Hay que tener muy en cuenta que todo aquello que se ama, aunque se lo
sienta profundamente, debe ser abonado en forma permanente, tal y como
hacemos con los seres que amamos. Allí, en primer lugar está la Patria,
nuestra Institución, el elemento del que formamos parte y el grupo
humano que nos toca integrar o comandar.
Con ese objeto, en forma institucional se alientan todas las iniciativas
que apunten a proporcionar un mayor calor y vida a las diversas
organizaciones que integran la Institución.
Entre ellas, podemos mencionar diversas y variadas formas de actividades
de mantenimiento de la moral, que aún ejecutadas en los más bajos
niveles de la conducción, contribuyen a unir al personal, a levantar los
espíritus y a proporcionar la vida que deben irradiar hacia sus hombres
y mujeres, para que estos retroalimenten a aquellas organizaciones.
También se encuentran las Comisiones de las Armas, Especialidades,
Servicios y Tropas Técnicas que colaboran con la conducción de la Fuerza
a través de la realización de diversos eventos, tales como la
celebración anual del día del Arma, organización de torneos deportivos y
de carácter técnico profesional, etc.
No podemos dejar de mencionar la forma en que el noble Servicio de Banda
contribuye, con su música de marciales sones, a levantar la moral y el
espíritu del soldado. ¿A quién no se le pone la piel de gallina con un
profundo toque de Silencio o con una jubilosa Diana?
Todavía, a casi cuarenta años de haberlo experimentado recuerdo los días
en que, siendo cadete, marchábamos al Salón de Actos del Colegio
Militar de la Nación a escuchar los conciertos que nos ofrecía nuestra
soberbia Banda de Música.
Allí, el Maestro de Banda, vestido de especial y con su batuta en alto,
presidía al numeroso conjunto de ejecutantes que dirigía. Al comenzar el
concierto, normalmente como una forma de contribuir a aumentar los
conocimientos de música clásica y popular del Cuerpo de Cadetes,
ejecutaba una larga serie de melodías de uno y otro tipo.
La masa de los cadetes participaba con cierta unción del acto,
escuchando atentamente (algunos también aprovechando para recuperar
horas de sueño perdidas). Normalmente una suerte de maestro de
ceremonias, integrante de la Banda , anunciaba los temas a ejecutar,
obteniendo, cuando de aquellos se trataba, una no muy entusiasta
respuesta. Casi siempre, el hábil Maestro de Banda, reservaba la marcha
del Colegio Militar de la Nación , San Lorenzo y otras de las más
vibrantes y alegres del repertorio musical militar para el final. Aquí
se generaba un estruendo de contrapuntos: las masculinas voces que, casi
aullando, cantaban las canciones o estribillos de cada Arma.
¡Daba gusto entonces, ver y sentir una suerte de corriente que
electrizaba a ese público hasta entonces adormilado, haciéndolo poner de
pie y cantar a voz en cuello las piezas referidas!
Cabría aquí reseñar, brevemente, la historia de esta marcha y sacar
algunas conjeturas en cuanto a lo que determina en el hombre militar el
escuchar los sones de una banda ejecutando una marcha como la de San
Lorenzo. Veamos un poco:
Corrían los primeros años de este siglo. La localidad de San Lorenzo,
Provincia de Santa Fe, escenario del bautismo de fuego del glorioso
Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martín”, se preparaba
para homenajear a un ilustre militar argentino, el General D Pablo
Riccheri, oriundo del mismo pueblo, y por entonces brillante Ministro de
Guerra. Desde varios años antes, Cayetano Silva, un humilde negro
uruguayo hijo de esclavos, compositor y veterano de las guerras que
ensombrecieron nuestro horizonte nacional de fines del siglo, esperaba
con ansiedad un momento especial. Deseaba presentar en forma pública una
composición musical militar que lo había mantenido ocupado desde varios
años atrás. La ocasión se presentó junto con el evento para el que se
preparaba el pueblito santafesino, el 30 de octubre de 1902. Cayetano se
había esmerado en pulir especialmente los acordes musicales, tratando
de imprimirle una vibrante marcialidad.
El acto se celebró con toda la típica pompa pueblerina. La ejecución de
la marcha no solamente entusiasmó y emocionó a los circunstantes, sino
que el director tuvo que repetirla varias veces. Tal fue la forma en que
llegó a los corazones de la ciudadanía presente y a los de muchos
veteranos de rostros curtidos, haciendo resbalarles gruesas lágrimas de
emoción.
La marcha fue de inmediato incorporada al repertorio de ese nuestro
Ejército que estaba, junto con el resto de la Nación toda, levantándose
ante los ojos del mundo como una institución modelo al servicio de una
joven, pujante y vigorosa República. Sus notas, seis años más tarde,
fueron acompañadas de una letra de inspiradas estrofas, compuestas por
Carlos Javier Benielli. Así, se convirtió en un clásico de los desfiles
militares, las retretas en las plazas públicas y en todos los cuarteles
del Ejército y la Armada.
Pero no está sólo en la referencia a su origen lo curioso de esta nota,
sino en otros aspectos que tal vez no sean del conocimiento de todos
nuestros lectores. Al escucharse casualmente en Alemania, fue tal el
entusiasmo que despertó en sus autoridades y pueblo, que nuestro
gobierno decidió donarla al Ejército Imperial Alemán. Recordemos que por
entonces, el nuestro era objeto de una gran influencia por parte de
aquel. Ésta se observaba en las actividades de intercambio, la presencia
de instructores alemanes, cursantes argentinos en Alemania, compra de
armamentos, etc. El gobierno alemán correspondió al noble gesto
argentino obsequiándonos una marcha de gran sentimiento en nuestro
repertorio: “Viejos Camaradas”.
Pero lo relatado no es todo. Esta hermosa pieza musical, compuesta por
un humilde mulato, fue la que ejecutó la tropa invasora alemana cuando
desfiló bajo el Arco del Triunfo, a su entrada en París en plena IIda
Guerra Mundial, guiada por el ideal de imponer la “superioridad” de la
raza aria. Y no termina allí el anecdotario. También fue ejecutada en la
coronación del rey Jorge V, en Inglaterra, siendo desde entonces una
marcha oficial británica. Alemanes e ingleses, enemigos irreconciliables
durante mucho tiempo la han considerado (y consideran), incomparable.
Juzgan, tal como lo hacemos nosotros, que jamás marcha alguna pudo
describir tan acertada, y patéticamente, una batalla... Y el resto de la
historia ya la conocemos ¿No es una gran paradoja? Pero no son sólo
estas las manifestaciones del Espíritu Militar, ni tampoco las más
salientes. Cabría agregar también, la forma en que ese espíritu se
muestra en toda su magnitud, en actos o ceremonias especiales como la
Jura de la Bandera , desfiles para fechas patrias y otros tipos de
eventos semejantes.
Quedaría por mencionar también la forma en que fórmulas, lemas, dichos,
motes, brindis, rítmicos cantos de combate y otras exteriorizaciones
semejantes iluminan transpirados y cansados rostros, aún luego de las
más duras faenas de instrucción. Entre las más conocidas, podemos citar:• La fórmula clásica del Juramento a la Bandera : ...Soldados, ¿Juráis a la Patria seguir constantemente a su Bandera y defenderla hasta perder la vida? Y la respuesta incontenible, estentórea, única del ¡Sí, Juro!
• El reclamo de subordinación: ¡Subordinación y Valor!, contestado igualmente por un explosivo ¡Para defender a la Patria!
• El lema institucional característico: Ejército Argentino. Nació con la Patria en Mayo de 1810 .
• Los lemas tradicionales y característicos, tales como:
• La montaña nos une (Montañeses).
• ¡Dios y Patria o Muerte! (Comandos).
• Con el cuerpo confiado en la tela, puesta el alma en las manos de Dios (Paracaidistas).
• ¡Paracaidistas! ¡Siempre!
• Rodillas negras (Tropas de monte, particularmente las integrantes del RI Mte 28 “TENIENTE CORONEL JUANA AZURDUY”.
... y tantos otros, que acompañan brindis, adornan estandartes y escudos, se pronuncian en arengas, se cantan durante las marchas al regreso de instrucción, aparecen en carteles en las entradas de cuarteles y diversas instalaciones, simbolizando el Espíritu Militar que sienten quienes los ostentan o pronuncian. Veamos, por ejemplo, cómo simples gestos o actitudes que se pueden tener durante un brindis, vuelcan una desbordante demostración de espíritu militar. Transcribiré para ello uno que se pronunciara en la Academia de Ingenieros del Ejército de Tierra del Reino de España, durante una visita que hiciera a sus cuarteles en el viaje de egresados en 1974. Para su mejor comprensión, cabe aclarar que el Arma de Ingenieros en España tiene como Santo Patrono a San Fernando. He aquí su inolvidable transcripción:
Brindis en un Banquete de San Fernando
Cuenta un antiguo legajo
que he conseguido encontrar
y que llegué a descifrar
con muchísimo trabajo
(por estar en lengua extraña)
que dios Marte, el camorrista
pasar quiso revista
al Ejército de España
Mas luego que se hizo cargo
de todo nuestro efectivo,
se quedó pensativo
y añadió: “les falta algo”.
y como tiene en muy alta
opinión a nuestra tierra
agregó: “Por si arman guerra
les daré lo que les falta”.
Dicho y hecho aquel día mismo
y en retorta colosal
mezcló en proporción igual
Ciencia, lealtad y heroísmo.
Formó con ellos un ser,
usando un procedimiento
que el cronista no relata
(aunque afirma fue sencillo).
Lo vistió de negro y oro
lo selló con un Castillo
y lo mandó a nuestros pueblos
con letreros que decían:
¡Ahí va lo que no tenían:
…SOLDADOS DE INGENIEROS!
De obra tan sin reproche
tan contento el dios estuvo
que en un banquete que hubo
en el Olimpo una noche
cuando de brindar fue hora,
Marte el dios de los guerreros
brindó por los INGENIEROS
igual que brindo yo ahora...
¡SALUD, CAMARADAS!
El Espíritu militar, a través de muchas exteriorizaciones de las que
hemos relatado sólo algunos ejemplos, viene a ser en definitiva, el alma
de las tropas. Sin él, un soldado, al decir del pensador militar
francés André Gavet, sólo sería un “portagalones”. Sin él, las
organizaciones militares se verían resumidas a simples cuerpos dotados
de vida pero sin razón de ser, carentes del idealismo que arrastra, que
empuja y anima desde ésta y no sólo desde el músculo. Combatientes que
en nombre de valores como el profesionalismo, el tecnicismo u otros, se
asemejarían más a bandas de mercenarios que a verdaderos centuriones,
orgullosos de formar las legiones que defienden un ideal, una causa, un
suelo, y el alma de un pueblo. Al respecto, Don José Ortega y Gasset,
nos refiere desde su obra “España Invertebrada”:
“Un pueblo debe sentir su honor
vinculado a su ejército no por
ser el instrumento con que
puede castigar las ofensas que
otra nación le infiera; éste es un
honor externo, vano, hacia fuera.
Lo importante es que el pueblo
advierta que el grado de perfección
de su ejército mide con pasmosa
exactitud los quilates de la moralidad
y vitalidad nacionales."
Fuente: Mayor(R) Sergio O. H. Toyos para el Diario Soldados Digital.
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http://www.facebook.com/EJERCITO.NACIONAL.ARG
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