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ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL RUDECINDO ALVARADO
Nacido
en Salta, recibió su bautismo de fuego en el combate de Huaqui. Como
guerrero de la independencia, participó de combates y batallas durante
toda su extensión. Alcanzó los grados de Mariscal de Campo de Chile,
Gran Mariscal del Perú y Brigadier General argentino. En la Batalla de
Maipú rindió al Regimiento Real Burgos, de muy exitosa actuación en la
Guerra de la Península. Fue gobernador de la fortaleza del Callao
durante la revuelta de los prisioneros realistas y hecho prisionero y
liberado después de la victoria decisiva de Ayacucho. En 1831, fue
gobernador de Salta.
Nacido
en Salta el 1 de marzo de 1792. Hijo de un comerciante español, Don
Francisco de Alvarado y Doña Luisa Pastora Toledo y Pimentel de Alba, se
educó en su ciudad natal. Estudió derecho en la Universidad de Córdoba,
debió abandonar demasiado pronto por la muerte de su padre que lo puso
al frente del hogar debiendo convertirse en comerciante en defensa de la
integridad familiar pero a la muerte de su padre se dedicó al comercio.
Con ese motivo viajaba continuamente a Buenos Aires procurando afianzar
el comercio heredado, razón por la que se encontró allí en la semana de
mayo de 1810.
Estaba
en Buenos Aires cuando se produjo la Revolución de Mayo. Se unió al
Ejército del Norte, pero no hizo la primera campaña al Alto Perú.
En
1812 participó en la batalla de Tucumán y, al año siguiente, en la de
Salta, en ambas ocasiones a las órdenes del general Manuel Belgrano.
Formó parte de la escolta de Juan Martín de Pueyrredón. Con José Rondeau
se batió en Sipe Sipe. En agosto de 1816, junto a San Martín atravesó
los Andes.
En
1818 se distinguió en Chacabuco; mandando el ala izquierda del Ejército
que aseguró la independencia chilena, obligó al famoso regimiento de
Burgos a rendirse por vez primera en Maipú. Su sereno coraje ante el
desastre de Cancha Rayada salvó a gran parte del ejército. Creó la
campaña al sur de Chile, para luego retornar a Mendoza para descansar
sus tropas y obtener nuevos reclutas. Intrépidamente recruzó los Andes
hacia Chile. Organizo un ejército para la futura empresa de San Martín
en el Perú, en prevención de que sus tropas se contagiaran de los
motines de Cuyo.
En
1820 pasó a ser comandante del famoso regimiento de granaderos a
caballo. En el Perú operó junto a Tomás Guido representando a San Martín
en las reuniones previas a las negociaciones de Punchauca.
Fue
jefe del Estado Mayor de San Martín cuando Lima fue ocupada. Permaneció
al frente del ejército unido tras la renuncia y partida de San Martín
del Perú.
En
octubre de 1822 emprendió la previamente planeada expedición de los
puertos intermedios peruanos, con desastrosos resultados; sin embargo,
tanto el gobierno peruano como Bolívar, lo excusaron. Nombrado
gobernador del Callao, hubo de hacer frente a una rebelión de la
guarnición, que lo retuvo prisionero hasta después de la batalla de
Ayacucho (1824).
Fue
remitido a los españoles, se fugó, junto con otros prisioneros
patriotas, al conocer las noticias sobre la victoria de Sucre en
Ayacucho, para levantar a los bolivianos contra los realistas que
quedaban. A su retorno a Lima, ya ganada la independencia, Alvarado
recibió de Bolívar los más altos honores, incluyendo el grado de gran
mariscal del Perú. Vuelto a la Argentina, Alvarado obtuvo distinciones y
cargos, pero pronto comenzó su oposición a Rosas y a los caudillos
locales.
En
1831 Quiroga lo obligó a exiliarse mientras era gobernador de Salta. En
1848 regresó, a su provincia natal con permiso especial de Rosas.
Después de Caseros reanudó su vida pública. En 1854 fue nombrado
ministro de la Guerra en el gobierno de Justo José de Urquiza
(1853-1860), conforme a la nueva Constitución de 1853.
Renunció para reasumir la gobernación de su provincia. Hasta sus últimos días. Murió en Salta el 22 de junio de 1872.
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