En la mañana del 25 de Junio de 1806, frente a Buenos Aires, siendo las
11 de la mañana los ingleses, después de recorrer la costa en busca del
mejor lugar, empiezan el desembarco en Quilmes. Son veinte botes que van
y vienen con soldados uniformados de rojo, cañones, caballos, arreos,
pólvora, que depositan trabajosamente en la playa bajo una llovizna
fría; un bañado los separa de la barranca. Desde allí un sargento de
artillería española con cinco hombres y una de las piezas encargadas de
las señales dispara el cañonazo de alarma, conforme a lo convenido, y
permanece firme. Tal vez los ingleses creen que hay más tropas ocultas
en los espinillos, pues se quedan en la playa, calados y ateridos. Hasta
el anochecer dura el desembarco de los 1.635 hombres, con sus
implementos.
Arze llega a mediodía a Quilmes con 400 milicianos elegidos entre los
más dispuestos y mejor montados, a los que ha agregado cien blandengues,
dos cañoncitos de a 4 y un obús de a 6. Toma posición en las barrancas
junto al sargento del cañón y no hace nada, nada, en toda la tarde.
Mirar, nada más. Los milicianos y blandengues desean cargarse al grupo
de ateridos ingleses, que se va engrosando cada vez más, pero el
subinspector sólo quiere obrar sobre seguro. Manda pedir refuerzos; y
mientras vienen, seguirá esperando.
Llega la noticia del desembarco a Buenos Aires. Sobremonte manda tocar
generala a las dos y media de la tarde, y la multitud vuelve a
congregarse en la plaza; los milicianos reclaman armas, pero el virrey
no se atreve a armar a las milicias, dirá más tarde el cabildo en su
informe. Se limita a distribuirlas, desarmadas, en compañías al mando de
algunos oficiales veteranos. Sólo más tarde les dará una carabina con
cuatro tiros a los de caballería.
"Se tocó la alarma general" dirá Belgrano en su Autobiografía "y
conducido del honor volé a la Fortaleza, punto de reunión: allí no había
orden ni concierto en cosa alguna como debía suceder en grupos de
hombres ignorantes de toda disciplina y sin subordinación alguna. Allí
se formaron las compañías y yo fui agregado a una de ellas, avergonzado
de ignorar hasta los rudimentos más triviales de la milicia".
Sobremonte ordena que la caballería vaya al puente de Gálvez (hoy puente
Pueyrredón) donde atraviesa el Riachuelo el camino del sur: son 129
hombres de a caballo, la mitad mal armados. El resto de las milicias
debe concentrarse en sus cuarteles, a la espera de armas y órdenes. El
virrey revista los 129 del puente, a quienes agrega un tren volante de
artillería; luego vuelve a la Fortaleza a disponer se saquen los
caudales para el interior, conforme a lo previsto, con una escolta de
cien blandengues. Como ha cumplido su deber, se va otra vez a dormir.
Fuente: www. lagazeta.com.arhttp://www.fotolog.com/ejercitonacional
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