En la batalla de Don Gonzalo, el por entonces Mayor Nicolás Levalle, al mando del “5° de Fierro”, tenía orden de cargar al oponente.
A punto de hacerlo, recibió la contraorden del General Martín de Gainza: debía replegarse.
Levalle ignoró tal orden y continuó los aprestos.
Al ver que el Mayor Levalle no modificaba su accionar, el General despachó un ordenanza reiterando el parte, que el subordinado otra vez desoyó.
Impaciente, Gainza envía otro ayudante con una orden perentoria:
“Mayor Levalle: Desista inmediatamente del ataque o le mando pegar cuatro tiros”.
Levalle vuelve a hacer oídos sordos, arenga a sus hombres y arremete al enemigo al frente de sus tropas –eran infantes y, en esa época, el jefe debía marchar montado.
En el fragor de la batalla recibe un disparo en la rodilla, sin embargo, impávido, chorreando sangre, continúa la carga, que dura varias horas, y concluye por aplastar la resistencia de los adversarios.
Al final, y con el último aliento, se presentó al General Gainza y le dijo:
“-Señor, vengo a que me pegue los tres tiros que faltan; el cuarto me lo dieron en la batalla”.
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