos que han defendido hasta más allá del heroísmo la línea de Curupaytí y Humaitá, cruzan el río Paraguay, y por el Chaco toman rumbo norte: en Monte Lindo vuelven a atravesar el río y acampan finalmente en San Fernando. Esa operación resulta un alarde de conducción y valor: es todo un ejército con sus bagajes y armas, heridos y enfermos, evacuando una posición comprometida y en presencia del enemigo. Dos veces cruzaron el río sin que “la escuadra de Brasil se diera por enterada de la doble y audaz maniobra”, dice Arturo Bray.

El coronel Martínez quedó en Humaitá como cebo para inmovilizar al ejército aliado. Pero ya la fortaleza inexpugnable carecía de objeto. El julio recibe la orden de abandonarla con sus pocos efectivos clavando los 180 cañones que no pueden transportarse. Pero el impaciente mariscal Osorio quiere darse la satisfacción de tomarla por las armas y ataca con 8.000 soldados. Martínez hará en Humaitá y con Osorio la misma defensa de Díaz en Curupaytí y ante Mitre: lo deja acercar hasta las primeras líneas y allí lo envuelve en la metralla de su fuego de artillería. Muy cara pagaría Osorio la pretensión de entrar en Humaitá tras un ataque; finalmente se vio obligado a desistir y ordenar la retirada. Fue Humaitá la última gran victoria paraguaya. Pero más afortunado que Mitre, Osorio ha dado a tiempo la orden de retirada y consigue salvar gran parte de sus efectivos. Los cambá (negros brasileños) entrarían en Humaitá y en Curupaytí solamente después de que el último paraguayo las hubiera evacuado el 24 de julio. El 23 a la noche, Martínez ha hecho salir por el río a los efectivos postreros, hombres y mujeres. El 24 al amanecer los brasileños izan la bandera imperial en la ya legendaria fortaleza; poco antes lo habían hecho en Curupaytí. No es feliz la retirada de Martínez a través del Chaco. Los heroicos defensores de la fortaleza han debido sacrificarse para proteger el repliegue del grueso del ejército; van por el Chaco hostilizados por fuerzas muy superiores, ametrallados desde el río por la escuadra. Inácio y Osorio quisieran vengar en Martínez el respeto que le han tenido a Humaitá durante tres años. Finalmente la diezmada guarnición queda encerrada en Isla Poi; logra resistir durante diez días y debe rendirse agobiada por el hambre y el número. Se rinden así los últimos paraguayos que quedaban en ese teatro de guerra. Conmovido, el general Gelly y Obes, hace desfilar a los nuestros “ante los grandes héroes de la epopeya americana”. Hermoso ejemplo que nos debe llenar de orgullo.

Un paraguayo no puede rendirse, aunque la inanición le impida moverse y la falta de municiones no le permita contestar el fuego enemigo. Solano López, ya convertido en el frenético “soldado de la gloria y el infortunio” que dice Bray, es implacable con quienes no demuestran tener su mismo temple. Es imposible ganar la guerra y no han sido prósperas las gestiones de una paz honrosa. Por lo tanto el solo camino que queda a los paraguayos es la muerte; dar al mundo una lección de coraje guaraní.

El coronel Martínez se había conducido como un héroe en su defensa de Humaitá y en su imposible retirada por el Chaco. Pero se había rendido. No importa que contara con mil doscientos hombres y mujeres sin más uniforme que un calzón desgarrado, un quepí, sin pólvora para su fusil de chispa, ni alimentos, frente a tropas veinte veces superiores. Pero el mariscal se había rendido y eso no le era permitido a un paraguayo: la palabra “rendición” había sido borrada del léxico. López declara traidor al defensor de Humaitá.

Los tres años de guerra injusta y desproporcionada han hecho del atildado Francisco Solano una verdadera fiera: está resuelto a morir con su patria y no comprende ni perdona otra conducta. Ni a sus amigos ni a sus jefes más capaces ni a su misma madre y hermanos. Ante todo está Paraguay y por él sacrificará sus afectos más caros. No es la suya una conducta “humanitaria”, seguro; pero López no es en aquella agonía un ser humano sometido a la moral corriente. Es el símbolo mismo de un Paraguay que quiere morir de pie; un jaguar de la selva acosado sin tregua por sus batidores.

En esa última etapa de la guerra nacerá la versión del monstruo, del tirano sanguinario, del gran teratólogo, que alimentaría medio siglo de liberalismo paraguayo. Se le imputaron hechos terribles y no todo fue leyenda urdida por el enemigo. Hay cosas que estremecen, pero pongámonos en la tierra y en el tiempo para juzgarlos; en ese Paraguay de fines de la guerra envuelto en un halo de tragedia. Pensemos en los miles de paraguayos muertos en los combates por defender su tierra o caídos de inanición o de peste en la retaguardia. Sólo así puede juzgarse ese conductor que no puede perdonar a quienes manifiestan flaqueza, hablen de rendirse o tengan simplemente otro pensamiento que no sea morir en la guerra. Para comprenderlo hay que tener un corazón como el de los paraguayos y un alma lacerada por la inminencia de la derrota de la patria. Porque ocurrirán ahora cosas espantosas: el fusilamiento del obispo Palacios, los azotes y el fusilamiento de la esposa de Martínez, la muerte de los hermanos de López, acusados de conspiración; la prisión y los azotes de sus hermanos y hasta de su misma madre. En la atmósfera de tragedia, se yergue la figura del mariscal implacable, convencido de que a los paraguayos, con él a la cabeza, sólo les queda disputar palmo a palmo el querido suelo o morir.

Fuentes: Rosa, José María – La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas, Buenos Aires (1985). / www .revisionistas.com.ar / Bray, Arturo – Solano López Soldado de la Gloria y el Infortunio, Asunción (1984)

http://www.fotolog.com/ejercitonacional

miércoles, 17 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL TENIENTE CORONEL JOSÉ GIRIBONE


El día 17 de febrero de1868 fallece el Teniente Coronel José Giribone. Había nacido en Génova, Italia, en 1824. Al llegar a América se radicó primero en Montevideo en momentos en que aquella ciudad sopor- taba el sitio de las fuerzas del General Manuel Oribe. En 1843, se alistó en la Legión Italiana que luchó en la defensa de la plaza. Desde ese momento no abandonó el ejercicio de las armas. Formó parte del ejército que al mando del General Justo J. de Urquiza derrotó al dictador José M. Rosas en la Batalla de Caseros del 3 de Febrero de 1852. Se alistó luego en el ejército de Buenos Aires y guarneció la ciudad de Azul, combatiendo con los indios salvajes en varias oportunidades. Participó desde su comienzo en la Guerra del Paraguay, batiéndose con gran valor personal en varios combates y batallas. Murió en la acción de Tuyú-Cué al frente de sus hombres. Era un músico de talento y había establecido una relación de amistad con el General Bartolomé Mitre, a quién había propuesto que cada unidad de la Guardia Nacional contara con una banda militar. Fue autor de la marcha militar para infantería “El Tala”.
En la imagen: Escena de la batalla de Caseros.

http://www.fotolog.com/ejercitonacional

martes, 16 de febrero de 2010

ESCUADRON DE CABALLERIA DE CALOS IV


Creado el 22 de noviembre de 1806, por iniciativa de don Lucas Fernández y formado por cinco escuadrones, también para repeler a los ingleses.
Aparte de prestar su concurso en las diversas acciones libradas en varios puntos de la ciudad de Buenos Aires, llevó a cabo servicios de exploración.
Al parecer, este escuadrón se transformó en el Batallón de Cazadores de Infantería del Río de la Plata.


Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.


lunes, 15 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL CORONEL IGNACIO ÁLVAREZ THOMAS


Nació en la ciudad peruana de Arequipa el 15 de febrero de 1787. Por algún tiempo, vivió junto a su familia en Lima, pero cuando en 1797 su padre fue llamado por el Servicio Español, toda la familia viajó a Buenos Aires. Mientras su padre siguió solo su viaje a Madrid, el resto de la familia se asentó en Buenos Aires.
Durante las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807 luchó con las milicias patriotas, pero ambas veces fue capturado y encarcelado, siendo liberado recién con la rendición de las tropas invasoras. Participó también en la Revolución de Mayo.
Durante el gobierno del Director Supremo Carlos Maria de Alvear, luchó como coronel en la captura de Montevideo donde ganó una medalla (probablemente la que aparece en su retrato).
Fue designado jefe de la vanguardia del ejército que debía atacar a los federales de Santa fe y posiblemente en la Banda Oriental. Sin embargo, a poco de partir hacia ese detino, estando en la Posta de Fontezuelas (actual Pergamino), se puso en contacto con los enviados del caudillo José de Artigas y se pronunció contra Alvear.
El Cabildo de Buenos Aires y el General Miguel Etanislao Soler aprovecharon la oportunidad para forzar, unos días más tarde, la renuncia de Alvear. Junto con éste, fue también derrocada la Asamblea del Año XIII.
El cabildo dirigió la elección de un nuevo Director Supremo, cargo para el que fue desigando, el 20 de abril de 1815, Jose Rondeau. Pero dado que éste estaba al frente del Ejercito del Norte, en una campaña militar en el Alto Perú, Álvarez Thomas fue designado Director interino al día siguiente. Por lo tanto, entre el 21 de abril de 1815 y el 3 de mayo de 1816 ocupó interinamente el cargo de Director Supremo, en calidad de sustituto.
A mediados de 1815 hizo detener a una comisión del Congreso de Oriente de las provincias artiguistas, que habían bajado a Buenos Aires para establecer la paz definitiva, por lo que las tratativas de paz se interrumpieron. A continuación lanzó una invasión sobre Santa Fe, provincia a la que volvió a someter a la obediencia de Buenos Aires. De todos modos, a principios del año siguiente, la provincia declaraba su autonomía en forma definitiva.
Esta ruptura hizo imposible el avenimiento con Artigas y los federales, de modo que éstos no reconocieron su autoridad nacional. Y tampoco habrían de enviar sus diputados al Congreso de Tucuman, ni participaron en la declaración de la Independencia. Por cierto, no fue Álvarez Thomas el único responsable; su responsabilidad es compartida con casi todos los gobiernos porteños y con el carácter particular y suspicaz del caudillo.
En 1816 envió una nueva invasión contra la recién independizada Santa Fe, pero su jefe, el General Eustoquio Diaz Velez, prefirió pactar con los federales, y forzó al Director Sustituto a renunciar.
En 1820, cuando el Directorio fue disuelto, resurgió como líder, sin embargo, al ser encarcelado y liberado luego de 19 días, perdió su poca influencia política.
Entre 1825 y 1835 desempeñó los cargos de Embajador de la Provincia de Buenos Aires en Perú y más tarde Chile.
Por su oposición al gobierno de Rosas fue encarcelado y posteriormente desterrado por éste. En su etapa de exilio pasó por Río de janeiro. En 1846 emigró a Chile y luego a Perú.
Regresó a la Argentina en 1852, cuando Rosas fue derrocado por el General Justo José de Urquiza, para instalarse en Buenos Aires definitivamente.

http://www.fotolog.com/ejercitonacional

domingo, 14 de febrero de 2010

BATALLÓN DE NATURALES PARDOS Y MORENOS


(Infanteria)
Se estructuró a fines de 1806 con nueve compañías de 60 hombres, a órdenes de don José Ramón Baudrix, y por su arrojo en la Defensa de Buenos Aires, fue el cuerpo de mayor número de bajas.
Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.



sábado, 13 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL TENIENTE CORONEL JORDÁN CZESLAW WYSOCKI


Es un orgullo para los Trenquelauquenches el trazado de su planta urbana. Una de sus calles lleva el nombre del creador de su diseño, pero es muy probable que muy pocos sepan quien estuvo en el nacimiento de esta ciudad y quién fue el que la proyectó a futuro para que fuera la “única ciudad en el mundo que todas sus calles son avenidas”.
Jordán Czeslaw Wysocki, nació el 13 de febrero de 1839 en Piñczow, Polonia, bajo el imperio del Zar de Rusia, en una familia de clase media alta; su padre era profesor universitario y Jordán cursó sus estudios en la Escuela Superior de Kielce, recibiéndose de Ingeniero con altas calificaciones y se ocupó de inmediato, en el tendido de la línea férrea entre San Petersburgo y Varsovia, en 1862.
En 1863 los patriotas polacos se rebelaron contra el Zar y con ellos marchó Wysocky para participar en tres grandes batallas: la de Siemiatyñcze, el 22 de enero de 1862; luego de la que fue ascendido a Sargento 1º. La de Myszyniec, del 22 de mayo de ese año en que ascendió a Teniente de Infantería; y, la batalla de Nagoszewo, en la que alcanzó el grado de Capitán el 5 de julio de 1863. Las numerosas heridas recibidas lo obligaron a exiliarse en Francia, donde una vez recobrado de sus dolencias intervino en la construcción de la vía férrea que corría desde París hasta Bordeaux.
Su compatriota y general del Ejército Argentino, Czet, lo llamó a nuestro país y llegó en el año 1867, iniciando su actividad como delineante topógrafo, en la proyección de la línea férrea de Colonia Esperanza a San Gerónimo en la Provincia de Santa Fe.
Revalidó su título como Agrimensor y en 1871 ingresó al Ejército como Ingeniero y con el cargo de Teniente de Guardias Nacionales en la Comandancia General de las Fronteras del Norte, más precisamente en el Fuerte General Belgrano, San Pedro Grande.
El presidente Sarmiento, en 1874, le ordenó el diseño del Parque Tres de Febrero, hoy los Bosques de Palermo en la ciudad de Buenos Aires. Poco después planificó la fortificación de la Isla Martín García y fue ascendido a Sargento Mayor Graduado, recibiendo a su cargo la mesa de ingenieros del Ministerio de Guerra y Marina.
El 20 de enero de 1876 se nacionalizó y accedió al grado de Sargento Mayor del Ejército, graduación con la que participó en el avance de la “zanja de Alsina” cumpliendo la función de topógrafo. En esa misión, fue el exclusivo responsable de la redacción de la “Memoria de Marcha de la División Norte” que ocupó el paradero indígena Trenque Lauquen. Cumpliendo las órdenes dadas a Villegas por el Ministro Alsina de fundar una ciudad, se inició la traza el 27 de abril de 1876 al mediodía y se terminó al día siguiente.
El 11 de mayo se inició la construcción de 64 ranchos para los soldados del Regimiento 3º de Caballería en la manzana que ocupa hoy día ocupa la Iglesia Ntra. Sra. de los Dolores y de otros 48 ranchos más para el Batallón 2º de Infantería, en la actual manzana que ocupa el Banco de la Pcia. de Buenos Aires. Los trabajos se terminaron el 26 de mayo y seguidamente se inició el loteo de los solares.
En 1877, Trenque Lauquen ya tenía 19 manzanas repartidas en 48 lotes, asignados a militares y a comerciantes, cuya nómina se conserva en el catastro que realizó Wysocky.
Los planos de toda la Campaña, las fronteras, los fortines de la zanja en toda la provincia de Buenos Aires, se pueden observar en el “Álbum de la Nueva Línea de Frontera” de su autoría, en exhibición en el Museo de las Campañas al Desierto de Trenque Lauquen.
En 1877, Wysocky, fue ascendido a Capitán de Ingenieros, en el escalafón del Ejército; delineó el pueblo de Mercedes de Patagones y la zona de su puerto; realizó un estudio geográfico-económico del Río Santa Cruz a bordo del acorazado “Los Andes”; y un estudio para el general Julio A. Roca sobre la extracción de arena de la Isla Martín García.
De nuevo en su cargo de la Oficina Topográfica del Ejército, acompañó al General Roca al Río Negro y realizó una exploración y reconocimiento de las márgenes de ese río y de la Isla Choele Choel.
El reglamento de personal y cuerpo del Batallón de Zapadores fue redactado por Wysocky en 1880. Ascendió al grado de Teniente Coronel en 1881, año en que, por una ley especial, el gobierno nacional le otorgó una medalla de honor.
Como teniente coronel recibió órdenes del general Victorica para acompañar al coronel Racedo durante una marcha por la actual provincia de La Pampa, donde desarrolló amplia y eficientemente su labor como cartógrafo.
En octubre de 1882 proyectó la transformación del Cuartel de Artillería del Retiro como edificio provisorio del Colegio Militar.
A principios de 1883 forma parte de una comisión de compra y fabricación del material para la construcción del Cuartel de Artillería de Palermo.
Wysocky falleció el 18 de marzo de 1883 en medio del respeto de sus ahora connacionales que habían valorado sus meritorios trabajos, especialmente en el Centro Industrial Argentino que lo nombró socio honorario y en el Instituto Geográfico Argentino que lo tuvo entre sus fundadores.
En la imagen, escena de la Conquista del desierto.

Fuente: Cabeza Miró, Patricia – Jordán Wisocky – Primer urbanista Trenquelauquenche.
Mayo, José F. – Un Titán del Desierto – – Año 2003 – Ed.: HCD Pcia. de Bs. As. Derechos de Autor Expte. Nº 552553 / www. revisionistas.com.ar

http://www.fotolog.com/ejercitonacional

viernes, 12 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE CHACABUCO


Para poder alcanzar su objetivo final, que era lograr la independencia del Perú ocupando Lima, en acción coordinada con Bolívar, el general San Martín había previsto cruzar la cordillera de los Andes, en el mes de enero de 1817, y libertar a Chile. Las fuerzas principales que integraban el Ejercito de los Andes -que entonces dependía de las Provincias Unidas del Río de la Plata- lo hicieron divididas en dos columnas de efectivos. La más importante, por el llamado “camino de Los Patos”, a las órdenes del brigadier general Estanislao Soler. Por el mismo camino marcharon el Libertador y el brigadier O’Higgins. La columna menor, lo hizo por el “camino de Uspallata”, a las órdenes del general Juan Gregorio de Las Heras. Esa ruta fue utilizada también, dada su menor dificultad, por gran parte de la artillería y los abastecimientos, conducido por el capitán fray Luis Beltrán. Ambas columnas debían apoyarse mutuamente y reunirse en el valle del río Aconcagua, en la zona comprendida entre San Felipe y Santa Rosa de los Andes. La intención de San Martín era avanzar hacia la cuesta de Chacabuco, donde tenía previsto conducir una batalla de aniquilamiento. Con el fin de obligar al jefe español, Casimiro Marco del Pont, a dispersar sus fuerzas y engañarlo sobre la oportunidad y lugar de su esfuerzo principal, el Libertador había ordenado cuatro travesías secundarias con efectivos menores: dos al norte y otras dos al sur. A pesar de los múltiples problemas que supuso atravesar montañas de hasta 5.000 metros de altura, en un frente de 800 kilómetros de extensión y con recorridos que fluctuaban entre los 380 y 750 kilómetros, los diversos agrupamientos mencionados aparecieron casi simultáneamente sobre el territorio chileno entre los días 6 y 8 de febrero de 1817.La columna mayor del ejercito patriota ocupo San Felipe el día 8 de febrero, después de librar los combates de Achupallas el día 4 y de Las Coimas el día 7 de ese mes. Por su parte, el coronel Las Heras alcanzó Santa Rosa también el día 8, debiendo combatir durante su marcha con débiles fracciones españolas en Picheuta, Potrerillos y Guardia Vieja. Reunida así la masa de los efectivos, San Martín estimó la imposibilidad realista de oponérsele con fuerzas suficientes, aunque tenía la certeza que habría cierta resistencia en el área de la cuesta de Chacabuco, dada su importancia estratégica.

El 10 de febrero agrupó su ejército al pie de la cuesta y, después de realizados los reconocimientos en detalle, resolvió dar la batalla el día 12 a la madrugada, previa discusión del plan con sus jefes subordinados, el 11 al mediodía oportunidad en la cual impartió la orden de ataque. Por su parte, Marco del Pont dispuso la rápida reunión hacia las cercanías de Santiago de los efectivos de Rancagua, Curicó y Talca. En la tarde del 10 de febrero nombró al brigadier Rafael Maroto comandante de las tropas y, con órdenes poco precisas, le mandó marchar al lugar alcanzado por San Martín. El jefe español llegó a la hacienda de Chacabuco en la tarde del día 11, con algo más de 2.000 hombres. Se adelantó a reconocer la cuesta, decidiendo ocuparla en la mañana siguiente. Calculó a los efectivos de San Martín en unos 800 hombres y esperó el ataque dentro de las siguientes 48 horas, lo cual daría tiempo para la llegada de los refuerzos solicitados a Santiago. Al retirarse hacia la hacienda, en la noche del día 11, dejó en la cuesta una fracción de seguridad a órdenes del capitán Mijares.
San Martín apreció acertadamente que el enemigo se defendería en la cuesta de las alturas de Chacabuco, pero ignoraba que, según el plan de Maroto, ello se haría efectivo a partir del día 12. En la mañana del 11 de febrero había comprobado avanzadas enemigas entre la Quebrada de los Morteros y la Loma de los Bochinches, creyendo que se trataba de una parte del grueso realista. Como la posición era fácil de atacar por sus flancos, resolvió adelantar su ejército esa noche hasta Manantiales, para asaltarla al amanecer del día 12 de febrero.
Para ello formó dos divisiones. La primera, a ordenes de Soler, compuesta por los batallones No 1 y 11, las compañías de granaderos y volteadores de los batallones No 7 y 8, el escuadrón escolta, el 4º escuadrón de granaderos y 2 piezas de artillería. Estas fuerzas debían atacar por el oeste. La segunda, al mando de O’Higgins, formada por el resto de los batallones No 7 y 8, los tres escuadrones restantes de granaderos y 2 piezas de artillería, que realizarían la misma operación por el lado este. El total de estas tropas alcanzaba a unos 3.500 hombres, de los cuales 2.000 correspondían al mando de Soler.Este primer plan se ejecutó a partir de las dos de la madrugada. Con las primeras luces se atacó a los efectivos de Mijares, los que se replegaron rápidamente hacia la masa del ejército real, siendo sorprendidos mientras avanzaban a la altura del cerro del Chingue.

En tal oportunidad se modificó el plan inicial patriota, pues Maroto había ocupado una posición defensiva en los cerros Guanaco, Quemado y Chingue al tomar conocimiento del repliegue de Mijares. San Martín consideró estas posiciones fácilmente rodeables, y como se trataba en su gran mayoría de fuerzas de infantería, resolvió conducir una batalla ofensiva con una acción frontal de aferramiento con la división O’Higgins y una maniobra envolvente con la división Soler, por el camino de la Cuesta Nueva, lo cual aseguraba caer por sorpresa sobre la retaguardia enemiga.
Al impartir las instrucciones a ambos jefes, encomendó a O’Higgins la misión de amenazar el frente realista sin comprometerse seriamente, con el fin de distraer la atención y dar tiempo a que la división Soler -cuyo trayecto era más largo- desembocase por el frente oeste de la posición. En ese momento ambos debían lanzarse al asalto, coordinando sus respectivas maniobras. No obstante las recomendaciones de no quebrar la simultaneidad de ambos ataques, O’Higgins ordenó proseguir el avance de su columna hasta alcanzar las distancias de tiro. Dado lo escabroso del terreno, recién al sobrepasar el cerro de los Halcones pudo desplegar en batalla, abriendo inmediatamente el fuego, el que fue intensamente contestado desde la posición realista. Al cabo de una hora, O’Higgins ordenó a sus tropas pasar al asalto, las que se lanzaron sobre el cerro Guanaco y el Quemado. Los escuadrones de granaderos fueron dirigidos por el estero de Las Margaritas contra el ala oeste enemiga. El intenso fuego y la acción decidida de la defensa española rechazaron este intento.
Desde lo alto de la cuesta, San Martín presenció el estéril esfuerzo, y temiendo que Maroto aprovechase la momentánea ventaja lograda para pasar a un contraataque, que podía significar la derrota de la primera división, ordenó a su ayudante Alvarez de Condarco que alcanzase a Soler y le instara a apresurar su avance. Luego, el Libertador cabalgó velozmente cuesta abajo para tomar la conducción personal de la primera división. Cuando llegó al morro de Las Tórtolas Cuyanas ya era tarde: O’Higgins había renovado su ataque y, por lo tanto, no era posible retroceder. Avanzando nuevamente por la quebrada de la Ñipa, pero ahora con la Caballería en el ala este, el prócer chileno se empeñó por segunda vez.

El peligro de un fracaso desapareció poco después, pues se hizo sentir la proximidad de Soler manifestada por una visible vacilación del ala oeste de la posición.
Soler había alcanzado, a la una y media del mediodía, la pendiente occidental del cerro del Chingue sin que sus defensores lo supiesen, pues trataban de contener nuevamente a O’Higgins. El ataque del batallón No 1, que marchaba a la cabeza, resultó una verdadera sorpresa para los realistas. Comprendieron que la caída del morro el Chingue significaría el derrumbe de toda resistencia, por lo que trataron de retenerlo tenazmente, no pudiendo evitar su derrota final.
Cuando San Martín llegó al campo de la lucha vio decidida la batalla: tomó la bandera de los Andes de manos de su portaestandarte y se colocó a la cabeza de los granaderos, lanzándose a la carga contra un ala de la posición. El escuadrón de Medina pasó audazmente por uno de los claros de la infantería española, alcanzando a sablear a los artilleros sobre sus mismas piezas. Al mismo tiempo, Zapiola hacía otro tanto, envolviendo el ala derecha en una impetuosa carga y los batallones No 7 y 8 se apoderaron del cerro Guanaco, haciendo replegar a sus defensores.
Después del combate hubo una corta persecución de la Caballería patriota hasta el Portezuelo de la colina. Los perseguidores regresaron a Chacabuco, sin advertir que al Sur del citado Portezuelo, y a escasa distancia del mismo, se encontraba el comandante Baranao con 180 húsares. Fue el único refuerzo que pudo ser dirigido a tiempo para recibir a los fugitivos de Chacabuco, pues el resto -alrededor de 1.600 hombres con 16 piezas de artillería, que Marco del Pont había logrado reunir en Santiago en la mañana del mismo día de la batalla- se hallaba imposibilitado de proseguir la marcha hacia el norte debido al cansancio físico de las tropas. Las pérdidas de los realistas ascendieron a 500 muertos, 600 prisioneros (incluyendo 32 oficiales), 2 piezas de artillería, un parque completo y 3 banderas. A los patriotas, este triunfo significo 12 muertos y 120 heridos. San Martín resumió de esta forma la victoria obtenida: “En 24 días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile.”
En la imagen: Condecoraciones Otorgadas en la Batalla de Chacabuco.

Fuentes: Picciuolo, José Luis - La Batalla de Chacabuco – Instituto Nacional Sanmartiniano / www. revisionistas.com.ar


jueves, 11 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DEL COMBATE DE ACOYTE


El 11 de febrero de 1818, se desarrolló el Combate de Acoyte, donde 20 gauchos comandados por Bonifacio Ruiz de los Llanos, y pertenecientes a las fuerzas del General Martín de Guemes, derrotan a una columna de 200 hombres del ejército realista español del General Olañeta.
El suceso tuvo lugar cerca del pequeño pueblo de Acoyte, en el extremo noroeste de la Provincia de Salta.
El Coronel Bonifacio Ruiz de los Llanos, a partir de 1815 revistaba en las partidas gauchas del entonces Coronel Güemes, y fue ascendido a Teniente 1º, a la vez era designado Segundo Jefe del Escuadrón Gauchos del Valle de Cachi. Poco después por su intrepidez fue trasladado al comando de los Infernales con el grado de Capitán, a cuyo frente participó de las acciones de 1817 contra La Serna y un año después habría de encontrarse en el triunfo de Acoyte con el que se hizo acreedor del título de “intrépido” y el ascenso al grado de Teniente Coronel.


miércoles, 10 de febrero de 2010

TERCIO DE ANDALUCES


(Infanteria)

Fue organizado por don José Merello, con ocho compañías, compuestas por hijos “de los cuatro reinos de Andalucía”

Durante el segundo ataque ingles a Buenos Aires, se destacó en Barracas y Miserere, pasando luego a la ofensiva en Santo Domingo, que terminó con la rendición del General Craufurd.

Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar.



martes, 9 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL MANUEL CORVALÁN


El General Manuel Corvalán nació en la ciudad de Mendoza el 28 de mayo de 1774, siendo sus padres el capitán Domingo Reje Corvalán y Manuela de Sotomayor, quienes lo enviaron de muy niño al Colegio de San Carlos, en Buenos Aires. Posteriormente abandonó el colegio para dedicarse al comercio. Comenzaba a disfrutar de una posición holgada en 1806, cuando se produjo la primera invasión inglesa, circunstancia que le impulsó a abandonar sus pacíficas ocupaciones para empuñar la espada en defensa de los sagrados intereses de la Patria. Militarizada la capital del Virreinato a consecuencia de la Reconquista, Manuel Corvalán era reconocido el 8 de octubre de 1806, como porta-estandarte y alférez del cuerpo de Voluntarios Arribeños (que se llamó número 3). Su singular patriotismo no sólo le llevó a poner su brazo al servicio de la nación, sino que de su peculio personal equipó totalmente la compañía en que revistaba como oficial.

En la segunda invasión británica, el subteniente Corvalán participó el 2 de julio de 1807 en el combate de los Corrales de Miserere, bajo las órdenes del general Liniers, quedando fuera de combate casi toda su compañía. Se retiró salvando ese día la bandera de su Cuerpo. En los sucesivos días remontó su compañía a su costa y la de sus amigos y en las cálidas jornadas del 5 y 6, en la Defensa de la ciudad, reveló condiciones de soldado valeroso. Por sus merecimientos en esta campaña fue promovido a teniente de Arribeños, y el 2 de setiembre de 1807 era graduado a capitán.

El 6 de marzo de 1810, el ahora ayudante mayor Corvalán, era destinado para comandar la frontera de Mendoza y allí en el fuerte “San Rafael” intervino en la propalación de las ideas de independencia que habían surgido a raíz de las invasiones inglesas. Producido el movimiento del 25 de mayo, los patriotas de Buenos Aires le encomendaron hiciese estallar un movimiento análogo en Mendoza, pero al llegar a este punto lo alcanzó el capitán Juan Bautista Morón, quien conducía comunicaciones de la capital fechadas el 27 de mayo, dando cuenta de haberse verificado aquel movimiento. Corvalán llegó a aquella capital el 13 de junio de 1810. Posteriormente contribuyó a la formación de milicias, lo que le valió la confirmación de su puesto de comandante general de la frontera y jefe de los fuertes de San Carlos y San Rafael. El 24 de mayo de 1811 era promovido a teniente coronel.

Por orden de la Junta Gubernativa de Buenos Aires alisto 200 hombres que él mismo condujo a Buenos Aires y que sirvieron de plantel al Regimiento de Granaderos a Caballo. Por decreto del 6 de julio de 1814, el Director Supremo Posadas lo nombró Teniente Gobernador de San Juan. El 27 de julio, San Martín salió de Mendoza para reconocer los campos del Sud y delegó el mando militar en el teniente coronel Corvalán. A su regresó a Mendoza, San Martín lo nombra Mayor de órdenes del Ejército de los Andes; en este puesto fue encargado del equipo, armamento y demás preparativos de aquel ejército. En 1816 es designado comandante del Batallón de Cívicos Pardos.

El 15 de octubre de 1816 San Martín le confió los establecimientos de armería, maestranza, parque y demás anexos de artillería, por considerarlo “como único jefe capaz por su inteligencia, probidad y actividad, para tan importante cargo”. Por esa razón se vio privado de la gloria de tomar parte en la campaña libertadora de Chile. Al respecto le dijo San Martín: “Tanto trabaja usted en su defensa (de la Patria) forjando en Mendoza los instrumentos de ella, como lanzándolos al frente de sus enemigos”.

A mediados de 1823, ya con el grado de coronel, fue enviado a Chile con el fin de reclamar la bandera que perteneció al Ejército de los Andes, para ser conservada en Mendoza, cuna de aquella falange libertadora; comisión que Corvalán cumplió, regresando a su ciudad natal con tan preciosa reliquia. Más tarde retornó a Buenos Aires donde fue elegido diputado por Mendoza al Congreso General Constituyente de 1826. El coronel Corvalán no disimuló en el seno de aquel Congreso sus simpatías por el sistema federal. Caído Rivadavia y disuelta aquella Cámara Legislativa, el coronel Manuel Dorrego al ocupar el mando supremo de la provincia de Buenos Aires lo designa para ocupar el puesto de edecán del gobierno.

Cuando se produce la revolución del 1º de diciembre de 1828 y la prisión y fusilamiento de Dorrego, Corvalán fue dado de baja del ejército de la provincia de Buenos Aires. Acompañó luego a Juan Manuel de Rosas en su campaña contra el gobierno de Lavalle, y cuando el Restaurador triunfó, con fecha 1º de octubre de 1829, es reincorporado a la Plana Mayor del Ejército y promovido a coronel efectivo en el arma de infantería. Nombrado edecán de Rosas al asumir el mando el 6 de diciembre de 1829, acompañó a aquel gobernante cuando salió a campaña en 1831 con motivo de las operaciones contra el general Paz, en la provincia de Córdoba. En 1830 la provincia de Mendoza lo nombró diputado a la Liga del Litoral, reunida en San Fe donde se efectuó el famoso pacto del 4 de enero de 1831.

En 1833 participó de la campaña al Desierto comandando el 4º Regimiento de Caballería. En 1835 Rosas lo designó su primer edecán, promoviéndolo a coronel mayor en 1837 en premio a su lealtad y a sus servicios. En el ejercicio de su cargo desempeñó funciones múltiples y de gran importancia. Era el único que tenía acceso inmediato a Juan Manuel de Rosas, de día y de noche; y a cualquier hora se le veía vestido de uniforme de gala, revestido de discreción y afabilidad.

Fue figura de gran probidad y que, siendo hombre de fortuna, durante su larga y penosa enfermedad, tuvo que aceptar de Rosas 10.000 pesos moneda de la época para satisfacer sus necesidades.

Falleció en Buenos Aires el 9 de febrero de 1847. Había contraído enlace el 19 de octubre de 1800 con Benita Merlo, matrimonio del cual nacieron varios hijos.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / www. revisionistas.com.ar / Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

http://www.fotolog.com/ejercitonacional

lunes, 8 de febrero de 2010

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL GENERAL MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES


Güemes se crió en el seno de una familia adinerada. Su padre, Gabriel de Guemes Montero de la Bárcena Campero, era un hombre ilustrado y cumplía funciones de tesorero real de la corona española. Logró que su hijo tuviera una buena educación con maestros particulares que le enseñaron los conocimientos filosóficos y científicos de su tiempo.
Cursó sus estudios primarios en su ciudad natal, alternando la enseñanza formal con el aprendizaje de las labores campesinas en la finca donde vivía con su familia. A los 14 años se enroló en el Regimiento Fijo de Infantería, cuyo cuartel central estaba en Buenos Aires pero tenía un batallón en Salta a raiz de la rebelión de Tupac Amaru II desde 1781.
En 1805 fue enviado con su regimiento a Buenos Aires, ya que el Virrey Sobremonte temía un ataque inglés. Éste se produjo al año siguiente, iniciando las invasiones inglesas, participando Güemes en la Reconquista de Buenos Aires. Al año siguiente participó también de la Defensa de la ciudad y protagonizó una curiosa hazaña: al ver que un barco inglés había encallado por una bajante repentina del río, dirigió una carga de caballería y lo abordó. Fue una de las muy pocas veces en la historia que un buque de guerra fue capturado por una partida de caballería.
En 1808 sufrió una enfermedad en la garganta, de la que surgió una seria deficiencia al hablar, una pronunciación gangosa de las palabras, que causaba la burla de sus compañeros. Todo indica que sufrió las complicaciones que suelen acompañar a la hemofilia, enfermedad que hasta ese momento no era conocida, y que dificulta mucho la cicatrización de las heridas externas e internas. Logró su traslado a Salta.
Después de la Revolucion de Mayo de 1810, fue puesto al mando de un Escuadrón Gaucho en la Quebrada de Humahuaca y en los valles d Tarija y Lípez, impidiendo la comunicación entre los contrarrevolucionarios y los realistas del Alto perú. En Suipacha, único triunfo de las armas patriotas en el intento de recuperar el valioso territorio altoperuano, la participación del capitán Güemes fue decisiva.
Permaneció en la zona de la Quebrada hasta después de la derrota de la Batalla de Haqui, y prestó su ayuda a los derrotados que huían; allí comenzó su famosa guerra de recursos, con la que posiblemente retrasó el avance de partidas realistas antes de la llegada del ejército principal, que mandaba el general Pío Tristan.
Con su ayuda, el General Pueyrredón logró atravesar la selva oranense y salvar los caudales de la Ceca de Potosí, que estaba en poder de los realistas. Pero cuando el General Manuel Belgrano asumió el mando del Ejército del Norte, ordenó su traslado por indisciplina, causada por un lío de polleras de otro oficial. Permaneció en Buenos Aires, agregado al Estado Mayor General.
Al conocerse en Buenos Aires el desastre de Ayohuma, Güemes fue ascendido a teniente coronel y enviado al norte, como jefe de las fuerzas de caballería de San Martín, nuevo comandante del Ejército del Norte. Se hizo cargo de la vanguardia del ejército reemplazando en ese puesto a Manuel Dorrego, otro oficial brillante que había sido desterrado por problemas de disciplina.
Se presentó en Salta como el protector de los pobres y el más decidido partidario de la Revolución (de la que empezaban a dudar las clases altas). Pero aun así, no logró nuevos aportes de recursos de parte de la clase adinerada. Es en esta época cuando se evidencia la figura de su hermana María Magdalena “Macacha” Guemes como una de sus principales colaboradores.
San Martín le encomendó el mando de la avanzada del río Pasaje (hoy llamado Río Juramento, porque en sus márgenes el general Belgrano hizo jurar obediencia al gobierno de Buenos Aires, la Asamblea del Año XIII, y la Bandera Nacional). Poco después, asumía también el mando de las partidas que operaban en el Valle de Lerma (en el que está la ciudad de Salta). De este modo iniciaba la Guerra Gaucha, ayudado por otros caudillejos, como Rurela, Saravia, Gorriti o Latorre. Ésta fue una larga serie de enfrentamientos casi diarios, apenas cortos tiroteos seguidos de retiradas. En esas condiciones, unas fuerzas poco disciplinadas y mal equipadas pero apoyadas por la población podían hacer mucho daño a un ejército regular de invasión.
Con su ejército formado por gauchos del campo, rechazó el avance del General Pezuela y posibilitó el inicio de un nuevo avance hacia el Alto Perú. Bajo el mando del General José Rondeau, tuvo un papel destacado en la victoria de Puesto del Marqués. Pero, indignado por el desprecio que mostraba éste por sus fuerzas y por la indisciplina del ejército, se retiró del frente hacia Jujuy. Daba por descontado la derrota del Ejército del Norte en esas condiciones y, en ese caso, necesitaría a sus hombres. Al pasar por Jujuy se adueñó del armamento de reserva del ejército; al enterarse, Rondeau (que era también director supremo) lo declaró traidor.
La vuelta se debía también a razones políticas, ya que deseaba desplazar al partido conservador del gobierno salteño. Y, por supuesto, también a sus propias ambiciones políticas.
La retirada coincidió con la llegada a Salta de la noticia de la caída del Director Supremo Alvear, lo que quitaba autoridad al gobernador intendente, Hilarón de la Quintana. Por otra parte, Quintana no estaba en Salta, sino que había acompañado a Rondeau — que había sido nombrado Director Supremo, aunque reemplazado interinamente por un sustitito — en su avance hacia el Alto Perú.
Cuando llegó a Salta, el pueblo salió a la calle y pidió al cabildo el nombramiento de un gobernador, sin participación del Directorio. Además de ser el único candidato a la vista, Güemes tenía a su favor la presencia de su hermano, el doctor Juan Manuel de Guemes, como uno de los miembros del cabildo para ese año. Éste eligió a Martín Miguel de Güemes con el título de Gobernador Intendente de Salta, jurisdicción integrada entonces por las ciudades de Salta, Jujuy, Tarija, Oran y varios distritos de campaña. Era la primera vez que las autoridades de Salta eran elegidas en la propia provincia desde 1810; desde el punto de vista de muchos salteños, hasta ese momento todo se había reducido a cambiar las autoridades arbitrarias de España por las de Buenos Aires, tan arbitrarias como aquéllas.
El Cabildo de Jujuy se negó a reconocerlo, pero Güemes negoció cuidadosamente para hacerse reconocer como tal. Como esa ciudad tardara en reconocerlo, aprovechó la amenaza de un ataque realista para avanzar con tropas hacia la ciudad, con lo que presionó y logró hacer que el cabildo lo aceptara. De todos modos, el teniente de gobernador local, mariano de Gordaliza, no podía ser considerado un subordinado complaciente de Güemes.
Dos semanas después de asumir el gobierno, Güemes contrajo matrimonio con Carmen Puch, miembro de una acaudalada familia con intereses en Rosario de la Frontera.
Poco después de su llegada al poder y de saber la reacción negativa de Rondeau, llegó a Tucumán una fuerza desde Buenos Aires que iba en apoyo del Ejército, al mando de Domingo French. Pero como éste tenía instrucciones de derrocar a Güemes al pasar por Salta, le negó el paso hasta que lo hubo reconocido como gobernador. Pero ya era tarde: cuando llegaron a Humahuaca, se enteraron de la derrota de Sipe Sipe en noviembre de 1815.
Rondeau, enfurecido con Güemes por la revolución en Salta y por haberle impedido llegar refuerzos, retrocedió a Jujuy. Con apoyo de Gordaliza, se trasladó hasta Salta y ocupó la ciudad. Pero enseguida se vio rodeado por las guerrillas gauchas y tuvo que capitular, firmando con Güemes el tratado de los Cerrillos, reconociéndolo como gobernador y encargándole la defensa de la frontera. Poco después, Rondeau era reemplazado por Belgrano en el Ejército del Norte, y por Pueyrredón en el Directorio. Pero no habría más expediciones al Alto Perú.
Entonces las milicias gauchas al mando del heroico salteño pasaron a desempeñarse como ejército en operaciones continuas
Güemes y sus gauchos detuvieron otras seis poderosas invasiones al mando de destacados jefes. La primera fue la del experimentado mariscal De la Serna, el cual, al mando de 5.500 veteranos de guerra, partió de Lima asegurando que con ellos recuperaría Buenos Aires para España. Después de derrotar y ejecutar a los Coroneles Padilla y Warnes, ocupó Tarija, Jujuy y Salta y los pueblos de Cerrillos y Rosario de Lerma. Pero Güemes lo dejó incomunicado con sus bases ocupando Humahuaca, venció a uno de sus regimientos en San Pedrito, y dejó sin víveres la capital de la provincia. De la Serna tuvo que retirarse, hostigado todo el tiempo por las partidas gauchas.
Meses después, el General Pedro de Olañata, enemigo acérrimo del salteño, volvió al ataque y capturó al más importante de los segundos de Güemes, el General Fernandez Campero, popularmente conocido como el Marques de Yavi, jefe de la defensa de la Puna. Pero no pudo pasar más allá de Jujuy.
Hubo una nueva invasión en 1818, dirigida por Olañeta y Valdés, y otra más en 1819, mandada por Olañeta. La más importante fue la mandó el segundo de De la Serna, General Juan Ramírez Orozco que en junio de 1820 avanzó con 6.500 hombres. En todas éstas obligó a su enemigo a retroceder después de haber tomado Salta y Jujuy.
Si bien la estructura militar de entonces no contemplaba un Estado Mayor, en la práctica Güemes contaba con cuadros superiores organizados, entre los que se encontraban el Marques de Yavi Juan Jose Feliciano Fernández Campero; el Coronel Francisco Pérez de Uriondo, responsable militar de Tarija; Coronel Manuel Arias, a cargo de Orán; y el Coronel Francisco Pérez de Urdinenea, proveniente de las filas del Ejército del Norte, en Humahuaca. En el valle de Jujuy estuvieron los coroneles Domingo Arenas en Perico y el Teniente Coronel Eustaquio Medina, a cargo del río Negro. Más movilidad tenían otros jefes, como Jose Ignacio Gorriti, Pablo Latorre o José Antonio Rojas. El frente de combate a su cargo tenía una extensión de más de setecientos kilómetros, desde Volcán hasta más allá de Oran, y se conoció como Línea del Pasaje.
Todo el mundo participaba en la lucha: como guerreros los hombres, como espías o mensajeros las mujeres, los niños y los ancianos. Las emboscadas se repetían en las avanzadas de las fuerzas de ataque, pero más aún en la retaguardia y en las vías de aprovisionamiento. Cuando los realistas se acercaban a un pueblo o una hacienda, los habitantes huían con todos los víveres, el ganado, cualquier cosa que pudiese ser útil al enemigo. Por supuesto que esta clase de lucha arruinó la economía salteña, pero nadie se quejaba, al menos en las clases populares. Por cierto, jamás tuvo apoyo alguno del gobierno del Directorio; y la ayuda que le prestó el Ejército del Norte fue muy limitada.[1]
El papel de Güemes en el conjunto era el de organizar la estrategia general y financiarla. Pero tenía un detalle curioso: sus hombres se hubieran hecho matar por él, pero él mismo nunca entraba en combate; nunca se lo reprocharon ni le exigieron que los acompañara. Por eso sus enemigos y los historiadores del siglo XIX lo acusaron de cobarde. No era cobarde: era hemofílico. Cualquier herida le hubiera causado la muerte; de hecho, una herida sin importancia le causaría la muerte.
Güemes había conversado con San Martín sobre sus ideas de atacar Perú desde Chile. Pero San Martín necesitaba tener las espaldas cubiertas, con fuerzas activas en la frontera norte de Salta, para mantener ocupados los ejércitos realistas muy lejos de Lima. La persona más indicada para dirigir esas operaciones era Güemes, y San Martín lo nombró General en Jefe del Ejército de Observación. Éste estaba continuamente informado sobre los movimientos de San Martín en la campaña del Pacífico, y cuando éste desembarcó en la costa peruana, decidió avanzar hacia el Alto Perú.
Pero ya no podía contar con el Ejército del Norte, del que sólo quedaba una pequeña división al mando del Coronel Alejandro Heredia (que estaba a órdenes de Güemes), y algunas armas en Tucuman. Pero éstas estaban en poder del Gobernador Bernabé Aráoz, que las estaba usando para tratar de volver a la Provincia de Santiago del Estero a la obediencia a su gobierno.
A principios de 1821, el gobernador de Santiago, Ibarra, pidió auxilio a Güemes, y éste invadió Tucumán, más para apoderarse de las armas que necesitaba que por solidaridad. Pero el ejército salteño, al mando de Heredia (tucumano), fue derrotado por el tucumano al mando de Arias (que era salteño, extraña coincidencia).
El cabildo de Salta, formado por las clases altas de la ciudad, cansadas de pagar las contribuciones forzosas que exigía Güemes, aprovechando la ausencia del caudillo, lo acusó de “tirano” y lo declaró depuesto. Muchos de sus miembros se habían puesto de acuerdo con el general Olañeta para entregarle la ciudad. Güemes regresó sin prisa, ocupó pacíficamente la ciudad, y perdonó a todo el mundo. Ésa fue la llamada "Revolución del Comercio"; aunque fracasada, dio inicio a un partido de oposición, conocido como "Patria Nueva", en oposición a la "Patria Vieja", es decir, al partido de Güemes.
Pero no todo había terminado: Olañeta ya estaba en camino, y mandó al coronel “Barbarucho” Valdez por un camino desierto de la Puna, guiado por miembros de la familia realista Archondo. El 6 de junio, Valdez ocupó la ciudad de Salta, y al salir a combatirlo, Güemes fue herido por una bala. Siguió a caballo hasta una hacienda a dos leguas de la ciudad, pero su herida, como cualquier herida profunda de un hemofílico, nunca cicatrizó.
Murió diez días después, el 17 de junio de 1821, a la intemperie, en un catre improvisado por el Capitán de Gauchos Mateo Ríos, en la Cañada de la Horqueta (cerca de la ciudad de Salta). Tenía 36 años y fue el único general argentino caído en acción de guerra externa.

http://www.fotolog.com/ejercitonacional