Esta batalla se libró el 28 de junio de 1879 en las barrancas de la
margen septentrional del Río Neuquén, paraje llamado hoy “Vanguardia”,
nombre que tomó del antiguo fortín que allí se construyera poco después.
Por un lado combatieron las tropas al mando del teniente de baqueanos
(de la Compañía de Voluntarios, llamados “choiqueros”) Isaac Torres, y
16 soldados de la 4ª División, y por el otro los indios del cacique
Marillán. El Parte Oficial dice lo siguiente: “El teniente que suscribe –
Campamento el Mangrullo, junio 30 de 1879 – Al señor comandante en jefe
de la 4ª División del Ejército, teniente coronel don Napoleón Uriburu. –
Tengo el honor de dirigirme a usted poniendo en su conocimiento que con
la comisión de 16 hombres con que usted se sirvió despacharme el 27 del
corriente, después de haber marchado en dirección de Auca-Mahuida casi
todo el día, supe por prisioneros hechos por el mayor Illescas, que un
pequeño grupo de seis indios, con algunos animales de arreo, debían caer
al Neuquén abajo procedentes de La Pampa y como a cinco o seis leguas
de este campamento. Marché toda la noche en su busca y a la diana de 28
di con ellos en el valle del río, pero no en número de seis como se me
había informado, porque después de cargarlos sobre sus fogones, de día
ya, se replegaron y formaron en las barrancas del río, en número de 90
de lanza, todos bien armados.
El desorden en que se puso la chusma y considerando que ésta se me
escaparía si no andaba activo con ella, me obligó a juntarla, dejando
que los indios se reunieran y así pude tomar ciento y tantas mujeres y
criaturas, con una gran caballada, vacas y ovejas.
Entre los prisioneros hechos en la primera carga había quedado un viejo,
y con éste mandé decir al cacique Marillán que mandaba los indios, y
que con ellos formados me esperaba a una cuadra de distancia, que
entregase las armas, bajo la formal garantía de sus vidas. Contestó a
esta intimación que dudaba de mi palabra, y que antes quería pelear, a
lo que le repliqué que descendiera al bajo, pero sin hacerles un tiro
aún, pues me suponía que quisiera entrar por tratados. Un grito unánime
de guerra fue su segunda contestación, y sin repararme mucho de la
chusma prisionera y animales tomados, esperé, pie a tierra, haciendo
fuego nutrido, la carga que rápidamente me traían a pie y a caballo,
dirigida por el expresado Marillán. Sin embargo, de ser ésta muy
violenta y excelentes los caballos en que venían montados, antes de
llegar hasta chocar cayeron como 16 indios; pero los restantes nos
rodearon por todas partes, trabándose un combate reñido a arma blanca.
Muchos indios arrojaban al suelo las lanzas y luchaban brazo a brazo por
arrancar a nuestros soldados las carabinas o fusiles; otros sacaban
cuchillos y así duró un rato la pelea hasta desalojarlos y ponerlos en
fuga, dejando ellos 14 muertos en el sitio, 5 prisioneros de lanza y 106
de chusma, con más de 80 caballos, 33 cabezas vacunas y 30 ovejas,
teniendo por nuestra parte que lamentar la baja de 3 soldados heridos de
lanza y cuchillo.
Los indios llevaban muchos heridos, pues dejaron en el camino un reguero de sangre
Terminado el combate me regresaba y en seguida de marchar encontré al
comandante Aguilar con una fuerza, parte de la cual se encargó de
conducir los prisioneros y ganados al campamento, acampando esa noche
allí todos juntos. Ayer, 29, a la mañana, perseguimos a los indios
nuevamente, el comandante Aguilar con la fracción de gente que tenía
vacante, y yo con los trece hombres, los cuales todavía tomaron 5 indios
de lanza prisioneros y 12 de chusma con 58 caballos y mulas.
Cada uno de los 16 individuos que componían la comisión que me ha cabido
el honor de mandar en esta ocasión, se ha hecho digno de recomendación,
pues todos ellos a la par han competido en valor y serenidad. Dios
guarde a V. S. – Isaac Torres”.
En este combate resulta por demás destacable el comportamiento que le
cupo a la reducida tropa del bravo teniente de choiqueros, a quien
veremos actuar en muchísimas ocasiones, tanto en esta campaña como en
las posteriores. Todos estuvieron a la altura de las circunstancias y
dejaron bien alto el prestigio de esta tropa que, mal vestida, a veces
mal montada y falta de abastecimientos, en pleno invierno neuquino
(temperaturas de 8 y 10 grados bajo cero en ese invierno) supieron
realizar el plan trazado por los altos mandos militares, llevando a cabo
la construcción de los fortines que en aquella ocasión avanzaron la
línea de frontera con el indio hasta la margen septentrional de los ríos
Neuquén y Negro.
Fuente: Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado / Raone, Juan Mario
– Fortines del desierto – Biblioteca del Suboficial Nº 143
http://www.facebook.com/EJERCITO.NACIONAL.ARG
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