miércoles, 17 de octubre de 2012

ANIVERSARIO DEL NATALICIO DEL GENERAL LAVALLE


El 17 de octubre de 1797 nace en Buenos Aires el General Juan Galo de Lavalle.
El 31 de Agosto de 1812, se incorporó, a los 14 años de edad, al Regimiento de Granaderos a Caballo que el entonces Teniente Coronel José de San Martín estaba organizando en los cuarteles del Retiro presentando la siguiente solicitud: “Sr. Sub - Inspector de Caballería: Don Juan Galo de Lavalle, hijo legítimo de Don Manuel José de Lavalle y de doña Mercedes González, según lo acredita su adjunta fe de bautismo, hace presente a V. S., con todo su respeto, que uniendo sus deseos a los de su padre, aspira a seguir la distinguida carrera militar en el escuadrón de Granaderos de Caballería, a cuyo efecto. Suplica V. S. se digne concederle plaza de Cadete en el citado escuadrón, mediante a lo expuesto, ya que su padre esta pronto a suministrarle las asistencias prevenidas por las Ordenanzas; así lo espera de la bondad de V. S.".
Acompañaba a esta una nota del padre, en la que expresa que, deseando proteger las nobles inclinaciones de su hijo Juan, se compromete a suministrarle las asistencias necesarias que previenen las Ordenanzas. Presentada a San Martín, resuelve favorablemente, pasando a informe de Balcarce.
En 1814, con el grado de Alférez solicitó al General Carlos de Alvear que lo enviase a participar en el sitio de Montevideo. Como parte del Ejército de los Andes, combatió en Achupallas, Putaendo y Chacabuco, ya en calidad de Teniente. Pasó después a integrar la división del General Balcarce como Capitán y jefe de una compañía de granaderos. Estuvo en las batallas de Talcahuano, Cancha Rayada y Maipú. Hizo la campaña del Sur de Chile hasta 1819, en que regresó a Mendoza. Se incorporó luego a la expedición libertadora al Perú. Su actuación fue notable en las batallas de Jauja, Nazca y Pasco. Tuvo actuaciones distinguidas en las batallas de Río Bamba y en Pichincha, esta última en el Ecuador, ya con el grado de Teniente Coronel. En septiembre de 1822, participó en la campaña de los Puertos Intermedios, combatiendo en las derrotas de Torata y Moquegua, en las que cubrió las retiradas. En 1824, volvió a Mendoza donde por poco tiempo desempeñó el cargo de gobernador. Vuelto a Buenos Aires fue nombrado jefe del Regimiento 4 de Coraceros, a cuyo frente combatió contra el ejército brasileño en las batallas de Bacacay, Ituzaingó -ascendido a General en el campo de ésta- y en la de Yerbal, donde fue herido. Vuelto a Buenos Aires, intervino en forma activa en las luchas internas del país. Como jefe del Partido Unitario luchó contra Juan M. Rosas, combatiendo en las acciones de Navarro, Puente de Márquez, Palmar, Carpintería, Yerúa, Don Cristóbal, Sauce Grande, Quebracho y Famaillá, siendo vencido en esta última. Intentó obtener otra victoria militar en el Potrero de las Tablas, pero la sublevación de algunas de sus fuerzas lo obligaron a iniciar una retirada hacia Jujuy. Estaba alojado en la casa del Doctor Bedoya cuando en la mañana del 9 de octubre de 1841, una partida de soldados del General Oribe le dio muerte. Sus compañeros lograron sacar su cadáver para conducirlo a territorio boliviano, siendo sepultado en la Catedral de la ciudad de Potosí. Sus restos fueron repatriados a Buenos Aires el 30 de octubre de 1858.
El nombre de Juan Lavalle, como el de un apóstol, significa toda una vida de lucha y sacrificios, de heroísmos y abnegaciones legendarias. Juan Lavalle más que un nombre, es un credo de libertad escrito en la historia de los pueblos de Sud América, con el corazón, con la pluma y con la espada. Lucho por la independencia y por la libertad, llegando al sacrificio en la prosecución de tan sagrados ideales. Libre la América del dominio español. Volvió a su hogar en busca de reposo; mas aun faltaba Ituzaingó.
Lavalle que había luchado por la independencia de los pueblos, lucho por la libertad de su pueblo. Y en ese duelo a muerte rindió su vida el esforzado paladín, legando a la posteridad el ejemplo de su existencia, noble y desinteresada, sin más ambición que el avasallador deseo del bien de la patria. Por eso Juan Lavalle fue un apóstol, porque predicó el evangelio de la patria; por eso debe conocerse su historia, para tenerla como guía en el camino de nuestra vida. Si, la vida de un hombre que era león en el combate y pensador en los momentos de tregua, raro carácter para ejemplo, en quien se suman tantas virtudes dignas de imitarse.
Siendo sargento mayor se encontraba en el Perú, sirviendo a las órdenes del General Alvarez de Arenales, en la llamada Expedición a la Sierra.
En esa época, como era uno de los pocos oficiales que no tenía reloj, resolvió valerse de una inocente estratagema para hacer creer que también poseía uno. Con es emotivo ató en el extremo de una cadena que usaba a la vista, una bala de fusil que guardó en su bolsillo.
Cuando sus camaradas le descubrieron la treta se lo comentaron al héroe de la Florida, para que le hiciera una broma.
En una ocasión, en que éste estaba próximo a Lavalle, le preguntó muy seriamente por la hora. El futuro León de Río Bamba sacó la bala de fusil y presentándosela a Arenales le dijo:

- Mi General, con esto puedo saber la hora; pero esté usted seguro, mi General, que el Mayor Lavalle siempre llegará a la hora cuando de defender la Patria se trata.

Emocionado el vencedor de Pasco por la varonil respuesta de su subordinado, le dio un fuerte apretón de manos y cuando regresaron a Lima, le obsequió un hermoso reloj.

"Un pueblo que no cultive con amor sus tradiciones y que no rodee de prestigio a los hombres ilustres que le han dado grandeza y gloria, ira perdiendo la conciencia de si mismo y extinguiendo su personalidad".

Fuente: Anecdotario Historico Militar, Juan Roman Silveyra, Ediciones Argentinas Brunetti, Buenos Aires.

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