martes, 10 de septiembre de 2013

LA ESCUELA DE ENFERMERAS DEL EJÉRCITO - AQUELLAS PIONERAS DE BLANCO Y VERDE OLIVA

Hace 53 años y con la experiencia recogida en el Viejo Mundo, se ponía en marcha la Escuela de Enfermeras del Ejército. Una de las primeras egresadas cuenta cómo era el régimen de estudio; la disciplina, el entrenamiento de combate y otros pormenores. La evolución del instituto en el tiempo y su actualidad.
En la década del ´50, el teniente coronel médico (después general) José María Gómez Villafañe fue enviado a Europa para adquirir conocimientos sobre administración hospitalaria. En Suecia principalmente, comprobó la importancia de la enfermería en los hospitales militares y la jerarquía de sus enfermeras. A su regreso a la Argentina se propuso montar algo similar en el Ejército Argentino. Pero, le sugirieron organizar un instituto para instrumentadoras porque en ese entonces, tenían más “chapa” social que las enfermeras. Se opuso a la idea. Luego de algunos vaivenes impuso la suya. De esa manera y por decreto 10.988 del 9 de septiembre de 1960, se creó la Escuela de Enfermeras del Hospital Militar Central que un poco más tarde se llamaría Escuela de Enfermeras Ejército dependiente del Comando de Sanidad. Entre las condiciones de ingreso las postulantes debían no ser menores de 17 años ni mayores de 35; haber aprobado el secundario y provenir de familias con un nivel social medio y alto.
El primer director fue el propio Gómez Villafañe, nombrado con el mismo cargo en el Hospital Militar Central y del cual dependía el flamante centro educativo. Y como tal, nombró regente a Gilda Montoya, quien llegó a ocupar altos puestos en el ministerio de salud. La sucedió Yolanda Cicciti, docente de la universidad Córdoba, que estuvo poco tiempo y entonces, asumió Argentina Chiesa, profesora de Rosario, cuya gestión se prolongó por varios años hasta su jubilación

ESTUDIO Y PRÁCTICA
La Escuela de Enfermeras del Ejército funcionaba en el 9º piso del Hospital Militar Central. Las aspirantes entraban a las 7 de la mañana. Hasta las 13 recibían clases teóricas y luego, por la tarde hacían prácticas hospitalarias. “Era todo gradual. En primer año recorríamos el servicio para conocer a la gente, hablábamos con los pacientes y nos tocaba tomar sus signos vitales, hacer las camas, higiene, etcétera. Todo de manera progresiva. En segundo y tercero ya atendíamos a los enfermos más complejos”, revela Argentina Pedreira, egresada en 1975 y ahora, profesora titular y jefa general de enseñanza de la División de Sanidad y Veterinaria de la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral, cuya responsable militar es la teniente coronel Sandra Coria. Después de tres años, obtenían el título oficial de enfermeras diplomadas con nivel superior y sin grado, que recién se les otorgó cuando la Escuela de Enfermeras del Ejército se transformó en la Escuela del Cuerpo Auxiliar Femenino (ECAF). El título estaba reconocido por el ministerio de Asistencia Social y Salud Pública de la Nación y la Secretaría de Guerra y las habilitaba para desempeñarse también, en el ámbito privado. A partir de 1971, algunas pasaron al servicio de terapia intensiva del Hospital Militar de Campo de Mayo, como Lidia Perrone, actual supervisora de ese nosocomio. Y en 1974, cuatro de ellas a trabajar en el Hospital Militar de Córdoba.

EL DÍA A DÍA
¿Cómo iban vestidas? “En un principio con un vestido blanco, con cuellito marinero y pollera evasé, zapatos abotinados o mocasines y la toca, un modelo exclusivo de la escuela, del mismo color. Cuando nos recibimos llevaba una cinta negra que nos identificaba como egresadas”, asegura Tina, como cariñosamente la llaman. La disciplina era muy estricta. No solo en el ámbito hospitalario sino a la hora de ponerse el uniforme de combate y hacer prácticas de tiro, defensa personal, orden cerrado, en Campo de Mayo o en el Regimiento 7 de La Plata. También, concurrían a clase a estudiar organización, reglamentos y doctrinas del Ejército. La formación militar estaba centrada para actuar en emergencias o en caso de guerras. Recuerda aquellos uniformes marrones de lana, los borceguíes de cuero duro y apuntando al blanco con FAL, FAP o pistola de 11,25mm para hacer prácticas militares Aquí reflexiona. “Si bien para nosotras no hay amigo o enemigo en el campo de batalla, porque estamos para atender a los heridos de un bando o de otro, ese entrenamiento era para que supiéramos defender a nuestros propios heridos en caso de que fueran atacados”, confiesa. Luego, las devolvían al HMC donde se cambiaban y volvían a sus tareas específicas.

NO, A LOS PANTALONES
Con el título en la mano, firmaban un contrato por el que tenían que permanecer en la institución por lo menos durante cinco años. Si se iban antes, debían devolver una equis cantidad de dinero proporcional al tiempo que habían estado en ella. No recibían paga alguna, pero con el primer año aprobado, podían hacer reemplazos con los que se hacían de unos pesos extra. “No nos daban nada, ni una hoja de papel. Lo único que recibíamos era el desayuno y el almuerzo. El uniforme y los zapatos de enfermeras teníamos que comprarlos nosotras; solo el de combate era provisto por la Fuerza”, recuerda. No podían usar polleras cortas ni pantalones. Al respecto, cuenta una anécdota. “Un día apareció la modelo Chunchuna Villafañe para visitar al director que era su tío, luciendo un par de ellos. No la dejaron pasar. Se armó tal escándalo que a partir de entonces nos autorizaron a usarlos siempre y cuando vistiésemos una camisola que nos tapara los glúteos. Y por supuesto, que no fueran ajustados”, expresa divertida. “No podíamos fumar. El maquillaje era obligatorio y lo más discreto posible, el cabello recogido por supuesto y nada de escotes”, concluye.

MEDIO SIGLO DESPUÉS
En diciembre de 1981, la Escuela pasó a Campo de Mayo como ECAF solo para enfermeras. Un poco después, con la incorporación de médicas, odontólogas y otras profesionales, se denominó Escuela del Cuerpo Profesional Femenino a cargo de Gladys Bertone de González. Así funcionó hasta 1989 con escalafón y plan de carrera independientes de los enfermeros y que fueron fusionados en 1990. Superado ese período de acomodamiento, en 1991 se crearon la EMOSPAC (Escuela Militar de Oficiales de los Servicios para Apoyo de Combate) y ESSPAC (Escuela de Suboficiales para Apoyo de Combate) como institutos mixtos para el reclutamiento y formación de oficiales y suboficiales profesionales. En la Escuela Cabral egresan los enfermeros técnicos que atienden al paciente en general y en el Colegio Militar los licenciados en enfermería con título universitario, para dedicarse a quienes están en estado crítico, a las especialidades, en hacer docencia, a la supervisación y administración.
Texto e investigación: Lauro Noro para Diario Soldados Digital.
En la Imagen: Mujeres Enfermeras en Malvinas.



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