La muerte hacía estragos en las filas del 2 de línea, que, imposibilitado de moverse, esperaba con estoica firmeza el momento de su total destrucción.
El alférez Dantas, abanderado del Regimiento, en un hermoso instante de inspiración, bate al viento la enseña patria y se arroja con audacia inaudita contra la fatal trinchera; pero una bala enemiga, hiriéndole en la faz y destrozándole una mandíbula, detiene su carrera y lo derriba abatido por el dolor.
La bandera de Belgrano y de San Martín no llegó a tocar el suelo; antes que los paraguayos intentaran apoderarse de ella, alzándola al mismo tiempo el Capitán García y el Subteniente Francisco B. Bosch.
- Capitán,- exclamó conmovido el de menor
graduación, - yo soy más subalterno, cédame usted el honor de llevar la
bandera.
- Subteniente – respondió García, arrojándose
en los brazos de Bosch, - juntos la llevaremos, y si Dios no nos protege, a los
dos nos servirá de gloriosa mortaja.
Y mientras aquellos dos valientes se confundían
en fraternal abrazo, el enemigo hacía sobre ellos un fuego tan nutrido como
vano.
Ni una bala tocó a los valerosos soldados que confundían
sus almas generosas al amparo de su gloriosa bandera.
Fuente: Compilación de Anécdotas Militares,
Subteniente Juan Carlos Cordoni, Bs. As. 1936.
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