En lo más empeñado de la batalla de Boquerón, una de las mas sangrientas de la campaña del Paraguay, en los precisos momentos en que el bravo Ivanowsky, con una mano destrozada, arengaba a sus milicianos del Batallón Mendoza- San Luis, y caía al frente de sus soldados, Giuffra, del Batallón Córdoba, y cuando la victoria permanecia indecisa, sin inclinarse a ninguno de los dos campos, el coronel Mateo Martinez, cuyo admirable valor ha hecho de él un soldado legendario, trató de remediar la crítica situación de su cuerpo por medio de uno de esos actos de heroísmo, que siempre tienen la virtud de caldear el alma del soldado argentino.
Acercose al abanderado y le pidió la enseña del regimiento para iniciar una última y decisiva carga, pero el joven oficial, consciente de su deber, le contestó firme y sereno:
- Iré donde vaya la bandera, y mi mayor gloria será mancharla con mi sangre. ¿Dónde quiere que la clave?
- Allí- le contestó Martinez, señalando con la punta de la espada el parapeto de la trinchera que le cerraba el paso.
El sublime niño cumplió la orden, seguido de todo el batallón que, con la fuerza de un torrente, se lanzó como un solo hombre por el camino que le trazara el sagrado símbolo de la Patria.
Fuente: Compilación de Anécdotas Militares, Subteniente Juan Carlos Cordoni, Bs. As. 1936.
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