He aquí una de las expresiones más vibrantes del Espíritu Militar. El
saludo militar, tal como hoy lo conocemos, debe su origen a varias
versiones, de las que hemos escogido las que nos han parecido más
convincentes, a la luz del rigor histórico. Entre ellas, tenemos la
antigua, gentil y elegante costumbre de descubrirse o sacarse el
sombrero ante una dama, o una persona de mayor jerarquía o edad, gesto
acompañado normalmente por una inclinación de cabeza, una reverencia o
un movimiento efectuado con gracia con el cubrecabeza. Esta costumbre
perduró con diversas variantes hasta nuestros días, tanto en el ámbito
civil como en el militar, a través del gesto masculino de descubrirse
ante las damas, las personas conocidas, o con aquellas con las que se
observen especiales muestras de respeto. También está aquella otra que
vincula su origen a un antiguo gesto de los caballeros del medioevo,
quienes durante las justas o lances “deportivos”, o llevados a cabo para
limpiar el honor de alguna ofensa, acostumbraban antes del combate a
levantar la celada del yelmo para mirar a los ojos al adversario,
demostrando con ello la ausencia de temor, y al mismo tiempo, infundir, a
la vez que demostrarle, respeto a aquél.
En el Ejército Español, institución a la que le debemos muchos de
nuestros usos y costumbres tradicionales, el saludo militar tuvo también
estos orígenes, pudiéndose observar hasta pasados los mediados del
siglo pasado una total falta de uniformidad en las formas de efectuarlo.
Existe iconografía de diferentes aspectos, épocas y autores, que nos
muestran a militares saludándose de las más diversas formas: sacándose
el sombrero, llevándose solamente la mano a él, o haciendo el gesto de
sacarlo, pero sin llegar a hacerlo y todo esto, indistintamente con una u
otra mano, entre otras formas.
Resulta curioso que en nuestra Armada [...] hasta 1880, el uso era
saludar conforme al tradicional estilo civil, es decir, descubriéndose
ante el superior, reteniendo la gorra o sombrero en la mano derecha. En
ese año, con el arribo del acorazado ARA Almirante Brown, los oficiales
de su Plana Mayor introdujeron la costumbre de no sacarse la gorra y
solamente efectuar el intento de tocar la visera, deteniendo el saludo,
como se había puesto en boga en la armada inglesa. La practicidad de
este saludo, especialmente a bordo, hizo que de inmediato fuese adoptado
reglamentariamente. Pese a ello, hacia 1898, aún existían viejos
oficiales y suboficiales que saludaban descubriéndose en lugar de
efectuar la, mal llamada, venia, ya que este término significa inclinar
la cabeza como saludo o requerir por este medio permiso o autorización
para hacer algo.
En todos los ejércitos del mundo existe el saludo militar, teniendo
diversas manifestaciones de acuerdo al país o época de que se trate o,
aún, de las circunstancias políticas por las que hayan atravesado. Así,
entre los más curiosos, tenemos a los países de la esfera de influencia
británica, que lo hacen mostrando la palma de la mano derecha, indicando
con ello, que no se esconde nada cuando se saluda al superior. La misma
forma de saludo tiene el ejército francés. El ejército polaco tiene un
curioso saludo en el que los dedos anular y meñique, son sujetados por
el pulgar de la mano derecha, llevándose a la sien los dedos índice y
mayor pegados.
Existen otros en los que el gesto del saludo va al centro de la visera,
como en el ejército italiano, y otras curiosas variedades de actitudes y
movimientos, con las clásicas variantes personales que siempre aportan
las modalidades personales. Podrían agregarse también aquellos que, al
mismo tiempo que indicar una muestra de subordinación y respeto,
demostraron alguna vez una forma de simbolismo o identificación
política. Así recordamos, por ejemplo, al muy conocido saludo empleado
durante la 2da Guerra Mundial por el partido nazi y por aquellos
militares que lo integraban o por los que, sin serlo, se veían obligados
por las circunstancias a efectuarlo. También, tenemos al singular
saludo efectuado por las fuerzas republicanas y las Brigadas
Internacionales, durante la terrible Guerra Civil Española, consistente
en llevar el puño derecho cerrado a la misma sien.
Por último, podría incluirse entre estas formas de saludo, al empleado
por los Boy Scouts. Esta organización internacional a la que desde su
nacimiento adhirió nuestro país, a través de su introducción por parte
del perito Francisco P. Moreno, fue creada por el general inglés Lord
Robert Baden Powell, luego de las experiencias que recogiera durante su
participación en la Guerra Anglo Bóer, en Sudáfrica, entre 1899 y 1902.
En esa ocasión, y durante el sitio de la ciudad de Mafeking, reunió a un
numeroso grupo de muchachos y adolescentes, a los que organizó como
mensajeros y auxiliares, instruyéndolos en técnicas de supervivencia y
desenvolvimiento en la jungla y en las sabanas de esa región, teniendo
su formación un gran contenido militar, al que no escapaban las
formalidades disciplinarias y protocolares.
Terminada la guerra y habiendo vuelto a Gran Bretaña, decidió volcar
todos sus esfuerzos a transmitir sus experiencias a los jóvenes, a
través de la organización de un movimiento dedicado a ellos para que
practicaran actividades educativas, recreativas y de aventura,
aprovechando todas las bondades y posibilidades que brinda la
naturaleza.
Una larga serie de libros y folletos escritos por él fueron dando forma
al scoutismo que, entre otras formalidades, adoptó un saludo particular,
consistente en tomar el dedo meñique de la mano derecha con el pulgar,
manteniendo unidos y en alto, los dedos índice, mayor y anular,
significando con ello que el mayor protege siempre al menor, teniendo
siempre por divisa, los tres principios de todo scout: Dios, Patria y
Hogar.
Volviendo al saludo militar en nuestro Ejército, y tal como citáramos lo
sucedido en nuestra Armada hacia fines del siglo pasado, no existían
tampoco en él formalidades estrictas para todos los movimientos y
manejos de orden cerrado. Esta actividad, más bien, era empleada como
complemento del orden abierto o práctica de formaciones de combate en el
terreno.
En efecto, resultaba muy importante el mecanizar muchos movimientos,
para que en el momento del combate, el soldado no dudara y respondiera
con precisión a las órdenes que se impartieran. Baste mencionar como
dato curioso que hasta que aparecieron las armas de retrocarga y más
tarde las de repetición, las voces de mando para cargar, apuntar y
disparar los mosquetes de una compañía, hacían falta alrededor de
dieciséis voces de mando consecutivas. En consecuencia, los aspectos
relacionados con la uniformidad y precisión de los detalles
protocolares, tales como llevar el paso, la presentación de armas y los
saludos con o sin ellas, eran relativamente secundarios, o no estaban
meticulosamente reglamentados, como sí lo estaban aquellas voces y
movimientos más relacionados con la actividad de combate.
Será en las postrimerías del siglo pasado, cuando nacían tanto el
moderno Ejército como la Armada, de la mano de nuevas doctrinas
importadas de la vieja Europa, cuando aparece el saludo militar tal como
hoy lo conocemos. No obstante ello, es curioso ver en viejas
fotografías de los años '20 y '30, cómo aún se observaban costumbres
personales que escapaban de las formalidades prescriptas
reglamentariamente.
En nuestros días, el reglamento de Orden Cerrado precisa con todo
detalle las formas y oportunidades en que debe efectuarse el saludo
militar. Se realiza de subalterno a superior, devolviéndolo éste de la
misma manera, comprendiendo un profundo gesto en el que, junto con el
ademán, se intercambian miradas que dicen “aquí estoy”, respondidas por
un “cuente conmigo”, todo en una centésima de segundo. Esto es el
saludo: un mensaje de mutua confianza y correspondencia. A pesar de
ello, son innumerables y tragicómicos los errores en su ejecución que
hemos cometido todos los que hemos pasado por las filas del Ejército.
Hoy nos encontramos con la novedad del saludo militar ejecutado sin
cubrecabeza. Sin duda, fue pensado para mayor comodidad del personal que
se desempeña en lugares cubiertos, como comandos, organismos y
reparticiones administrativas, donde no se usa birrete, gorra u otro
tipo de cubrecabeza. Esto resulta un verdadero per saltum a múltiples
planillas de sanción (por saludar sin el cubrecabeza colocado), a la vez
que un aggiornamento de las costumbres militares. Conservador, el
personal militar acostumbrado a largos años del saludo clásico, no
termina de adoptar la nueva modalidad y aún en los sitios mencionados,
resulta rara su práctica.
A pesar de ello, cuando se llega a comprender el simple gesto del saludo
en su profundo y magnífico significado y simbolismo, demuestra ante los
ojos de todos el testimonio de la perennidad que une a los hombres que
juntos sirven a la misma bandera. Lejos de marcar una dependencia, los
subordinados dan testimonio orgulloso de la importancia que el saludo
tiene y representa. Se convierte en una prueba de confianza y cohesión.
Es el testimonio de la certeza que el oficial, el suboficial y el
soldado se manifiestan para poder contar el uno con el otro. El saludo
representa de tal manera, la camaradería militar y la fraternidad entre
los hombres de armas.
Cualquiera sea la forma del saludo que se emplee, lejos de indicar
servilismo, siempre ha implicado un profundo significado; una
correspondencia entre subordinado y superior signada por el respeto
mutuo, aquella relación, en definitiva, que en palabras de Ortega y
Gasset, dicen que obedecer no es aguantar. Aguantar es envilecerse. Por
el contrario, obedecer es estimar al que manda y seguirlo
solidarizándose con él, bajo el ondeo de su bandera.
Fuente: Mayor (R) Sergio O. H. Toyos para Diario Soldados Digital enero 2010.-
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