Al amanecer del día 26 el coronel Arze – con el cargo de SubInspector -
comprobó que el enemigo, “en número de dos mil hombres y seis cañones de
a 8”, se hallaba “a la orilla opuesta de un bañado o pantano, que todos
los prácticos del país aseguraban impracticable su tránsito”.
A pesar de esta relativa seguridad, de la dominante posición que sus
tropas ocupaban y del aumento de su pequeña fuerza con los ciento
cincuenta hombres del coronel de la Quintana, Arze estimó necesario
hacer acudir en su apoyo la reserva que, según la comunicación del
virrey recibida en la noche, se encontraba en el Puente de Gálvez
esperando sus órdenes.
A tal fin envió la siguiente orden al coronel de Elía:
“Inmediatamente póngase V. S. en marcha a incorporarse conmigo, en donde
me encuentre, por el camino carril de los Quilmes, con el Tren volante,
y pasando aviso al Capitán Dn. Florencio Terrada para que haga lo
mismo, pues tenemos los enemigos a la vista y es conforme a lo dispuesto
por el Exmo. Señor Virrey.”
Recibida esa orden a las ocho y media de la mañana, el coronel de Elía
se apresuró a darle cumplimiento, mandando aviso al capitán Terrada –
que se encontraba en la quinta Marull, al sur del riachuelo - de que se
le incorporase con su compañía y comunicando al virrey la orden recibida
y su correspondiente ejecución.
La reserva que a las órdenes del coronel de Elía iba a marchar de Puente
de Gálvez a los Quilmes, se componía de las siguientes tropas:
160 hombres del Regimiento de Voluntarios de Caballería de Buenos Aires
100 hombres de la Compañía montada del Batallón de Voluntarios de Infantería.
División de Tren volante (capitán Vereterra); Dos cañones y un obús.
Formado el destacamento, el coronel de Elía se puso en marcha hacia la
Reducción (Quilmes), al paso, pues consideraciones de diverso orden
impedían una marcha más rápida. “Los caminos estaban algo pesados por la
fuerte lluvia de la noche del 25, que se hacen más sensibles en los
terrenos de bañados por donde transitamos”. Además, era necesario
considerar que hacía treinta horas que los caballos estaban ensillados y
sin comer; y en el deseo de apresurar la marcha, no era aconsejable
llegar al lugar del combate con los caballos completamente agotados. Por
último, parece que aquel aire de marcha había sido determinado en la
orden general de la plaza, dictada el día anterior a mediodía,
posiblemente en atención al estado general del ganado y a la falta de
caballadas de reserva
El orden de marcha del destacamento del coronel de Elía era el
siguiente: A vanguardia una patrulla exploradora de 25 hombres, al mando
del alférez Juan Ignacio Terrada, con la misión de “descubrir bañados y
caminos, así como para dar parte de cualquier ocurrencia que hubiese, a
fin de que la artillería no sufriese demora ni tropiezo algunos en la
marcha”. A una distancia prudencial iban las piezas del capitán
Vereterra, seguidas por el Regimiento de Voluntarios de Caballería.
Cerraba la marcha la compañía del capitán Juan Florencio Terrada.
En este orden el destacamento llegó sin mayores tropiezos a las
inmediaciones de la Reducción en momentos en que el combate se había
iniciado
“Eran las once de la mañana del 26 y aun había podido moverme de mi
posición primera, pudiendo el enemigo desde la suya haber contado uno
por uno los hombres que yo tenía”. Así comienza el mayor general
Beresford su sintético relato del encuentro, con las fuerzas del coronel
Arze y que consigna en su informe del 2 de julio al general Baird.
Agrega a continuación el jefe de la columna inglesa: “Él – refiriéndose
al enemigo – se hallaba colocado a lo largo del frente de una loma en
que se encuentra el pueblo de Reducción, que cubría su flanco derecho,
consistiendo su fuerza principalmente en caballería (he sido después
informado de que eran dos mil), con ocho piezas de Tren volante. La
naturaleza del terreno era tal, que me hallé en la necesidad de avanzar
directamente a su frente y de extender mi línea tanto como podía igual a
la suya. Formé todas las tropas en una línea, excepto la infantería de
Santa Elena, que constaba de ciento cincuenta hombres, los cuales
formaron a 130 yardas a retaguardia con dos piezas de tren, con orden de
hacer rente a la derecha o a la izquierda, y al mismo tiempo a nuestros
costados si fuesen amenazados por su caballería. Yo tenía dos cañones
de a 6 en cada costado y dos obuses en el centro de la primera línea. En
este orden avancé contra el enemigo...”
No es posible formarse una idea cierta y exacta de cómo debió librarse
el combate entre las tropas de Beresford y las del coronel Arze. En su
obra, Beverina trata de esbozar una descripción aproximada, utilizando
fragmentariamente los datos de diferentes testigos presénciales, como el
cap. Gillespie del Regto. 71° y el de Pedro Antonio Cerviño que formaba
parte de la columna del coronel Elía. A este respecto comenta Beverina:
Las relaciones de estos dos actores principales y las de algunos
testigos presénciales (Gillespie, Cerviño), omiten detalles
imprescindibles, o los que consigan ofrecen discordancia.
Desde el momento de su llegada en la tarde anterior al pequeño pueblo de
Reducción, el coronel Arze había ocupado con sus tropas una altura
dominante, situada a cuatro kilómetros de la playa en la cual
desembarcado el enemigo.
En la mañana del 26 la fuerza del coronel Arze “estaba formada en el
extremo de un verde y profundo bañado y sobre una llanura elegida, que
semejante al banco empinado de un río se elevaba rápidamente muchas
yardas sobre nuestro nivel. Nada más adecuado para una posición
defensiva”
El coronel Arce consciente que dadas la inferioridad y la menor eficacia
táctica de sus tropas y, asimismo, las características del terreno a su
frente – inadecuado para la acción de la caballería -, resolvió esperar
el ataque del enemigo en la posición en que se hallaba, confiando en
desordenar sus filas durante el avance a través del bañado mediante el
fuego de artillería, para atacarlo después si las circunstancias
resultaban favorables. La formación que dio a sus tropas fue en dos
líneas, ocupando la primera los blandengues, en dos filas y desplegados
en batalla; a treinta pasos a retaguardia y también en dos filas, los
milicianos, cuyo costado izquierdo sobresalía del de los blandengues. En
el costado derecho de la primera línea fueron emplazadas tres piezas
Saliendo de la playa en donde habían desembarcado y pasado la noche,
“nuestras tropas – escribe Gillespie – formaron en dos columnas, y
después de un movimiento de frente de ochocientas yardas – 730 metros -,
desplegaron en línea de batalla. El Regimiento 71 llevaba la derecha;
el Batallón de Infantería de Marina, un poco a retaguardia de aquél, la
izquierda; y el Cuerpo de Santa Elena, doscientos pasos atrás, formaba
la reserva”.
Grandes dificultades tuvieron que vencer los ingleses para atravesar el
bañado de 2 km de extensión; los cañones, que eran arrastrados a mano
por la marinería, debieron ser abandonados por haberse atascado. Además,
la artillería enemiga abrió el fuego con alguna eficacia, especialmente
en sus primeros disparos. Por último, una columna - Elía - de
caballería española, proveniente de Buenos Aires, amenazaba su flanco
derecho
A pesar de estos contratiempos, en particular, de la inutilización de su
artillería, Beresford no detuvo su avance. A las 11,00 hs. el
Regimiento 71(teniente coronel Pack) al sonido de sus gaitas, recibió la
orden de avanzar sobre la altura de la Reducción para desalojar de allí
enemigo; el Batallón de Infantería de Marina (capitán King) seguiría a
su retaguardia, ya para sostenerlo directamente, ya para prolongar
cualquiera de las alas; la infantería de Santa Elena (teniente coronel
Lane) a 100 metros a retaguardia, con una conversión a la derecha,
cubriría este flanco contra la columna que venía llegando desde Buenos
Aires
“Habiendo llegado el Regimiento 71 al centro de las eminencias en muy
buen orden, seguido por el Batallón de Marina, el enemigo no quiso
esperar que se acercase más, sino que se retiró del frente de la altura,
ganada la cual por nuestras tropas y comenzado el fuego de los fusiles,
aquél huyó con precipitación, dejándonos cuatro piezas de tren y un
tambor”
Para saber como había llegado la columna del coronel Elía, utilizaremos
las memorias de Pedro A. Cerviño. Cuando la columna se aproximaba a la
Reducción, se observó el avance del enemigo a través del bañado y el
fuego de artillería que el subinspector Arce había ordenado abrir sobre
los británicos; “lo que visto por nuestro Coronel – narra Cerviño –
mandó acelerar el paso del Tren y de la tropa, y como a proporción que
ésta se aproximaba notaba la formación enemiga, que presentaba a nuestra
columna todo el costado derecho de la suya, hizo alto y mandó por un
portaestandarte prevenir al Sub Inspector que si le parecía que con su
gente en batalla y con el auxilio de los tres cañones del Tren los
atacase por el que le presentaban, para distraerle o llamar su atención a
dos puntos. Mientras logró su respuesta, se hicieron reconocer las
armas, que consistían en espadas y pistolas, de éstas las más estaban
sin piedra por el desorden y precipitación con que se les hizo su
entrega, y las demás o todas las que carecían de este defecto, tenían el
de que las balas de los cuatro cartuchos por individuo no venían de
modo alguno al cañón de la pistola”
La respuesta del coronel Arze fue decepcionante, la columna de Elía
simplemente debía prolongar la izquierda de las tropas desplegadas en
batalla
Mientras daba cumplimiento a esta orden y las tropas de refuerzo
formadas en batalla y con sable en mano trataban de alinearse con las
anteriores, el coronel Arze ordenó el toque de retirada. Beresford había
ordenado atacar a la bayoneta, orden que fue cumplida con gritos
atronadores por parte de los hombres del 71º. Ante el ímpetu del avance
de los escoceses, los blandengues hicieron entonces una conversión sobre
su izquierda y, para substraerse al fuego del enemigo, atropellaron a
las tropas del coronel Elía, introduciendo la confusión y el pánico en
toda la línea española. Los milicianos no tardaron en seguir el ejemplo,
dándose a la fuga en el mayor desorden y dejando en poder del enemigo
cinco piezas de artillería
Con grandes dificultades pudieron los jefes reunir la mayor parte de su
gente en la altura situada a unos tres kilómetros del campo de la
acción, donde, al no verse perseguidos, se detuvieron para reorganizarse
“Contenidas, aunque a la larga distancia, las dos terceras partes de mi
tropa, di inmediatamente parte al Virrey de lo ocurrido por medio de un
Ayudante, que repetí a poco rato con otro con circunstanciada noticia
del número de los prófugos; y manteniéndome a la vista de los enemigos,
recibí en contestación la orden de retirarme a Barracas, separando su
puente, y en donde debería esperar sucesivas prevenciones”
Dueño del terreno abandonado por el enemigo, el general Beresford detuvo
allí a las tropas durante dos horas, tanto para darles un descanso,
como para permitir que la artillería pudiese ser sacada del pantano Esto
último se logró por la pronta intervención del capitán Donelly, de la
fragata Narcissus, quien de propia iniciativa desembarcara con algunos
marineros para rescatarlas. Reorganizada su columna, el general
Beresford se puso en marcha en dirección al puente de Gálvez (que según
datos obtenidos distaba ocho millas), procurando apresurar su llegada al
Riachuelo con el fin de impedir que el enemigo pudiese destruir el
puente. Y de esa manera, tener el camino abierto hacia la capital del
Virreinato, Buenos Aires
Fuentes: Archivo General de la República Argentina; segunda serie; tomo
XII, p 25) / www . granaderos.com.ar / Calise, Manuel Juan. La
Reconquista y Defensa de Buenos Aires, 1806-1870. Editores Peuser,
Buenos Aires, 1947 / Gillespie, Alexander. Buenos Aires y el interior
(Gleanings and Remarks Collected During many Months of Residence at
Buenos Ayres and Within the Upper Country). Hyspamérica, Buenos Aires,
1986.
http://www.fotolog.com/ejercitonacionalhttp://www.facebook.com/EJERCITO.NACIONAL.ARG
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