El 1 de febrero de 1886 fallece el Teniente General Juan Esteban
Pedernera. Nacido en la Provincia de San Luis en 1796, formó parte del
Ejército de los Andes, que restauró la libertad de Chile. Se halló en la
toma de la ciudad de Lima, el 9 de julio de 1821; en el combate de
Miranave, el 16 de febrero de 1825 recibió dos heridas graves.
Restablecido, tomó parte de luchas internas en la Argentina, sirviendo a
las órdenes del General José M. Paz contra los caudillos federales
Bustos y Quiroga. Una vez preso Paz, emigró a Bolivia y luego al Perú.
Regresó al país luego de la Batalla de Caseros.
Juan Esteban Pedernera nació en San José del Morro, hijo de Juan Esteban de Quiroga y Dominga Pedernera y Calderón.
En 1815 se incorporó al Regimiento de Granaderos a Caballo de José de
San Martín, con el que cruzó los Andes y actuó en las batallas de
Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. Bajo las órdenes de Marcos Balcarce
participó en la segunda campaña al sur de Chile, combatiendo en la
batalla de Bío Bío.
Hizo también la campaña del Perú, donde cayó en manos de los españoles y
fue liberado en el Callao. Participó en las Campaña de puertos
Intermedios, luchando Ica, Mirave, Torata, Moquegua y Zepita. En la
huida tras el fracaso de la campaña, su barco fue tomado por corsarios
españoles y fue llevado prisionero a la isla de Chiloé. Escapó algún
tiempo después y regresó a la Argentina hacia 1826.
Al mando de un regimiento tomó parte en la guerra del Brasil, pero sólo
después de la central batalla de Ituzaingó, por lo que estuvo casi
inactivo.
A su regreso, apoyó la revolución de Juan Lavalle contra el gobernador
Manuel Dorrego, y fue uno de sus jefes de caballería en la batalla de
Navarro, en la que fue ascendido a coronel. Luego se incorporó a la
división del general José María Paz en su lucha contra Juan Bautista
Bustos, luchando en las batallas de San Roque, La Tablada y Oncativo
como jefe de una parte importante de la caballería.
Por orden del general Paz, incorporó a su regimiento — a la fuerza — a
los soldados del caudillo federal derrotado, Juan Facundo Quiroga.
Comandó una campaña por la sierra cordobesa, en que capturó y ejecutó a
varios caudillejos federales, como los demás jefes de la represión de la
resistencia federal.
Destinado a la frontera sudeste de Córdoba, en febrero de 1831 fue
sorprendido por Ángel Pacheco en Fraile Muerto. Los soldados federales
incorporados a su fuerza se pasaron al enemigo al principio de la
batalla, y fue completamente derrotado. Tras la captura de Paz, siguió
al general Lamadrid en su retirada a Tucumán, donde fueron derrotados en
la batalla de La Ciudadela. En sus memorias, Lamadrid culpó a Pedernera
de esa derrota, porque una maniobra inesperada suya causó el desbande
de sus tropas. Emigró a Bolivia y Perú, donde le reconocieron sus
antiguos servicios.
En 1840 regresó hacia La Rioja para luchar contra el gobierno de Rosas,
enviado por la comisión argentina de emigrados antirrosistas, para ser
el jefe de estado mayor del caudillo local Tomás Brizuela; éste lo
ascendió al grado de general. Tras algunos desencuentros con Brizuela,
se unió a las fuerzas del general Lavalle. Fue el jefe de la más
importante división de caballería en la batalla de Famaillá, en que los
unitarios fueron completamente derrotados. Acompañó a Lavalle hasta San
Salvador de Jujuy, donde éste fue muerto por una partida federal, y se
encargó del mando de las tropas que huían a Bolivia, llevando también el
cadáver de Lavalle. En el camino, como el cuerpo comenzara a
descomponerse, ordenó descarnarlo para huir con sus huesos hasta Potosí.
Regresó al Perú, incorporándose al ejército de ese país, con el grado de general. Permaneció allí trece años.
En 1855 fue electo senador nacional por San Luis en el Congreso de
Paraná. Un año más tarde fue nombrado comandante de la División de
Ejército Sur, con sede en San Luis. En diciembre de 1858, al conocerse
el asesinato del general Nazario Benavídez, ocupó con sus tropas la
provincia de San Juan y aseguró la intervención federal a esa provincia.
En 1859 fue elegido gobernador de su provincia; se dedicó casi
exclusivamente a organizar fuerzas militares para defenderse contra la
agresión del Estado de Buenos Aires. Participó en la batalla de Cepeda,
que obligó a Buenos Aires a unirse al resto del país, en octubre de
1859. Formó parte de la comisión que firmó el Pacto de San José de
Flores con el gobierno porteño.
Poco después fue elegido para integrar la fórmula presidencial como vice
de Santiago Derqui, que derrotó a la unitaria de Mariano Fragueiro y
Antonino Taboada el 6 de marzo de 1859. Asumió la vicepresidencia y
debió reemplazar a Derqui en varias oportunidades; especialmente cuando
éste se trasladó a Córdoba a dirigir la intervención y a preparar el
ejército para el nuevo enfrentamiento con Buenos Aires.
Después de la derrota de Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón,
en 1861, y tras la defección de Urquiza, Derqui se retiró del país,
dejando una carta que fue interpretada como su renuncia. Pedernera
asumió como presidente, con la intención de convencer al ex presidente
de enfrentar a los porteños. Pero todo fue en vano, y tras la derrota de
Cañada de Gómez, declaró caduco el gobierno de la Confederación,
dejando abierto el camino de Bartolomé Mitre al poder. Había sido
presidente durante 38 días.
Se retiró a la vida privada en San Luis, y falleció en Buenos Aires el 1
de febrero de 1886. Sus restos están sepultados a los pies del
imponente monumento ecuestre inaugurado en 1915, y que honra su figura
en la Plaza Pedernera de la localidad de Villa Mercedes, en la Provincia
de San Luis.
Según Carlos Pellegrini,
"Su voz ha enmudecido, pero la fama recoge su nombre y lo inscribe en la
página inmortal que recuerda el de los padres de la patria. La lápida
de su sepulcro es pequeña para contener el nombre de sus campañas y de
los hechos de armas donde se distinguió por su valor."
En palabras de Adolfo Saldías,
"Perteneció a una generación de bronce que dejó por herencia medio mundo
redimido por la libertad. A las generaciones que se sucedan no les será
dado realizar evoluciones tan estupendas en el orden del progreso
humano, pero sí hacerse digna de aquéllas manteniendo vivo en su
espíritu el fuego sagrado de esa tradición humanitaria y progresista."
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