El 17 de octubre de 1797 nace en Buenos Aires el General Juan Galo de Lavalle.
El 31 de Agosto de 1812, se incorporó, a los 14 años de edad, al
Regimiento de Granaderos a Caballo que el entonces Teniente Coronel José
de San Martín estaba organizando en los cuarteles del Retiro
presentando la siguiente solicitud: “Sr. Sub - Inspector de Caballería:
Don Juan Galo de Lavalle, hijo legítimo de Don Manuel José de Lavalle y
de doña Mercedes González, según lo acredita su adjunta fe de bautismo,
hace presente a V. S., con todo su respeto, que uniendo sus deseos a los
de su padre, aspira a seguir la distinguida carrera militar en el
escuadrón de Granaderos de Caballería, a cuyo efecto. Suplica V. S. se
digne concederle plaza de Cadete en el citado escuadrón, mediante a lo
expuesto, ya que su padre esta pronto a suministrarle las asistencias
prevenidas por las Ordenanzas; así lo espera de la bondad de V. S.".
Acompañaba a esta una nota del padre, en la que expresa que, deseando
proteger las nobles inclinaciones de su hijo Juan, se compromete a
suministrarle las asistencias necesarias que previenen las Ordenanzas.
Presentada a San Martín, resuelve favorablemente, pasando a informe de
Balcarce.
En 1814, con el grado de Alférez solicitó al General Carlos de Alvear
que lo enviase a participar en el sitio de Montevideo. Como parte del
Ejército de los Andes, combatió en Achupallas, Putaendo y Chacabuco, ya
en calidad de Teniente. Pasó después a integrar la división del General
Balcarce como Capitán y jefe de una compañía de granaderos. Estuvo en
las batallas de Talcahuano, Cancha Rayada y Maipú. Hizo la campaña del
Sur de Chile hasta 1819, en que regresó a Mendoza. Se incorporó luego a
la expedición libertadora al Perú. Su actuación fue notable en las
batallas de Jauja, Nazca y Pasco. Tuvo actuaciones distinguidas en las
batallas de Río Bamba y en Pichincha, esta última en el Ecuador, ya con
el grado de Teniente Coronel. En septiembre de 1822, participó en la
campaña de los Puertos Intermedios, combatiendo en las derrotas de
Torata y Moquegua, en las que cubrió las retiradas. En 1824, volvió a
Mendoza donde por poco tiempo desempeñó el cargo de gobernador. Vuelto a
Buenos Aires fue nombrado jefe del Regimiento 4 de Coraceros, a cuyo
frente combatió contra el ejército brasileño en las batallas de Bacacay,
Ituzaingó -ascendido a General en el campo de ésta- y en la de Yerbal,
donde fue herido. Vuelto a Buenos Aires, intervino en forma activa en
las luchas internas del país. Como jefe del Partido Unitario luchó
contra Juan M. Rosas, combatiendo en las acciones de Navarro, Puente de
Márquez, Palmar, Carpintería, Yerúa, Don Cristóbal, Sauce Grande,
Quebracho y Famaillá, siendo vencido en esta última. Intentó obtener
otra victoria militar en el Potrero de las Tablas, pero la sublevación
de algunas de sus fuerzas lo obligaron a iniciar una retirada hacia
Jujuy. Estaba alojado en la casa del Doctor Bedoya cuando en la mañana
del 9 de octubre de 1841, una partida de soldados del General Oribe le
dio muerte. Sus compañeros lograron sacar su cadáver para conducirlo a
territorio boliviano, siendo sepultado en la Catedral de la ciudad de
Potosí. Sus restos fueron repatriados a Buenos Aires el 30 de octubre de
1858.
El nombre de Juan Lavalle, como el de un apóstol, significa toda una
vida de lucha y sacrificios, de heroísmos y abnegaciones legendarias.
Juan Lavalle más que un nombre, es un credo de libertad escrito en la
historia de los pueblos de Sud América, con el corazón, con la pluma y
con la espada. Lucho por la independencia y por la libertad, llegando al
sacrificio en la prosecución de tan sagrados ideales. Libre la América
del dominio español. Volvió a su hogar en busca de reposo; mas aun
faltaba Ituzaingó.
Lavalle que había luchado por la independencia de los pueblos, lucho por
la libertad de su pueblo. Y en ese duelo a muerte rindió su vida el
esforzado paladín, legando a la posteridad el ejemplo de su existencia,
noble y desinteresada, sin más ambición que el avasallador deseo del
bien de la patria. Por eso Juan Lavalle fue un apóstol, porque predicó
el evangelio de la patria; por eso debe conocerse su historia, para
tenerla como guía en el camino de nuestra vida. Si, la vida de un hombre
que era león en el combate y pensador en los momentos de tregua, raro
carácter para ejemplo, en quien se suman tantas virtudes dignas de
imitarse.
Siendo sargento mayor se encontraba en el Perú, sirviendo a las órdenes
del General Alvarez de Arenales, en la llamada Expedición a la Sierra.
En esa época, como era uno de los pocos oficiales que no tenía reloj,
resolvió valerse de una inocente estratagema para hacer creer que
también poseía uno. Con es emotivo ató en el extremo de una cadena que
usaba a la vista, una bala de fusil que guardó en su bolsillo.
Cuando sus camaradas le descubrieron la treta se lo comentaron al héroe de la Florida, para que le hiciera una broma.
En una ocasión, en que éste estaba próximo a Lavalle, le preguntó muy
seriamente por la hora. El futuro León de Río Bamba sacó la bala de
fusil y presentándosela a Arenales le dijo:
- Mi General, con esto puedo saber la hora; pero esté usted seguro, mi
General, que el Mayor Lavalle siempre llegará a la hora cuando de
defender la Patria se trata.
Emocionado el vencedor de Pasco por la varonil respuesta de su
subordinado, le dio un fuerte apretón de manos y cuando regresaron a
Lima, le obsequió un hermoso reloj.
"Un pueblo que no cultive con amor sus tradiciones y que no rodee de
prestigio a los hombres ilustres que le han dado grandeza y gloria, ira
perdiendo la conciencia de si mismo y extinguiendo su personalidad".
Fuente: Anecdotario Historico Militar, Juan Roman Silveyra, Ediciones Argentinas Brunetti, Buenos Aires.
http://www.fotolog.com/ejercitonacional
http://www.facebook.com/EJERCITO.NACIONAL.ARG
No hay comentarios:
Publicar un comentario