Hace 53 años y con la experiencia recogida en
el Viejo Mundo, se ponía en marcha la Escuela de Enfermeras del Ejército. Una
de las primeras egresadas cuenta cómo era el régimen de estudio; la disciplina,
el entrenamiento de combate y otros pormenores. La evolución del instituto en
el tiempo y su actualidad.
En la década del ´50, el teniente coronel
médico (después general) José María Gómez Villafañe fue enviado a Europa para
adquirir conocimientos sobre administración hospitalaria. En Suecia
principalmente, comprobó la importancia de la enfermería en los hospitales
militares y la jerarquía de sus enfermeras. A su regreso a la Argentina se
propuso montar algo similar en el Ejército Argentino. Pero, le sugirieron
organizar un instituto para instrumentadoras porque en ese entonces, tenían más
“chapa” social que las enfermeras. Se opuso a la idea. Luego de algunos
vaivenes impuso la suya. De esa manera y por decreto 10.988 del 9 de septiembre
de 1960, se creó la Escuela de Enfermeras del Hospital Militar Central que un
poco más tarde se llamaría Escuela de Enfermeras Ejército dependiente del
Comando de Sanidad. Entre las condiciones de ingreso las postulantes debían no
ser menores de 17 años ni mayores de 35; haber aprobado el secundario y
provenir de familias con un nivel social medio y alto.
El primer director fue el propio Gómez
Villafañe, nombrado con el mismo cargo en el Hospital Militar Central y del
cual dependía el flamante centro educativo. Y como tal, nombró regente a Gilda
Montoya, quien llegó a ocupar altos puestos en el ministerio de salud. La
sucedió Yolanda Cicciti, docente de la universidad Córdoba, que estuvo poco
tiempo y entonces, asumió Argentina Chiesa, profesora de Rosario, cuya gestión
se prolongó por varios años hasta su jubilación
ESTUDIO Y PRÁCTICA
La Escuela de Enfermeras del Ejército
funcionaba en el 9º piso del Hospital Militar Central. Las aspirantes entraban
a las 7 de la mañana. Hasta las 13 recibían clases teóricas y luego, por la
tarde hacían prácticas hospitalarias. “Era todo gradual. En primer año
recorríamos el servicio para conocer a la gente, hablábamos con los pacientes y
nos tocaba tomar sus signos vitales, hacer las camas, higiene, etcétera. Todo
de manera progresiva. En segundo y tercero ya atendíamos a los enfermos más
complejos”, revela Argentina Pedreira, egresada en 1975 y ahora, profesora
titular y jefa general de enseñanza de la División de Sanidad y Veterinaria de
la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral, cuya responsable militar es la
teniente coronel Sandra Coria. Después de tres años, obtenían el título oficial
de enfermeras diplomadas con nivel superior y sin grado, que recién se les
otorgó cuando la Escuela de Enfermeras del Ejército se transformó en la Escuela
del Cuerpo Auxiliar Femenino (ECAF). El título estaba reconocido por el
ministerio de Asistencia Social y Salud Pública de la Nación y la Secretaría de
Guerra y las habilitaba para desempeñarse también, en el ámbito privado. A
partir de 1971, algunas pasaron al servicio de terapia intensiva del Hospital
Militar de Campo de Mayo, como Lidia Perrone, actual supervisora de ese nosocomio.
Y en 1974, cuatro de ellas a trabajar en el Hospital Militar de Córdoba.
EL DÍA A DÍA
¿Cómo iban vestidas? “En un principio con un
vestido blanco, con cuellito marinero y pollera evasé, zapatos abotinados o
mocasines y la toca, un modelo exclusivo de la escuela, del mismo color. Cuando
nos recibimos llevaba una cinta negra que nos identificaba como egresadas”,
asegura Tina, como cariñosamente la llaman. La disciplina era muy estricta. No
solo en el ámbito hospitalario sino a la hora de ponerse el uniforme de combate
y hacer prácticas de tiro, defensa personal, orden cerrado, en Campo de Mayo o
en el Regimiento 7 de La Plata. También, concurrían a clase a estudiar
organización, reglamentos y doctrinas del Ejército. La formación militar estaba
centrada para actuar en emergencias o en caso de guerras. Recuerda aquellos
uniformes marrones de lana, los borceguíes de cuero duro y apuntando al blanco
con FAL, FAP o pistola de 11,25mm para hacer prácticas militares Aquí
reflexiona. “Si bien para nosotras no hay amigo o enemigo en el campo de
batalla, porque estamos para atender a los heridos de un bando o de otro, ese
entrenamiento era para que supiéramos defender a nuestros propios heridos en
caso de que fueran atacados”, confiesa. Luego, las devolvían al HMC donde se
cambiaban y volvían a sus tareas específicas.
NO, A LOS PANTALONES
Con el título en la mano, firmaban un contrato
por el que tenían que permanecer en la institución por lo menos durante cinco
años. Si se iban antes, debían devolver una equis cantidad de dinero
proporcional al tiempo que habían estado en ella. No recibían paga alguna, pero
con el primer año aprobado, podían hacer reemplazos con los que se hacían de
unos pesos extra. “No nos daban nada, ni una hoja de papel. Lo único que
recibíamos era el desayuno y el almuerzo. El uniforme y los zapatos de
enfermeras teníamos que comprarlos nosotras; solo el de combate era provisto
por la Fuerza”, recuerda. No podían usar polleras cortas ni pantalones. Al
respecto, cuenta una anécdota. “Un día apareció la modelo Chunchuna Villafañe
para visitar al director que era su tío, luciendo un par de ellos. No la
dejaron pasar. Se armó tal escándalo que a partir de entonces nos autorizaron a
usarlos siempre y cuando vistiésemos una camisola que nos tapara los glúteos. Y
por supuesto, que no fueran ajustados”, expresa divertida. “No podíamos fumar.
El maquillaje era obligatorio y lo más discreto posible, el cabello recogido
por supuesto y nada de escotes”, concluye.
MEDIO SIGLO DESPUÉS
En diciembre de 1981, la Escuela pasó a Campo
de Mayo como ECAF solo para enfermeras. Un poco después, con la incorporación
de médicas, odontólogas y otras profesionales, se denominó Escuela del Cuerpo
Profesional Femenino a cargo de Gladys Bertone de González. Así funcionó hasta
1989 con escalafón y plan de carrera independientes de los enfermeros y que
fueron fusionados en 1990. Superado ese período de acomodamiento, en 1991 se
crearon la EMOSPAC (Escuela Militar de Oficiales de los Servicios para Apoyo de
Combate) y ESSPAC (Escuela de Suboficiales para Apoyo de Combate) como
institutos mixtos para el reclutamiento y formación de oficiales y suboficiales
profesionales. En la Escuela Cabral egresan los enfermeros técnicos que
atienden al paciente en general y en el Colegio Militar los licenciados en
enfermería con título universitario, para dedicarse a quienes están en estado
crítico, a las especialidades, en hacer docencia, a la supervisación y
administración.
Texto e investigación: Lauro Noro para Diario
Soldados Digital.
En la Imagen: Mujeres Enfermeras en Malvinas.
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