Atento al avance español, San Martín, convencido de su plena capacidad
para oponerse al mismo consideró esta geografía como la más adecuada
para presentar batalla. El dispositivo patriota se desplegó, el 4 de
abril, sobre Loma Blanca y el realista, al mando de Osorio, sobre la
elevación triangular. En las primeras horas de la mañana siguiente, el
Libertador hizo el reconocimiento de la posición enemiga, observando que
el grueso de las fuerzas españolas se había desplegado sobre un costado
de la meseta previendo la posibilidad de un envolvimiento del mismo. El
jefe realista había mandado emplazar dos cañones sobre el cerro
Errázuriz y reforzado su artillería con cuatro compañías de Cazadores.
Según el relato de O’Brien, San Martín exclamó: “Osorio es más torpe de
lo que yo creía. El triunfo de este día es nuestro: ¡el sol por
testigo!”
El plan realista fue defensivo, pues Osorio, en su parte del 17 de
abril, manifestó que esperaba conocer las ideas de San Martín. El jefe
español distribuyó sus fuerzas en línea, sobre la base de tres
agrupaciones: Primo de Rivera (compañías de Granaderos y Cazadores),
Morla y Ordóñez. En el ejército realista algunos jefes, como Ordóñez y
Morgado, sostenían la necesidad de una actitud ofensiva, tal cual había
ocurrido en la junta de guerra previa a Cancha Rayada. Estos disensos se
hicieron sentir también durante el combate y contribuyeron a la derrota
española en Maipo. Un aspecto interesante del dispositivo inicial de
Osorio fue que no dejó reserva: durante la batalla intentó organizarla
sobre la base de la agrupación de Granaderos y Cazadores de Primo de
Rivera, pero fue imposible por estar este jefe empeñado en combate con
la división de Las Heras.
El plan y el dispositivo de San Martín, en cambio, fue ofensivo,
aprovechando las ventajas del terreno para lograr una rápida victoria.
Comprendió dos líneas y tres divisiones: Las Heras, al oeste;Alvarado,
al centro-este y la reserva, con tres batallones a órdenes de Quintana,
centro y retaguardia.
La batalla se inició con un intenso fuego de la artillería patriota, que
fue contestado por la realista. Era cerca del mediodía del 5 de abril
de 1818. La división Las Heras encabezó el ataque a la posición de Primo
de Rivera, con el fin de conquistarla y amenazar luego el flanco del
dispositivo enemigo. La artillería española de los cerrillos de
Errázuriz, abrió fuego de flanco sobre el Batallón No 11, sin detenerlo,
mientras que los Dragones de Morado cayeron sobre Las Heras, quien
ordenó a Zapiola para que los contuviera.
Entre tanto, la artillería de Blanco Encalada trataba de neutralizar el
contraataque de los Dragones. Los dos escuadrones que encabezaban la
formación de los Granaderos a Caballo, a las órdenes de Escalada y
Medina, arrollaron a los Dragones empujándolos hacia el flanco noroeste
del dispositivo realista (división “Morla”), pero, después de sufrir
bajas, fueron obligados a replegarse. Reorganizados, con cuatro
escuadrones, volvieron los Granaderos patriotas al ataque, haciendo
desaparecer a los Dragones del campo de batalla.
El Batallón N 19 se posesionó de una pequeña altura desde la cual
amenazó a los batallones Burgos y Arequipa. Cuando la División Alvarado,
acompañando el avance de Las Heras, se encontraba a media distancia de
la primera línea realista, Ordóñez ordeno un contraataque frontal con
toda su división, que fue acompañada por los batallones Burgos y
Arequipa. El Libertador ordenó, inicialmente, que la artillería de
Borgono tratara de detener tal reacción, cosa que pudo concretar “con
fuego de metralla”, pero sin impedir una cierta vacilación que fue
salvada por la oportuna presencia de Quintana con la reserva.
Este fue el momento crítico de la batalla. Las Heras ordenó que el
Batallón “Infantes de la Patria” concurriera en ayuda de Alvarado, para
equilibrar la situación. Si bien la caballería realista del flanco
derecho había sido cargada y derrotada por Freire, subsistía el peligro
del avance de Ordóñez. San Martín dispuso el rápido movimiento de la
reserva, que con sus tres batallones ejecutó un ataque al flanco derecho
del dispositivo español que había iniciado el contraataque. El
brigadier Osorio, antes de producirse la crisis patriota, había
dispuesto la concurrencia de Primo de Rivera como reserva. Esta orden,
que inicialmente podría haberse cumplido con cierta dificultad, se
ejecutó en el peor momento, porque los efectivos de Errázuriz estaban
aislados del resto de la acción. En el cuadro final de la batalla, el
dispositivo realista fue rodeado por la división Las Heras al oeste,
Alvarado en el centro y Quintana al este. Ambas caballerías patriotas,
de Zapiola y de Freire, completaron el cerco. Osorio trató de replegarse
sobre la hacienda “Los Espejos”, y no consiguiéndolo, huyó en dirección
a Talcahuano. Ordóñez ofreció la última resistencia en la misma
hacienda, viéndose obligado a rendirse en menos de media hora. La
batalla finalizó hacia las seis de la tarde: los españoles tuvieron
2.000 muertos y fueron hechos prisioneros unos 3.000 hombres. Perdieron
toda la artillería, parque y servicios logísticos, además de numeroso
armamento. El ejército patriota sufrió la perdida de 1.000 hombres,
entre muertos y heridos. La batalla se ejecutó como una típica acción de
aniquilamiento. Podemos afirmar que el triunfo patriota de Maipú
consolidó la independencia de Chile, contribuyendo, en gran medida, a
asegurar la futura expedición sobre el Perú y a hacer posible la acción
vigorosa de Bolívar en Colombia y Venezuela. Expuso, claramente, el
genio de San Martín y demostró su capacidad de recuperación después de
Cancha Rayada.
Fuentes: Picciuolo, José Luis – La Batalla de Maipú – Instituto Nacional Sanmartiniano.
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